XLV - I'm with you, honey
45.- I'm with you, honey.
Nota: >:) (un poco sad también)
—Mamá, tranquila.... —Musité casi al borde del llanto. Cerré los ojos y respiré profundo, esperando que todos los malos momentos terminaran para mi papá y mamá.
—Quizás ya hemos cumplido nuestro ciclo juntos... —Me dijo mi madre, entre llantos. —Te criamos a ti y a tus hermanos, __________. Podemos decir que nuestro matrimonio ya cumplió con lo debido...
Me negaba a creer que el matrimonio de mi madre se fuese a terminar por riñas nimias entre ellos dos. Mi padre nunca fue de los que explotara en ira tan rápido; era quien apaciguaba el ambiente cada vez que mi madre reclamaba hasta el punto de perder los estribos. Él, siempre fue quien mantuvo una actitud serena y asertiva. Más ahora, era él quien decía no estar seguro de seguir con el matrimonio, hasta que la muerte los separe.
Evidentemente, aquello le rompió el corazón a mi madre. Y, por consiguiente, a mí. Siempre creí que los finales felices eran de verdad. Ahora, tal parecía que no.
Lloré ante la angustia de no saber qué hacer. Llamé a mi hermana, y ambas lloramos de igual forma. No nos podíamos hacer la idea de que, probablemente, nuestros padres, a quien tanto admirábamos por sus años de matrimonio, se separasen finalmente.
—¿Estas bien? —Me preguntó Sebastian cuando entró a la habitación. En sus manos llevaba un par de carpetas que dejó sobre la mesa de noche a nuestro lado. Asentí y esbocé una sonrisa capaz de camuflar todo indicio de tristeza. —¿Segura? —Inquirió.
—Segura. —Afirmé y volví a sonreír. El rumano se acercó a mi lado y se sentó en la orilla de nuestra cama. Restregó su nariz en la cavidad de mi cuello y depositó un tierno beso en el área. Respiré profundo y me mordí el labio, tratando de ahuyentar mis deseos de llorar.
—Te amo, ¿lo sabes? —Murmuró, depositando cortos besos que lograron recorrer desde mi cuello hasta mi clavícula.
Jadeé.
—Lo sé. —Reí. —Siempre me lo dices. —Suspiré. Mis manos se situaron en sus brazos y presioné con fuerzas.
—Creo que podríamos divertirnos un poco... —Susurró. —Te he visto muy estresada. Asumo que es asunto de trabajo... —Besó mis labios cortamente. —Podríamos desestresarnos juntos.
No me dejó hablar. Él decidió seguir besándome y con aquello, yo no podía luchar. Estaba triste, agobiada, y sumamente frustrada por no saber cómo solucionar el problema que cruzaba mi familia. El rumano tenía poco conocimiento de lo que sucedía, y es que él tenía tantas cosas que hacer, que no quería añadirle más carga a su vida.
Me dejé llevar por sus besos y decidí, por unos minutos, borrar lo sucedido y disfrutar de las caricias que me proporcionaba el rumano. Deslizó su boca hacia mi abdomen una vez logró despojar mi camiseta, luego mordió parte de mis muslos cuando retiró mi pantalón de pijama. Sus manos realizaban toques candentes que, en sólo minutos me tenían gimiendo su nombre con bastante excitación. Me hizo experimentar mi propio orgasmo con tan solo una mano y sus besos succionando la piel llameante de mi cuello.
—Estas listas. —Me dijo con voz ronca y seductora en mi oído. Mi cuerpo se remeció bajo el suyo. Se posicionó entre mis piernas y me embistió lo más lento que su impulso humano le permitió. Me aferré a su cuello y lo atraje hacia a mí. Escondió su rostro en mi cabello y comenzó sus movimientos lentos en mi interior.
Gemíamos suave y en conjunto. Mis lágrimas caían por si solas, y no porque él me estuviese haciendo daño. No. Si no al imaginar que, tal como mis padres se estaban separando, a nosotros con Stan nos esperaba un futuro igual o similar. No podía imaginar mi vida sin él. No, por más que lo quisiera hacer, en mi pecho, mi corazón se contraía notablemente como señal segura de lo que iba a suceder si aquel suceso ocurría en nuestras vidas. Estaba segura que la tristeza se adueñaría de mí.
Despejé mi mente, y me dediqué a sentir sus caricias mientras me hacía el amor como sólo él sabía me gustaba.
—A-amor... —Jadeé. Me mordí el labio. —¡C-cariño! —Gemí y tironeé de su cabello. No hizo falta decirle que acelerara sus embestidas. Cuatro años siendo un matrimonio; él sabía perfectamente lo que le pedía con tan solo mirarle a los ojos o gemir. Él, siempre cumplía con lo que le pedía en la cama.
Mi orgasmo me inundó en conjunto con el llanto que quise, con gran esfuerzo, reprimir. Rápidamente me aferré a su cuerpo y escondí mi rostro en su cuello, sin poder dejar de llorar. Mi pecho dolía, mis ojos ardían y mi garganta quemaba tras los intentos fallidos por no poder retener el llanto que, cada vez que hacía más desconsolado.
Sebastian quiso separarse de mí, más yo le retuve.
—No... —Gemí, apegándolo aún más a mi cuerpo. —No me dejes. —Gimoteé.
—Amor... ¿Te hice daño? —Preguntó, comenzando a desesperarse. —Cariño, dime por favor. ¿Te hice daño? —Negué con mi rostro aún en su cuello. —Amor, dime algo... —Expresó alarmado.
—No eres tú, Sebastian. —Lloriqueé ahora sintiéndome culpable por arruinar el momento. —Lo siento tanto... —Sollocé. Me separé de su cuerpo y me dejé caer sobre el colchón. El rumano me observó mucho más alarmado de lo que pude imaginar. Se lanzó a mi rostro y comenzó a besarme con la intención de aminorar mi llanto.
—Cariño, ¿qué sucede? —Murmuraba por cada beso que me daba. — Amor...
—No quiero que me dejes nunca. —Gemí. —¿Me prometes que no me dejarás nunca?
—Lo prometo. —Dijo sin titubear. —Hasta que la muerte nos separe, ¿no lo recuerdas? —Formó una sonrisa tierna en sus labios. —Lo prometí ante la iglesia. Te lo prometí...
—No me dejes nunca. —Pedí entre llanto. —Te amo tanto...
—También yo, preciosa. —Me agazapó entre sus brazos. —Nunca lo dudes.
Afirmé mi cabeza en su pecho y me permití llorar todo lo que no hice durante días. Sebastian me dejó hacerlo con total libertad. Él solo se dedicó a acariciar mi cabello y a dar pequeños besos en mi frente. Finalmente, pude regular mi respiración y llanto, accediendo a contarle lo que sucedía entre mis progenitores.
—¿Por qué no me dijiste nada? —Cuestionó —De haber sabido la situación de tus padres, no hubiese hecho esto...
—Descuida, yo quería hacer el amor contigo ahora. —Fruncí mis labios. —Quería, de alguna forma, sentir que lo de nosotros durará por mucho tiempo.
—Y lo hará, cariño. No dudes de eso. —Afirmó. —¿Necesitas ir donde tu madre? ¿Quieres que te acompañe? Quizás pueda hablar con ambos y...
—Abrázame. —Le pedí. —No quiero hablar del tema ahora. Sólo quiero que me abraces.
El rumano no tuvo problemas en realizar mi deseo de ser atrapada por sus fornidos brazos. Me junté a él y cerré los ojos con la intención de poder conciliar el sueño al lado del hombre que amaba.
—Estoy contigo, cariño. —Murmuró para luego depositar un beso en mi cabello. —Siempre estaré contigo.
Y aquello, fue lo último que escuché antes de quedarme dormida entre sus brazos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro