Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XLIV - Bad time, good news

44.- Bad time, good news

Me removí inquieta bajo las sábanas y el edredón; mi cabeza daba vueltas y, lo que había comido hace horas atrás estaba estancado en algún lugar próximo a mi garganta, listo para ser expulsado en cualquier momento.

Estaba sudando, y temblando de igual manera. Odiaba sentirme así, y, es que las migrañas eran tan frecuentes, que, pese a los años de padecerlas, aún no me podía acostumbrar a ellas. Ciertamente, ésta vez parecía que iba a morir en cualquier momento.

Logré asomar parte de mi cabeza fuera de todo lo que me cubría; más volví a esconderme al percibir un pequeño haz de luz que, por muy pequeño que era, igualmente molestó mi vista, intensificando aún más el dolor de cabeza y, por consiguiente, el mareo y nauseas.

—Quiero morir. —Murmuré para mí, siendo lo único que deseaba en ese momento. Con dificultad removí una de mis manos y la dirigí hacia mi sien derecha, ejercí pequeños círculos con intención de masajear y sosegar un poco el dolor, pero, ni eso funcionaba. Absolutamente nada me funcionaba en esos momentos.

Fue cuando sentí la puerta del living cerrarse. Me quejé ante el ruido, tapando rápidamente mis oídos con ambas manos. Ni el ruido podía soportar.

—¡Amor! —Gritó mi acompañante a lo lejos. Volví a gemir, desesperada. —Cariño... —Sentí su voz más cerca de la habitación. Quise hablar, pero sabía que el sólo hecho de querer emitir palabra alguna, mi voz retumbaría hasta en la fibra más ínfima de mi cerebro.

De igual forma, no hubo necesidad de hacerlo. Para cuando quise intentar hablar, la puerta de la habitación se había abierto y la voz de mi novio volvió a resonar como un único ruido molesto a mi padecer craneal.

—Cállate. —Espeté bajo las sábanas, en completa oscuridad. —No hables, Sebb... —Suspiré abrumada. —Intento dormir...

—¿Migraña? —Inquirió el rumano. Mi silencio en cambio, le respondió. —Amor, ¿llamo a un doctor?

—Es migraña, Sebastian. —Repuse. —Se me pasará cuando logre dormir un poco.

Escuché sus pasos caminar hasta mi lado, donde se sentó en la orilla de la cama y acarició mi débil anatomía por sobre la seda gruesa. Luego se levantó y desapareció por unos instantes; hasta que volvió nuevamente a mi lado.

—Hazme un lado. —Dijo. —Me acostaré...

Me moví como pude, con bastante esfuerzo y quejándome en el proceso. El rumano se recostó a mi lado, permitiéndome rodear su torso y esconder mi rostro en su cuello. Dio ligeras caricias en mi cabello y besó la parte afectada.

—Creí que estarías en condiciones para una cita... —Murmuró. —Veo que tendremos que ir mañana.

—Si no es mucha molestia. —Musité. —¿Por qué una cita? —Inquirí, siendo algo que me llamó la atención pues, las citas en nuestra relación no eran muy común.

—Te tenía una sorpresa. —Dijo.

—En estos momentos, ni la migraña me quita lo curiosa. —Suspiré.

—Pero es una sorpresa, amor. —Rio suave el rumano. —Tienes que reponerte y sabrás de qué se trata.

—No me puedes decir eso, Sebastian. —Me quejé. —Es cruel dejarme con la duda. Sabes que no me gusta que lo hagas. Dime de qué se trata la sorpresa. —Exigí.

El rumano suspiró.

—Dejará de ser sorpresa...

—No importa, dímela igual. —Pedí.

—No creo que sea una buena idea, viendo el estado en el que estás. —Repuso.

—Dímela. —Volví a insistir.

Sebastian respiró hondo y botó todo el aire reprimido en sus pulmones. Yo, me mordí el labio, tratando de alguna forma aminorar el molesto dolor que se intensificaba con el pasar de los minutos. Necesitaba dormir y calmar mi dolencia lo antes posible.

—Quiero que seas mi esposa. —Dijo, finalmente, dándome de lleno con sus palabras. Me incorporé rápidamente y corrí al baño lo más rápido posible. Era como si mi anatomía necesitó todo ese tiempo las palabras del rumano para expulsar lo que me había indispuesto.

Sebastían corrió tras de mí, pero no logró entrar al baño. Quedó a fuera, pidiendo que le abriera la puerta. Entre sus gritos, y el golpeteo en la puerta de entrada, me volvería loca. Logré expulsar lo que había comido, pero el dolor de cabeza no se fue del todo. Volví a mi cama y me recosté totalmente agotada.

Pero la tranquilidad no duró del todo. Frente a mí yacía un sujeto que nunca había visto en mi vida. A su lado, mi novio, con un semblante que denotaba lo preocupado que estaba por mi salud.

El sujeto se presentó como un doctor a domicilio. Hizo todo lo que tenía que hacer; revisó mi respiración, puso un termómetro bajo mi brazo, revisó mi retina, etc. Me preguntó lo que consumía a diario e hizo énfasis en las comidas que me hacían mal si sufría de migraña. El chocolate era algo que debía eliminar, tristemente, de mi vida.

—Bien, pero por lo que veo usted tiene síntomas de un posible embarazo. —Concluyó el doctor, logrando dejarnos a ambos, totalmente patidifusos.

Miré al rumano, quien parpadeaba atónito. El doctor por otro lado, escribía en su libretita un sinfín de cosas abstractas.

Nuevamente, los deseos de vomitar se hicieron presente.

—Le he prescrito una hora para mañana. —Informó el doctor. —Con éste certificado tendrá acceso libre como futura madre a ser atendida sin problema. Dígale que viene de parte mía, el proceso será más rápido.

Y dicho aquello, se despidió cordialmente y se fue de la habitación. Al rato llegó Sebastian, con una sonrisa en sus labios y lágrimas en sus ojos.

—Se-seremos padres... —Musitó, casi al borde del llanto. —¡___________, seremos padres! —Exclamó eufórico.

—Amor... Yo no creo que lo esté. —Murmuré. —Me he cuidado...

—Pero las señales son claras. —Repuso. —Tu dolor de cabeza, los vómitos...

—Siempre me pasa cuando tengo migraña, Sebb. —Repuse, atónita. —Yo... —Y no pude emitir palabra alguna. Mi llanto me superó. Lloré sin parar, sin poder creer que, en nuestras vidas, posiblemente, se sumaría un pequeño ser humano; Un ser humano que tendría mis genes y los del hombre que amaba.

Me agazapé a sus brazos y no me despegué de él. Gimoteé hasta que mi cuerpo me lo permitió. Luego, cuando ya estaba un poco más calmada y, convencida de que en mi interior se estaba comenzando a desarrollar una vida, le di una respuesta.

—Acepto...

—¿Qué? —Musitó el castaño.

—Acepto. —Reí. —Acepto ser tu esposa, Sebastian.

Ambos sonreímos, totalmente dichosos. 




******

El otro día me dio migraña e imaginé, mientras moría, este OS. JAJAJAJA. 

Lo triste de todo es que no tenía a un rumano mimándome en ese momento JAJAJA. Vale verga la vida ah.

Por cierto, seguiré con los OS que me pidieron durante el fin de semana ;) <3. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro