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LXIV - It is imposible II

64.- It is imposible II



Miro la pantalla a mi lado y de inmediato comienzo a sentir las lágrimas emerger en torno a mis ojos, deslizándose por mis mejillas. Las retiro de inmediato y me obligo a verme impasible frente a la mujer que, con una sonrisa en sus labios pasa el ultrasonido sobre mi vientre ligeramente abultado.

Creí, por un momento que los resultados que arrojó el test habían sido equívocos pues, había recordado escuchar que éstos suelen venir con cierto error que hacen creer un posible embarazo y, viceversa. Quería creer que me estaba sucediendo a mí; un bebé en mis entrañas en esos momentos no estaba dentro de mis planes. Mi carrera comenzaba a tener éxito, recibiendo ofertas de trabajo como nunca, asistiendo a entrevistas y sesiones fotográficas. Por otro lado, mi corazón, por fin se veía exento de líos amorosos.

En otras palabras, estaba disfrutando mi soltería y mi nueva vida en el mundo cinematográfico. Más, todo se vio truncado por mis náuseas y mi respectivo embarazo que, por más que quisiera fuese un error, resultó ser totalmente real.

El ser en mi interior ahora era un feto; habían pasado tres meses desde que supe mi desdicha y en ningún momento quise dar aviso sobre ello a Sebastian. No quería arruinar su éxito con la llegada de quien no pidió llegar a la vida. El rumano se veía dichoso tanto como yo con la fama que, de a poco comenzaba a construir. Ahora ya no era extraño ver a Sebastian en la televisión en un programa de televisión, o en internet, siendo vinculado con su colega de reparto en la última película que protagonizó.

No, no era justo para él arruinarle vida de esa manera. Decidí, por esa misma razón, mantenerme en silencio e ignorar que mi hijo era de él.

—No estás pensando las cosas. —Me regaña Olsen. —¡Él tiene derecho a saberlo!

—Como si le fuese a importar. —Rio con desgano. —Le estoy haciendo un favor, Elizabeth. No quiero arruinar su carrera.

—Estas siendo egoísta. —Replica. —¿Cómo sabes tú que le arruinarás su carrera? ¿Y si es una oportunidad la que les está dando la vida? Sé que se quieren aún, pero sus jodidos orgullos no les permiten admitirlo.

—Lizzie, de verdad... —Suspiro exhausta. Estaba cansada, necesitaba dormir y no pensar, al menos por un momento, en lo que debía hacer y en lo que no. — Olvídalo, yo no le diré nada a Sebastian. Lo de nosotros se terminó, ya no hay forma de que volvamos a tener algo.

Lizzie niega con la cabeza, toma sus pertenencias y sale de mi hogar sin decir palabra alguna. Se ha molestado, y es lógico. Lizzie es amiga de Sebastian, lo considera su hermano, y es comprensible que dé también razón al rumano y no tanto a mí.

******

Me levanto cuando comienzo a tener la necesidad de devolver lo que había comido la noche anterior. Corro al baño que, por suerte está en la misma habitación, me encierro y espero a que mi cuerpo haga lo suyo. Pero no lo hace. Son las típicas nauseas sin contenido.

Agobiada decido bañarme. Cuando salgo un poco más renovada de la ducha, busco ropa holgada y me vuelvo a recostar sobre la cama, con la intención de responder algunos mensajes y estudiar el guion que se me entregó hace semanas atrás. El viaje a Los Ángeles seguía en pie.

Sin querer me quedo dormida con las hojas sobre mi rostro. No es extraño pues, es algo que me ha comenzado a suceder como parte del proceso de embarazo; me siento somnolienta la mayor parte del día, cansada y con mi ánimo terriblemente cambiante. Lo percibo, y me impresiono al verme de aquella manera. Totalmente fuera de control. No me reconozco y eso me aterra.

Me levanto cuando siento el timbre resonar dentro de mi hogar. Lizzie me había enviado un mensaje avisándome minutos atrás que llegaría a hacerme compañía. Bajo con cuidado los escalones, me siento adormilada y temo resbalarme.

Abro la puerta, y lo veo a él y no a mi amiga. Retrocedo un paso hacia atrás ante la impresión que me da verlo nuevamente. Luce una barba que recorre la mitad de su rostro, es frondosa y se ve atractiva en él. Su cabello está un poco más largo de lo que recuerdo, más su semblante, se percibe demacrado. Asumo que es el precio que hay que pagar al comenzar a tener cierto éxito en la pantalla grande, algo que, al rumano, al parecer, le está pesando en su apariencia.

Su mirada viaja por mi anatomía, posándose en mi vientre que no pasa desapercibido bajo mi vestuario ceñido a mi cuerpo. Frunzo mi entrecejo y tiendo, sin pensarlo mucho, a cerrar la puerta. Pero el rumano con rapidez la detiene.

—Vete. —Le espeto, volviendo a cerrar la puerta. Más esta nunca logró cerrarse por completo.

—Cuando mierda me lo pensabas decir, _____________. —Gruñe entre dientes, ejerciendo presión para que le dejara entrar. —¿Uhm? ¿Cuándo naciera? ¿Cuándo cumpliera la edad suficiente para preguntar por su papá?

—¡Vete de mi vida, Stan! —Gimo. Suelto la puerta cuando comienzo a sentir un ligero mareo, lo que le da la oportunidad al rumano para ingresar a mi hogar y plantarse en medio del living, totalmente irritado. —Adivino, Lizzie, ¿no?

—Ella piensa las cosas mejor que tú. —Brama. —Eres tan egoísta, terca e indolente. —En sus ojos podía ver la ira querer salir, explotar y arrasar con todo a su paso. Pero también veía la contención que él mismo ejercía sobre él, temiendo hacer o decir algo hiriente. —Es mi derecho, ¿sabes? Tengo derecho a saber sobre él.

—No me interesa si tienes o no derecho. Nuestra relación se terminó, Stan. Este niño no hará ninguna diferencia.

—____________, ten claro que yo no dejaré que ese niño crezca sin una imagen paterna. No puedes alejarme de él. —Advirtió.

—¿Me estás amenazando? —Inquiero, iracunda. 

—Si tengo que llegar a un juicio, _____________. Lo haré. —Contesta, seguro de sus palabras. Mis cejas se alzan por si solas, y con sorpresa le observo atónita. —¿Es lo que quieres? Sabes que nuestras carreras se arruinarán, ______________. No creo que tú quieras eso. 

Mis ojos se llenan de lágrimas que, no tardan en deslizarse por mis mejillas. Sigo mirándole, sin poder apartar la mirada de él. ¿En qué momento toda nuestra relación se fue al carajo? 

Me siento sobre uno de los divanes y comienzo a llorar con desconsuelo. No quiero discutir, tampoco quiero llegar a los tribunales por culpa de mi orgullo. De tan solo imaginar la escena mi cuerpo se estremece, algo que el rumano capta y no duda en situarse a mi lado, pero no me abraza. Mantiene su distancia, esta vez, con serenidad. 

—Te detesto. —Murmullo entre llanto. Mis manos tapan mi rostro y ello hace que mi voz se amortigüe. 

—¿Por qué haces las cosas tan difíciles, __________? —Me cuestiona con voz suave. —Hermosa, yo aún te quiero. —Alzo la mirada y le observo confundida. — ¿Por qué creíste que lo mejor era no decirme nada, uhm?

 —Nuestra relación era pésima, Sebastian. —Lloriqueo. —Nunca nos veíamos, jamás estuvimos en el mismo lugar por más de dos días. Peleábamos por culpa de los medios, tú creíste que tenía un amante, y yo igual creí lo mismo de ti. Dime, ¿Un bebé cambiarías las cosas ahora? 

 —Claro que lo haría. Todo cambiaría para nosotros. —Afirma él, sin dudarlo. Puedo notar sus ojos comenzar a brillar con entusiasmo. —Te dije cosas malas, lo sé. Y me arrepiento. En ese entonces aún te amaba, lo sigo haciendo a decir verdad, pero creí que lo mejor era alejarme y no buscarte. Sé cómo eres, _______________. Orgullosa e incapaz de dar tu brazo a torcer. 

 Esbozo una sonrisa a medias. Él alza su mano y retira un mechón de mi cabello que posiciona tras mi oreja. Acaricia mi mejilla, con temor al principio, pero luego, al ver que yo ya no hago nada por detenerlo, se relaja. 

—Tengo miedo. —Murmuro con temor. —Esto no estaba en mis planes, Sebb. —El rumano sonríe tierno, se acerca y me abraza. Automáticamente comienzo a respirar su aroma y a recordar lo bien que se sentía tener mi nariz hundida en su cuello.

Me siento extraña al tenerlo a mi lado después del tiempo que había transcurrido y mi negativa al volver con él. Pero no puedo evitar, sentirme también, feliz. 

—Cariño, estoy y estaré contigo. —Susurra Sebastian. Besa mi frente con ternura y yo de inmediato vuelvo a ser la misma mujer mimada de hace meses atrás. — Criaremos a nuestro hijo junto, ignoraremos a los medios y nos concentraremos en ser felices. ¿Estamos juntos en esto, ____________? 

Asentí entre lágrimas. 

—Estamos juntos. —Afirmé antes de que el rumano, con dulzura y, después de meses, me besara.

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