Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

L - Blind Date II

50.- Blind Date II


El fuerte ruido proveniente del exterior de mi hogar me llamó la atención inmediatamente. Fruncí el ceño y, confundida, dejé mi violín sobre la cama. Bajé las escaleras, refunfuñando por tan osada interrupción. Debí saber, de alguna u otra forma, que quien tocaba la puerta con tanta insistencia era Madison.

—Lograste huir. —Fue lo primero que me dijo. Entró a mi casa y se plantó en medio del living, evidentemente molesta.

—En mi defensa, nunca te pedí la cita a ciegas. —Me encogí de hombros. —Fue tu idea, no la mía. Además, ¿qué te hace pensar a ti que ese tal Sebastian iba a llamar mi atención? —Inquirí. Madison rodó los ojos. —¿Creíste que por que es rumano me iba a cautivar? —Solté una risotada burlesca.

—No, no creí eso. —Murmuró. —Lo hice para que conocieras gente nueva. Siempre estás encerrada en casa, con tus partituras y ese violín que, hasta el momento no te ha ayudado a conquistar a nadie...

—¿Cuál es tu maldito problema, Madison? —Gruñí, molesta. —Es mí problema si estoy o no con alguien. Sebastian no me interesa y nunca lo hará. —Dije, decidida. —Ahora, si me disculpas, tengo un ensayo que atender en... —Y miré el reloj sobre la pared a mi lado. —En media hora.

—Le has agradado. —Musitó. Alcé una ceja y sin querer, lancé una risotada. —Es verdad. Pese a que lo dejaste solo, le has agradado.

—Me siento halagada. —Comenté, con voz neutra y petulante.

—No hace falta ser tan sarcástica, ___________. —Espetó Madison. Estaba molesta, y lo podía ver en sus ojos. —Tampoco hace falta ser tan desconfiada. Han pasado cuatro años, __________. Tienes qu...

—No sabes lo que dices. —Me apresuré en decir. Madison se mordió el labio inferior, y yo le imité. Comencé a sentir la ansiedad subir por mi anatomía ante el tema que se aproximaba.

—No, no sé lo que digo, porque no fue a mí a quien engañaron durante meses. —Mis ojos se abrieron como platos pues, era eso exactamente lo que no quería escuchar. Lancé un suspiro y gruñí por lo bajo. Madison logró percatar mi molestia, por lo que bajó la mirada y miró el suelo, avergonzada.

—Y eso era exactamente lo que quería evitar escuchar. —Bufé.

—¡__________, tienes que dar vuelta la página! —Exclamó mi buena amiga, batiendo sus brazos. —Llevas tiempo sin querer conocer a alguien. Rechazas a todos lo que están interesado en ti. ¿No es hora de que dejes que alguien sepa reparar tu corazón?

—¿Para qué después lo destruyan nuevamente? —Cuestioné con una risita socarrona. —No, gracia. Prefiero quedar sola.

Madison rodó los ojos.

—Terca. —Murmuró.

—¡Pero que insistente eres, mujer! —Bramé. —Basta con el temita. No quiero conocer a nadie. Y eso incluye al rumano. —Sentencié.

Madison se retiró de mi hogar en cuanto vio que no iba a hacerme cambiar de parecer; yo, me quedó sumida en mis pensamientos. Volví a sentir cierta incomodidad al recordar mi vida junto a Luke, el muchacho de cabello rizado en demasía y ojos de gato, como le solía decir yo. Razón tenían en que el primer amor no se olvida nunca. Luke, pese a los años que habían pasado, aún seguía incrustado en mi corazón.

Tomé mi violín y caminé hasta el teatro donde se realizaría el ensayo. Iba sumida en mis pensamientos, analizando las palabras de Madison. Reí casi con burla al recordar que al rumano le había agradado, pese a mi mala educación al dejarlo sólo. Y es que, me era totalmente indiferente saber que le agradé; no me interesaba en lo más mínimo.

Aspiré profundo y sonreí triunfante. Después de todo, sabía que no había forma de encontrármelo nuevamente, la ciudad era grande y sus habitantes se extendían a lo largo del país, por lo tanto, según mis cálculos, las posibilidades de encontrarme con Sebastian eran totalmente mínimas. Y celebré aquello figurando otra sonrisa en mi rostro, muy amplia y dichosa.

Disfruté la caminata y logré olvidarme al menos, de Madison y su famosa cita a ciegas. Con los minutos mis pensamientos se enfocaron en los siguientes meses en donde, tenía entendido, saldríamos a deleitar con la música clásica a cientos de expectante a lo largo del país.

Me regocijé ante las obras de Vivaldi; el teatro se vio invadido por cada nota musical, única y que, lograba llegar al corazón de cada músico a mi alrededor. Sonreí, deleitándome con la melodía que, en conjunto conformábamos con mis compañeros de orquesta. Mis dedos viajaban rápidos por las cuerdas del violín y mi mano, la que tenía el arco, no cesaba sus movimientos enérgicos.

Cuando terminamos el ensayo, el director me citó unos segundos para hacerme entrega de algunas partituras en particular. Lo miré confundida pues, si el director citaba a alguno de los que ejercían su talento en los instrumentos de cuerda, era por una única razón; realizar un solo.

—Creo que te lo mereces. —Me dijo el hombre tendiéndome una carpeta con las partituras. —Tus ensayos serán más arduos. Por lo tanto, te quiero aquí todos los días desde las seis de la tarde. —Asentí frenéticamente. —Es un concierto muy importante, necesitamos ensayar desde ahora.

Volví a asentir, sin siquiera ser capaz de emitir palabra alguna. La emoción era lo que dominaba mi ser. Caminé con la mirada fija en las hojas, analizándolas rápidamente. Una que otra obra de Bach y de Mozart. Nada difícil, nada que no haya visto antes.

Alcé la mirada con una sonrisa en mi rostro; pero me arrepentí de inmediato en haberlo hecho.

—¡___________! —Exclamó Dalia, mi compañera y chelista. Alzó la mano para poder saludarme. A su lado yacía el sujeto a quien creí, según mis cálculos, no vería más. — ¡Felicitaciones por tu logro! —Dijo la muchacha. El rumano sonrió con amplitud. —Por cierto... —Dijo Dalia. —Es un amigo. Te lo presento. —Mi estómago dolió. —Sebastian, ella es ____________. —Respiré profundo. — Una muchacha bastante talentosa, por lo que podrás ver.

—Muy talentosa. —Afirmó el rumano y esbozó una sonrisa. —Pero, a decir verdad, ya la conozco, Dalia. —La chelista frunció el ceño y sonrió extrañada.

—¿Cómo? —Cuestionó. —¿Ya se conocen? —Sebastian afirmó con un ligero movimiento de cabeza. —Vaya, el mundo sí que es pequeño. —Carcajeó la muchacha. El rumano le imitó divertido y sin dejar de mirarme.

Solté un suspiro y sonreí, como pude, entre el sinfín de pensamientos y la ansiedad apoderarse de mi anatomía. Fue allí cuando internamente maldije, pero esta vez, al mundo: Por ser demasiado pequeño. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro