Prólogo: Sueño roto
Autor: Haruka Eastwood
Ciel Phantomhive Pov
—Sebastián... —susurre temeroso mientras apretaba los puños, intentando contener la rabia que me invadía con la furia de un huracán que afirmaba y lo destruiría todo, arrasando con lo poco que aún me quedaba—. ¡Escúchame, maldita sea!
Su poderosa y gran mano, me sujeto de la barbilla con un odio mal contenido mientras sus ojos borgoña me miraron con recelo hasta erizarme la piel y por primera vez, aquellas enigmáticas gemas que en otros tiempos admire y ame, me parecieron atemorizantes, tan intimidantes como el varón frente a mi cuya ira letal era casi palpable comenzando a consumirme. Estaba tan cerca de mi que su calor me rodeó como una siniestra amenaza que me hizo desear salir huyendo como un cobarde, mientras solo podía pensar, no de nuevo. ¡No de nuevo! ¡Ya no más! ¡¡Ya no más!! Gritó mi alma iniciando una cuenta regresiva.
—Te lo advertí, Phantomhive.
Su agarre se intensificó y sentí sus dedos clavarse en mi piel con saña, lascerandome de una forma que era incapaz de comprender conscientemente mientras algo se fragmentaba dentro de mi, consumiéndose lentamente en un fuego negro que no dejó nada a su paso. Entonces me soltó con brusquedad, mirándome con un sentimiento que defini como rabia y llore, llore por él, por mi, por todo, al tiempo que me enterraba en la inmundicia del momento.
—¡Eres un maldito bastardo! —grite mientras las lágrimas caían como cascada de mis ojos, viéndolo con furia e impotencia—. ¡Maldito mentiroso...!
—Vaya, vaya, tú fuiste el que vino a mi, así que no te equivoques, Phantomhive —se dio media vuelta y sin dignarse a verme, añadió—: será mejor que arregles tu maldito desastre y no me vuelvas a buscar.
Salio de la habitación sin voltear atras, mi rabia era tanta que arroje lo primero que encontre contra la puerta, escuchando como el florero se rompía y los pedazos caían lentamente en una fina lluvia de cristal mientras me derrumbaba ahí mismo, maldiciendo a un supuesto Dios que debería ser benevolente. Maldigo a la vida, maldigo mi persona y sobre todo maldigo a Sebastian por ser el idiota al que amo con locura.
Y el contador marco cero, en la soledad de esta habitación comprendí una sola cosa… que llegó el final catastrófico que tanto deseé evitar mientras tomaba el trozo de vidrio más grande que había caído a mis pies, mirando ausente la sangre que empezaba a manar de mi palma, la misma que manchó la blanca alfombra como una burla de lo que se ha convertido mi vida… me pregunto si pude haber hecho algo diferente.
~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~
Continuará
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