Capítulo 30: Retrouvailles
Ciel Phantomhive Pov
Su amor era perfecto pero lo olvidaron, porque la felicidad no es como dicen. Extrañas, te cansas y te alejas cuando ya has dado todo de ti... H.E
—
Me quede de pie observando lo que tenia en frente, o al menos eso parecía porque no estaba prestando atención, mi mente seguía sumergida en los recuerdos de aquella noche con Sebastián, en sus palabras y en sus lágrimas tibias que empaparon su rostro mientras me hablaba y pedía una ultima oportunidad para una relación inexistente. Lo nuestro se había acabado y no había vuelta atrás, no fue por mi, sino por él.
Finalmente había entendido que por más que lo amará, lo nuestro no iba a funcionar como en aquellos cuentos rosas y absurdos que secretamente, tanto me gustaban. Era más bien un circulo vicioso e interminable. Primero estamos juntos y felices, después me dañaba o yo a él, uno de los dos se aleja, pide perdón, regresamos y nuevamente estamos juntos, fingiendo que no hay resentimientos, que no hay heridas y creyendo que ya no habrá más lágrimas porque nos lo prometimos aun cuando sabíamos que era mentira.
Quisimos creer que funcionaria, pero tal vez nosotros no estamos destinados a un felices por siempre. Por ello, cuando me besó no solo se lo permití, correspondí el contacto, me aferre a él y saboree sus labios con anhelo, con nostalgia y con tristeza porque era la última vez que flaqueaba ante él y me sumergía en la tempestad de sus emociones, envolviéndome en el calor de sus brazos, imaginando lo que pudo ser. Y es que pese a amarlo me canse, me canse de intentarlo.
Admito que por un segundo quise más, desee todo de él y estuve a punto de pedirlo cuando sus labios ansiosos devoraron los míos, sus brazos me apretaron y sus manos me acariciaron lento, pero en lugar de ceder, fui valiente y termine pidiéndole que se marchara porque no podía traicionar la confianza del hombre que dentro de poco se convertirá en mi esposo. Un hombre amable y atento que poco a poco ha ido alejando él peso que Sebastián representa.
—Hermoso petirrojo.
—¿Qué...? —Todo momento de paz se esfumo.
Mi voz tembló, el miedo repto por mi piel hasta envolverme con sus garras y de un momento a otro, sus brazos me rodearon, me aprisionaron en medio de pesadillas olvidadas. Finalmente, sus labios acariciaron mi cuello como antaño, con veneno y con ternura, provocándome nauseas y deseos de salir corriendo, de esconderme y desaparecer como si todavía fuera aquel niño patético y desprotegido que aceptaba todo lo que este hombre le daba por miedo a la soledad.
—No sabia que te gustaban las aves, yo solo distingo unas cuatro —Parpadee y temeroso gire el rostro pero no era él.
La imagen de Druit se esfumo y en su lugar solo quedaba Edgar, mi Edgar... sonriéndome tranquilo mientras observaba entretenido algo frente a mi. Y con la garganta seca y el corazón latiéndome a mil por hora, volví a girar mi vista al frente, entonces lo vi, en la parte más alta había un cuadro de un bonito petirrojo, pero al igual que yo, estaba encerrado en una jaula impenetrable, viendo con anhelo la libertad que jamás tendría.
Era una burda representación mía que aborrecí porque representaba aquello de mi que tanto odiaba. Sacudí la cabeza ligeramente y vi un poco más, queriendo apartar su recuerdo de una ves por todas. Mejor pensé en Edgar, él y yo habíamos comprado hace una semana un cómodo departamento en el centro de Nápoles, era ligeramente ostentoso pero demasiado frio e impersonal. Tenia los muebles básicos por lo que pensamos en decorarlo antes de mudarnos ahí.
Y hoy en la mañana, mientras desayunábamos, le dije de broma que quería comprar cuadros de pasteles para decorar la sala y la cocina. Él había sonreído encantado para terminar con sonoras carcajadas al darse cuenta que lo había dicho enserio -según él-, por eso estamos aquí, en una extraña tienda con una sección de cuadros y estatuillas de todo tipo.
—No me gustan las aves —y no mentía, tampoco las odiaba pero me traían muchos recuerdos.
—Son bonitas, pero prefiero los dragones.
—¿Dragones? —Sonreí sin desearlo, volteándolo a ver.
—Son geniales —se encogió de hombros y yo negué con la cabeza, ampliando mi sonrisa cuando me tomo de las mejillas, dándome un beso.
—Quiero comerte a besos.
—Siempre lo haces.
—Ya... pero quiero comerte a besos en nuestra casa.
—No hasta la boda.
—Esta mañana no decías lo mismo.
— Tonto... —sonreí y tome su mano, volteando a ver por última vez el cuadro de aquel triste petirrojo.
Ese ya no era yo, su agarre firme me lo demostró. Así que avance aferrándome a él, a su mano, una mano cálida y fuerte, una mano que pertenecía al hombre con quien me casaría dentro de diez días.
❄🦋❄
Alois revoloteó por toda la sala y yo simplemente pude reír. Me estire un poco y camine hasta la cocina en donde me serví una humeante taza de café, viendo que apenas y eran las nueve de la mañana. Me sentía ligeramente nervioso pero supongo que era normal, hoy me casaría... hoy a las cuatro de la tarde estaría entrando a una iglesia para unir mi vida al lado del que sería el amor de mi vida... o eso esperaba, porque de un momento a otro ya no estaba tan seguro de querer hacerlo. Pensé que me estaba precipitando y que todo esto era un error.
Ayer quería casarme, hoy al despertar quería casarme pero por algún motivo tenía miedo. Mis manos temblaban y empezaba a dolerme el estómago. Pero todo era normal, no había motivo para no continuar, o para detenerlo porque eso si seria una equivocación. Edgar simplemente era un hombre maravilloso que me había repetido infinidad de veces que me amaba mientras me hacía el amor, entonces pensé que era absurdo dudar. Aún así no dejaba de temblar.
—Rayos.
Levante la vista de mi taza de café y vi a Alois discutiendo por teléfono. No le tome importancia y me senté a la mesa disfrutando del fuerte sabor de mi bebida. Tenía toda la semana libre, cortesía de Nina y Undertaker. Se supone que después de la boda Edgar y yo nos iríamos de luna de miel y cuando regresáramos, este ya no seria mi hogar. Alois insistía en que podía volver cuando quisiera pero lo más probable es que dentro de poco, Lizzy se mude con él.
No es que me importe, después de todo son pareja y de cierta forma yo estorbaba en su relación. Era como el hijo molesto de Alois, él nunca lo diría pero es cierto, aunque había momentos en que no sabia quien cuidaba de quien, si él a mi o yo a él. Puede que haya sido mutuo, yo evitaba que se muriera de una sobredosis y el procuraba que no me hundiera en mis demonios.
Todos ganábamos, ya no había más dramas, problemas u hospitales. Él estaba limpio desde hace meses y no había regresado a la clínica de rehabilitación, Lizzy lo amaba y tal vez pronto se casarían. Yo estaba bien, ya no necesitaba terapia física y me casaría con un hombre maravilloso, un hombre que me amaba, que me había regalado solo sonrisas y momentos maravillosos, un hombre que no me conocía. Un hombre que no era Sebastián...
—Yo...
—¡Ciel! Quita esa cara de amargado —Alois tomó mi taza y se bebió todo el café sin saborearlo—. Hoy es tu gran día —me abrazo y besó mi mejilla—. Dime algo... ¿estas feliz?
—Si —respondí y me arrepentí porque sentí que estaba mintiendo y no debería ser así—. Él es maravilloso.
—Lo único que quiero es que estés feliz, ¿de acuerdo? —Besó mi nariz y volvió a abrazarme—. Perdón por lo de aquella vez... creí que era lo correcto y me equivoque, ahora lo sé.
—Alois, lo de Sebastián tiene quince días.
—Lo sé, pero tratándose de ti, no me dejaste disculparme —Se encogió de hombros— y ahorita parecía el momento justo. Yo solo quiero que seas feliz y Edgar me cae bien, es un poco idiota a veces pero es simpático.
—Oye, estas hablando de mi casi esposo.
—Da igual —llenó mi cara de sonoros besos—. Los idiotas del trabajo me acaban de llamar, debo ir pero regresare antes de la ceremonia —lo meditó un poco, como si hiciera cálculos mentales—, estaré aquí a las tres, justo a tiempo para llevarte a la iglesia. También le mande mensaje a Lizzy, ella y Sully vendrá a las dos para ayudarte a vestirte.
—No es necesario, puedo hacerlo solo.
—Aprecio mi vida como para contradecirlas, y creo que tu igual, así que relájate, tomate un muy largo baño y disfruta tus ultimas horas de soltero.
—Ya vete —sonreí y lo aparte de mi, yendo a la entrada para abrirle la puerta.
—Que cruel —dramatizó y como siempre, lo ignore, por lo que se marcho tras molestarme otro poco.
Una vez solo me recosté en el sofá y cerré los ojos. El día era maravilloso para una boda, el problema es que quien se casaría sería yo, de hecho no sabía si debería verlo como un problema, tan solo estaba nervioso y tenía demasiado tiempo libre para pensar en tonterías. Suspire, me levante y con pereza fui hasta la nevera para sacar la tarta de chocolate que Alois me preparó ayer.
La lleve a la sala y justo cuando pensaba darle el primer bocado, sonó el timbre. Quise ignorarlo porque seguramente sería Alois, diciéndome que olvidó algo, pero caí en cuenta de que si fuera él, comenzaría a gritar desde el otro lado para que le abriera, por lo que de mala gana, me metí el trozo de tarta a la boca y fui a abrir.
Creí que me ahogaría en cuanto abrí, pero me obligue a tragar y di un paso atrás queriendo cerrar la puerta pero ya era demasiado tarde, su mano bloque mi intento de apartarlo. Se adentro y cerró tras de si, tomándome de la cintura, atrayéndome hacía él, hacia su calor mientras sus labios chocaban contra los míos en un beso furioso y tan abrumador como él.
Apenas y logro sostenerme de su pecho en cuanto me jala contra él, rico, firme e inconfundible. La boca de Sebastián me robo las palabras y la cordura, entonces lo devoro como él a mi aún cuando sé que debo resistirme, que no es correcto pero tampoco siento culpa porque este beso es diferente a todos los otros. Caliente, húmedo y con la boca abierta, era el tipo de beso que dejaba claro que él me consideraba suyo, y lo permití, no solo eso, lo disfrute, lo atraje del cabello y desee más, más de él, de sus besos y de sus manos sobre mi cuerpo caliente.
—Te extraño —susurró contra mis labios y lo sentí temblar, no solo él, su voz me estremeció—. Te amo y te necesito, sé que soy un problema, que todo lo arruino, que no fui perfecto ni lo suficiente para permanecer a tu lado —lo tenia tan cerca que creí ver la determinación en su mirada—. Tan solo...
—No sé si quiero volver a saber de ti, Sebastián.
—Entonces... ¿por qué me besaste?
—Porque aun no te olvido, pero tampoco extraño tu amor a medias.
—Te lo di todo —susurró contra mi oído y me estremecí.
—Y yo te di más de lo que tengo.
—Déjame compensarte, permíteme demostrarte que jamás te mentí cuando dije que te amaba, ni cuando te pedí que permanecieras a mi lado. Ciel, eres el único por quien me levanto en las mañanas.
Quise negarme, quise apartarlo y pedirle que se marchara como la última vez pero no pude, en su lugar volví a besarlo, enrede los dedos en su cabello y lo atraje hacia mi, como si me hubiera hechizado el cuerpo y alma. Porque lo que quería estaba aquí con él, en sus brazos, en cada caricia y en cada beso que me hacia darme cuenta de cuanto lo amaba y de cuanto lo había extrañado.
—Tienes la parte de mi que me negué a darle a alguien más.
—Entonces elígeme.
—En mis sueños, estoy contigo para siempre.
—No tiene porque seguir siendo un sueño, Ciel, me tienes aquí, a tus pies.
Me llevó hasta el sillón y volví a sentir sus labios sobre los míos con tanta pasión que no podía llamarlo un simple beso, me comía la boca con tanta intensidad, que descubrí que solo trataba de ahogar su hambre por mi, de la misma forma que yo lo hacia con él, porque al final el gusto de sus labios quedaría tatuado en mi piel. Inamovible y de cierta forma doloroso, porque su sola presencia me bastaba para saber que es él.
Tal vez ese era el problema, enamorarme de alguien como él. Me imagino que esto es como arrojarse en paracaídas, ya que por mucho vértigo que este sintiendo ahora, cuando todo esto acabe solo pensare en repetir, en volver a él sin importar el daño o el miedo, entonces me cogió de la cintura y me atrajo hacia su cuerpo en una silenciosa declaración que borró todo.
De un momento a otro, note la agitada respiración de Sebastián junto a mi cuello, mientras sus labios dulces lo recorrían entero y sus manos fuertes me acercaban a su cuerpo. Percibí su aroma embriagante y me perdí en el, en su perfume que sin saberlo, había extrañado tanto.
Y fue así... me colocó frente a él y de un tirón abrió el pijama que aun portaba. Todos los botones rodaron por el suelo desconsolados pero su sonrisa perversa me robo el aliento, me recordó el sexo prohibido y delicioso que me tiene temblando entre sus brazos, tragando saliva en espera de lo que me hará. Y es que su sola mirada me hacia sentir desnudo y de cierta forma erótico y tan sexy que le devolví la sonrisa mientras lo tomaba del cabello y lo atraía hacia mi boca.
Sus manos acarician mis caderas y se detienen en mis nalgas que masajea gustoso, las aprieta y me acerca a él de tal forma que soy capaz de sentir la rigidez de su polla presionando contra mi vientre y no puedo hacer mas que desearlo. Me separo de él entre jadeos para recostarme sobre el sofá en una clara y desvergonzada invitación a poseerme. No lo piensa, su sonrisa se ensancha y se posiciona entre mis piernas, jugando con el elástico de mi pantalón.
Entierro las uñas en sus brazos conforme sus besos descienden de mi cuello hasta llegar a mis pezones, rosados y erectos, los cuales masajea suavemente antes de meter uno en su boca y chuparlo con deleite. Los muerde, los saborea y juega perverso mientras todo lo que puedo hacer es gemir y restregarme lento y obsceno contra él.
Impaciente, se incorpora magnifico y mientras vuelve a besarme, comienza a desvestirse, dejándome sentir el calor de su piel contra la mía. Me disfruta y me excita con cada segundo en los que acaricia mi cuerpo como solo él sabe, bajando por mi pecho hasta mi vientre mientras me despoja de los pantalones y mi ropa interior, separándome las piernas y hundiendo su rostro entre ellas sin darme tiempo a protestar.
Chupa y succiona un poco la punta de mi miembro, bajando hasta mi entrada que disfruta abriendo con la lengua. Me derrito, tiemblo y me estremezco cuando su húmeda lengua toca mis puntos sensibles que me hacen gritar, jadear y tomarlo del cabello para presionar su cabeza contra mi intimidad.
Y es que Sebastián no conoce la decencia, y lo agradezco cuando sus dedos se entierran en mi apretado calor. Jadeó obsceno por el tacto tan familiar y los cabalgo perverso mientras su boca me folla a placer, me prepara y me abre para él. No lo soporto, lo sabe y le encanta que me retuerza, que lo llame entre gemidos inentendibles y que me corra en su boca con un alarido, dejándome exhausto, mientras lo contemplo embelesado porque es solo el comienzo.
—Te amo... —susurro y no miento.
—Yo también te amo —me abrazo a su cuello, besándolo lento y tierno.
Entonces lo siento y contrario a lo de hace unos segundos, es delicado, se adentra en mi interior como si temiera dañarme, como si esto fuera más que solo sexo de despedida. Y mi pecho duele mientras se mueve con delicadeza y susurra cuanto me ama y cuanto me desea. Me quiebro ante sus promesas bañadas de ilusión mientras me aferró a él y lo beso con nostalgia y arrepentimiento.
Sé que me ama que me desea y que esta arrepentido, pero ya es demasiado tarde para un nosotros. Y es que el amor no fue suficiente, por eso llore cuando termino, lloré porque pese a todo no había un nosotros y tal vez nunca lo hubo.
—Sebastián.
—Me haces el hombre más feliz del mundo —limpió mis lagrimas, acurrucándome contra su cuerpo tibio y tan mío.
—Hoy es mi boda —dije y fui incapaz de mirarlo, pero él solo me tomó del rostro y cepilló sus labios contra los míos.
—Te estaré esperando frente a la Capella Sansevero.
—Sebastián, yo no...
—Te esperaré —me interrumpió dándome otro beso.
Me abrazó y me amó tan lento y con tanto sentimiento que me destrozo, lo hizo porque yo ya no tenía nada que ofrecerle. Tal vez lo sabía, tal vez si fue una despedida... tal vez fue el adiós, quise que lo fuera cuando comenzó a vestirse y se despidió de mi esperando la confirmación a una promesa que no podría cumplir, él lo sabía, por eso su mirada perdió todo brillo mientras salía del departamento queriéndose aferrar a algo inexistente.
❄🦋❄
—Luces muy hermoso —Alois se limpio las lágrimas mientras me tomaba de la mano y caminábamos hacia la iglesia.
Pero fui incapaz de responder, solo asentí mientras escuchaba la marcha nupcial y apretaba su brazo para darme valor mientras recorría el pequeño pasillo adornado de bellas flores. Entonces llegue al altar y tome la mano de Edgar sintiéndome despreciable, sonriendo cuando todo lo que quería era salir de ahí y correr hacia la Capella Sansevero, refugiándome en los brazos del varón que había amado esta tarde, pero no tenía caso.
Amaba a Sebastián, pero eso no era suficiente. No estábamos destinados a estar juntos y por más que doliera, ya había tomado una decisión. Suspire y enterré mis emociones mientras escuchaba al padre y pensaba que este debería ser el mejor día de mi vida, sin embargo solo me apetecía llorar.
—Edgar Redmond ¿acepta en santo matrimonio a Ciel Phantomhive para amarlo y cuidarlo en la salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe?
—Acepto —exclamó con firmeza, sonriendo precioso mientras yo moría a cada segundo.
—Ciel Phantomhive ¿acepta en santo matrimonio a Edgar Redmond para amarlo y cuidarlo en la salud y enfermedad hasta que la muerte los separe?
—Acepto —dije en automático y me cuestione ¿por qué me casaba con él? Lo había olvidado pero ya era demasiado tarde.
—Puede besar al novio.
Todos aplaudieron y sentí los labios de Edgar presionando con suavidad los míos, y por primera vez desde que lo conozco, creí que no eran sus labios los que deseaba sentir, entonces lo vi... Sebastián estaba en la entrada de la iglesia, su respiración era agitada y lloraba al igual que yo.
~ * o0O0o H.E. o0O0o * ~
Continuará
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Hola! Aquí les dejo otro cap que espero y les guste, si es así no se olviden de comentar y votar.
¿Se esperaban algo de lo que paso?
La imagen de portada es una pintura de un petirrojo bajo la lluvia pero parece triste y encerrado, como el que vio Ciel, por eso me gusto.
Yo me despido y espero estar aquí pronto. Les mando un fuerte abrazo.
Haruka Eastwood 😘
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