Capítulo 3: Solo sexo
Advertencias: Lemon. Mpreg (embarazo masculino)
Autor: Haruka Eastwood
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Ciel Phantomhive Pov
Sin pretenderlo cedí ante él, permiti que me mostrara su infierno camuflado de paraíso. Baile al son de su musica diabolica, me deje engañar con sus sonrisas venenosas y disfrute sus besos con sabor a caramelo…
—
No quería gemir. Mejor dicho, no debía gemir… sin embargo sus fuertes estocadas daban en aquel punto exacto dentro de mi cuerpo, logrando que se me escapara el aire de los pulmones, arqueando la espalda mientras me aferraba a las sábanas. Mi cuerpo era manejado a su antojo y no lo podía evitar, en este punto ni siquiera sabía si quería hacerlo. Joder, ¡Joder! ¡¡Joder!! Su mirada de mofa me estremece, deberia molestarme con el maldito perro que tengo entre las piernas y que disfruta tratandome como a una puta. Pero ni siquiera soy capaz de articular una sola palabra coherente.
—Ciel… mírame —ordena tomándome del mentón con fuerza, ladeando mi rostro como le plazca, logrando que me sienta un simple juguete entre sus manos—. Eres toda una putita golosa~
—J-Jodete… ¡Ah~!
Cerré los ojos con fuerza y apreté los labios. No tenía caso decirle algo, tan solo es un polvo de una noche, en cuanto amanezca me ire y él no volverá a buscarme, así de sencillo, tampoco es como si me importara. Claramente el sentimiento es el mismo. No había amor en su contacto, no era cálido ni reconfortante, simplemente era guiado por sus deseos carnales, tomandome una vez más hasta resultar doloroso aunque al mismo tiempo placentero… solo es sexo de una noche me digo en silencio pero por algún motivo duele.
Él me utiliza para calmar sus ganas de sexo y entonces pensé que estaba bien, porque tal vez es algo que necesito… una necesidad biológica básica, sin embargo, no planeaba repetirlo. Sebastián es tentador en más de un sentido, pero peligroso, casi letal. Claramente es de los hombres que buscan placer sin estupidos sentimentalismos de por medio. No hay cursilerias, ni palabras empalagosas de amor. En cuanto lo conocí tendría que haberme apartado, debería haberme ido tan lejos como fuera humanamente posible, sin embargo aquí estoy, retociendome de placer cuando su diestra a tomado mi miembro con rudeza, comenzando a masturbarme mientras aumenta el ritmo de las estocadas.
—Di mi nombre, Ciel… —jadeó y me aprisiono las manos sobre mi cabeza deteniendo todo movimiento con una sonrisa devastadora que terminó por robarme el aire de los pulmones—. Di que te gusta que te follen duro…
—C-Callate…
—No suenas muy convencido.
Con una sola mano sujeto firmemente las mias saliendo casi por completo de mi interior. Con su diestra jugueteó con mi cabello, era un gesto tan tierno, tan mimoso y misterioso que me desconcertó por segundos, el tiempo suficiente para tenerme a su merced cambiando aquella maldita expresión que aparentaba ser cálida y amorosa por una sádica, enredando sus largos dedos en mi cabello con fuerza para obligarme a ver su jodida sonrisa retorcida, la misma que me embeleso de forma enfermiza.
—S-Sebas…
Mi voz fue acallada por sus expertos labios, y es que Sebastián besaba justo como se veía: rudo, terrenal y tan salvajemente excitante que no contuve el jadeo cuando el bastardo me mordio el labio inferior con la fuerza necesaria para estremecerme y desear más de esas sensaciones aderezadas con ligeras dosis de dolor. Entonces volvió a suceder, la sensación de precipitación salvaje, el placer casi insoportable y cegador junto a la maldita necesidad de saborearlo más profundamente.
Esta vez me convencí de que nada más importaba y le regrese el beso con la misma necesidad, apoderandome de su boca de forma posesiva y territorial, como si él me perteneciera por completo, como si fuera mio cuando solo soy un acoston. Me dejé llevar clavandole las uñas en la espalda mientras me incorporaba lo suficiente, logrando que saliera de mi interior. Entonces todo lo demás fue instintivo. Lo empuje hasta que quedo sentado en la cama, viendome fijamente sin quitar aquella chispa perversa de su mirada, como si todo esto le divirtiera.
—¿Qué pretendes, Cielito~?
Mis labios se curvaron en una sonrisa traviesa que logró un sutil sonrojo en sus pálidas mejillas. Estuve tentado a reir pero en lugar de eso le di la espalda apoyando mi rostro y pecho contra el colchón mientras levantaba el trasero, y como si eso no fuera suficientemente vulgar, coloque las manos sobre mis nalgas, separándolas. Ofreciendome sin pudor alguno ante este hombre que me olvidara en la mañana.
—Follame —dije sin más.
Pude ver su expresión de soslayo. La de un demonio necesitado de sexo, un hombre famélico y pasional cuya sonrisa y mirada me dejaron sin aliento, solo pude sentir sus grandes y fuertes manos sujetarme de la cadera y penetrarme con rudeza, iniciando un mete y saca constante, intenso y malditamente adictivo, mientras sus labios recorrían la piel de mi hombro y nuca, dando uno que otro mordisco en la zona que me hacía vibrar y gemir como un cualquiera, pidiendo por más.
—Ciel~ —gruñó antes de llenarme por completo, mientras yo me corria en su mano y me preguntaba cuándo fue que me toco… aunque daba igual, mi cuerpo se sentía pesado. Estaba saciado, cómodo y complacido, por lo que me abando al mundo de los sueños con la clara idea de que mañana me arrepentire por todo.
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La maldita luz me dio de lleno en la cara, bufe mosqueado y me removí en la cama sintiendo la liza y fría superficie. Era una sensación extraña pero se estaba realmente bien, entonces sali de mi bruma mental. Ese cabrón me engaño y drogo para que follaramos… sí, es verdad que parece que me obligo, pero cuando llegamos y comenzó a besarme de esa forma realmente lo desee, el perro es un jodido dios del sexo.
Así que no sé si sentirme arrepentido o no. Claro que cuando intente incorporarme comencé a maldecir a Sebastián y a odiarlo con toda mi alma. ¡Joder! Me duele todo, como si hubiera corrido un maratón luego de una golpiza y antes de llegar a la meta me atropellara un bus. Y no es que exagere, me cuesta hasta respirar sin soltar un quejido de dolor, no entiendo como mierda pueden decir que el sexo te relaja.
Chasqueé la lengua y con un esfuerzo monumental me puse de pie observando la habitación. Era un lugar sencillo pero elegante aunque bastante frio a mi parecer, y no es que mi cuarto fuera más cálido, pero tampoco tenía la impresión de estar en un lugar solitario e impersonal como este, de hecho estaba completamente solo. Lo más seguro es que Sebastián se largo en la madrugada ya que apenas y eran las ocho de la mañana.
La verdad me tenía sin cuidado lo que hiciera, por lo que deje de darle importancia y me dirigi al baño, la puerta estaba abierta así que me ahorro el trabajo de buscarlo. Me di una ducha rápida, me vestí y tome mi celular para prenderlo, tenía varias llamadas de Alois, pero no me apetecía hablar con él, mejor las ignore, busque mi cartera y salí del cuarto. El lugar era más grande de lo que recuerdo, así que sin pretenderlo llegue a la cocina. Nada más entrar percibí un aroma delicioso que me abrio el apetito.
—Buenos días, gatito —ronroneó seductor, mirándome de soslayo sin dejar de cocinar—, pronto estara el desayuno.
Bueno, si creía que este idiota no podía ser más sexy me equivoque. Cada movimiento era ágil, se movía con una fluidez cautivante pese a ser un hombre de casi uno noventa, de constitución fuerte y aura peligrosa. Sullivan lo llama el señor siniestro pero más que eso, es diabolico y tan ardiente como el mismisimo infierno. Obviamente es algo que no diré en voz alta, después de todo él no es alguien con quien puedas compartir algo más que un buen polvo ocasional o en mi caso, una noche de sexo.
—Tsk, ¿donde esta la salida?
—Oh vaya, es que acaso no quieres desayunar conmigo —fingió lamentarse mientras ponía dos platos en la encimera.
—No. Tuviste lo que querías, así que me marcho —di media vuelta dispuesto a irme, pero su voz me detuvo.
—Ciel, ¿es que acaso no te gustaria repetir lo de anoche?
Me estremecí cuando me tomo de los hombros y su cálido aliento sobre mi nuca logró que abriera los labios. Apenas y fui capaz de refrenar el gemido, pero con cada segundo que pasaba él me lo ponía más y más difícil, comenzando a darme pequeños mordiscos en el cuello al tiempo que sus manos descendían con decadencia deteniéndose en mi cintura para acercarme aún más a su cuerpo. Por un momento estuve a punto de ceder, pero si lo hacía quien terminaria mal seria yo no él.
—La verdad es que no —sonreí con altanería mientras lo miraba de soslayo, complacido con su mueca de asombro—, tampoco me interesa tener algo más que ver contigo.
No le deje hablar, tan solo salí de allí agradeciendo el haber encontrado la salida a la primera. En cuanto puse un pie fuera una brisa helada me estremeció teniendo que abrazarme a mi mismo intentando no tiritar, estamos a mediados de enero y yo solo traia un sueter demasiado delgado. Intente ignorar el frío y camine hasta la avenida tomando un taxi, solo cuando se puso en marcha me sentí relajado.
Claro que solo fue durante el trayecto, en cuanto entre al departamento que compartía con Alois prácticamente saltó sobre mí, bombardeandome con una infinidad de preguntas de las cuales solo entendí: ¿dónde mierda estabas? y ¿por qué diablos no contestabas el puto teléfono? Levante una ceja mirándolo fijamente. Hay cientos de excusas que podría darle sin embargo no me apetecía pensar en algo.
—Ayer al salir del trabajo me tope con el hijo del dueño de la empresa —respondí indiferente—. Me invitó a cenar, puso algo en mi bebida y terminamos en su apartamento follando toda la noche.
—Si no quieres decirme donde estabas, no lo hagas —se cruzo de brazos con molestia— pero para la próxima inventate algo más creíble.
—No eres mi padre.
En cuanto lo dije su expresión de enfado cambio a una dolida, claramente falsa porque se tiró al suelo con dramatismo posando ambas manos en su pecho mientras balbuceaba algo sobre amistad, preocupación o algo así. Solo falto que todo a su alrededor se oscureciera y una luz lo iluminara como en los animes. Rode la mirada ignorandolo, aún tenía mucho sueño y el cuerpo me dolía como nunca. Lo bueno es que es domingo y podría quedarme en cama todo el día viendo películas.
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Siendo sincero, no quería que llegara el lunes, de hecho pense en faltar a la universidad y al trabajo, pero no planeaba arruinar mi asistencia perfecta, después de todo solo me faltan tres semestres para terminar la carrera de contabilidad, no es algo muy motivador como lo es la astronomía o geología, incluso filosofía suena mejor. De hecho no recuerdo porqué mierda tome esa carrera…
Daba igual, lo importante ahora es que la terminare a los veinte, y podre tener un mejor empleo lo que implica más dinero junto a la posibilidad de vivir lejos de Alois. Para mi fortuna no tuve muchas clases, de hecho mi día iba bien hasta que llegue al trabajo. No suelo ser paranoico pero es un hecho que algunas mujeres y donceles me observan de soslayo como si fuera parte de su entretenimiento momentáneo.
—Ciel, ¿podemos hablar?
—Sullivan —murmure sin apartar la vista de la copiadora—, si claro, aun me falta sacar copias de todo eso —con la cabeza señalo una pequeña torre de hojas.
Intrigado, la veo mirar a todos lados con recelo, finalmente se acerca invadiendo mi espacio personal, estoy a nada de apartarla pero lo que dice me deja helado.
—Es…—titubea unos segundos, tragando saliva para darse valor—¿Es cierto que te acostaste con Sebastian?
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Continuará
Hola!! Lamento la demora, he tenido ciertos problemitas, solo espero que no se hayan olvidado de esta historia y os siga gustando :3 si es así no se olviden de comentar y votar
😉😉
No sé ustedes, pero estoy comenzando a pensar que escribo mucho lemon xD en fin...
La pregunta del millón.
¿Cómo creen que se entero Sullivan del encuentro entre Sebas y Ciel?
Por el momento me despido, Haru los ama y nos seguimos leyendo 😘😘😘😘
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