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Capítulo 23: Masakali

Sebastián Michaelis Pov

“Incluso si tuviera cien razones para renunciar a ti, buscare un motivo para seguir luchando, porque he decidido caminar a tu lado sin importar las dificultades que se nos presenten…”

Incapaz de abrir los ojos, me concentre en los sonidos que me rodeaban, pero solo era capaz de percibir el canto de los pájaros junto al relajante sonido que producían las ramas de los árboles moviéndose decadentes con el viento, siendo solo opacados por un ruido continuo y molesto tan similar a un «bip… bip». La verdad es que no sabía describirlo, pero era molesto… al menos hasta que volvía a sumirme en la completa inconciencia y todo desaparecía definitivamente. Entonces tuve una sensación de déjà vu cuando todo se repitió varias veces con ligeros cambios, porque había momentos en que creía escuchar voces.

Incomprensibles, agudas y con un tinte de nostalgia impreso en cada palabra que se esfumaba como un eco distante y sin forma, pese a ello, me esforzaba por entender y darle una respuesta a pesar que desde el principio podría parecer absurdo, pero también fui cada vez más consiente de mi incapacidad de salir de esta prisión oscura y surrealista en la que se había convertido mi mente, forzándome a recordar ¿qué es lo que había pasado? Sintiéndome cada vez más angustiado porque las voces y los susurros solo continuaban y una palabra se repetía… una palabra a la que le di forma e instaló una terrible presión en mi pecho.

Despierta…

Ahí estaba otra vez, solo que más clara, más angustiada y más deprimente. Pese a ello mis recuerdos parecían ondular sin forma frente a mí, deteniéndome en este espació hasta que puedan tomar un orden y mostrarme algo que, de cierta forma, será peor que estar aquí, porque mi alrededor era casi completamente oscuro… casi. Excepto por esta luz opaca que definí como memorias. No sé cuánto tiempo habrá pasado… pero finalmente algo cambio y el dolor en mi pecho se extendió con la sombra de un nombre que durante tanto tiempo ha representado mi mundo entero.

«Ciel…» pensé con un nudo en la garganta y la luz opaca frente a mi brillo con intensidad, transportándome a un momento que observé con el mismo terror con el que lo viví. Era yo… mi angustia creció y mi miedo reptó por mi piel, envolviéndome en su manto siniestro mientras era capaz de verme a mí mismo, como una mala película de lo que había pasado aquella noche mientras mis emociones se disparaban y rebotaban dentro de mi hasta provocarme un intenso dolor, consciente de lo que estaba por ocurrir.

 De una forma que jamás podré explicar, me seguí a mí mismo hasta la azotea del hospital, como si estuviera siendo atraído por una fuerza sobrenatural. Era de noche y el viento gélido me hizo estremecer antes de que sintiera un vuelco en el corazón, observando a Ciel tan cerca del borde, viendo el abismo sin miedo a caer desde los ocho pisos que nos separaban del suelo, maldiciendo que no hubiera una baranda porque este lugar también era la zona de aterrizaje del maldito helicóptero que utilizaban para traer a los heridos.

—¡Ciel! ¡No lo hagas… por favor no lo hagas! —gritó mi yo del recuerdo, dando un paso al frente mientras Ciel avanzaba peligrosamente dos más hacía el borde, sonriendo hermoso mientras estiraba una mano hacia la nada, como si quisiera atrapar algo… como si alguien lo estuviera llevando de la mano hasta el abismo del cual no podría regresar—. ¡Mírame!

Un paso más y la palidez que observe en mi rostro debía ser similar a la que tenía en estos momentos. Y pese a saber que sería inútil, quise acércame más a Ciel, pero era como si una barrera invisible me impidiera aferrarme a él mientras le rogaba verme, implorándole que no cometiera una locura. Pero mientras mi yo hablaba a la nada, deseando ser escuchado, Ciel vivía en un mundo paralelo, sonriendo mientras sus lágrimas se deslizaban decadentes por sus sonrojadas mejillas y su bata completamente blanca se ondeaba sobre su pequeño cuerpo dándole una apariencia sublime, espectral y casi incorpórea.

Otro paso y otra suplica desesperada. Mi corazón se detuvo y aquella angustia me golpeó con fuerza en cuanto lo vi agacharse en el borde, intentando abrazar la nada mientras la paz llenaba sus facciones y mi yo se acercaba entre ruegos y lágrimas. Finalmente, Ciel pareció escucharlo y se levantó, pero su mano parecía sujeta por la fría noche, tirando de él hacía los tétricos brazos de la muerte, y cuando su cuerpo se balanceó a punto de caer, no solamente yo me lance para atraparlo aun sabiendo el alto precio.

En aquel instante todo ocurrió de forma rápida. Angelina había llegado a la azotea acompañada de otros médicos, gritaron algo que no entendí por el fuerte viento y ella corrió hacía Ciel y mi yo del recuerdo. mientras extendía una mano. Entonces me vi cerrar los ojos en un acto de resignación conforme mis brazos se aferraban al pequeño cuerpo de Ciel, viendo la desesperada mano de Ann rosar mi ropa, incapaz de sujetarme. Gritando de impotencia cuando no pudo sostenerme en el borde, siendo jalada por uno de los médicos que la acompañaba para que evitara ver lo que muchos interpretarían como un suicidio.

Entonces yo también caí con ellos, escuchando a Ciel llamarme mientras el recuerdo se desvanecía ante mis ojos, impidiéndome ver el momento exacto en el que caía hacía mi muerte. Porque en esta ocasión, la oscuridad me envolvió hasta asfixiarme y el molesto sonido del «bip… bip» pareció volverse loco, pero ya no importaba porque la inconciencia me llevó aun si desee aferrarme a la voz que susurró mi nombre con desespero, inundando mi boca con el ácido sabor del miedo que me hacía rogar por volverlo a ver.

❄💎❄

De forma lenta, abrí los ojos, notando que la suave luz del atardecer se filtraba por las ventanas abiertas, mientras las delgadas cortinas se movían cadenciosas con el viento. No sé cuánto tiempo habrá pasado… pero cuando pude abrir completamente los ojos y reconocer mi entorno, ya era de noche. Ahora, la máscara de oxígeno sobre mi cara me era molesta y el dolor en mi cuello me impidió moverlo, aun así, observe que a mi costado había alguien, su suave calor rodeaba mi mano en una caricia sutil y casi temerosa.

Costó toda mi fuerza mover mis dedos para rosar su suave pie. Y sonreí al escuchar un suave gemidito inconforme, así que lo volví a hacer, solo que esta vez su reacción fue de susto, sorpresa y alegría. Tirando el banco en el que estaba sentada, Ann se incorporó con el cabello revuelto, la piel pálida y profundas ojeras, mirándome con alivió mientras sus ojos se inundaban en lágrimas que descendieron sin tregua por sus sonrojadas mejillas mientras su labio inferior no dejaba de temblar, incapaz de decir algo.

—Ann… —intenté murmurar, pero mi garganta ardió y tuve que cerrar los ojos, jadeando por el dolor que esa sola palabra represento.

—Creí que te perdería —se inclinó sobre mí y sus dedos temblorosos movieron delicadamente unos mechoncitos de mi frente sin llegar a tocarme, sintiendo como sus lágrimas caían cobre mi rostro mientras ella cerraba los ojos con fuerza—. Cuando… cuando te vi caer tuve tanto… tanto miedo —gimoteó y finalmente sus manos acariciaron mi mejilla con una dulzura que no merecía—. No pude sostenerte… lo intenté y no pude —su llanto se hizo más fuerte y la culpa me azotó con fuerza, sintiendo mis propias lagrimas mezclarse con las de ella—. Lo lamento… lo lamento…

Se disculpó tantas veces que me sentí despreciable. Ella no había hecho nada malo, al contrario, estuvo a punto de caer conmigo por mi imprudencia, por mi incapacidad de hacer algo bien… era yo él que solo causaba problemas, el que la hacía llorar… el que la hacía sufrir pese a que solo ha hecho cosas buenas por mí. Y aun ahora, era incapaz de darle el consuelo que tanto merecía, porque mi voz no salía y mi cuerpo era incapaz de obedecer una simple orden… odiándome por no poder ni siquiera abrazarla.

La vi llorar como aquel día, pero la diferencia está en que en esta ocasión no pude darle un consuelo, teniendo que esperar hasta que se calmara, entonces limpió mis propias lágrimas y las de ella, incorporándose en silencio mientras prendía la luz, y regresaba a mí, dejándome ver que estaba incluso más delgada que antes, su cabello era un desastre y pese a todo, era demasiado hermosa como para merecer todo lo que seguía haciendo por mí. Ni siquiera me opuse cuando con manos suaves, me quitó la mascarilla de oxígeno, cambiándola por un tubito delgado que ajusto a mi nariz, acomodó tras mis orejas y rodeó mi cuello.

—Gra…

—Shh no hables —susurró—. Tienes la garganta un poco lastimada, será mejor que no te esfuerces —acercó un vaso con agua hasta mí y me ayudo a beber con un popote, aliviándome de inmediato—. Sé que debes tener muchas preguntas —susurró en cuanto termine de beber.

—Si —murmure y pese que seguía siendo doloroso, era más soportable.

—¿Recuerdas lo que paso? —su cuerpo se tensó y quise asentir, pero a pesar de que no lo conseguí, ella logró entender, sintiendo un hueco en el estómago, porque mi siguiente palabra la rompería a ella, pero de su respuesta dependía todo.

—¿Ciel?

—Vivo —apretó los labios—. Mejor que tú, eso es un hecho —gruñó y soltó un suspiro antes de levantar el banco y sentarse junto a mí—. Por él casi te pierdo… pero no es lo que crees, no lo odio… solo es difícil asimilar lo que pasó, y hablar como si nada es imposible —se pasó una mano por el cabello y suspiró antes de tomar mi mano entre la suya—. Hable con su médico, sus alucinaciones se habían agravado en el último mes… lo sabes, vivía entre la realidad y un falso mundo que era impulsado por sus miedos. Él no sabía nada…

—Ann…

—Está bien —sonrió sin ganas—. Cuando cayeron, creí que… bueno, es un milagro que estén vivos —su voz tembló, aun así, no se detuvo—. Había un árbol, amortiguó la caída… Ciel… él… tuvo varias fracturas y serias contusiones en la cabeza, se le hizo un encefalograma y lo vio un neurocirujano y un neurólogo… —empezó a mencionar análisis, nombres de estudios médicos y varias cosas que no lograba entender porque involucraban siglas medicas como MRI, MRA y MRV, y pese a no entender a que se refería no la interrumpí, pero mi asombro llegó cuando menciono lo último—: le… Dios, no sé cómo decirlo —mordió su labio—. Sebastián… a Ciel… le… le detectaron un tumor cerebral y creen que es la causa de sus alucinaciones —terminó de forma lenta, viendo fijamente.

Mi corazón se detuvo, palidecí y me aterre como si volviera a estar en la orilla de la azotea, viendo a Ciel nuevamente de pie, al borde del abismo, la diferencia es que esta vez no podía simplemente correr hacía él y detener su descenso, tampoco podía decirle que yo caería con él no solo en un sentido puramente literal. Ciel era mi mundo… mi corazón, uno especial. No importaba su rechazo hacía mí, rechazo que lo llevaba a llorar por lo que me había dicho, porque en las pocas noches que ha permanecido en el hospital, yo me quede con él aun si en un principio se negaba, entonces me pedía sujetar su mano entre sueños, susurrando que no lo dejara y hasta ahora no lo he hecho… pero esto… esto es diferente.

—¿Cáncer? —balbucee en un hilo de voz y ella abrió los ojos.

—¿Qué? No, no…

—Pero acabas…

—Se lo que dije —me interrumpió y se acercó más a mí para que la vea a los ojos—. Un tumor cerebral no siempre es cáncer, en este caso no lo es porque es benigno, significa que es un crecimiento anormal en su cuerpo. No se va a extender, no le saldrán más y si se extrae, no volverá… ¿me crees? —asentí porque necesitaba hacerlo, entonces ella limpió las lágrimas que ni siquiera sabía que tenía.

—Entonces…

—Sabes, tal vez suene como insensible, pero si jamás hubieran caído, no le habrían hecho pruebas tan exhaustivas a Ciel, el tumor es demasiado pequeño para verlo fácilmente y hubiésemos tardado años en dar con este diagnóstico —vio un punto fijo en el techo antes de volver a centrar su vista en mi—. Él tuvo suerte de caer, porque aún no es muy tarde… 

—No es suerte.

—Lo es, él sigue vivo… ambos están mejor ahora —bajo la voz—. No voy a mentirte, la operación si es muy riesgosa por la ubicación, pero aún se puede hacer porque es pequeño y los medicos me aseguraron que aun no compromete partes esenciales del cerebro.

—¿Cuál es la probabilidad de éxito?

—El cincuenta y cinco por ciento.

—¿Solo eso?

—Es más que suficiente.

—¿Y si falla? —mi garganta se cerró y el dolor en el pecho se intensificó, aun así, debía saber la respuesta.

—Ciel morirá —se puso de pie—. Han pasado quince días desde el accidente… has estado inconsciente todo este tiempo. Nadie espera que tomes una decisión así de la noche a la mañana… —caminó hacía la puerta, deteniéndose en cuanto su mano toco él pomo—. Y pese a que, por momentos, él tiene periodos de lucidez, eres tú el que decidirá si se opera o no.

—¿Qué pasa si digo que no?

—Se deteriorará… —me miró de soslayo—. No hay explicación medica del porque se agravo su condición en el último año… pero de seguir así…

—¿Hay otra solución?

—Lo lamento —negó mientras abría la puerta—. En verdad lo lamento.

Fue lo último que susurró antes de irse. No sabía qué hacer, si decía que sí, había una gran posibilidad de perderlo, pero si decía que no, era un hecho que Ciel moriría, pero no era fácil dar una respuesta porque de ella dependía la persona que más amo. Y recreando escenarios hipotéticos, visualice uno en donde daba mi consentimiento y algo fallaba y yo terminaba perdiéndolo, al mismo tiempo había otro en donde decía que no y lo veía sumergirse en la locura y la desesperación de sus recuerdos, en temores infundados y en fantasías suicidas mientras su cuerpo fallaba poco a poco.

Y lo único que tenía claro es que necesitaba verlo…

—¿Por qué no nos avisaste? —escuché una voz entre molesta y aliviada que pude reconocer sin esfuerzo.

Fue hasta ese momento, que me di cuenta que no había podido dormir nada pese al dolor punzante de mi cuerpo y el cansancio sobrecogedor que me hacían cada vez más difícil mantener los ojos abiertos. Aun así, me esforcé por darle una suave sonrisa a mi madre, cuyos ojos se llenaron de lágrimas mientras corría para abrazarme, siendo detenida por mi padre que la vio con terror, al creer que su contacto podría lastimarme. No sabía la gravedad de mis heridas, pero seguramente no estaba en condiciones de recibir ni un abrazo de mi madre quien lloraba desconsolada.

—Lo lamento —les dije en cuanto el llanto de mamá se calmó un poco.

—No tienes que disculparte —la voz de mi padre se quebró mientras cuidadosamente se sentaba a los pies de la cama, posando su mano sobre el colchón—. Salvaste a ese doncel, ahora no se si tengo un héroe por hijo o a uno muy, pero muy estúpido… —quiso bromear, recibiendo un golpe de mi madre, quien, de un momento a otro, lo jalo escandalizada, mirándome con preocupación.

—¿Te lastimó?

—¿Sus palabras? —quise sonreír, comprendiendo que ellos no tenían ni idea de quien era Ciel o porque hice lo que hice, de lo contrario, no creo que lo estuvieran tomando con tanta calma.

—Sebastián —nombró mi madre, limpiándose los últimos rastros de lágrimas que aún le quedaban—. No tienes que hacerte el fuerte frente a nosotros, hijo, si te lastimó que tu padre se sentara sobre tu pierna dime. Sin querer pudo dañarte más, Ann nos dijo que tenías una fractura —volteó a verla.

—No sentí nada —fruncí el ceño y Angelina soltó un jadeo que nos desconcertó.

—Dios, no… —susurró mientras se acercaba a mí con el rostro pálido, descubriendo mis piernas—. Era una posibilidad entre mil —su voz tembló mientras bajaba las manos al pie que no tenía enyesado—. ¿Lo sientes?

—No —respondí sin entender muy bien.

Aún permanecía completamente recostado y no me era posible mirar lo que hacía e intentar incorporarme sería imposible. Ella pareció entenderlo y se acercó a la cabecera presionando un botón para que quedara semi sentado sin lastimarme, volviendo a la orilla. Entonces vi como utilizaba una pequeña aguja y pinchaba uno a uno mis dedos, pero no sentía ninguna especie de dolor, fue entonces que me di cuenta que no podía sentir mis piernas. Mi pecho, mi espalda —sobre todo esta parte—, mis brazos, manos, cuello y mi cabeza, todo me dolía… todo excepto mis piernas.

—Dime que lo sientes.

—No siento nada —dije suavemente con la voz baja a causa del cansancio, aunque empezaba a preocuparme y los rostros de mis padres palidecían.

De un momento a otro, llegaron dos enfermeras y me sacaron del cuarto con Ann gritando algo, estaba preocupado pero mi cansancio era más grande y todo comenzaba a escucharse como un eco distante porque no podía permanecer mucho más tiempo despierto. Pero a nadie pareció importarle que yo volviera a dormir, sentí que solo fueron unos cuantos minutos… un parpadeo quizá, pero cuando desperté, el sol del mediodía alumbraba la habitación en donde había estado la noche anterior, mis padres estaban en el sillón frente a mi… ambos lloraban mientras Ann se cubría la boca con ambas manos por lo que les acababa de decir el medico frente a ella.

—¡Tiene que poder hacer algo! —gritó mi madre al borde de la histeria.

—Pese a que la inflamación sigue, es un hecho…

—¿En verdad no hay nada…? —le preguntó Ann con voz ahogada.

—No —negó—. Consulte con unos colegas y opinan lo mismo, cada caso es diferente, doctora y este en particular es muy difícil… salir vio de una caída así ya es suficiente milagro, pero es un hecho que no hay nada que hacer.

—Lo entiendo —se puso de pie, desordenándose el cabello—. Yo le diré.

—¿Esta segura?

—¿Qué está pasando? —murmure, pero mi voz sonó algo adormilada. Ann le hizo un asentimiento al médico que salió no muy convencido mientras ella se acercaba a mí.

—Sebas… —se sentó a mi lado, tomando mi mano—. ¿Recuerdas lo de esta mañana?

—Si… —dije lento mientras el sueño se desvanecía de mi sistema y un miedo inexplicable se formaba en la boca de mi estómago.

—La caída… —tragó saliva y bajo la cabeza—, tuviste un daño grave en la columna… cuando saliste de cirugía nos dijeron que existía la posibilidad de que no pudieras volver a caminar… era muy remota, una entre mil… —me vio a los ojos con una expresión indescifrable—. Jamás creímos que fueras esa posibilidad…

—¿Quieres decir que…? —ella asintió y el shock de sus palabras me impidió terminar la frase, pero mi padre entendió que necesitaba escucharlo para que fuera un hecho que hasta ahora, mi mente se negaba a procesar.

—Los médicos dicen que no volverás a caminar…

—Lo lamento —sollozó mi madre y me abrazó con fuerza. Acunó mis miedos entre sus brazos aun en medio de mi mutismo, siendo delicada… siendo suave… consolándome porque jamás iba a volverme a poner de pie…

~ * o0O0o H.E o0O0o * ~
Continuará

Gracias por leer y si les gusto  no se olviden de comentar y votar 🌟🌟

Por cierto ¿alguien se esperaba lo que paso aquí?

Haruka Eastwood 😘

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