Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21: Rubatosis

Sebastián Michaelis Pov

“Te sentí dentro de mi pecho, tu corazón latiendo al ritmo del mío. Era tan cálido y tan nostálgico… porque en algún punto te volviste inalcanzable, o tan solo no supe cómo alcanzarte… –H.E.”

«Intentó suicidarse…»

No lo podía creer. Pero aquella mirada abatida y llena de determinación me dijo que no estaba mintiendo, aun así, una parte de mí se negó a creerle. Lo sujete con fuerza y lo golpee con el puño cerrado, tal vez por venganza, por desesperación o simplemente era mi miedo tomando acciones llenas de desesperación.

—¿Dónde está, Ciel? —exigí con rudeza, aun sabiendo que Alois no me lo diría.

—Está en el Royal Brompton —Claude se ajustó los lentes, viéndome con indiferencia—. Supongo que sabes llegar.

No le conteste, solo salí de mi oficina con Agni siguiéndome de cerca, escuchando los gritos de Alois por haberme dicho la ubicación de Ciel, a la cual tenía todo el derecho. Sé que fui un bastardo, que no lo merezco y que le he hecho cosas impensables a la persona que tanto me juré cuidar, pero por un momento las circunstancias me superaron y no encontré una forma de solucionarlo.

Tal vez me ahogaba en un vaso de agua, tal vez fui un idiota, tal vez no hice lo suficiente… pero para mí fue más que eso. Estaba desesperado, confundido y me deje llevar por aquello que creí lo mejor, porque en mi afán por no dañar a nadie más, termine haciendo todo lo contrario. No solo fue Ciel, también fue Angelina, mi hijo… mis hijos… y ahora no sabía cómo solucionarlo, porque sinceramente había cosas que ya no tenían vuelta atrás. Ciel me odiaba, Ann… ella estaba igual que yo… y ahora esto.

—Tienes que calmarte —Agni me sujetó del brazo antes de que pudiera entrar al auto.

—Suéltame.

—No estás pensando las cosas claramente.

—No hay nada que pensar —me solté de su agarre para encararlo—. Basta de errores, no puedo cometer uno más… no puedo perderlo a él… sé que me odia, que lo dañe y que es probable que yo sea la causa de su condición… aun así…

Agni suspiró audiblemente, y para mi sorpresa, se aproximó a mi envolviéndome en un abrazo. Como si afirmara que era un idiota, pero al mismo tiempo me apoyaba y estaría conmigo mientras intentaba remediar algo del daño que ya había hecho, consciente de que es probable que no pueda recuperar a Ciel. Sin embargo, me basta con saber que estaba bien, que sigue adelante y que sonríe hermoso como en aquellas mañanas donde lo estrechaba entre mis brazos y lo besaba despacio, sintiéndome la persona más afortunada del mundo por tenerlo a mi lado.

—Eres como mi hermano, Sebastián… —se separó de mí, quitándome las llaves de las manos—. Sé que no puedo detenerte, pero al menos evitare que te mates por conducir como un loco.

—Me conoces demasiado bien.

—Tenemos toda una vida juntos —sonrió palmeando mi hombro, mientras rodeaba el auto y se subía del lado del conductor—. Lo raro sería no conocerte.

—Tal vez…

Comenzó a manejar en silencio hasta el hospital Royal, uno de los más lujosos de todo Londres, aunque no sé si es fortuna o una ironía del destino, el hecho de que sea propiedad de los Durless y donde trabajan Angelina y Rachel. Por lo que no tardamos en llegar ya que tomamos un camino más corto, y en cuanto llegamos a recepción, la enfermera me miró con una expresión llena de incomodidad.

—Señor Michaelis, ¿Viene a ver a la doctora Angelina…? Lo que pasa es que esta en cirugía… —se removió en su asiento. Tal vez esperaba que lo aceptara y me marchara, por lo que fruncí el ceño y negué lento, suspirando de forma audible, como si tratara con alguien tonto.

—No vengo por ella —aclare despacio—. Busco a Ciel Phantomhive.

Abrió los ojos, frunció el ceño y me miró fijamente. Como si no creyera lo que acababa de decir, pero por su expresión, sé que reconoció el nombre, y puede que sea gracias al contrato de confidencialidad de Ciel, lo que le impedía dar cualquier clase de información y lo entiendo, pero en este momento solo está logrando que me desespere.

—No hay nadie ingresado con ese nombre ingresado aquí.

—Búscalo y dime el número de habitación y piso —ordene impaciente.

—Le repito, no hay nadie con ese nombre en este hospital.

Tome el puente de mi nariz con dos de mis dedos, masajeándolo para no gritar o llamarla directamente idiota, ya que lo último que necesitaba era tener problemas con Angelina o Rachel y que me prohibieran la entrada al hospital. Suspire y la mire fijamente, volviendo a ordenarle que buscara el nombre en su computadora. Curiosamente, obedeció con rostro pálido y comenzó a teclear con manos temblorosas mientras apretaba los labios buscando directamente a alguien, suspirando de alivió segundos después.

—Sebastián, no sabía que vendrías.

—Ann —murmure entendiendo la expresión de alivió de la enfermera—. Vine a ver a alguien.

—¿Paso algo? —su expresión cambió, dejándome ver una llena de preocupación.

—Estoy buscando a Ciel Phantomhive.

Abrió los ojos y se mordió el labio intentando aparentar serenidad, pero la conocía tan bien que incluso podía adivinar lo que estaba pensando. Ya habíamos hablado al respecto, de todo… estábamos bien… al menos lo aparentábamos fingiendo seguir como si nada. No tocábamos el tema y así era mejor o ella terminaba llorando y puede que yo también.

—No está aquí.

—Sabes mentir —le dije suavemente—. Pero no a mí, Ann —voltee a ver a Agni, quien sin preguntar me tendió la carpeta que me dio Alois, abierta en la página donde se leía claramente que yo era su representante legal en caso de que estuviera incapacitado—. ¿Puedo verlo? —cuestione después de unos segundos en donde ella leyó rápidamente las hojas, mostrando genuina sorpresa.

—Claro —susurró, me devolvió la carpeta y camino tras el escritorio mientras apartaba a la enfermera para teclear algo en computador—. Te llevare personalmente.

—No es necesario.

—Es mi trabajo —fingió una sonrisa que me estremeció hasta hacerme sentir culpable.

—Ann…

—No importa… yo… todo bien, de verdad —después de aquello prefirió mantenerse callada, guiándome en medio de un tenso silencio—. Sebastián… ¿estas molesto?

—¿Por qué lo estaría? —cuestione bajo—. No sabías…

—Lo sabía, al menos una parte… —se mordió el labio viéndome de soslayo—. Psiquiatría no es mi área, así que no tenía idea de quien era la persona que podría tomar decisiones por Ciel.

—Ya no importa —nos adentramos al elevador—. Solo dime… ¿qué paso?

—Lo trajeron ayer… en la madrugada —cerró los ojos como si no quisiera pasar por alto ningún detalle—. Tengo entendido que lo vieron un poco deprimido, y el varón que lo ingreso…

—Alois.

—Sí, él —asintió ausente—. Fue a buscarlo en la madrugada, tal vez era la una. Entro a su departamento y lo encontró en el baño, desnudo y completamente sumergido en el agua fría de la tina… lo saco, pero no respiraba —hizo una pausa—. Una persona no se ahoga en su tina, Sebastián —me miró mientras el elevador se detenía y bajábamos—. Él ingirió medio frasco de antipsicóticos, una cantidad peligrosa de tranquilizantes, relajantes musculares y somníferos. Tuvo dos infartos… es una suerte que siga vivo.

Apreté los puños frustrado, no puedo decir que todo esto sea mi culpa, pero es probable que yo fuera el detonante de su estado. Johan me lo advirtió, Ciel es alguien frágil emocionalmente pese a aparentar esa fortaleza que tanto me fascina y que ahora sé, solo era una fachada que buscaba alejarlo de todo. Y pese a que jamás quise dañarlo lo seguía haciendo aun estando lejos de él.

—Ann

—Tengo que pedirte un favor —dijo de pronto deteniéndose frente a su oficina, dándome el paso mientras me señalaba un sillón—. Es importante —se adelantó ante mi desconcierto, cerrando la puerta—. Ciel estuvo ingresado anteriormente en un hospital psiquiátrico de…

—Alemania —corte—. Lo sé…

—¿Sabes el motivo? —negué y ella suspiró—. Necesitamos su expediente, pero solo nos lo darán con la autorización de Ciel, normalmente al estar en ese estado no tendríamos problemas en conseguirlo, pero él tenía un representante, así que necesitábamos su autorización. Y si no fuera estrictamente necesario no te lo estaría pidiendo, pero se necesita para saber cómo tratar con él, el procedimiento de rutina es que hagas una petición, mandarla por correo y esperar a su respuesta, lo cual tomaría una semana ya que por el momento está estable.

—Entonces hare una petición —ella negó y se sentó frente a su escritorio, llamándome para quedar a su lado.

—Hare una video llamada con el director del hospital para que me lo envié directamente, pero necesitaba tu presencia.

Asentí un poco confundido, pero me mantuve callado. La video llamada empezó, el director era un hombre mayor de apariencia cansada que le dedico una sonrisa a Ann, quien no dudo en explicarle todo en un perfecto alemán. El hombre solo me hizo unas preguntas y después de un poco dijo que lo más recomendable, era que él mismo nos informara del caso de Ciel. Angelina y yo no dudamos en asentir mientras el hombre se levantaba y buscaba un archivo en una cajonera tras él, una vez lo tuvo en la mano, suspiro con tristeza.

—Conocí al joven Phantomhive, una pena lo que le paso —abrió el expediente y su mirada leyó rápidamente todo—. Perdió a su padre varón en un accidente automovilístico… —narró brevemente los detalles mientras sentía mi estómago revolverse, al menos hasta que llegó a la parte de los abusos de su padre doncel, su depresión y maltratos—. Fue ingresado días antes de cumplir trece, después de ver como su padre doncel se suicidaba frente a él. Comenzó a tener alucinaciones, paranoias e intentos de suicidio que él no recordaba —apretó los puños—. Su caso quedo en manos de un psiquiatra joven que se aprovechó del estado del joven Phantomhive.

—¿Qué quiere decir? —Interrumpió Ann.

—Justamente eso que se imagina, doctora. Aquel medico carecía de escrúpulos y se aprovechó del joven Phantomhive, dejándolo en cinta —se frotó el puente de su nariz—. Era solo un niño… —hizo una pausa—. En ese tiempo… se vio una gran mejoría y se le dio de alta dejándolo bajo la tutela de un familiar lejano —pasó varias hojas, deteniéndose en una en particular—. Volvió a ingresar a la edad de dieciséis años… después de que su hijo muriera, lo cual desato un nuevo brote psicótico que agravo sus alucinaciones —comenzó a nombrar una serie de medicamentos y tratamientos de los que Angelina tomó nota.

—¿Su hijo…? —deje la pregunta inconclusa porque no tenía idea de cómo formularla o si quería saber la verdad.

—Así es —contestó sin levantar la vista de los papeles—. El infante era hijo de aquel médico —miró a Ann—. Se descartó asesinato en los tres casos, pero él piensa lo contrario —concluyó—. El expediente físico y algunas grabaciones de sus sesiones las tendrá en siete días, por ahora espero que la información proporcionada sea de utilidad.

—Lo será —dijo con voz tensa, cortando la llamada—. Lo lamento —tras un largo silencio, me miró a los ojos—. Yo no lo sabía y hubiese querido…

—Está bien —la interrumpí mientras me sentaba en el sofá, intentando procesar lo que acababa de escuchar, entendiendo muchas cosas y arrepintiéndome de muchas más—. Quiero verlo.

—¿Estarás bien?

—Está de más la pregunta —fruncí el ceño—. Yo solo quiero ser parte de su presente, ayudarlo…

—No sé si seas la persona indicada —me dijo sincera, y solo pude quedarme callado porque tenía razón.

•••

Habían pasado dos días y Ciel no daba indicios de querer despertar, el medico encargado de su caso me dijo que estaba estable y que pronto lo haría, pero la espera me estaba matando y las constantes amenazas de Alois para que le cediera los derechos sobre Ciel, como si fuera algo en lugar de alguien, solo consumía mi poca paciencia. El idiota dice querer a Ciel como su familia, pero no ha venido ni una sola vez a verlo desde que estoy aquí, tal vez su orgullo es más grande que su maldita preocupación, yo que sé.

—Luces fatigado —me dijo Agni mientras me entregaba una taza de café, sentándose a un lado de mi en la mesa del comedor, al menos la comida de este hospital sabe bien.

—Solo estoy preocupado… —bebí un poco mientras observaba distraídamente todo mi alrededor—. Cuando conocí a Ciel fue un juego, incluso un capricho estar con él, pero me enamoré como jamás creí estarlo y no me cansaba de repetírselo porque era cierto, cada beso era dulce y cada sonrisa sincera. Me enamoro su forma de ser, sus gestos, su gran inteligencia y aquella inocencia infantil con la que reía y me pedía que lo abrazara… y la lista sigue.

—Entonces regresaste a la realidad porque te acordaste de Ann.

—No, mi realidad siempre fue Ciel —dije viéndolo a los ojos—. Pero he cometido demasiados errores con él y cuando pienso que no puedo lastimarlo más, hago algo que lo empeora todo —me mordí el labio inferior—. Pese a todo, había algo que me decía que Ciel tuvo un pasado difícil, las evasivas, negativas y enojos… pero esto… sé gran parte de su vida, quiero ayudarlo, pero no sé cómo… no sé si me lo permita.

—Si no lo hace, ¿te alejaras?

—No —dude soltando un suspiro—. Quiero lo mejor para él, pero a mi lado, por más que lo intente acabo haciéndolo llorar. En este punto soy como un bastardo más para él y tiene razón… soy un bastardo que lo ama con locura.

—No sé qué le paso a Ciel antes de que te conociera y no me interesa saberlo, pero si yo fuera él, jamás te perdonaría, y en caso de que lo hiciera no te querría cerca de mí.

—¿Intentas darme ánimos? —mi ceja titiló viéndolo con el ceño levemente fruncido.

—Puede ser —sonrió palmeándome el hombro—. Regresare a la empresa, pero sabes que si necesitas algo no dudes en llamarme.

—Claro —quise sonreír, pero solo esbocé una mueca mientras lo veía marchar.

Me levante y de forma lenta regrese al cuarto de Ciel. No quería alejarme de él, era egoísta de mi parte y tal vez incorrecto, pero no podía hacerlo. Si me odiaba era porque lo merecía, si me mandaba a la mierda lo aceptaba y si no quería verme, haría lo posible para cumplir su deseo sin necesidad de alejarme de él. Con eso en mente, ingrese a la habitación de forma silenciosa, cerrando la puerta tras de mí, entonces mi atención se centró en él, en lo pequeño y frágil que se veía postrado en aquella cama, mientras sus muñecas eran sujetas al barandal de la misma.

Odiaba verlo de aquella forma, pero me dijeron que era lo mejor dado su historial clínico, en el cual ponían que Ciel había intentado suicidarse con anterioridad y él no lo recordaba después. Era peligroso hasta para sí mismo y esto era una forma para evitar que se hiciera daño. Solo sería temporal, al menos hasta que despertara y le hicieran una rápida evaluación, entonces determinarían que hacer con él.

Con pasos lentos y casi titubeantes, me acerqué a la cama y me senté en el borde, acariciando suavemente su cabello, delineando sus facciones como antaño mientras deseaba regresar a esos días en donde podía despertarlo con besos y palabras dulces, viendo su linda sonrisa mientras entreabría los ojos y susurraba mi nombre con pereza, estirándose cual gato antes de aprisionarme entre sus brazos e iniciar un nuevo beso que no dudaba en continuar y llevar hasta el final. Pero yo mismo elimine mi derecho a esas mañanas, por lo que suspire, sintiendo mi corazón detenerse cuando lo vi fruncir el ceño.

Lentamente aparte mi mano de su rostro, observando atentamente como intentaba estirarse sin conseguirlo por las correas en sus muñecas, frunciendo aún más el ceño y arrugando la nariz en un gesto tan tierno que siempre me provocaba agarrarlo a besos, pero en esta ocasión espere completamente quieto a su lado, notando como poco a poco abría los ojos mirando el techo con una expresión vacía, incluso carente de vida, analizando cada detalle a su alrededor, sin llegar a alterarse realmente por estar en un lugar nuevo.

Entonces su vista se posó en mí por un par de segundos, soltó un bufido y cerró los ojos de forma rápida, queriendo volver a mover sus manos, haciendo un gesto de molestia cuando se incorporó un poco y observo sus manos atadas, aunque segundos después, suspiró con cansancio y se volvió a tumbar en la cama, como si ya lo esperara, como si esto fuera tan común que ya no debía darle importancia.

—Ni siquiera cuando estoy en este maldito lugar me dejaras tranquilo… Vincent —hablo con voz ronca.

—No soy Vincent —respondí en automático y sus grandes ojos volvieron a mirarme, parpadeando un par de veces.

—Vaya —bufó—. De ver un puto fantasma pase a las alucinaciones… genial.

—No soy una alucinación —lo dije suave, sin llegar a moverme realmente—. Soy real.

—Tan real como el bastardo de mi padre… aunque tú también lo eres. ¿Qué quieres de mí, Sebastián? Vas a echarme en cara tu vida perfecta con tu esposa e hijos, si es así te puedes largar.

—Jamás haría eso —arqueó una ceja y chasqueó la lengua evadiendo mi mirada—. No estoy aquí por eso, estoy aquí por ti, porque me preocupas.

—Yo no te importo.

—Me importas.

—No voy a discutir con la maldita alucinación de un bastardo —rio irónico.

—No soy una alucinación.

—Eso siempre dice mi padre —susurró y contemplo la ventana con gesto ausente—. ¿Y bien?

—¿Qué fue lo que paso? —solté sin filtro y me arrepentí.

—Deberías saberlo —meditó, y entonces me pregunte si me estaba respondiendo porque pensaba que era una alucinación o porque realmente no le disgustaba hablar conmigo—. Solo estoy cansado… estaba cansado… ¿lo volví a hacer? —me miró y después poso s vista en sus muñecas—. Por eso estoy así, ¿no?

—Si —dije suave, no sabía qué hacer, si le hablaba a un médico él dejaría de responder y se volvería a encerrar en sí mismo porque sabría que yo no era una alucinación, pero también necesitaba que supiera que era malditamente real—. Temen que te hagas daño.

—No soy un suicida, Sebastián —su voz titubeó—. ¿Por qué?

—No te entiendo.

—Mi mente es una mierda —dijo de pronto—. A Vincent lo ignoro… lo ignoro porque siempre dice que lo mate y es cierto. Lo merecía y ahora él desea que pague… asegura que me hundiré como cuando estaba en esa tina, donde por primera vez me abrazo… siempre quise que me quisiera… era un maldito niño —apretó los labios y suspiró pesadamente—. Si alguien entra por esa puerta creerá que estoy completamente loco hablándole a la nada —sonrió y me miró—. A ti te amé y fingiste amarme… ahora estas aquí… ¿me amas?

—Más que a mi vida…

—Y esa respuesta me confirma que no eres real —apretó los labios mientras unas silenciosas lágrimas descendían de sus ojos—. Yo también te amo pese a lo idiota que eres, pero no te perdono… quiero odiarte… pero si vienes y dices que me amas cuando más necesito escucharlo ¿qué debo hacer? Me dejaste… me engañaste…

—Hubiera dejado todo por ti.

—Pero no lo hiciste —mi garganta se cerró y me forcé a respirar mientras veía sus manos atadas a la camilla y sus débiles intentos por soltarse—. Me sentí nuevamente desplazado… utilizado y desechado como si no valiera nada.

—Yo no soy como él —gruñí sin pretenderlo—. Lo eres todo para mí.

—Tienes razón, pero no hay mucha diferencia entre tus actos y los de él.

—Jamás te habría abandonado. Y nunca te hubiera dado la espalda… ni a ti ni a nuestro hijo.

—Tuve miedo —sus dedos apenas y pudieron rosar sus costados—. Me sentí como aquella vez y creí no ser suficiente para nuestro hijo… me aterraba lo que sentiría cuando lo viera —su voz se debilitó—. Al principio odié a Finny… se parecía tanto a él… pero sus ojos eran dulces, eran inocentes… y lo empecé a amar… entonces murió entre mis brazos…

—Ciel —me incline sobre él cuando su voz se volvió un murmullo.

—Dilo de nuevo… —pidió entrecerrando los ojos—. Di que me amas.

—Te amo más que a mi vida.

—Desearía que fuera verdad… —sentí su corazón latir al ritmo del mío mientras besaba su frente, y es que no mentía. Lo amaba más que a mi vida.

~ * o0O0o H.E o0O0o * ~
Continuará

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro