Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16: Desesperación

Sebastián Michaelis Pov

“Cuando comprendí que te había perdido y que jamás volvería a verte… me culpe, después de todo, yo te aleje a ti, mi mundo, mi vida… mi todo. H.E”

Me sentía extremadamente feliz, pero al mismo tiempo era un simple cascaron vacío, puede que desolado o perdido. Si era posible o no es lo de menos. Lo primero era a causa de mi hijo que venía en camino, mi pequeño quien no tenía la culpa de nada y a quien esperaba con ansias para abrazarlo y mimarlo. Lo segundo se debía a Ciel, han pasado cuatro meses desde aquel día y aun me pregunto si pude haber hecho algo diferente, si el resultado hubiese cambiado de haberlo perseguido y obligado a escucharme.

Frustrado me remuevo en la cama, incorporándome lo suficiente para quedar sentado, apoyando mi espalda en la cabecera, mientras observaba a Ann dormir profundamente a mi lado, por lo que con cuidado, me incline y acaricie suavemente su vientre. Tenía exactamente cinco meses y todo indicaba que sería un varón sano.

—Sebastián~ —ronroneó adormilada, dándose la vuelta para abrazar mi cintura y poder seguir durmiendo.

—Lamento despertarte.

—No importa —dijo suave, en medio de un murmullo lastimero que no tenía motivo de ser, mientras se acurrucaba más contra mí—. No quiero ir a trabajar.

—No vayas, si le dices a Rachel es capaz de darte vacaciones desde ahora.

—Ya lo había pensado —se separó de mí estirándose como un pequeño gato mientras se incorporaba y recargaba en mi hombro sin siquiera verme—. Pero voy a aburrirme en casa, de todas formas, no me deja hacer nada pesado ni tomar cirugías muy largas.

—Es por tu bien.

—Lo sé —sonrió—. Tú y ella me cuidan mucho.

Siguió refunfuñando entre pucheros mientras se levantaba y se metía al baño. Era verdad que la cuidaba mucho, sin embargo, no es porque la amara, me preocupaba su salud, pero sobre todo la del bebé y en ocasiones, mi mente no dejaba de imaginar que era Ciel quien estaba a mi lado, pero ahora eso es absurdo.

●●●

Entre a la oficina sin ganas de nada. Por lo que me recosté en el sillón y cubrí mis ojos con el antebrazo mientras en mi otra mano jugueteaba con el anillo de compromiso que le había comprado a Ciel, como si fuera lo único que me quedara de él y tal vez así sea.

—Sebastián —la puerta se abrió y la inconfundible voz de Agni se dejó escuchar.

—No estoy de ánimo para nada, podrías regresar… no sé ¿Mañana?

No dijo nada, tan solo caminó hasta donde yo estaba, me quito el brazo del rostro observándome detenidamente antes de suspirar, negar y jalarme lo suficiente para poder sentarse, dejando mi cabeza sobre sus piernas, iba a levantarme y protestar, pero él no lo permitió, colocando una mano sobre mi frente para que permaneciera en aquella vergonzosa posición.

—Eres mi amigo, casi mi hermano —sonrió—. Hemos estado juntos más de dos décadas y aunque no lo parece sé cuándo algo te pasa. Todos a tu alrededor no paran de felicitarte por tu reciente matrimonio y se vuelven locos con la noticia del bebé, pero yo no soy cualquiera, y me di cuenta que te molesta.  

—No sé de qué hablas.

—Seis meses atrás parecías colegiala enamorada, y si no te pregunte es porque esperaba a que tú me lo dijeras, aunque es un hecho que él causante era ese doncel de nombre Ciel.

—¿Lo sabías? —fruncí el ceño mirándolo molestó, aunque no surtió efecto dada mi posición.

—Claro —giró el rostro aun así pude ver la burla plasmada en toda su cara—. Suspirabas su nombre a cada rato.

—Yo no suspiro.

—Lo haces, incluso yo y es porque estamos enamorados —se encogió de hombros—. ¿Me contaras?

Lo medite unos momentos, consciente de que la única persona con la que podría hablar sin restricciones y que no me juzgaría seria Agni. Al contrario, él buscaría la solución pese a que el problema sea mío, siempre ha sido así, por lo que me acomode mejor y como si estuviera en la consulta de un psicólogo, entrelace mis manos a la altura de mi estómago, jugando aun con el anillo.

—¿Recuerdas la paliza que recibí en el estacionamiento?

—Cómo olvidarla —río de forma discreta—. Aunque nunca me dijiste que paso con exactitud.

—Ciel… —murmuré y cerré mis ojos—. Unos veinte días antes choque con él en el pasillo, me tiro el café encima y le dije que me lo compensaría, justo una semana después me lo tope cuando salía de aquí lo invite a cenar, se negó, pero acabo accediendo…

—¿Qué le hiciste? —cuestionó rodando los ojos.

Lo miré mal, pero como siempre no tuvo efecto en él, sin mencionar que me conocía demasiado bien y era el único que se daría cuanta si estaba mintiendo, por lo que me rendí.

—Lo lleve a un bar, y soborne a un camarero para que pusiera en su bebida 30 minutos.

—Eres un bastardo tramposo, ¿lo sabías?

—Sí —dije lento, porque tenía razón—. Acabamos en mi departamento y no sé, hubo conexión y fue una de las mejores noches de mi vida. A la mañana siguiente me mando a la mierda.

—Vaya —sonrió—. Te lo merecías.

—Lo sé, pero no pude reemplazarlo con una nueva conquista, porque dentro de mi algo me dijo, no es Ciel, pero él parecía evitarme a toda costa, me frustre y cuando lo acorrale lo bese, tal vez paso algo más y acabo llorando.

Agni me miró mal y me estremecí, recapitulando todo, si le había hecho mucho daño y eso que apenas iba al principio del relato.

—Si su novio se enteró de lo que le hiciste, creo que fue suave con la paliza.

—Yo también lo pensé —fui sincero—. Me sentí culpable, le puse mi saco y nos metimos al elevador, solo planeaba llevarlo a casa, me dijo que, si solo quería sexo pues que lo tomara, pero no pude, lo bese en el estacionamiento, el intento apartarse y apareció el supuesto novio. 

—¿Supuesto?

Su mirada se volvió curiosa, pero yo solo moví la mano, como si quisiera decirle que más adelante se lo explicaría.

—Esa parte la sabes… pero cuando salí del hospital lo busqué, estuve yendo a su departamento por casi un mes, por cierto, era vecino de Mina —le dije y pareció sorprendido, aunque no me interrumpió—. Estaba a nada de rendirme cuando lo vi, me disculpe y lo invite a comer, creí que no aceptaría, pero apareció en el restaurante. Comenzamos a salir, llamarnos y mandarnos mensajes. Creo que éramos más que amigos y menos que novios, ¿me explico?

—No del todo —sonrió—. Pero lo recuerdo, lucias como un idiota enamorado y no te despegabas del celular.

Fruncí el ceño ante la ofensa, pero no dije nada porque tal vez tenía un poco de razón, aun si en ese entonces no era consciente de lo que sentía o comenzaba a sentir por Ciel.

—Fue en Rochester… prácticamente lo secuestre, nos hicimos una pareja formal, y acabó confesándome que el tipo que me dio la paliza no era su novio sino su amigo y casero.

—Eso no me lo esperaba.

—Ni yo —confesé y le mostré el anillo de compromiso—. Dos meses después de eso estábamos más que bien, no solo planeaba pedirle que se casara conmigo, también quería que viviéramos juntos cuanto antes y formar una familia. Incluso compré un Pent-house y tontamente le pedí a uno de los decoradores que el cuarto cerca de la habitación principal lo decoraran para un bebé.

—¿Qué?

—Que anhelaba tanto una familia con Ciel, que equipé todo un cuarto para un recién nacido —dije y no sé porque me dieron ganas de llorar, aunque fui capaz de refrenar el impulso quedándome callado, comenzando a hacer ejercicios de respiración.

—Lo lamento.

—No te disculpes —gruñí—. Fue cuando me recordaste que Ann estaba por volver. Si te soy sincero la había olvidado.

—Amabas a Ciel y planeabas casarte y tener una familia, así que no entiendo cómo es que acabaste con Angelina.

—Por idiota —dije sin más—. El día en que llegó quería darme una sorpresa, y fue a mi departamento, pero yo me emborrache mientras pensaba en cómo decirle que quería cancelar nuestro compromiso, y no supe nada de mí mismo, tengo una vaga idea de cómo llegue a casa y de un momento a otro Ann paso a ser Ciel, le dije que lo amaba, que se casara conmigo y que me diera un hijo, aunque en verdad se lo estaba pidiendo a ella. La evité como por una semana, me fui a Japón y al regresar estaba más que decidido en acabar mi relación con ella.

—Entonces te dijo que estaba embarazada. Lo entiendo —dijo serio y su semblante se ensombreció—. Aquel pequeño no tiene la culpa de nada, pero… Ann es una mujer comprensiva, hubiera entendido que en su ausencia conociste a alguien más. Es obvio que le hubiera dolido y hasta es probable que se molestara contigo, pero te dejaría ver a tu hijo. De hecho, eres idiota.

—No estoy para que me ofendas.

—Todo era demasiado fácil, Sebastián. Básicamente te ahogaste en un vaso de agua porque todo lo que tenías que hacer era actuar como el bastardo que siempre fuiste y terminar con Ann sin pensarlo. Le diste demasiadas vueltas a algo tan simple.

—Ann me hubiera entendido, yo lo sé, pero Ciel no, él solo se hubiese enfocado en que yo ya tenía una prometida cuando lo corteje, tal vez eso me lo perdonaría —y no estaba del todo seguro—, pero igual acabaría mandándome a la mierda si se enteraba que ahora esa supuesta prometida a la que ya no amaba esperaba un hijo mío cuando estaba con él en una relación sería y formal.

—Sí, pero cometiste error tras error y casarte fue el peor —dijo de pronto—. Piénsalo, podrías haber tenido una mínima oportunidad de recuperarlo si no te casabas, ahora ya no puedes hacer nada más que fingir una vida feliz al lado de una mujer que jamás amaras.

—Tal vez —dije sin más—, pero ya es muy tarde para ello… lo dejé ir y no puedo hacerle daño a Angelina. Ya no…

Pese a sus constantes regaños y sugerencias, la plática con Agni me ayudó mucho. No le di solución a nada, pero hablarlo me quito un enorme peso de encima. Cometí muchos errores y ya no había forma de repararlos, incluso entiendo que al final fue lo mejor alejarme de Ciel, porque a pesar de amarlo, solo le hacía daño. Desde el principio fue así…

●●●

Sostuve la acografía de mi bebé con mucho cariño. Ann estaba por cumplir ocho meses y yo me sentía cada vez más ansioso, tal vez porque había pasado demasiado tiempo sin saber de él, o puede que solo estuviese sintiendo los clásicos nervios de padre primerizo, por lo que, dubitativo camine hasta la habitación de nuestro pequeño Sasha y tras cerrar la puerta me recargue en la pared deslizándome hasta quedar sentado en el suelo, sintiéndome perdido.

La luz de la tarde se filtraba a través de la ventana, pintando todo de sutiles tonos naranjas y amarillos que me pusieron nostálgico, recordando inevitablemente aquella tarde en Rochester. De un momento a otro sentí mis mejillas humedecerse, pero no hice nada por detener aquel odioso líquido salino, tan solo miraba al frente sin enfocarme en nada, arrepintiéndome de todo y deseando regresar el tiempo, corregir mis errores y darme una paliza por idiota.

—Lo lamento… —susurré en medio de un sollozo que ya no pude evitar.

—¿Por qué te disculpas?

Mi pulso se detuvo y de forma lenta, voltee a ver a Ann, quien estaba de pie a un lado de mí, viéndome con preocupación, incapaz de agacharse para ver que estuviera bien debido a su abultado vientre, por lo que solté una risa amarga, baje el rostro y limpie mis lágrimas mientras me ponía de pie intentando controlar el mar de emociones que no dejaban de atormentarme desde que se fue.

—No es nada… lamento preocuparte.

—Seb… tal vez creas que no, pero te conozco —sus manos acunaron mi rostro con cariño y ternura, limpiando con sus pulgares las lágrimas que se negaban a detenerse—. Deja de fingir que todo está bien cuando es lo contrario.

—No sé de qué hablas.

Frunció los labios en señal de que no me creía y con cuidado me soltó, mientras su mirada dulce me contemplaba como si en cualquier momento me fuera a romper, al final suspiró resignada, negó y me tomó de la mano sacándome del cuarto de nuestro bebé, llevándome hasta la sala en un silencio cómodo, señalando el sillón en una orden muda que no dude en acatar, viéndola desaparecer en la cocina justo cuando me deje caer.

Cinco minutos después, regresó sosteniendo dos tazas de chocolate caliente, entregándome una mientras se sentaba a mi lado, comenzando a beber con calma, como si lo anterior no hubiese sucedido mientras disfrutaba el dulce sabor de su bebida a la par que mantenía su mirada en un punto fijo frente a nosotros.

—No soy tonta.

—Jamás dije que lo fueras.

—Sebastián… —suspiró y bajó la taza apoyándola en su regazo—. Cuando te conocí, no pude evitar mirarte embobada y pensar que eras un hombre demasiado guapo, aunque por dentro sabía que eras alguien imposible.

—¿Imposible? —sonreí viéndola atentamente—. No soy imposible.

—Siempre lo fuiste para mí —bajó la mirada apretando la taza entre sus manos—. Y tal vez para quien te viera porque no eras la clase de varón que busca una relación formal, mucho menos eres de aquellos hombres fieles. Tu eres alguien que entregara la mejor noche de sexo, no más. No lo sé, considere que eras libre, y ese rasgo ya sea bueno o malo, me cautivo.

—Ann… —quise hablar, pero ella negó con un gesto tan dolido que no me quedo de otra que guardar silencio.

—Sabía que eras malo para mí, pero pese a saberlo conforme más te conocía más te amaba y no es que me haya obsesionado —sonrió—. Me enamoraste y quise que me amaras tanto como yo a ti.

—Sabes que yo te…

—No mientas, por favor no lo hagas —dijo de repente y con un tono serió—. No dudo que me quieras, pero no es el amor que yo espero recibir de ti, ¿me equivoco? —su mirada se topó con la mía y no supe que responder, ella pareció entenderlo por lo que volvió a centrar su vista al frente—. Cuando me pediste ser tu novia, no lo podía creer y acepte ignorando una vocecilla interna que me gritaba que podía ser una trampa. No me importo y confié ciegamente en ti… lo seguí haciendo aun cuando te divertías con otras mujeres o donceles.

—Yo no…

—Te acabo de decir que no soy estúpida —tajó, me miró y la intensidad de sus ojos me estremeció—. Pero incluso eso es mentira porque sabía que me eras infiel… aun así calle por comodidad, y porque pese a todo lo que hacías regresabas a mi lado y sentía como si fueras mío, justificando cada una de tus acciones de forma cada vez más absurda. Me decía a mí misma que yo lo sabía desde que te conocí, pero aun así te acepte. Fui y soy consciente de todo. ¿Sabes? Era feliz porque pese a todo, cada día me veías con más cariño… como si comenzaras a amarme… soy una tonta, ¿cierto?

—Claro que no —negué—. Yo soy un bastardo que…

—Sebastián… yo siempre fue completamente tuya, y me conformaba con una parte de tu amor —dejó la taza en la meza de centro y se acomodó mejor comenzando a limpiarse las lágrimas que silenciosas descendían por sus mejillas—. La primera vez que regrese de África tu aun me veías con cariño… y me sentí egoísta al pensar que seguías siendo mío, pero la segunda vez… la segunda vez estaba tan contenta que tarde en verlo, no lo note hasta que fue demasiado tarde… —hipo.

—Ann, cálmate, no llores —deje mi taza junto a la suya para abrazarla—. Tranquila… tranquila… —comencé a frotar su espalda.

—No supe reconocerlo y era tan simple, tus ojos parecían gritarlo. Tú le pertenecías en cuerpo y alma a alguien más y estar conmigo solo… solo…

—Angelina, cálmate.

—No puedo —negó apartándome un poco—. Yo me cegué, no lo vi… tú le amas… tú le amas como jamás me amaras a mi o a cualquier otra.

Sus sollozos se incrementaron comenzando a temblar. En aquel momento aquella mujer impositiva y fuerte que jamás bajaba la cabeza se veía tan frágil ante mí, aun así no pude negar lo que decía porque tenía razón. Yo amaba a Ciel, pero al mismo tiempo me sentía una basura por hacerle esto a ella, porque hubo un tiempo en el que realmente creía amarla, no solo por su dulzura y dedicación, sino porque Ann es simplemente magnifica y no se merece todo esto.

—Cariño…

—Lo lamento —gimoteó y me sorprendí.

—¿Por qué te disculpas?

—Siento que lo debo —volvió a intentar quitarse las lágrimas de su rostro, pero no podía dejar de llorar—. De seguro debes verme como la mala de la historia —sonrió con tristeza—. Piénsalo… me negué a ver que no me amabas, quedé en cinta y tal vez aquel día ni siquiera me lo pedías a mí —volvió a hipar y yo me tensé, pero al parecer ella no lo noto—. Al final te quedaste conmigo y nos casamos por nuestro bebé… no porque lo desearas.

—No debes disculparte con alguien como yo. Y nuestro hijo no tiene la culpa de nada, independientemente de todo lo que paso entre nosotros lo amo con toda mi alma y haría cualquier cosa por él.

—Lo sé y los dos somos unos idiotas. Tu más que yo —me miró y frunció el ceño—. ¿Por qué lo hiciste? —Abrí la boca para contestar, pero ella negó con molestia—. A lo que me refiero es… ¿por qué no me lo dijiste… por qué te casaste conmigo si amabas a alguien más, por qué?

—Porque no podía dejarte a ti y a mi hijo.

—No soy tan mala —me miró dolida—. Yo te hubiese dejado verlo.

—No me refiero a eso… tenía miedo, sabía que le había perdido, quería quedarme a su lado y al mismo tiempo no quería apartarme de ti.

—Aún hay tiempo —frotó su vientre con mimo e ilusión—. Sé que lo amas con locura, lo llamas entre sueños y sonríes, lloras por él aun si crees que nadie te ve y es obvio que lo extrañas. Todos cometemos errores, Sebastián y si no te perdona al menos debería escucharte, ¿no crees? A mí me has dado un regalo invaluable pese a no amarme y es más de lo que pude pedir, y tampoco quiero retenerte.

—No deberías ser tan buena conmigo —la abrace sintiendo como mis lágrimas empapaban su hombro—. ¿Cómo es que puedes perdonarme tan fácil?

—No fue fácil —acarició mi espalda—. Después de casarnos comencé a notarlo, y lo confirme dos meses después… he tenido el tiempo suficiente para llorar y hacerme a la idea. No te dije porque si lo hacía todo acabaría mal, así que considéralo mi pequeña venganza el haberte hecho sufrir tantos meses… y pese a que me prometí que no iba a llorar, mírame, no puedo detenerme.

Sus brazos rodearon mi espalda con fuerza y volvió a llorar, esta vez de forma ruidosa, sin siquiera esforzarse por detener el mar de emociones que seguramente la estaban invadiendo sin tregua. Sin embargo, yo estaba incluso peor y no hice nada para detenerla porque también lo necesitaba, ansiaba desahogarme y sentir que no todo estaba perdido, que aún había una oportunidad de recuperarlo, aunque sea por muy mínima.

Pero aún no era el momento, había cosas que debía arreglar primero y no podía dejar a Ann, no cuando más me necesita, sin mencionar que nuestro bebé nacería dentro de poco. Ya había esperado mucho tiempo, un poco más no haría la diferencia, por lo que cuando su llanto ceso, no la solté, al contrario, permite que se acurrucara a mi lado hasta que se quedó dormida, por lo que la cargue sin mucho esfuerzo llevándola hasta la habitación que compartíamos, dejándola sobre la cama, y como tenía el sueño muy ligero, abrió los ojos con pereza, palmeando la cama.

—¿No te molesta?

—No —negó con una sonrisa—. Eres mi amigo, y los amigos se tienen confianza, se ayudan y apoyan —su mirada me provoco un ligero escalofrió aun así asentí—. Entonces dime, ¿cómo es aquella persona que logro domar a la bestia?

Su risa fue cálida y liquida, al mismo tiempo dulce y cantarina como toda ella, sorprendiéndome el hecho de que sus palabras no contuvieran malicia alguna, envidia o cualquier otro sentimiento negativo. Solo era simple curiosidad, confirmándome una vez más lo sorprendente y noble que podía llegar a ser Angelina.

—Es alguien increíble —murmure y ella rio a carcajadas.

—Estas perdido.

—Tal vez —acaricie su vientre—. Es egoísta, caprichoso, infantil, terco, necio y la persona más orgullosa que te pudieras imaginar.

—Pero te hace feliz.

—Si… —tome mi celular desbloqueándolo, y abriendo la galería—. Es modelo —sonreí mientras le daba mi móvil para que viera una de sus fotos, sin embargo, su rostro palideció y sus manos temblaron mientras me veía con horror comenzando a sollozar e hiperventilarse.

—No lo sabía —dijo alterada, incorporándose en la cama—. ¡Oh Dios! ¡No lo sabía, te juro que no lo sabía! —sollozó—. Lo lamento, lo lamento tanto, Sebastián.

Entonces sus siguientes palabras dichas entre balbuceos y sollozos casi incomprensibles me paralizaron, me dieron náuseas y me negué a creerlo, pero al final sabía que era verdad, Ann no mentía… jamás lo haría con algo así, por lo que de un momento a otro todo aquel amor que decía profesarle a Ciel se convirtió en un profundo odio…

~ * o0O0o H.E o0O0o * ~
Continuará


Hola!! Solo espero que les haya gustado el capítulo, si es así no se olviden de comentar y votar 😘

Y he aquí la pregunta del millón

¿Qué creen que le haya dicho Angelina a Sebastián?

.

Oh, dios este es el último capítulo del año y yo solo puedo agradecerles a todas aquellas personitas que me siguen apoyando pese a mis retardos milenarios, saben que los amodoro y ojalá hayan tenido una increible Navidad y...

¡¡¡FELIZ 2019!!!

Haruka Eastwood

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro