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Capítulo 14: Compromiso

Sebastián Michaelis Pov

“Entonces me pregunte que debía hacer, porque la única persona que me hacía feliz es a la que más haría llorar… -H.E”

Lo bese despacio, con ternura y con excesivo cariño mientras poco a poco lo recostaba sobre la cama que tantas veces habíamos compartido en estos meses. Me di el tiempo de saborear su boca y acariciarlo suavemente, lento y tortuoso, sintiendo su estremecimiento como propio, y sus ansias reptar con impaciencia mi piel conforme alargábamos esto.

—S-Sebastián~ —gimió al separarnos del beso.

—¿Realmente te tienes que ir?

Habían pasado dos meses desde nuestras improvisadas vacaciones a Rochester y necesitaba otro descanso con urgencia, de hecho, ya había planeado que lugares quería visitar con Ciel. Lo secuestraria unos tres días, tal vez cuatro y todo hubiese sido sexo y diversión si no me hubiera dicho que mañana mismo tiene que viajar a Los Ángeles, gracias a que una compañía muy reconocida de no sé qué, lo solicitó para que fuera el rostro del nuevo producto que iban a sacar.

Se iría veinte días, pero su mánayer, una tal Nina le dijo que si hacía un buen trabajo lo más seguro es que fueran a Miami, para la grabación de un comercial de lencería, y otras cosas que tal vez le tomarían como diez días, por lo que era un hecho que no lo vería hasta dentro de un mes.

—Sabes que si —sonrió tomando mi rostro con ambas manos, cepillando sus labios con los míos mientras enroscaba sus piernas a mi cadera—. Solo será un mes, no seas dramático —su mirada brillo comenzando a mover sus caderas tentador sobre mi necesitado miembro.

—Si me sigues provocando así, te iras en silla de ruedas.

—En ese caso… espero que cumplas tu amenaza —de forma traviesa, llevó una de sus manos hasta mi entrepierna—. Se-bas-ti-án~ —alargó la última silaba, como si estuviera gimiendo.

Trague saliva y me separe de él abruptamente, logrando que me viera desconcertado, pero antes de que pudiera protestar, lo gire e hice que se apoyara sobre sus extremidades, alzando su trasero que no dude en amasar y apretar a mi antojo mientras me inclinaba un poco sobre él y besaba su cuello al mismo tiempo que desabrochaba su pantalón de forma ágil, deslizándolo por sus preciosas piernas sin intención de quitarlo.

—Estas tan preparado —susurre pasando un dedo sobre su húmeda entrada, logrando que gimiera en protesta.

Sonreí y me incliné contra él, besando su nalga derecha antes de morderla con la fuerza necesaria para resultar placentero, dejando una pequeña marca rojiza que seguramente le durara días. Y sin darle tiempo a nada, hundí mi rostro entre sus muslos, saboreando su humedad con arrebatadora exigencia, sujetándolo con firmeza cuando arqueó la espalda, dejando caer su pecho sobre la cama.

—P-Para —pidió con la voz teñida de placer—, voy a…

Ignorándolo, comencé a follarlo con la lengua, presionando su espalda baja con una mano mientras la otra acunaba su sexo caliente, masturbándolo al ritmo de mis penetraciones, logrando que pidiera por más cuando bajé la intensidad, conduciéndolo a un orgasmo arrollador que lo dejó tembloroso y jadeante.

—No es momento de dormir, cielo…

Apoyando mi peso sobre el brazo izquierdo, me posicione sobre él, cuidando de no aplastarlo mientras desabrochaba mi pantalón, bajándolo lo suficiente para liberar mi miembro hinchado, deslizándolo por entre sus nalgas de forma tortuosa. Entonces, sin previo aviso me adentre en su cálido interior, sintiendo como se amoldaba a mi miembro, apresándome de forma deliciosa, haciéndome jadear sobre su oído.

—S-Sebastián…

—Dime —ronroneé apresando el lóbulo de su oreja entre mis dientes.

—M-Muévete.

—¿Despacio? —cuestione saliendo un poco de él, volviéndome a enterrar en su interior con fuerza, tocando ese punto dulce que lo volvía loco, repitiendo la acción un par de veces más—. ¿O rápido?

Me incorpore un poco y sujete sus caderas con ambas manos, iniciando un vaivén rápido, creando un sonido morboso y líquido haciendo que mi vista se enfocara en el punto de unión de nuestros cuerpos, viendo como mi falo se perdía en su interior, dándome una vista perversa y tentadora.

—Más —murmuró contra la almohada, por lo que maliciosamente me detuve—. Más fuerte…

Jadeó mirándome de soslayo. Su cuerpo tembloroso, rostro sonrojado y mirada vidriosa bastó para que perdiera el control sobre mí mismo, acatando su orden sin protestas como un perro fiel, tomándolo de la cadera mientras lo embestía con fuerza, buscando llegar más profundo con cada potente embate que daba en su punto, escuchando sus murmullos ahogados, prohibidos e instintivos, dándome cuenta que Ciel poseía una vulgaridad inquietante y adictiva, que camuflaba a la perfecto con aquella aura de inocencia que tanto amaba.

—Ciel —gemí al sentir su cuerpo tensarse, corriéndose nuevamente sobre la cama, logrando que me viniera dentro de él.

Con cuidado, salí de su interior, recostándome a su lado mientras lo atraía hacía mi cuerpo, instándolo a que quedara a horcajadas sobre mí, apoyando su cabeza sobre mi pecho mientras depositaba pequeños besos sobre mi cuello, subiendo hasta mi barbilla y terminando en mis labios.

—Te amo tanto.

—Y yo a ti, Ciel —lo abrace profundizando el beso, delineando sus labios con mi lengua pidiendo un permiso que me fue otorgado casi de inmediato, iniciando un beso intenso, pero lleno de ternura y afecto—. Te amo como no tienes idea —susurre y no mentía, porque Ciel no solo se volvió el centro de mi mundo, sino mi mundo entero.

●●●

Me recargue en la silla de mi oficina, viendo con fastidio la computadora frente a mí, los correos por revisar y la pila de papeles a un lado de esta, la cual eran los informes del mes, y que curiosamente tenía pendiente desde hace una semana. Semana en que me escapaba de la oficina pese a las protestas de Ash —mi molesto asistente— para ir a ver a Ciel, quien se marchó el día de ayer hacía los Ángeles.

Y hoy, en vez de concentrarme en todo el trabajo atrasado que tengo, solo pienso en él y en que falta una eternidad para que vuelva. Sin embargo, una sonrisa se forma en mis labios cuando de mi bolsillo saco un pequeño anillo de compromiso. El engarce es de platino con exquisitos grabados alrededor, mientras que el diamante central en tono azul tiene forma de corazón, y a sus costados hay diminutos diamantes que complementan el diseño de forma perfecta.

Planeaba pedirle que se casara conmigo en nuestras pequeñas vacaciones, aunque viendo la situación, lo hare justo cuando vuelva, con eso en mente, lo guardo en su estuche de fieltro negro y lo meto con cuidado en el cajón de mi escritorio. Ignorando por completo el momento en que la puerta de mi oficina se abre.

—Estoy enamorado.

—Lo sé —Agni se encogió de hombros mientras se adentraba, dejándose caer en el sofá—. Yo no diría que estoy enamorado, pero algo similar. ¿Te acuerdas de Soma?

—No.

Agni rodo la mirada, pero me impresionó un poco que dijera que lo que sentía por aquel chico de nombre Soma era casi amor, después de lo que paso con su anterior pareja formal, aseguró que no se iba a involucrar con nadie más, por lo que no evite verlo curioso esperando a que hablara.

—¿Recuerdas que hace como un año, cuando entro a trabajar aquí Ciel, un chico hindú de unos veinte también estaba como ayudante de oficina?

—La verdad, no. ¿Sigue trabajando aquí?

—Sí, solo que ahora está en el área de relaciones públicas.

—Vaya, ahora que lo dices, me suena familiar. ¿Soma es alguien muy, casi exageradamente, animado? —pregunté teniendo una idea de quien podría ser el afortunado.

—Si —sonrió y su mirada brilló como nunca antes, dándome a entender que a pesar de que no lo admitiera estaba perdido por aquel doncel—. Él es muy alegre, optimista y lindo. Por cierto, después de la paliza que te dio su novio, ¿ya no volviste a ver a Ciel?

—Algo así —murmure y él ya no pregunto nada.

Volví a centrar mi mirada sobre la computadora. Agni era mi mejor amigo, pero pese a todo no le había contado de las charlas que mantuve con Ciel durante un par de meses, las salidas a comer y mucho menos sobre nuestro extraño noviazgo que surgió cuando me fui a Rochester. En primera porque no encontré oportunidad para hacerlo y en segunda, porque él estaba demasiado centrado en su trabajo y ahora sé que también en aquel doncel.

—Me sorprende que sigas enamorado —dijo de la nada—, supongo que es bueno, ya que dentro de poco llegará Angelina y te casaras —sonrió—. Así que dile adiós a tu libertad.

Mi rostro palideció. Había olvidado por completo a Angelina, la promesa de matrimonio que le hice tres años atrás, junto al hecho de que dentro de dos meses se cumplía el plazo que ella dio para regresar de su campaña en África. Si lo pienso bien, lo que siento por Ciel es amor, estoy perdido por él y no me importa, al contrario, me hace sentir pleno, bien y feliz. Si lo comparó con lo que una vez llegue a sentir por ella, me doy cuenta que a Ann solo la quise.

Le tengo un enorme cariño y aprecio por todo el tiempo que pasamos juntos, es algo casi fraternal lo que en estos momentos siento por ella, como si fuera la hermana que nunca tuve. Sin embargo, jamás podre amarla y no voy a intentarlo, pero tampoco sé cómo decirle que lo nuestro terminó, que aquella motivación que aseguró tener para regresar y dar lo máximo de si se esfumó y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

Aún recuerdo su última carta, en ella explicaba que desde que inició su campaña, la situación fue demasiado difícil, tanto que muchas veces la superó y estuvo a punto de rendirse, pese a ello, recordaba la promesa que le hice aquel día en el aeropuerto, con la cual encontraba la fuerza suficiente para seguir, sabiendo que cuando regresara, yo la iba a esperar. Que me amaba y anhelaba poder volver cuanto antes para ya nunca irse de mi lado y ver aquel sueño de casarnos hecho realidad.

Soy un bastardo y no puedo hacerle esto a ella, pero tampoco puedo mentirle. Estaba tan metido en mis pensamientos que ni siquiera note el momento exacto en el que Agni se marchó, por lo que el resto del día, estuve ido, trabajando de forma mecánica sin encontrar otra solución que no fuera la verdad, consciente de que terminaría por destrozarla.

●●●

Me había quedado en el trabajo más tiempo del normal, cuando me di cuenta ya eras las diez de la noche, lo único bueno es que acabé todo lo que tenía pendiente. Me sentía cansado, pero tampoco tenía deseos de ir a casa y martirizarme con lo de Angelina, por lo que me subí al auto y empecé a manejar hacía Beaufort Bar, que estaba como a veinte minutos de la empresa.

Se podría decir que es uno de mis lugares preferidos si deseo tomar algo solo, la iluminación era baja, por lo que me permitía relajarme y el servicio siempre es de primera. Por lo que en cuanto entre, me dirigí a la barra, sintiéndome un poco perdido y confundido aún.

—Sírvame lo más fuerte que tenga —murmure y Tanaka solo asintió.

Al principio me sorprendió cuando me entere que el hombre era dueño del bar y prefería atender la barra en lugar de solo descansar. Así que en cuanto trajo lo que pedí, le di un pequeño sorbo sin intención de preguntar lo que era. Al momento de degustarlo, sentí mi garganta arder por lo que sonreí, viendo a Tanaka.

—Es el especial —comentó con una sonrisa—. Planeo incluirlo en el menú, aunque mi esposa está en contra ya que después de tres copas acabas borracho.

—Es bastante fuerte —murmure dándole otro trago, uno mucho más largo, tomándome la mitad de golpe—. Pero no creo que con tres acaba borracho, me conoces.

—Tienes razón. ¿Esta vez no pedirás nada de comer? —negué suavemente y el volvió a reír, murmurando algo que no alcance a escuchar—. Si me necesitas, no dudes en llamar.

—Claro —dije distraído mientras suspiraba y bebía lentamente.

●●●

—Sírveme otra —intente hablar con normalidad, pero creo que mi voz salió lenta y un poco difusa, aun así, Tanaka asintió y a los pocos minutos me trajo mi sexta copa—. Gracias.

—Jamás te había visto así, ¿todo bien?

—No —Negué y torpemente rebusqué entre mis bolsillos, sacando la cajita de terciopelo en donde había guardado el anillo de Ciel—. Se lo compre al amor de mi vida. ¿A que es bonito?  

—Sí que lo es —dijo viéndolo de cerca, para posar su mirada incrédula en la mía—. ¿Te rechazo?

—No, no —moví la mano frente a mi rostro, como para darle énfasis a mis palabras—. Ni siquiera se lo he pedido —Tanaka pareció confundido, por lo que me dispuse a explicarle—. Yo ya tenía una prometida —me señale con el dedo índice, apuntando al centro de mi pecho—. Una hermosa doctora que adora a los niños y se fue a África hace tres años para ayudar. Ella es algo así como un ángel, pero creo que nunca la ame.

—Si no la amas, ¿por qué le pediste matrimonio? —cuestionó poniéndome otra copa de eso que no puede emborracharme.

—Quería amarla… e impulsivamente se lo pedí en el aeropuerto el día en que se marchó, diciéndole que a su regreso nos casaríamos.

Realmente deseaba hacerlo, Angelina era una mujer excepcional; bella, inteligente y con un sentido del humor único y un poco negro que adoraba. Las charlas con ella eran fluidas, entretenidas y jamás nos quedábamos sin temas de conversación. Con Ann podía ir a la ópera, a un concierto clásico o a ver una absurda película cómica porque nuestros gustos eran similares. Y el sexo era intenso, pero hasta ahí. Jamás sentí una verdadera conexión, paz, o el anhelo de pasar el resto de mi vida a su lado.   

Sin embargo, con Ciel el tiempo se detenía, y el solo escuchar su voz a través de una simple llamada hacía que mi día mejorara como por arte de magia. Hablábamos de todo y nada al mismo tiempo. Ir a la opera no era solo disfrutar y ya, llegaba el momento en que comenzábamos a hacer una crítica constructiva para acabar en desacuerdo y reírnos por lo tonto que fue enojarnos. Podíamos divertirnos en un concierto de una banda desconocida o disfrutar uno de ópera, mientras le veía suspirar y cerrar los ojos sintiendo la música.

El sexo no era solo placer, eran sentimientos entremezclados y una forma de decirle sin palabras cuanto lo amaba, lo necesitaba y deseaba de una forma que iba más allá de un deseo mundano. Y pese a lo cursi y tonto que pueda sonar, con él siempre era hacer el amor. Estar con Ciel, me genero la ilusión pasar el resto de mi vida a su lado; amándolo, cuidándolo y disfrutando su dulce compañía. Abrazarlo sin motivo, con alegría y cariño, robarle besos y formar una familia.

—¿Y ella?

—Sigue en África, pero regresara dentro de un mes, tal vez menos. La verdad no es seguro —respondí volviendo a tomar el anillo para verlo—. Pero hace un año lo conocí, es un doncel hermoso que me cautivo y sin saberlo me enamore perdidamente de él…

—Veo que quieres mucho a tu prometida —dijo de la nada, poniéndome otra copa—. Pero cuando hablas de ella, pareces un hermano orgulloso de los logros de tu familia. Sin embargo, cuando te refieres a él, tu mirada cambia, suspiras y sonríes como una persona completamente perdida y enredada en aquello que llamamos amor.

—Él es mi mundo… mi vida.

—Creo saber cuál es tu problema —dijo y yo levante una ceja incrédulo—. Ahora no sabes cómo decirle a tu prometida que encontraste a alguien en su ausencia, ¿cierto?

—No quiero lastimarla.

—Porque es tu familia —me dijo y asentí—. Por ello es mejor que seas claro y no le des falsas esperanzas de un amor que no podrás darle, porque ya lo entregaste a alguien más.

—Ella se merece a alguien que la amé —me repetí decidido—. No puedo prolongar esto, y en cuanto la vea se lo diré —saque dinero de mi cartera y lo puse en la barra junto a una generosa propina—. Gracias, Tanaka-san.

Intenté levantarme, pero perdí el equilibrio y caí sentado en la silla teniendo que apoyarme en la barra. Tanaka rio y me extendió la mano, por lo que de mala gana le di las llaves de mi auto mientras me acomodaba nuevamente esperando a que llamara un taxi. Diez minutos después, él mismo me acompaño a la entrada y me dijo suerte antes de que me subiera al auto, balbuceándole mi dirección al chofer.

—Joven… joven… —Abrí los ojos con pereza viendo la expresión tranquila de chofer—. Hemos llegado, ¿necesita ayuda?

Negué con la mano, pero cuando intente incorporarme sentí que todo a mi alrededor daba vueltas, y pararme se convirtió en misión imposible, por lo que al final termine por aceptar la ayuda del chofer, quien amablemente me dejó en la puerta de mi departamento, esperando pacientemente a que entrara para poder irse. Ni siquiera sé cuánto le pague, tan solo escuche que dijo algo de ser mucho, pero negué y me metí a mi departamento, comenzando a desanudarme la corbata.

La arroje al suelo y desabotone mi saco, sujetándome de la pared para poder llegar a mi habitación, mientras iba desnudándome. Todo me daba vueltas y me costaba mantenerme en pie, por lo que reí abriendo la puerta de mi cuarto, entonces vi a Ann, lucia tan bonita como la recuerdo, ella sonrió y me abrazó con fuerza. Todo lo que pude hacer fue corresponder.

—Lo siento, lo siento tanto —le dije y perdí el equilibrio, de un momento a otro estábamos sobre la cama y ella reía y decía algo que me costó entender, entonces cerré los ojos confundido.

—Sebastián~ —me llamó con voz ahogada, fruncí el ceño y al volver a abrir los ojos estaba sobre mí, completamente desnuda y hermosa.

Se sentía bien, pero no era igual, no era Ciel, por lo que parpadee de forma lenta y de un momento a otro la imagen de Ann montándome cambio, ahora era Ciel quien gemía mi nombre con decadencia, tocando mi pecho con sus pequeñas manos, enterrándome las uñas de forma placentera y excitante.

Me sonrojé y gemí alto cuando levantó sus caderas tentadoras, dejándose caer con fuerza, llevando mis manos hasta su rostro, besándolas con expresión lasciva, metiendo uno de mis dedos en su boca para chuparlo con erotismo puro que me acelero el corazón.  

—A-Amor —gruñí y de un rápido movimiento invertí posiciones, dejándolo bajo mi cuerpo—. Me hiciste tanta falta —levante una de sus piernas, colocándola sobre mi hombro, comenzando a penetrarlo con fuerza—. No tienes idea de cuánto te amo, mi Ciel —volví a besarlo escuchándolo gemir y jadear—. Quiero estar por siempre contigo… ¿cásate conmigo? —sus ojos se abrieron y sus manos acunaron mi rostro dándome un beso dulce, mimoso y despacito, el cual terminó justo en el momento en que sentí su cuerpo vibrar y estremecerse, dando en ese punto dulce que lo volvía loco—. Quiero que seas la madre de mis hijos, ¿me darías un bebé?

—Sí… —gritó en medió del orgasmo y yo sonreí, volviéndolo a besar, deseando transmitirle cuanto lo amaba y lo seguiré amando hasta el fin de mis días.

~ * o0O0o H.E o0O0o * ~
Continuará


Mil gracias por leer, espero que os haya gustado el capítulo y bueno, este es el anillo que Sebastián le compró a Ciel.

¿Creen que se lo de?

¿Habrá sido un sueño lo que pasó después de que Sebastián llegara a su departamento?

¿Qué creen que pasará?

En fin, por el momento me despido y espero estar trayendoles pronto la continuación, sobre todo porque estoy super feliz y la inspiracion vino a mi :v

Por cierto ¡¡Ya somos más de 400!!
*llorá gaymente* mil gracias por apoyarme en todas mis locuras, los amodoro 😙😙😙

Me despido y nos seguimos leyendo.

Haruka Eastwood

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