Capítulo 12: Pasional
Ciel Phantomhive Pov
"Entonces le dije que sí, y me quede atrapado en una fe que presume de milagros, aunque también habrá quien crea que este tipo de muerte lenta es toda una bendición"
—
Entramos al hotel entre miradas indiscretas, sutiles roses y varias sonrisas cómplices, haciéndome pensar que parecíamos una pareja de recién casados que está disfrutando de su luna de miel. Aunque nada de eso era verdad, aun así, no podía evitar sentirme como todo un chiquillo emocionado y ansioso, mientras un ejército de murciélagos hacía estragos en mi estómago.
Porque con Sebastián a mi lado nada puede ser tan dulce como lo son simples mariposas revoloteando impacientes, en el sentido metafórico, claro está. Con él todo era intenso, hasta una simple mirada que tenía el poder de reducirme en segundos dejándome a merced de un hombre imponente y tan sensual como sexual.
El mismo hombre que ni bien entramos a la habitación, me aprisionó entre sus brazos cerrándole la puerta en la cara al botones, dedicándome una mirada hambrienta y una sonrisa peligrosa que hizo temblar mis piernas, separar los labios y emitir un jadeo necesitado y carente de toda elegancia, que terminó por sonrojarme.
—Hoy planeaba follarte hasta el cansancio —susurró de forma íntima y ronca contra mis labios, descendiendo sus manos hasta mi cadera—. Pero me acabo de arrepentir…
—¿Qué…?
Ni siquiera me dejo protestar, de un momento a otro volvió a aprisionar mis labios entre los suyos, aunque esta vez era un contacto diferente. El beso era más lento, carente de aquella pasión aplastante y rudeza excitante que terminaba con sus dientes aprisionando mis labios o su lengua peleando contra la mía por un dominio que al final acabaría por cederle de manera gustosa, sumergiéndome en el placer de sus manos.
Este beso era lento, mimoso y lleno de sentimentalismos extraños y tan desconocidos que me estremecieron de una forma inexplicable, dolorosa, aferrándome a él porque repentinamente lo asocie a una despedida. Este beso se sintió tan tierno, tan ajeno a una personalidad salvaje como lo es Sebastián que sinceramente me provocó miedo, miedo a perderlo ahora que finalmente lo estaba aceptando como parte de mi vida, cediéndole el paso y permitiendo que traspasara aquella gruesa muralla que protegía mi corazón.
—¿Por qué lloras? —cuestionó con voz dulce, juntando su frente con la mía, rosando nuestras narices de forma lenta, llenándome de ternura.
—Yo no…
—¿Quieres que me detenga? —sus manos tibias limpiaron las lágrimas que, sin pretenderlo, crearon un fino rastro en mis mejillas—. ¿Aún me odias tanto como para llorar?
—No te odio —lo aparte bruscamente de mí, dando media vuelta para limpiarme las lágrimas, sin saber exactamente porque lloraba.
Era un hecho que lo deseaba y cuando entramos a la habitación estaba más que dispuesto a dejar que me poseyera de forma salvaje, que jugara con mi cuerpo y que repitiera mi nombre entre gemidos de éxtasis, pero después de aquel beso todo cambio. Fue dulce, fue tierno y dude, no porque rechazara sus sentimientos, sino porque temía tenerlos y después perderlos, dejándome vacío una vez más.
—Lamento si te asuste —sus brazos rodearon mi cuerpo y gracias a la diferencia de altura logró besar mi coronilla—. Perdóname.
—¿Exactamente por qué te disculpas?
—Por hacerte llorar esta y todas las veces anteriores.
—Tsk…
Repentinamente sus brazos me soltaron y creí que se alejaría porque estaba molesto, algo lógico si piensa que se le acabo su noche de sexo. Tal vez lo vea como que traerme fue un error, sin embargo, me obligó a darme media vuelta tomando mi mano y guiándome hasta la cama, en donde se sentó despreocupadamente, jalándome hasta él, haciendo que quedara a horcajadas sobre sus piernas, regalándome una pequeña sonrisa, mientras me sostenía suavemente de la cintura.
No dijo nada, tan solo me observó por un par de segundos antes de cerrar sus ojos y besar mi nariz, bajando lentamente hasta mis labios en un contacto efímero y demasiado inocente, pese a ello me acelero el pulso y extrañamente logró avergonzarme, aun así, reprimí el impulso de girar el rostro y le permití continuar, sintiendo sus labios deslizarse hasta mi mejilla, dejando un nuevo beso.
—Ciel… —susurró suavecito, muy cerca de mi oído y mi cuerpo tembló.
—Mmm…
—¿Me dejarías hacerte el amor?
El calor se acumuló no solo en mis mejillas, sino en toda mi cara, mientras mi corazón latía frenético dentro de mi pecho. Estaba casi seguro que Sebastián era capaz de escuchar su acelerado palpitar, sin embargo, jamás me hubiera preparado para lo siguiente que hizo. Con delicadeza, tomó una de mis manos llevándola hasta sus labios, besando el dorso en un acto de entera devoción, y mientras nuestras miradas se encontraban, deslizó esa misma mano hasta su pecho, colocándola a la altura de su corazón, dejándome saber que su ritmo era tan frenético como el mío.
No hizo falta una confirmación, ni un asentimiento, ambos sabíamos la respuesta, aun así, alce el rostro y lo bese. Mis labios simplemente tocaron los suyos de forma lenta, haciendo una ligera presión que carecía de pasión, lujuria o desenfreno. Era un roce tierno, tímido y que me dejo tan expuesto como nunca antes lo estuve.
Seguía teniendo miedo, pero cada que lo veía a los ojos me confirmaba que sería incapaz de lastimarme, que me correspondía y que simplemente lo aceptara. Y le creí, no porque lo necesitara, sino porque sentí que era lo correcto, que por una vez en mi vida no me había equivocado al elegir a alguien como Sebastián, permitiéndole que me envolviera entre sus brazos, que su calor me traspasara y que nuestros labios se buscaran en un nuevo reconocimiento.
Lento, sutil y con cariño. Éramos dos adolescentes disfrutando del primer amor, dejándonos llevar y maravillándonos con las expresiones contrarias. Enamorándome aún más al distinguir aquel sutil sonrojo en las mejillas de Sebastián luego de que nuestros labios se separaran, animándome a rodear su cuello con ambos brazos, besando la punta de su nariz como el hizo anteriormente conmigo.
—¿Me harías el amor? —cuestione bajito, escondiendo el rostro en su pecho, estremeciéndome con su risa ronca y enteramente varonil.
—Siempre —respondió risueño.
Y como si no pesara, se puso de pie conmigo en brazos, tan solo para poder acomodarme en el centro de la cama con delicadeza, dejando que se posicionara sobre mí, que me aprisionara con su cuerpo, sintiendo su calor asfixiante y sensual, sin rastro de intenciones ocultas ya que era consciente de su corazón golpeando con fuerza contra sus costillas.
Ni siquiera me había tocado aun, sin embargo, me sentía acariciado por él: suave, envolvente e inconfundiblemente sexual, mientras su aliento se mezclaba con el propio conforme se acercaba. Finalmente me besó y fue un contacto terrenal, posesivo y tan pasional que curve los dedos de los pies, me estremecí y jadee en su boca, mientras sus manos agiles acariciaban mis costados.
Todo lo que podía hacer era llevar mis manos temblorosas hasta su cuello, rodeándolo y acariciando su cabello, enredando los dedos en el cada vez con más fuerza. Sintiendo su beso como un choque para mi aturdido organismo, soltando un sonido de puro place cuando me mordió el labio inferior, succionándolo y reanudando el beso sin dejarme coger aire.
Cuando me soltó, respire hondo a punto de perder la cabeza. No lo pensé, tan solo gemí arqueando la espalda, deslizando mis manos por su cuerpo después de soltar su cuello, deseando arrancarle la camisa, y sentirlo más profundamente mientras me toma como solo él sabe hacerlo.
—Sebastián —nombre entre susurros de necesidad, y cuando sus ojos se toparon con los míos, bailaron con fuego.
Sus labios dibujaron una sonrisa pícara, comenzando a incorporarse de forma lenta, dejándome admirar el momento exacto en que los músculos de su pecho se ondularon con una fuerza cautivante, siendo pura gracia fluida y encanto. Tomándose su tiempo para abrir cada botón de su camisa, deslizándola por sus hombros hasta que cayó en la cama y mi cuerpo entero tembló, consciente que hasta el último de sus movimientos exudaba fuerza y seguridad masculina.
Estaba tan concentrado en su espectáculo que apenas y fui consciente del momento exacto en que arrojó su cinturón y abrió su pantalón, posando una de sus manos sobre mi rodilla, la cual ascendió lentamente hasta mi cintura, en donde sus pulgares trazaron pequeños círculos imaginarios que me erizaban la piel y me distraían de sus verdaderas intenciones.
No había duda, solo deseo, cariño y devoción, por ello permití que deslizara mi pantalón y ropa interior por mis piernas, apartándolas antes de darme una mano que tome con cierta duda, sonriendo inocente ante el pequeño tironcito que me animo a incorporarme, sentándome en la cama para que pudiera quitarme el resto de ropa, quedando completamente desnudo ante él, volviendo a unir nuestros labios, suavizando el contacto como si quisiera cortejarme cuando soy completamente suyo.
Era claro que ansiaba tomarme, aun así, fue con calma, como si temiera asustarme, tomándose su tiempo para recostarme nuevamente en la cama mientras se posicionaba sobre mi cuerpo desnudo, estremeciéndome al sentirlo completamente, aprisionándome de forma sensual mientras sus labios se dedicaban a recorrer mi cuello y mimar mis pezones hasta dejarlos de un llamativo tono rojizo. Chupando y mordiendo con la suficiente fuerza para resultar placentero, yendo cada vez más abajo.
Sus manos aprisionaron mis caderas como si pensara huir, y sus dientes mordisquearon el hueso de mi cadera, deslizando sus labios hasta mi muslo en donde succionó con cierta fuerza mi piel haciéndome gemir, pero justo cuando estaba por protestar, aprisionó mi sexo en su boca, rodeándome por completo, degustando y soltándome con un sonido vulgar que termino por aumentar mi libido.
—Delicioso —ronroneó contra mi piel sensible.
—No…
Nuevamente me acogió en el calor de su boca, sintiendo como su lengua se deslizaba por la punta de mi miembro, logrando que echara la cabeza hacia atrás y jadeara con fuerza cuando inició una felación rápida y deliciosa, tomándome de los muslos para separar aún más mis piernas, matándome despacio con su lengua tibia y mojada que hacía maravillas ahí, logrando que me empujara hacía él.
Instintivamente lleve mis manos a su cabeza, en un intento por apartarlo, sin embargo, solo aumentó el ritmo, teniendo que aferrarme a su cabello con fuerza, contrayendo dolorosamente cada músculo de mi cuerpo mientras el placer y aquel excitante cosquilleó sobre mi vientre descendía con una sensación electrizante que me hizo gritar, arquear la espalda y cerrar los ojos con fuerza, viendo estrellas, planetas y malditas galaxias.
Todo a mi alrededor desapareció, aun así, escuchaba la suave voz de Sebastián llamarme, sin embargo me negué a abrir los ojos, gimiendo cuando volví a sentir sus labios sobre mi vientre, ascendiendo con decadencia, jugueteando con mis pezones hasta que finalmente llegó a mis labios, colando un brazo bajo mi pierna izquierda, subiéndola casi a la altura de mi pecho. Ni siquiera me había recuperado de aquel arrollador orgasmo, cuando lo sentí.
Su miembro se frotó descarado sobre mi entrada, haciendo presión sin llegar a entrar. Me retorcí en la cama, abrí levemente los ojos, justo cuando sus labios se estamparon con los míos de forma ruda y su falo me penetró, llegando hasta el fondo de un único y potente embate que me hizo gritar sobre su boca y clavarle las uñas en la espalda, estremeciéndome con una mezcla de dolor y placer.
—Joder —jadeó con fuerza, apretándome más contra él, cerrando los ojos mientras frotaba su nariz en mi mejilla, yendo hasta mi oído—. No deberías estar tan apretado.
—Idiota… solo no te muevas —pedí en un susurro avergonzado.
Bueno, no era su culpa ser un idiota, tal vez pensaba que mi vida sexual era un poco más activa ya que supuestamente tenía pareja, pero la realidad es que aún no estaba preparado y el hecho de que hace varios meses no tuviese sexo —y el último varón con el que estuve fuera el propio Sebastián— contribuyo a que el dolor aumentara, afortunadamente no era mucho y paso relativamente rápido, aun así, respire por la boca un par de veces y cuando estuve listo, hundí mi rostro en la curvatura de su cuello y hombro, mordiendo juguetonamente.
—Ciel…
—Muévete.
Hizo un sonido ronco que tome como afirmación, estremeciéndome cuando comenzó a embestirme de forma lenta y profunda, dando en ese punto dulce que me hacía retorcer a la primera, como si conociera a la perfección mi cuerpo. Comenzando a besarme de forma sucia y depravada conforme aumentaba el ritmo de sus estocadas. Si seguía así no iba a durar mucho, y él lo sabía, por lo que, de manera hábil, tomó mi miembro entre su mano, masturbándome al ritmo de su vaivén.
—Juntos —ronroneó.
En aquel instante solo pude aferrarme a su espalda y enredar las piernas alrededor de su cintura haciendo que soltara mi sensible miembro, llevando su mano hasta mi trasero, apretándolo y amasándolo a placer, besando y mordiendo mi cuello, mientras sentía su respiración acelerada y su cuerpo caliente y sudoroso presionándome contra él, en un ritmo salvaje de sus caderas.
—S-Sebastián —gemí con fuerza su nombre mientras llegaba al orgasmo, sintiendo la ardiente liberación de su placer llenarme por completo.
Me sentía más cansado que nunca, en este punto era incapaz de abrir los ojos, tan solo solté un chillido cuando salió de mi interior, acostándose a un lado de mí, atrayéndome hacía su cuerpo en un abrazo reconfortante, cubriéndonos a ambos con las sabanas mientras acariciaba mis mejillas y ojos con la yema de los dedos, casi como si dibujara cada rasgo de mi rostro.
—Eres perfecto —susurró contra mí cabeza—. Eres demasiado para mí, Ciel… aun así, no puedo evitar amarte…
Su voz fue un murmullo apagado, y dude sobre si realmente lo dijo, sumergiéndome entre los brazos de Morfeo. Queriendo ignorar aquel tono melancólico y casi culpable por estar conmigo, mientras era incapaz de decirle que yo también lo amaba y eso era todo lo que importaba, o al menos eso fue lo que quise creer, cegado por la bruma del placer y un falso amor...
~ * o0O0o ~ ♦ ~ o0O0o * ~
Continuará
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro