Capítulo 11: Sus labios
Ciel Phantomhive Pov
“Si tuviera que elegir entre amarte y respirar, elegiría mi último aliento de vida para decirte cuanto… cuanto te amo…” -Sharayanime-
—
Perdido, me quede de pie observando por al menos media hora lo que sería la solución más rápida a mi maldito problema, al mismo tiempo que intentaba contener las molestas lágrimas que empapaban mis mejillas junto a la aplastante opresión en el pecho que me impedía respirar con normalidad. Mientras mi mente era invadida por un único pensamiento.
Siempre estuviste solo…
Lo sé, pero duele darse cuenta, duele saber que hasta ahora no había querido creerlo del todo, o más bien, no me importaba porque él estaba a mi lado… corrección, fingió estar a mi lado atrapándome en su red, haciéndome dependiente en más de un sentido y caí ante él gustoso y con los brazos abiertos. Aunque esta vez es diferente, pero de cierta forma repetí la historia, los puntos clave están presentes, puede que en aquel entonces, las alternativas se me hubiesen esfumado de las manos sin siquiera poder rosarlas, existían, claro que sí, pero estaban fuera de mi alcance por muchos motivos.
No había opciones, solo un camino que terminaría por destruirme más de lo que ya estaba, pero esta vez es no me quedaré de brazos cruzados esperando a que las cosas se resuelvan o que todo el peso que llevo sobre mis hombros aminore aunque sea un poco, consciente de que en realidad la carga se hace más y más pesada. Hoy puedo y hare algo porque no existe un mañana ni un después, aun así… ¿por qué siendo tan fácil mi cuerpo se obliga a permanecer aquí? Tan inmóvil… como si esperara un milagro que jamás llegara. Una ayuda que desde siempre se me negó.
He hecho cosas impensables por puro egoísmo, una más no marcara la diferencia… entonces ¿por qué? ¿por qué simplemente no termino con esto de una vez por todas y finjo que puedo seguir adelante? Sí… seguiré fingiendo mientras me arrastro en la inmundicia que yo mismo cree y ayude a expandir, aislándome una vez más porque será lo mejor para poder continuar. Así suena sencillo, pero parece imposible, al menos para mí, por lo que termine dando media vuelta limpiando con frustración las lágrimas que no paraban de salir una tras otra.
Mi mente era un mar de pensamientos caóticos y destructivos yendo de un lado a otro sin propósito ni tregua, confundiéndome y haciendo más difícil todo esto, logrando que rememore cuando fue que comencé a caer en picada pensando que estaba en la cima y jamás me bajaría de ahí. Ilusionándome con su maldita sonrisa hipócrita que logro cautivarme, sus palabras llenas de mentiras y sus caricias tóxicas que aun ahora anhelo… entonces todo quedo más que claro y lo odie, lo odie por permitir que lo amará más que a mi propia vida.
●●●
Cinco meses antes…
—
Creo que ya habían pasado poco más de cuatro meses desde que iniciamos esta extraña amistad —si es que se le puede decir así— por mensajes. Básicamente en todo este tiempo, Sebastián y yo nos hemos visto unas seis veces y eso es decir mucho, mis días libres, los cuales eran escasos, no coincidían con los suyos, debido a que él tenía mucho trabajo y no era tan fácil que se escapara de sus labores.
Es lo malo de ser el nuevo jefe. Me contó que su padre le cedió el mando total de la empresa hace muy poco, entonces su ya de por si larga lista de responsabilidades acabaron por triplicarse, a eso había que añadir su viaje de tres semanas a Rusia. Yo por mi parte estaba tranquilo con la universidad y el trabajo, tenía un horario bastante estricto pero que me daba la posibilidad de cumplir con todo sin desatender mis deberes.
Curiosamente, Alois también ha tenido mucho trabajo, aun así él sigue pareciendo niño en dulcería por lo que se pasa ignorando a todos, y eso me incluye, de otra forma ya se hubiera enterado que mantengo una extraña relación de amistad con un hombre al que no quiere ver ni en pintura, y no lo culpo. Tiene motivos de sobra para detestarlo, pero en estos meses, Sebastián se ha comportado como todo un caballero inglés.
En nuestras escasas salidas jamás ha intentado propasarse, aunque eso no evita que me convierta en blanco de sus interminables frases en doble sentido y pequeñas insinuaciones. De hecho, al día nos enviámos incontables mensajes, la mayoría absurdos, otros tanto algo subidos de tono. Incluso era gracioso leer como se quejaba por todo con demasiado dramatismo, más que nada porque siempre aparenta ser el hombre perfecto y sereno que jamás pierde la paciencia.
El verdadero Sebastián tiende a ser dramático, exagerado, egoísta y poco amable, más bien es tétrico en muchos sentidos, gruñón y desesperado cuando las cosas no salen a la primera como él quiere, y hay que recalcar que detesta estar rodeado de gente incompetente porque él acabará haciendo todo el trabajo por ellos —pero esto es normal, digo, me pasa lo mismo—. Oh, y lo más destacable es que odia que le digan lo viejo que es.
De hecho, cada día me doy cuenta que Sebastián no es el hombre perfecto que todo mundo dice ver, ni al cual mantienen en un pedestal. Es todo lo contrario, pero sus defectos lo hacen ser él, y cada vez me da menos miedo reconocer que me estoy enamorando de alguien así, porque cada día conozco más al verdadero Sebastián. Al hombre real que se muestra tal cual es ante mí, terminando por complementar algo que ni siquiera sabía que me faltaba.
No quería admitirlo, no quería volver a sentir algo tan intenso por alguien, pero esto es completamente diferente, esto está lejos de aquel pasado muerto y enterrado bajo escombros de lo que una vez fui. Esto es real… Sebastián es alguien real, alguien que poco a poco se ha tomado la molestia de derribar muro tras muro sin pedir nada. Mermando con acciones aquellos encuentros desastrosos entre nosotros.
—Pequeño, Ciel —la voz de Undertaker me saca de mis pensamientos y sin pensarlo, me giro hacía él regalándole una sonrisa antes de que el flash de su cámara me tome por sorpresa—. Es la primera vez que sonríes así.
—No sé de qué hablas —parpadeó frunciendo el ceño.
—Tienes una sonrisa preciosa —observa por largos minutos su cámara antes de verme con una expresión seria, casi nostálgica—. Se parecen tanto…
—No sé de qué hablas —repetí.
No le doy tiempo de nada, simplemente me voy directo a los camerinos para cambiarme, agradeciendo que mañana sea jueves. Finalmente tendré un día libre después de tres semanas. Últimamente he tenido más trabajo y no me quejo, ya que significa más dinero para mí, incluso he pensado en tomar unas vacaciones cuando acabe el semestre, tendría que empezar a pedirle permiso a Wolfram.
Ha estado como loco, desde que una reconocida marca de ropa firmó un contrato con dos de los modelos más cotizados, ambos donceles, Charles Grey y Gregory Violet, quienes tienen que firmar un comercial aparte de la sesión fotográfica, y si mal no recuerdo, actualmente están en Italia.
Todo un problema que sinceramente no me interesa. Ahora que recuerdo, me han dicho que estoy adquiriendo popularidad y que pronto tendré un representante y no se que mierda más. Es molesto tener de repente tanta atención puesta sobre uno, por lo que al salir del set hago todo lo que puedo para pasar desapercibido y al parecer funciona.
En cuanto logró escabullirme me pongo la capucha de mi sudadera, hace un poco de calor, pero es preferible traerla, sin embargo el insistente sonido de mi móvil hace que me detenga y sin tomarme el tiempo para verificar quien llama, contesto lo más amable que puedo, pero claro, soy yo y no habría que esperar palabras dulces o el clásico Hola, dicho de forma hipócrita.
—¿Qué diablos quieres? —espete creyendo que será el idiota de Alois o el insoportable de Undartaker.
—Parece que alguien no te dejo satisfecho anoche —escuche una suave risa socarrona desde el otro lado de la línea y en segundos mi rostro se sintió caliente.
—Eso no es de tu incumbencia.
—Puede ser —murmuró sugerente—. Pero no llame por eso.
—Solo llamas para molestar.
—¿Piensas negarme el placer de saber que puedo avergonzarte… Zafirito~?
—Imbécil.
Su risa era cálida y liquida como el caramelo derretido: dulce y tentadora de mil formas diferente, tan exótica y excitante que de manera instintiva termine por apretar los muslos con fuerza. Diría que la risa de Sebastián es puramente masculina, con el poder de estremecer todo mi cuerpo, como si lo tuviera frente a mí, tocándome sin pudor alguno, descarado como todo él, pero repentinamente ceso trayéndome nuevamente a la realidad.
—Vamos a Rochester.
—¿Para qué? —fruncí el ceño, rodé los ojos y abrace mi cintura con un solo brazo como apoyo.
—Para distraernos, conocer… no sé, nunca he ido.
—En ese caso, lárgate tu solo.
—Tu vendrás conmigo —su voz dejo de escucharse por él celular, aun así la oí claramente y me paralizó por unos segundos, volteando hacia mi derecha, en donde un auto deportivo se había detenido, y para mi mala suerte era el de Sebastián, quien permanecía con una amplia sonrisa socarrona, mientras aun sujetaba el móvil—. Anda, sube.
—Subiré si me llevas a casa.
Él solo se encogió de hombros como si se diera por vencido, por lo que suspire satisfecho y camine hasta su auto tomando su gesto como una afirmación. Yo tampoco había ido a Rochester ni ningún otro lado que no sea Londres, pero solo a un idiota se le ocurre planear un viaje de un par de horas en un minuto. Tal vez si me hubiese dicho ayer ahorita estaríamos camino a Rochester, pero lo dudo. Lo más seguro es que lo dejara plantado…
Mentira… escuche a mi subconsciente reír con cierta picardía, por lo que tras subirme al auto, cerrar la puerta y ponerme el cinturón de seguridad, me permití inhalar con fuerza la esencia de su perfume, consciente de que ya no sería capaz de dejarlo plantado, y aun sabiendo de que en cuanto el auto se ponga en marcha estaremos yendo a Rochester, no dije nada y fingí cerrar los ojos como si realmente creyera que me llevaría a casa.
—Ah, le quitas la emoción a la vida, Ciel —exclamó de forma bastante dramática y por un segundo sentí que tenía a Alois a mi lado.
—Tu tienes la culpa.
—Solo quiero darte felicidad —susurró y sentí su aliento cálido contra mi mejilla, por lo que abrí los ojos topándome con los suyos, exóticos, divertidos y traviesos—. Deberías dejarte querer, pequeño Ciel.
—¿Por ti? —Levante una ceja con burla justo cuando se alejó de mí, sentándose correctamente, comenzando a manejar.
—Tal vez.
Quise ignorarlo, volteando el rostro hacia el otro lado para que no viera el intenso sonrojo, volviendo a cerrar los ojos, consciente del intenso palpitar de mi corazón y de su pequeña risa la cual pase por alto, sin embargo, no me había dado cuenta de lo cansado que estaba y sin pretenderlo, me quede dormido.
Cuando volví a abrir los ojos ya había oscurecido y seguía en el auto cubierto con el saco de Sebastián, tal vez fue producto de la somnolencia, pero me removí un poco y lleve la prenda hasta mi nariz, aspirando su delicioso aroma, que era una mezcla de perfume y su propio olor, tan exquisito y cautivante que no evite hacer un sonido similar a un ronroneo, acurrucándome aún más en el asiento sin intenciones de moverme.
Y tal vez me hubiese quedado perdido en el mundo de los sueños si no fuera por la ligera tos que captó mi atención, haciendo que apartara bruscamente la prenda, mirando el rostro de Sebastián quien curiosamente tenía un pequeño sonrojo, demasiado sutil y prácticamente confundible en medio de la noche, sin embargo ahí estaba.
—Pensé que alguien tan descarado como tu no se sonrojaba.
—Ya —volvió a toser aclarándose la garganta—. Como te quedaste dormido no tuve más remedio que traerte a mis pequeñas vacaciones en Rochester.
Se había ido por la tangente, aun así lo deje pasar, fruncí el ceño y fingí molestia, no es que me incomodaran una vacaciones, lo que realmente me frustraba era no traer dinero ni un cambio de ropa.
—Entonces… ¿me acabas de secuestrar?
—No realmente —volvió a sonreír.
—No tengo ni un cambio de ropa.
—A mí no me molestaría que estuvieras desnudo, pero si lo prefieres puedo prestarte algo de mi ropa.
Susurró en un tono demasiado ronco e íntimo, bajando la velocidad para estacionarse frente a un pequeño hotel, demasiado sencillo pero no por ello menos bonito. Sin embargo, cuando estoy a punto de soltar un comentario mordaz, nuestras miradas se cruzan y no puedo definir aquel aplastante sentimiento con el que me observa.
Me estremezco sin poder evitarlo y antes de que pueda hacer algo, su rostro está a escasos centímetros del mío, su mano cálida acuna mi mejilla con demasiada ternura y su aliento se entremezcla con el mío, logrando que suelte un jadeo, tal vez de sorpresa o puede que de excitación, mientras me mantengo a la expectativa de lo que hará.
—Sebas…
—No puedo soportarlo —susurra.
Sus labios chocan contra los míos en un beso furioso y desesperado. Un beso que creí olvidado y que me acelera el pulso hasta resultar doloroso, que me obliga a contraer los dedos de los pies y a aferrarme con desespero a su camisa mientras jadeo en busca de aire e intento corresponder, dejándome consumir por su calor aplastante, su aroma y todo él.
Sin pretenderlo paso, estoy dispuesto a entregarme una vez más creyendo fervientemente que no es otro de sus juegos de poder lo que lo motiva a seguir, sino la necesidad de sentirme de la misma manera que yo a él. Sus manos recorren mi cuerpo, me aprisionan contra él suyo y comprendo que estoy perdido por él, pero curiosamente no me importa…
—No tienes porque hacerlo —susurró contra su boca y su sonrisa es diferente, sincera y completamente mía.
~ * o0O0o ~ ♦ ~ o0O0o * ~
Continuará
Hola!! Wow, sé que han pasado milenios y que tal vez pensaron que cancelaria la historia y si, lo pensé, de hecho estuve a punto de hacerlo, pero bueno, me arrepenti (? Por el momento les dejo la continuación y me encantaria saber si aun les gusta esta locura, si es así se aceptan comentarios y estrellitas 😉😉. En fin, me despido y les deseo un lindo día.
Haruka Eastwood 😎
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro