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chapter four

── IV ──

«A strange restaurant in the middle of the storm»












  La paz es algo que algunas personas son afortunadas de sentir, una paz que te hace olvidar de todo y te hace pensar que no es tan malo la vida. Bueno, eso pensaba ella mientras sacaba el agua de la proa, una tormenta se había desatado en los mares haciendo que la lluvia llenara el interior.

Se salvó gracias a que fue lo bastante rapida como para manejar y direccionar el barco para que se alejara lo más posible de la tormenta.

El sol era abrazador y la hacía sudar, su cabello rojo estaba atado en un moño totalmente mal hecho y su ropa estaba mojada, estaba de mal humor y su periodo había llegado por lo que que estaba histerica.

Luego de unas arduas horas bajo el calor insoportable y colicos dolorosos, el atardecer llegó trayendo consigo una placentera brisa fresca. Ariel se dejó caer en el, ahora seco, suelo y recostó su cabeza sobre la baranda. 

No se había dado cuenta que sus ojos se cerraron y la llevaron a aquel mundo inconsciente del sueño.

Sin embargo, una extraña sensación en su rostro la despertó. Abriendo sus ojos se dio cuenta que los cielos se habían cubierto con espesas nubes oscuras las cuales dejaban caer su agua fría desde su interior.

── ¡Estupida lluvia! – gritó al ver que el suelo volvía a mojarse y llenarse de agua – ¡Por un demonio! 

Ariel rapidamente fue hacia el timón y, con bastante esfuerzo, dirigió su barco hacia la lejanía de aquella tormenta que parecía no querer dejarla en paz. El rugido de las olas era enserdecedor y no podía saber si en algun momento se volvería zorda. 

«¡Dios! ¡Llévame o me mando!» pensó para ella misma mientras utilizaba todas las fuerzas que le quedaban para manejar el timón, lo bueno es que la adrenalina ayudaba; pero sabía que aquello no duraría mucho.

Algo dentro de ella se removió con violencia «Dile al mar que se detenga» un pensamiento cruzó por su cabeza, si estuviese en tranquilidad se hubiese reído escandalosamente ya que lo unico que pasaba por su mente era que prefiriría morir golpeada por una roca que ahogada; pero hasta ese punto ya no le importaba ser considerada una loca que le grita a la lluvia, menos gritar las ganas de morirse que tenía.

── ¡Detente! – gritó. Sus ojos se abrieron abruptamente al ver que las aguas empezaron a calmarse hasta que lo unico que se podá sentir era el barco ser mecido por el agua. La lluvia no se había detenido, pero eso no le importaba, poco le importaba el hecho de que había calmado una maldita tormenta.

Por primera vez luego de mucho tiempo se dejó llevar por sus institntos y llevó a su barco hasta la lejanía de aquella lluvia. Una neblina blanca empezó a formarse frente a ella haciendo que la noche se volviera mucho más tetrica. Tragó saliva y se aferró a su timón mientras lo cruzaba.

De pronto algo extraño sucedió, un aroma delicioso apareció en el ambiente haciendo que su boca se hiciera agua. El olor a carne asada, salsa y verduras hizo que su estomago rugiera y sus piernas temblaran por un instante, hacía cuanto tiempo no olía un aroma como aquello.

A la lejanía pudo ver tenues luces de colores «Tierra firme» pensó. Sonrió y casi se hubiese largado a llorar si es que la lluvia le impedía poder hacer tal acción. Había llegado a un pueblo, se dijo que se rentaría una habitación para descansar y se iría a comer un gran plato de ramen con tantas cosas en él que tendría toda la noche para comerlo.

Para su mala suerte no era un pueblo, mucho menos una isla; era un gran barco, tan enorme que le daba hasta mareo al enfocar su vista para encontrar su fin. De allí mismo salía aquel exquisito aroma.

Ariel suspiró y, dejando su barco cerca del puerto, dejó caer su ancla y se dirigió al interior de su barco. No quería entrar al lugar puesto que estaba muy cansada, la lluvía no se había detenido y estaba sucia de sudor; por lo que decidió darse una rapida ducha y acostarse en su cama. 

Su cuerpo trabajó de manera automatica y, cuando acostó su cabeza en la almohada, sus ojos se sintieron pesados y descansó aquella noche sin sueños.






 ˏˋ ☠︎︎ ˎˊ






   Había un muchacho de cabellos dorados sobre el balcón del Baratie, el restaurante en donde trabajaba, fumando un cigarro, llevaba las mangas de su camisa enrolladas hasta sus codos y sus pies descalzos. Sanji, como se llamaba aquel chico, había estado hasta la ultima hora en su turno en el salón del restaurante limpiando y acomodando las mesas del lugar. Inclusive cuando todos estaban dormidos, él seguía allí secando los platos usados y acomodando los manteles blancos.

Sanji se consideraba un excelente chef, se dedicaba horas en experimentar con hierbas, infusiones y todo tipo de alimentos para crear una obra maestra. Y, a pesar de que sería logico que estuviese trabajando en la cocina, no lo hacía ya que su jefe Zeff lo mandaba como mesero para que atendiese a los comensales ante la falta de personal. 

Apretó su mandibula al recordar otra vez la discusión de aquella tarde que tuvo con Zeff, aquel anciano decrepito nunca le daría una oportunidad.

Le dio una calada a su cigarro y suspiró al sentir las gotas de lluvia empezar a caer del cielo, soltó el humo por su boca mientras se aflojaba la corbata negra. No estaría seguro de cuanto tiempo estuvo allí recostado sobre sus codos en el barandal de su balcón, lo que si sabía es que de un momento a otro un pequeño barco apareció desde la neblina y se detuvo en el puerto. 

Sanji se enderezó con un rostro de confusión ¿Un cliente a estas horas de la noche? El turno había terminado hace sesenta minutos, nadie estaba en la cocina. 

Entrecerró sus ojos para poder ver si podía identificar quien era, más solo vio una silueta oscura dejar caer un ancla e ingresar hacia el interior de su barco. El muchacho le dio una ultima calada a su cigarro, apagó este y lo desechó un pequeño canasto junto a la puerta. Decidió que era hora de descansar.

Y fue como si el sueño apenas hubiese durado unos segundos puesto que el reloj en su mesa de noche hizo sonar su alarma haciendo que Sanji se levantará con pesadez, necesitaba dormir más.

Rápidamente luego de haberse dado una corta ducha, se vistió con su traje y se dirigió hacia la cocina a servirse una taza de café. No había día en donde el Baratie no estuviese repleto de comenzales hambrientos, los turnos siempre estaban colapsados por lo que había sido una razón del poco personal, ademas de que no muchos les agradaba la idea de trabajar con antiguos piratas.

El ruido de las cuchillas afilandose, las verduras siendo preparadas y el calor del fuego era lo que abundaba en la cocina, faltaban quince minutos para que el primer turno empezara por lo que, dandole un rapido vistazo al salón, notó que estaba todo listo para que las puertas se abriesen.

El turno del mediodía se sintió rapido, llevaba platos, tomaba ordenes y, de vez en cuando, aprovechaba a coquetear a alguna hermosa dama que asisitían al restaurante. Algunas se sonrojaban, otras le respondían el coqueteo y otras solamente miraban a su pareja en busca de ayuda. Hasta incluso una le mostro su arma para que le dejara en paz, a lo que él tomó nota al instante y envió a uno de los nuevos a atender su mesa. No quería arriesgar su cuello.

Y como siempre, Sanji terminaba con su delantal de cocinero puesto y creando algo nuevo; para su jefe era casi una tarea diaria echarle de una patada de la cocina y le obligaba a volver a cumplir con su tarea principal. 

Salió de la cocina con enojo y se puso su saco, una calurosa discusión entre dos comensales le dio la bienvenida al salón por lo que, haciendo caso omiso a su enojo, tomó un profundo respiro, sonrió antes de acercrse a ambos hombres con una canastita de pan en su mano. 

El hombre de piel morena, que parecía ser un pirata, tiró el plato del otro de un manotazo, por lo que decidió que era oportuno interceder.

── No, caballeros – dijo – Ya saben las reglas del lugar, no desperdiciamos la comida aquí. Tampoco peleas en el Baratie.

── Nah, esto no será una pelea – le miró el pirata – Solo voy a matarlo.

── Intentalo – retó el otro quien llevaba su cabello rosado dividido en dos a ambos lados de su cabeza. A Sanji le dio la impresión de que una vaca había lamido su cabeza para peinarle de aquella manera.

── Y a mi me gustaría proponerles una copa de Ithürzburger Stein. Cortesia de la casa – intercedió dando un paso al frente sin quitar la sonrisa de su rostro.

── Aceptaré ese trago una vez que él se disculpe por sus malos modales – dijo el pirata sin dejar de mirar a su contricante.

── Sobre mi cadaver – espetó este tomando su pistola de su cintura. Sanji tomó rapidamente medidas por lo que, levantando su pie, le propino un buen golpe a este antes de ver que el pirata venía a atacarle a él tambien.

El muchacho no le interesaba tener aquella escena en frente de sus clientes, él defendería el lugar de todo; por lo que, si significaba que tenía que patear a dos personas para evitar que destruyeran el lugar a balazos, lo haría sin dudar.

Ambos hombres estaban en el suelo soltando jadeos de dolor y retorciendose sobre la alfombra roja. El chico se acomodó su saco antes de tomar la cesta de pan que había dejado en la mesa y guiñarle a la muchacha de cabellos rubios que estaba sentada mirando todo con temor.

── No se alarmen, amigos mios, disfruten de su comida por favor – exclamó mirando a su alrededor, algunos (por no decir la mayoria) asintió acatando su orden y volvieron a dirigirse hacía su delicioso almuerzo.

Sanji se acercó a una de las mesas que había sido ocupada por cuatro personas y dejó el pan sobre el mantel blanco. Ignoró el hecho de que unas manos al instante se acercaron al pan y los tomó con desespero.

── Bienvenidos al estupido restaurante de mierda en donde lo unico peor que el ambiente es la comida. Soy Sanji ¿En qué le puedo servir? – se presentó antes de suspirar con irritación. En verdad odiaba ser mesero.

── Un poco de todo, porfis – dijo un chico, que parecía casi un niño de quince, con la boca llena de pan.

── ¿Algo para beber? Les puedo ofrecer la selección de cocteles para poder tragar su comida.

── Que vendedor tan motivado – cantureó alguien. Sanji observó a una bella señorita de cabello corto anaranjado quien le miraba con los ojos entrecerrados. 

El chico sonrió con galantería.

── Disculpe, madame, no le había visto – se disculpó – ¿Le puedo ofrecer algun aperitivo? Tenemos algunas botellas Micqueot añejo, o quizás desea una copa de Umeshu. Ya sabe, algo dulce para alguien dulce.

La chica no parecía inmutarse por su coquetería, e inclusive rodó sus ojos en cuanto él le regaló un guiño sin quitar su gran sonrisa coqueta.

── ¿Le pasa algo a tu ojo? 

── Soy está cegado por su belleza.

Una carraspeo se escuchó proveniente del chico que parecía tener un trozo de musgo en su cabeza.

── Mesero ¿Me traes una cerveza y algo para mis amigos? – pidió a lo que él asintió.

── Dos cervezas – exclamó uno de tez morena – Suelo tener tres, pero...

── Una lechita – dijo el chico con el sombrero de paja.

── Bien. Tres cervezas y una leche ¿Señorita? – anotó él.

── Agua.

── ¿Mineral o con gas? ¿Con o sin hielo? ¿En cubos o triturada? 

La chica resopló casi sonando como un gruñido.

── Agua normal en un vaso normal, gracias – dijo.

── Enseguida.











RiderStilinski ── 22/03/2024

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