Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

chapter five

── V ──

«The Baratie and its hot waiter»












   ¿Alguna vez te has desértado cubierto de sudor por el terrible calor que hacía en la noche? Es una de las sensaciones más asquerosas que podrías experimentar. Para mala suerte de Ariel, se había olvidado de dejar una ventana abierta para que pudiese entrar aire de afuera, su ropa estaba pegada a su cuerpo que le hacía sentir incomoda, gotas de sudor se resbalaban por su barbilla y por su espalday tenía un gran dolor de cabeza.

¿Cómo era posible que pudiese sufrir de aquella manera? Ella odiaba el calor, no por nada su isla siempre abundaba la frescura de los vientos en verano, nunca se sobrepasaba de los veintiocho grados allí, más estaba segura que en el interior de su habitación había, por lo menos, cuarenta grados.

Abrió con apuro su puerta y ventanas para que el aire se renovara, escuchó musica y voces divertidas hablar desde la lejanía, ella se dio una ducha de agua fria mientras disfrutaba de las canciones que se escuchaban provenientes del restaurante al que había llegado a la noche. Una vez que salió y vio el cielo, parecía que la tormenta que había azotado solamente había sido un sueño, más su ropa secandose al sol le confirmaba que lo que había sucedido pasó en verdad.

Recordó entonces que había pasado, Ariel le había ordenado al mar que se calmara y este le obedeció. No entendía el cómo.

«Hay que intentarlo» pensó. Se acercó hacia el barandal de su barco y, extendiendo su mano hacía las olas que lo golpeaban y mecían.

── Detente – susurró ella, más no hubo respuesta. Frunció el ceño pensando – Uhm... Ven.

Sin que le diese tiempo, el agua se acercó hacia su mano en forma de cuerda transparente y ondulado. Ariel contuvo su respiración por un instante  y, en cuanto aquella extraña forma tocó sus dedos, sientió una electricidad que la forzó a dar dos pasos atrás. 

Su corazón golpeaba con fuerzo dentro de su pecho y su respiración era agitada. El agua le tocó, el agua le obedeció.

«Dios santo... Creo que había algo en ese chocolate» se dijo al recordar la barra que había comida el dia anterior.

Ante aquel recerdo su estomago rugió con fiereza, no había comido desde la tarde anterior y, por lo que veía en su reloj de muñeca, había dormido hasta el mediodía. El olor que salía del restaurante llamó su atención y se giró a verlo, no parecía inmenso como creyó la ultima vez, lo que no iba a negar que la forma de aquel barco, el cual parecía un pez, era grande. 

Se vistió con su pantalón corto negro y su camiseta blanca de tiras, se puso su chaqueta y salió de allí dejando que su cabello suelto se secara de manera natural. Llevaba una pequeña cartera con ella el cual enrolló al rededor de su torso. Al entrar al Baratie, como se llamaba aquel restaurante, la saludó un hombre de mediana edad con rasgos marinos, ella evitó decir algo y se dedicó a sonreir.

── Buenas tardes, madam. Bienvenida al Baratie ¿Tiene alguna reservación? – saludó este con una agradable sonrisa, ella resopló y asintió antes de darle un billete a lo que el recepcionista, con aquella sonrisa, la llevó hacia una mesa de dos y le avisó que su mesero llegaría en cualquier momento. 

Ariel miraba con mucha atención a su alrededor, se podían escuchar charlas divertidas al igual que el caracteristico sonido de los utensilios siendo utilizados en sus platos. El aroma la embriaga y agradecía que el ambiente estuviera lleno de ruidos que podían ocultar el claro rugido de su estomago.

Unos pasos acercandose a su mesa a lo que ella, con sus manos sobre su pequeña cartera en su pecho, miró hacia un chico de cabellos rubios y vestido de un elegante traje negro. Ariel se miró a ella misma y pensó si hubiese sido mejor haber elejido algo un poco más elegante, parecía un restaurante de etiqueta.

── Bienvenida al Baratie, madam – saludó el mesero el cual hizo que ella sonriera – Mi nombre es Sanji y seré tu mesero en esta tarde ¿En que puedo ayudarle? 

El chico se veía muy apuesto, llevaba una bonita sonrisa que hizo que se sintiera nerviosa, no hablaba mucho con chicos; bueno, con la gente en general, tendía a ser bastante reservada, por lo que decidió ignorar aquel revoltijo en su interior. Su subconciente empezó a decir barbaridades por lo que, carraspeando, asintió antes de entregarle la carta que le había dado el recepcionista una vez que la llevó a su mesa.

── Un ramen con caldo de miso, carne, algas y un huevo con yema cruda por favor – pidió ella. El muchacho sonrió antes de tomar la carta que le extendía.

── ¿Algo para beber? Tenemos una variada selección de bebidas y cocteles que podría interesarle para resfrescarse en esta mañana – propuso.

── ¿Qué recomiendas? 

Sanji parecía haberlo pensado un momento.

── Podría traerle un Gin Tonic de frutos rojos. Es bastante delicioso, si me pregunta, y nuestro bartender es uno de los mejores del mar del este – ofreció a lo que ella asintió – ¿Desea algo más?

«A tí» dijo su subonsciente haciendo que sus mejillas se sonrojaran levemente ¿Por qué aquellos pensamientos aparecían en el peor momento? No iba a negarle que la belleza de aquel chico era llamativa.

── Eso es todo. Gracias, Sanji – dijo ella a lo que este asintió regalandole un guiño antes de irse.

A pesar de que estaba en aquella mesa sola, no estaba preocupada de estralo, sentía cierta comodidad en su soledad por lo que, tomando su pequeño cuaderno que siempre llevaba en su cartera, empezó a dibujar, dejando que su imaginación volara a la par de sus trazos.

El lugar estaba repleto de gente los cuales conversaban entre si, otros estaban en su agradable soledad y disfrutando de su almuerzo. Las risas se escuchaban al igual que susurros y murmullos de los comensales, y claro que se podía escuchar todo desde la cocina. 

Sanji era un persona que amaba el chisme, por lo que (a pesar de que odiaba la idea de ser mesero) disfrutaba el enterarse de cada cosa que podía suceder. Por ejemplo Lydia, una señora de avanzada edad que venía todos los días a las tres de la tarde y pide siempre lo mismo, un cafe cortado con un pastel de chocolate amargo y crema; había sido acompañada por una mujer de su misma edad y hablaban sobre que una persona en un pueblo a unos buenos kilometros de distancia había asesinado a un grupo de chicos que habían entrado a su casa a robar.

Las mujeres se quejaban de que el mundo estaba cayendo en picada ante tanta inseguridad y de que hasta las mujeres no podían hacer su trabajo de cuidar su hogar ya que ahora debían de maatar para que no se lo robaran. Sanji pensaba que cualquier mujer tenía el derecho de trabajar de lo que deseara y que no se quedara estancada en su casa como planteaban aquellas señoras.

El chico usualmente se quedaba junto a la puerta de la cocina en donde, luego de que escuchaba la campanilla sonar, llevaba los platos a cada uno de los clientes para que disfrutaran de sus almuerzos. 

Pero, como siempre, Sanji se escapaba a la cocina. 

Al entrar tomó rapidamente su delantal y, sin que nadie le prestara atención, se acercó a la mesa en donde yacían los pedidos; reconoció rapidamente el de la mesa trece por lo que empezó a trabajar en el platillo. Llevó el pedido de la bebida a la ventailla que concetaba la cocina con el bar y dejó en la ventana el papel. Rapidamente se dirigió a las hornallas en donde dejó caer una porción de fideos crudos sobre el agua hirviendo, cocinó la carne en una sartén con mantequilla y endulzandolo con miel; cortó los vegetales cicidos en el plato hondo junto a él y, una vez que los fideos estuvieron listos, vertió el caldo dentro del plato, puso la carne en este y puso los fideos dentro del caldo, dejó caer las hojas de cebollin como toque final y lo dejó sobre la bandeja.

Rapidamente se quitó el delantal y, poniendose su saco, tomó la bebida lista de la ventanilla una vez que se escuchó el timbre y la dejó junto al plato de ramen. Abrió la púerta con la bandeja en sus manos y se dirigió hacia la figura de la muchacha de la mesa trece. Sanji no dijo nada en cuanto llegó ya que el dibujo que ella estaba haciendo había llamado su atención, se veía como una casa en medio de un bosque, o eso era lo que presumía ya que todavía no estaba terminado. 

── Madam... – llamó el con una sonrisa haciendo que la chica diera un respingo por el susto.

── ¡Ariel! – se escuchó un grito alegre y unos pasos apresurados corriendo hacia donde estaban ellos. Sanji se movió rapidamente hacia un costado al sentir que se acercaba a buena velocidad y abrió los ojos con sorpresa al ver como este se lanzaba hacia la chica, ambos terminando en el suelo haciendo que la atención de algunos estuvieran sobre ambos.

── Dios, Luffy... Podrías haber sido un poco más cuidadoso – murmuró la chica siendo aplastada por el muchacho. Este rapidamente se puso en pie y Sanji lo reconoció al ver su sombrero de paja, era el chico de la mesa cinco.

── Lo siento... Lo siento... – se disculpó ayudandola a levantarse y, luego de que la chica se hubiese puesto en pie, le dio un gran abrazo – Te extrañé, y extrañé tu comida.

La chica solamente soltó una pequeña sonrisa correspondiendo el gesto del chico.

Sanji entonces decidió que lo mejor era intervenir, por lo que carraspeó y les regaló una sonrisa cordial a ambos. Aunque la verdad es que su mirada estaba puesta en los ojos castaños de la chica.

── Su pedido, maddame – anunció él dejando su plato sobre la mesa. 

── Gracias – susurró la chica con un leve sonrojo en sus mejillas. 

── ¡Ven a nuestra mesa! Quiero presentarte al resto – pidió Luffy con una gran sonrisa en su rostro, juntó sus manos frente a él mientras susurraba por favor repetidas veces como si fuese un niño.

La chica miró a Sanji, como si él tuviese la respuesta y él claramente no tenía ni idea de que es lo que estaba ocurriendo. Pero lo unico que le gustaba es que su atención estaba sobre él. Sanji frunció sus labios y carraspeó una vez más para que el chico, el cual se llamaba Luffy, se diese cuenta de su presencia.

── Mesero ¿Podrías llevar la comida de Ariel a nuestra mesa, por favor? – exclamó el de sombrero de paja haciendo que este mirara rapidamente a la chica en busca de alguna afirmación. Claro que ella tenía que decidir, nadie podía hacerlo por ella. 

Ariel le regaló una dulce sonrisa que hizo que su pecho se agitara y que su respiración se atascara en su garganta por un segundo. Aquella chica era en verdad hermosa.

── Gracias – murmuró la chica en cuanto se sentó en la mesa de Luffy y Sanji puso su plato frente a ella. 

── Buen provecho.

Sanji se retiró de aquella mesa no sin antes regalarle un guiño y dirigirse hacia la cocina. Tenía hambre y necesitaba sacarle las galletas favoritas de Paty del almacén.












RiderStilinski ── 29/03/2024

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro