chapter nine
── IX ──
«A duel cannot cause such a chaos, right?»
Ariel había conocido a Zoro en aquella pequeña charla que tuvo con él en el bar del baratie cuando él humilló a aquel hombre que intentaba atrapar la atención de la chica de manera insistente. Pudo notar que él era una persona centrada y seria, más le gustaba reirse de chistes tan tontos que hasta un niño sabría que son muy malos; que era una persona tan leal que estaría dispuesto a entregar su vida para la salvación de sus amigos.
Y a pesar de que lo había conocido por un poco de tiempo, lo consideraba alguien más que un conocido.
Por eso mismo, mientras llevaba en sus manos un pequeño plato hondo con galletas caseras y se encaminaba hacia la entrada del restaurante, sintió sus nervios a flor de piel al ver el contricante de Zoro.
Mihawk Dracule era alto, muy alto hasta el punto de que intimidaba; estaba tan quieto que daba la impresión de que era una estatua y la espada que yacía en su espada hacía que su piel se erizara. Era una persona con tal presencia que sabías que no debías de interponerte en su camino.
Incluso cuando los ojos de aquel lord se posaron sobre ella sus piernas temblaron y corrió hacia Luffy, quien yacía detrás de Zoro y la abrazó en cuanto ella se acercó.
── No mueras – murmuró ella mirando al espadachin. Este no se giró, pero dejó escapar una risa socorrona.
── Recuerda que me debes otra cerveza – le dijo.
── Monkey D. Luffy – una voz grave y de acento llamativo llamó y todos posaron su atención a aquel hombre frente a ellos – Me sorprende que la Marina solicitara mis servicios solo por un pequeño paquete – dijo él haciendo que el muchacho solo sonriese – Aunque me gusta tu sombrero...
── Suficiente – calló Zoro. Ariel sintió su cuerpo estremecerse ante las facciones del lord los cuales se endurecieron ante el atrevimiento del espadachin de callarle – Empecemos.
Mihawk asintió con suavidad y se quitó su collar de madera con forma de cruz, grande fue la sorpresa de todos al ver que se trataba de nada mas ni nada menos que un pequeño cuchillo camuflado.
── ¿Qué es eso? Vine a una pelea con espadas – escupió el peliverde aferrandose a sus armas.
── Los conejos no se cazan con cañones – se bastó en responder el hombre.
── No soy ningun conejo – dijo él desenvainando sus dos espadas negras. Mihawk soltó una risa silenciosa y se posicionó dejando su mano derecha frente a él con la navaja envuelta elegantemente por sus dedos.
── Eso vamos a verlo.
Entonces la pelea empezó. Zoro se abalanzó contra él con ambas espadas listas para asestarle un buen corte, más la pequeña cuchilla del hombre las detuvo. La chica abrió sus ojos con sorpresa al ver como el espadachin era empujado con fuerza por el simple movimiento que el lord hizo.
La chica no había visto a Zoro pelear, más reconocía que era bueno. Lamentablemente no lo era lo suficiente ya que Mihawk solamente esquivaba con elegancia sus movimientos y daba leves toques con su cuchilla causando que retumbara en todo el lugar.
Sintió movimientos en sus manos y se dio cuenta de que Usopp estaba comiendo las galletas que había llevado. Decidió imitar su acción ya que parecía calmar un poco al chico. A pesar de que el dulzor de las galletas inundaba su paladar, eso no significaba que el sabor agrio de ver a Zoro ser humillado una y otra vez que le dejaba.
── ¿Quieres una galleta? – susurró Usopp a su lado, al girarse notó que Nami había llegado y se escondía detras de Luffy. La chica negó sin apartar la mirada de la pelea.
── Yo si – dijo Luffy tomando una del plato que seguía en las manos de la pelirroja.
Los cuatro volvieron su atención a la pelea, Zoro estaba sosteniendose con ambas espadas desde el suelo y miraba con furia al hombre. Se abalanzó con rapidez hacia él, más la navaja que este sostenía chocó contra su pecho y se incrustó en él. El sonido de un vidrio romperse resonó por todo el lugar, la pelirroja llevó ambas manos a su boca al ver la sangre chorrear en el suelo.
── ¿Por qué no das un paso atrás? – inquirió el lord.
── No puedo – murmuró Zoro con voz quebrada puesto que se le dificultaba respirar – Si lo hago, mi sueño se perderá.
Mihawk soltó una risa silenciosa y quitó su arma del pecho del espadachin.
── Eres valiente, no lo niego – dijo – Así que te daré el honor de matarte con Yoru.
El hombre rapidamente desenvainó la espada que colgada de su espalda, la hoja de su arma brilló gracias a los primeros rayos del sol que deslumbraban en el cielo y el sonido que sonó por el lugar hizo que un escalofrio le recorriera a la chica. Zoro tomó su tercera espada, aquella el cual no sabía el porqué lo tenía, y se la llevó a su boca.
── A eso me refería – celebró con sorna él levantandose de su lugar.
Ambos corrieron hacia el otro con sus armas en alto, y una vez que chocaron, la hoja de las katanas de Zoro se quebraron en mil pedazos. La chica vio como este se levantaba con pesadez del suelo y tomaba su unica arma que quedaba y la enfundaba una vez más.
La chica miró a sus lados y notó que las olas empezaban a removerse con inquietud ¿Estarán dandose cuenta que ella estaba sintiendose nerviosa? ¿Sabrán las aguas de que se estaba volviendo desesperada por querer salvar a, quien ahora era, su nakama?
Una mano se aferró a su antebrazo, y solo así se dio cuenta de que había dado un paso al frente y que había desenvainado su propia navaja que llevaba escondida en sus shorts. Luffy negó con su cabeza y la atrajo hacia él, evitando que se metiera en la pelea.
── Fuiste derrotado ¿Por qué sigues insistiendo? – dijo Mihawk.
── Una herida en la espalda es la mayor vergüenza de un espadachin – exclamó Zoro extendiendo sus brazos.
El hombre solo susurró un Maginifico antes de que le encestara un gran corte por todo el torso del chico.
── ¡Zoro! – gritó Luffy corriendo hacia el cuerpo caido de su vice-capitán. Ariel le siguió rapidamente y, tomando el saco que había llevado, lo puso sobre la herida del espadachin y presionó.
Un jadeo de dolor salió del chico y la tela se empapó rapidamente de sangre.
── Callate y aguanta – siseó ella – No te duermas o te doy un buen golpe.
Zoro quiso reir ante las venenosas palabras de la chica, más solamente quejidos salieron de sus labios haciendo que la chica presionara levemente la herida.
── Monkey D. Luffy – llamó Mihawk haciendo que el muchacho girara su rostro lentamente hacia él – ¿Cuál es tu meta?
El chico tensó mandibula por un instante y se ajustó su sombrero luego de que un fuerte viento arrasara por un instante el lugar.
── Me convertiré en el Rey de los Piratas – respondió con voz quebrada y volviendo su mirada hacia Zoro, quien respiraba con dificultad.
── ¿Rey de los piratas dices tú? Ese camino es aún más peligroso que derrotarme – exclamó el lord con una sonrisa socorrona.
── No me importa – escupió Luffy – Es lo que voy a hacer.
── Bueno, es probable que lo logres. Este mundo necesita más impredecibles – apuntó el hombre antes de dirigirse hacía el espadachin sangrante – Roronoa Zoro, es muy pronto para que mueras. Vuelvete más fuerte y buscame, te estaré esperando.
La presencia del lord entonces desapareció del lugar, rapidamente los pasos de Ussop y Nami se dirigieron hacia en donde estaban y se arrodillaron junto a ellos.
── Sostengan esto, veré que tengo en mi barco. Llevenlo al suyo y no suelten el paño ¿Entendido? – ordenó Ariel mirando a Luffy – ¿Entendido, Luffy? Necesito que lo mantengas apretado y que no lo sueltes.
El muchacho asintió y, tomando su lugar, puso sus manos sobre el paño. La chica corrió hacia su barco con el único pensamiento de salvar a Zoro, una vez que subió a su bote, buscó en su habitación una caja que le había dado su abuela. En el pueblo, ella era aquella a la cual la gente recurría en cuanto alguien enfermaba o se lastimaba por el simple hecho de que ella manejaba las hierbas medicinales de manera extraordinaria. Hasta una gripe no duraba dos días si tomabas la medicina de la señora Soyturu.
Por eso mismo, en cuanto ella se fue del pueblo, su abuela le dió una caja con todo tipo de hierbas y botellitas para emergencias. Ariel sabía coser una herida gracias a ella, su abuela no solo cuidó de ella sino que también le enseñó todo lo que sabía. Por eso mismo buscaba con desesperación aquella caja el cual parecía no encontrarse en ningún lado. Su desesperación fue grande cuando fue al sótano y tampoco lo encontró allí.
Se sintió desesperada, inclusive su corazón empezó a latir de manera apurada y bruta, su respiración se detuvo por un instante y sus ojos empezaron a oscurecerse. No encontraba lo unico que le había dejado su abuela y un nudo se formó en su garganta al pensar aquello. Subió con dificultad por las escaleras, sus manos se posaron sobre el suelo, intentando mantener el equilibrio y la compostura. No sabía qué le estaba sucediendo ¿Acaso así se sentía morir?
Se arrastró sobre el suelo con manos y piernas, gateando en busca de auxilio; su respiración se había atascado en su garganta y su cabeza empezaba a dolerle.
De pronto, sintió que el suelo bajo ella desapareció, su vista se nubló por un momento y, en cuanto abrió sus ojos, no podía ver con nitidez. Se sintió ligera, como si pesara lo mismo que la pluma más pequeña y suave del mundo, y su cabello flotaba a su lado. Al mirar con atención, notó que los rayos del sol atravesaban el ambiente con una extraña forma distorsionada y notó que ya no estaba en su bote, sino en el aire. Soltó un jadeo pero este se convirtió en burbujas, fue allí que se dio cuenta que el mar la alzaba en el aire.
Un tirón se sintió desde la boca del estomago, una sensación extraña la abrumó en cuanto las aguas la llevaron hacia el oceano.
Pataleó y gritó, más solo las burbujas de aire salían de su boca, su cabello cubría parte de su visión y solo pudo ver como los rayos del sol empezaban a desaparecer. No sentía nada más que paz en ese instante, si iba a morir, que fuese en ese instante. Extendió su mano con debilidad hacia el sol, la cual brillaba en turbulencias. Soltó su ultimo aliento que le quedaba y dejó que sus ojos se cerraran.
«Respira» una voz le dijo haciendo que abriese con debilidad sus parpados, la extraña figura de una mujer yacía frente a ella, no podía verla con claridad, más lo unico que era visible era su cabello tan rojo como el suyo.
Sin pensarlo dos veces le obedeció. Abrió sus ojos grandemente al momento en que jadeó y se dio cuenta que podía respirar bajo las aguas. Miró a su alrededor, el sol estaba apenas brillando en el cielo, más el brillo de aquella mujer iluminaba tenuemente el lugar. Con sus ojos siguió el camino de donde provenía la luz y se dio cuenta de que la forma de aquella extraña mujer salía desde su collar. Aquel collar que su madre siempre le recordaba que nunca debía de quitarse.
Tragó el nudo de su garganta y se aferró a aquello con ambas manos y se hizo bolita. Quizo llorar, gritar, quebrarse; quería volver a casa, quería estar con su familia, estar envuelta en los brazos de su abuelo mientras su abuela le preparaba un té de manzanilla y miel para que durmiese bien. Deseaba volver al pasado en donde su cabeza no corría el riesgo de ser cortada por unos miseros berries.
Una caricia hizo que abriese sus ojos, aquella mujer le sonrió con dulzura y acarició su mejilla haciendo que ella volviese a cerrar sus ojos como una niña pequeña.
«Vive, Ariché» dijo la mujer.
«¿Quién eres?» susurró, por alguna extraña razón, no le sorprendía que su voz se escuchase claro.
La mujer solo soltó una pequeña risilla y el brillo que la rodeaba empezó a iluminarse más al punto que debía de entrecerrar sus ojos.
«Algun día lo sabrás» respondió antes de desaparecer.
Ariel se quedó unos instantes allí, flotando en las aguas mientras las corrintes calidas la abrazaban como si quisesen cuidarla de todo resfriado. Sus manos seguían estando aferradas a su collar y su rostro miraba los tenues rayos de sol que se colaba por las olas marinas.
Sintió una corriente empujarla a la superficie, ella sin dudarlo entendió el mensaje y, extendiendo sus brazos, nadó hacia la superficie. A pesar de que algo muy dentro suyo le suplicaba que se quedase allí, sabía que debía de volver.
Cuando su cabeza salió a la superficie, tomó una gran bocanada de aire y cerró varias veces sus ojos para acostumbrarse a la brillante luz que había en el lugar.
── ¿Ariel? – murmuró una voz caminando hacia ella.
── Sanji... – susurró ella antes de que sus ojos se cerraran y la inconsciencia la llevara a los brazos de morfeo.
El chico abrió sus ojos al ver que se volvía a hundir, por lo que rapidamente dejó la caja en brazos de Zeff y corrió en su auxilio. Se arrodilló en el puerto y, con dificultad, la tomó en brazos. Lucía palida, mucho más de lo normal; respiraba con dificultad y su cuerpo tiritaba por el frio que le causaba el viento.
── ¡Ariel! – gritó Luffy acercandose hacia él con pasos apresurados. Sanji miró la desesperación en el rostro del muchacho y sintió compasión de él.
Luffy había ido corriendo en busca de auxilio hacia el baratie, pidiendo ayuda para su amigo quien había sido herido de gravedad en un duelo a muerte. Para su buena suerte, Zeff y él eran los unicos en la cocina y accedieron a ayudarle.
── Estará bien – calmó el mayor de los tres y posó una mano en el hombro de Luffy – A penas llegues, busca una manta.
El chico asintió y se fue corriendo de allí. Sanji le siguió con pasos apresurados y cargando con ambos brazos a la chica, no iba a mentir de que le preocupaba el estado de Ariel, apenas unas horas atrás habían hablado y reido de tal manera en que se sintió comodo luego de tanto tiempo que verla así le hizo sentir mal.
── Camina más rapido, berenjenita, o a este paso la chica tendrá neumonía – ordenó Zeff.
── Cierra la boca, viejo decrepito – siseó, más él apresuró su caminar y llegó hacia un barco bastante grande. Rapidamente se dirigió hacia donde era, al parecer, el salón principal y notó el cuerpo palido del chico de cabellos verdes sobre la isla.
── ¡Ariel! – gritó Nami acercandose con ojos preocupados – ¡Luffy! ¡¿Qué sucedió?! ¡Hace un momento se había ido a buscar la medicina!
── ¡No lo sé! ¡No lo sé! – murmuró con voz quebrada. El muchacho se sentó en un pequeño sillón y se agarró la cabeza con ambas manos, el rubio notó que estas estaban manchadas e impregnadas de un liquido carmesí – Sanji la encontró así... No lo sé... No sé lo que pasó...
── ¿Ariel? – llamó Usopp acercandose hacía el cocinero, grande fue la sorpresa de la tripulación al ver que este se afferó al cuerpo de la chica y dio un paso hacia atrás.
── ¿Dónde hay una habitación? Debe de estar abrigada – dijo él. El moreno asintió y le llevó hacia un dormitorio pequeño con una cama individual, el chico la dejó sobre ella y tensó su mandibula – Llama a la chica.
Usopp no dijo nada, más bien corrió hacia Nami y le llamó. En unos segundos ya estaba ella allí junto a él.
── ¿Qué necesita? – murmuró ella con preocupación. A pesar de que la chica había convivido poco con ella, se había vuelto parte de la tripulación. Y había un sentimiento en cada miembro de los sombreros de paja que había sido instalado en su ser el cual era que se habían vuelto como una familia, sin importar el tiempo que se hubiesen conocido.
── Necesito que la cambies por ropa seca, que sea abrigada. Prepararé un caldo para cuando despierte – dijo él dejando que ella se acercara rapidamente a la chica.
── Muy bien.
Sanji salió de la habitación con una extraña sensación en su pecho, se dirigió hacia la cocina en donde Zeff cortaba un pescado. El chico removió su cabeza, como si quisese dejarla en blanco para ponerse manos a la obra.
El viejo decrepito sabía hacer su tarea, no por nada había sido una vez capitán de un barco pirata y cuidaba a cada uno de sus tripulantes. El hombre trabajaba con gracia mientras sacaba la piel del pescado, limpiaba y cocía la herida del espadachín y ponía sobre su herida la piel del pescado.
── Es un viejo truco marinero. La piel de pescado ayuda a que no se abra la herida y que se sane más rapido – explicó Zeff mientras recibia otra pieza de piel que Sanji le extendía.
── ¿Estará bien? – murmuró el chico de tez morena con una expressión de disgusto ante el sonido que causaba aquello.
── Escuchen, no les mentiré, ha perdido mucha sangre – respondió el hombre limpiando sus manos con el paño que colgaba de su cadera, su mirada se posó sobre Nami y ella tragó el nudo de su garganta – Puede que sea muy tarde para él.
── Puede que no – replicó Luffy sin dejar de mirar al chico inconsciente sobre la isla.
── Tiene un pie en este mundo y el otro, atrapado entre la vida y la muerte. Deben de encontrar la manera de que se quede en este mundo – indició Zeff – Hablenle o cuentenle historias, inclusive cantar salomas puede servir, lo que sea. Puede que no responda, pero sabrá que su tripulación está con él.
── ¿Qué hay de Ariel? – dijo Usopp.
── Prendí la pequeña chimenea y le abrigué – informó Nami con su mirada perdida.
── Bien hecho – felicitó el de barba trenzada – Eviten que salga, vienen dias frios, no sabemos por cuanto tiempo ha estado en el mar. Puede que hasta no recuerde nada en cuanto despierte, pero en cuanto lo haga, debe comer comida caliente y liquida. No olviden de mantener la habitación siempre en la misma temperatura; un cambio, por más minimo que sea, puede que le cueste la vida.
Todos asintieron a sus indicaciones. La tripulación llevó al espadachin hacia una habitación dejando a chef y cocinero solos en la sala. Sanji empezó a guardar los utensilios y, tomando una gran cazuela, la llenó de agua y dejó que las sobras del pescado no usado cayera.
── Quedate aquí, berenjenita – dijo el hombre a sus espaldas, el chico sonrió suavemente mientras cortaba las verduras que encontró.
── No pensaba irme – le respondió.
── ¿Te ha llamado la atención aquella muchacha? – apuntó Zeff en cuanto notó lo que estaba cocinando el chico. Sanji se quedó paralizado por un segundo antes de verter las verduras cortadas en la cazuela.
── Como he dicho antes, alimentar es lo mismo que ayudar. Si alguien necesita de mi ayuda, estaré listo para ofrecer todo lo que pueda – habló él recordandole las palabras que había utilizado cuando el chef se había negado en un principio a ayudar a los sombrero de paja.
El hombre rio con burla antes de palmear su hombro.
── SI eso dices, pero se a que hora viniste anoche, y he visto de donde salías – informó él a lo que el chico se tensó – Si necesitas de algo, no esperes de mi consejos de amor. Ve a un psicologo si es necesario.
── Calla, viejo decrepito – espetó él con irritación sintiendo que sus mejillas se sonrojaban de gran manera.
Zeff solamente soltó una risotada antes de retirarse con pasos duros y trastabillantes. Sanji negó con una suave sonrisa al ver que su presencia desapareció y siguió su tarea de cocinero. Conocer a aquel viejo decrepito pudo haber sido uno de los milagros más grandes en su vida.
RiderStilinski ── 26/04/2024
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