Un libro.
—¿Que mierda te pasa?, pudiste matarme.
—Tirarte de la cama no te matara Matt —le rodo los ojos—
Era el tercer día en el que ambos se dirigían a sus respectivos castigos después de clases. Matt se encerraba por horas en la sala de cómputo que para suerte de ambos no estaba tan lejos de su cárcel de libros y podían verse de vez en cuando o esperar a la hora de comer.
Esa mañana precisamente era de las tantas pocas en las que se sentía con un humor tranquilo, rayando en la alegría, no es que siempre estuviese enojado o malhumorado pero esa mañana estaba contento para extrañeza de Matt ya que hace un día las calificaciones parciales se otorgaron y como era de esperarse había sido el segundón de nuevo.
—¿Ocurrió algo de lo que no me entere? —Pregunto mientras se ponía una camiseta grisácea al otro lado de la habitación—
De inmediato una sonrisa que hasta el momento había permanecido oculta se ensancho en su rostro, en muestra de un triunfo transparente y casi no aparente.
—¿Quién crees que consiguió el doceavo lugar?
—Umm... pues Linda casi me gana el tercer lugar.... no lo se, no me fije en los demás.
—Tsk, el pendejo que subió al octavo lugar en el conteo pasado.
Matt le miro confundido desde el otro lado de su cama, Mello estaba sentado en la suya mirándole ligeramente recostado sobre muchos almohadones que cubrían la cabecera de la misma. Al no oír respuesta tomo con furia un disco de videojuegos que estaba en la mesita de noche junto a él y la lanzo con furia en dirección a la cabeza de cabellera rojiza quien con suerte le esquivo dando un paso a la derecha.
—¡El pendejo de Mark! ¡Imbécil!
—Ya, ya, no tienes que enojarte, sabes que soy distraído.
—Pero no tanto imbécil.
Porque era cierto, Mark se había esmerado para subir de puesto logrando el octavo lugar, quizá al igual que el Mark sentía una repentina furia hacia Near por tener el primer lugar sin ningún esfuerzo, pero seguía sin darle crédito a que le golpease de ese modo. Solo fue un golpe, pero con la suficiente fuerza para derribarlo, el jamás, nunca habría golpeado a Near con tanta fuerza, prefería mil veces antes consumir tantas tabletas en noción masiva que golpearle, escupirle e insultarle como hizo el ya mencionado y todos los días revivía el recuerdo de las emociones surcando todos sus sentidos en cuanto la noticia llego a sus oídos, la adrenalina y el enojo acumulándose en su estomago.
—¡Mello! —El mencionado detuvo su paso con el que se dirigía por el pasillo— ¡Es Near!
—¿Que con él? —Pregunto con desinterés dirigiendo la vista hacia su amigo que se acercaba corriendo parando el paso frente al rubio—
—¡Un hijo de puta lo golpeo en la acera!, ¡Lo tiro al lodo y dicen que estaba sangrando...! —le grito Matt mientras recargaba sus pulmones con oxigeno—
Lo siguiente había sido un acto instintivo. Corrió pasando de lado a Matt, sin contestarle, solo corrió por los pasillos tanto como dieron sus piernas, empujando de vez en vez a quien se le atravesara. Un sentimiento de preocupación e ira le dominaba, ansiaba ver a Near, quería saber si estaba bien, pero también quería ver al desgraciado para partirle la cara. Al parecer Matt no pensaba diferentes pues corría a su lado.
—¡¿Dónde está ese cabro?! dímelo hijo de puta!
Gritaba en un intento de contener su ira azotando la espalda de su compañero contra la pared en un intento brutal de sacarle información.
Y así, recopilando información fueron a buscarle para la paliza que en palabras de Mello "se merecía" y ahora estaban así, en un castigo del que ninguna de los dos se podía salvar.
El sonido que emitía cada libro en el acto de ser colocado en la repisa se había vuelto un compas relajante que aprendió, con el paso de las horas, era completamente relajante, destensaba sus músculos y las facciones se dejaban fluir sin ninguna preocupación, todo esto junto al aroma de hojas viejas era un sedante que disfrutaba tanto como podía de el. Por primera vez en los últimos días había dejado de preocuparse por todo aquello que acumulaba en su espalda pese a mantener su carácter violento del que el mismo estaba al tanto.
Un libro, otro libro y luego otro de ese, con todos aquellos libros maltratados por los años en una carretilla algo oxidada pasaba por cada pasillo para acomodar cada uno en su respectivo lugar dado su género entre otros factores, con un paño rojo en la mano derecha y el aburrimiento agrupado en su rostro. No miraba nada mas, solo los grandes estantes y los libros que a su vez tomaban, limpiaba y revisaba antes de colocarlo en su sitio.
¡Wash!
Los libros habían golpeado contra los cabellos blancos, tenía los ojos cerrados con fuerza por el impacto y su mano subió a la zona afectada metiendo sus dedos suavemente sobre las hebras blancas, miro hacia arriba y volvió a ponerse de puntillas para tomar el libro que se encontraba hasta la segunda estancia de la repisa, lejos de sus manos.
Sus dedos apenas rozaban una parte del libro grueso que intentaba bajar, no lo había movido ni un poco a pesar de sus grandes esfuerzos pero había logrado tirar unos tantos libros mal acomodados que estaban a los costados del que intentaba alcanzar, estaba de puntillas intentando estirarse todo lo que pudiera su pequeño cuerpo.
—Eres tan patético.
Le miro haciéndole detener sus esfuerzos de estirar y tomar, volvió sobre sus talones y le miro hacia un lado, solo lograba ver su pecho cubierto por la camisa negra, en cuestión de segundo diviso el libro de Genética frente a su cabeza sostenida por una mano con el brazo cubierto por una camiseta negra, se estremeció imperceptiblemente, con extrañeza tomo el libro y dirigió su mirada a quien le había ayudado.
Por extraño que fuera él no tenía el seño acostumbradamente fruncido, su expresión estaba relajada, desinteresada quizá.
—Gracias Mello.
—Cállate.
Se giro dispuesto a pasar por su lado y dirigirse hacia alguna de las mesas dispuestas para una lectura tranquila cerca de las ventanas que daban hacia los tranquilos e inmensos jardines de la casa, pero en el intento de dar un primer paso unos dedos delgados y largos se enredaron entre sus cabellos haciéndole detenerse de inmediato, alzo la mirada grisácea apenas un poco para admirar el rostro de su compañero, pero apenas había logrado mirar su barbilla y los cabellos dorados a los lados de sus hombros.
—Estás enfermo, ¿Que Roger no te dijo que no salieras de tu habitación?
—Pedí permiso para dirigirme así aquí, Mello, debo admitir que me sorprende este comportamiento de tu parte, ahora, si me disculpas.
Avanzo sin mirarle, sintiendo como los dedos se desglosaban de sus cabellos y el calor emanado se desaparecía lentamente con el frio del otoño que se esparcía en aquella tarde dentro de la biblioteca. No había escuchado queja de su parte y de alguna manera aquello comenzaba a desconcertarle, Mello jamás había sido así y no había una explicación clara para ello, ¿Que le golpearan había sido un factor para su repentino cambio de humor?, no, hasta hace un día había sido como siempre, insultándole entre clases y restregándole el hecho de que él era mejor aun después de que su calificación demostrara lo contrario.
Cada vez que estornudaba sentado en la silla de madera escuchaba unos pasos apresurados y después de re-ojo lograba admirar una cabellera rubia asomarse por entre los estante, solo duraba unos segundos para volverse a sus labores. Logro captar su interés, en algún momento pasadas las seis en punto tocio a propósito cubriéndose por su antebrazo y al igual que en anteriores veces llego a ver al rubio asomándose disimuladamente entre los libros.
7:35
—Cabezota, deberías ir a tu habitación, se hace tarde.
En realidad ya se sentía cansado, quizá la fiebre había subido o algo pero no tenía muchas ganas de levantarse, se sentía cómodo y la poco luz que entraba por el ventanal a su lado lo hacía sentir realmente reconfortado.
—¿Me oíste? —Le pregunto haciendo notorio un ligero tono de molestia—
—Si quieres que me retire de la estancia entonces así lo haré, Mello.
Sus ojos grises por primera vez en el día se toparon con los azules, enroscaba su cabello suavemente con el dedo índice sin despegar de la mira a las perlas azules que brillaba con la luz de un atardecer mortecina.
—Yo no dije eso, Maldito mocoso.
—Entonces me quedare aquí, si no es mucha molestia agradecería me dejaras terminar mi lectura para antes de la hora de dormir.
Estaba a su lado, la noche caía y Mello comía de su tableta en completo silencio, el albino miraba y avanzaba con lentitud pagina por pagina del segundo libro de Genética que había escogido en aquella biblioteca, en un principio había separado la vista de las paginas para apreciar a quien se había posicionado en la silla a su lado por pura cortesía pero al descubrir quién era no tuvo otra más que sorprenderse ante el acto, hacía años que no estaban el uno al lado del otro sin alguna clase de confrontación entre sí, ni siquiera hablaban, de vez en cuando lo notaba mirarle atentamente o intentando leer lo que dijera alguna de las pagina en las que se encontraba pero en esta ocasión le miraba contemplar su rostro.
Salto suavemente en su lugar al sentir como se movían suavemente algunos mechones de sus cabellos justo al lado de su ojo izquierdo, con suavidad, como la brisa de un día llovioso apenas rosando su pálida piel, giro un poco su rostro y el gris con el azul volvieron a impactar sobre sus rostros.
—Near... lo siento...
Escucho el susurro salir de sus labios con lentitud, con pereza, con tristeza y con vergüenza, las suaves yemas de sus dedos habían rosado su mejilla que tenía una cortada apenas cicatrizando. Nadie dijo nada después, las mejillas de Mello estaban ligeramente teñidas por carmín y las de el mismo también, regreso la mirada a su libro y la mano que acariciaba su rostro volvió a dirigirse hacia alguna parte de los cabellos blancos.
Si... no lo entendía, pero no iba a intentar entenderlo ahora, al menos no ahora.
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