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Capítulo 5

—¿Qué crees qué estás haciendo? —exclamó, sintiéndose apresado entre la pared y el cuerpo del contrario.

Sabía a la perfección quién era, esa voz suave, pero a la vez muy varonil le era más que conocida. Intentó empujarlo pero varios utensilios comenzaron a caer haciendo bastante ruido.

—No hagas ruido o nos van a descubrir —susurró en su oído.

—¿Acaso enloqueciste? Déjame salir.

Quiso volver a hablar, pero los labios voluminosos del contrario lo hicieron callar, dejándolo en completo shock, con el cuerpo rígido y la mente en blanco.

¿Qué estaba haciendo? ¿Y por qué esos suaves labios se sentían tan bien contra los de él?

—Bonito, no es justo si solo yo hago el trabajo —se quejó, haciendo un puchero apenas visible por la oscuridad del reducido cuartito.

—¿P-por qué haces esto? ¿Por qué no me puedes dejar en paz de una maldita vez?

—Porque sé que tú también lo quieres, Jung Kookie.

Y dicho eso, volvió a impactar sus belfos sobre los del castaño, agarrando su cintura con fuerza mientras poco a poco, con el pasar de los segundos, este se iba rindiendo e iba cediendo a las miles de sensaciones que abarcaban su cuerpo.

¿Por qué está mal si se sentía tan bien besándolo? ¿Acaso era normal ese cosquilleo qué sentía en todo su cuerpo? ¿Cómo es qué nunca se sintió así con Hyuna?

Un montón de preguntas llegaron a su mente, pero las ignoró todas. Esas nuevas sensaciones que estaba experimentando lo cegaron por completo, dejándolo entregarse sin reparos al caliente beso que el rubio le estaba dando. Pasó sus manos por su cuello, aferrándose a su cabello mientras lo sentía apegarse lo más posible a él. Se separaron un par de segundos, jadeando por aire pero sin dejar de mirarse fijamente.

—Eres tan caliente —murmuró sobre sus labios, chocando su aliento cálido contra su rostro—. No tienes una idea de lo mucho que quiero tenerte gimiendo debajo de mí.

Y en ese preciso momento la magia se acabó, como una simple vela que se apaga con la más suave brisa.

—Eres un imbécil —lo empujó con fuerza, saliendo después del cuartito, ignorando los llamados de Park.

—Oye, íbamos muy bien ¿qué sucedió?

—Esto nunca pasó ¿me escuchaste? —advirtió, señalándolo con su dedo índice y el ceño fruncido—. Si te atreves a contarlo te juro que te golpearé hasta deformarte el rostro.

—No diré nada, lo juro —llevó ambas manos a sus mejillas—, no te metas con mi lindo rostro.

Jeon rodó los ojos, bufando, dando media vuelta para marcharse de ahí. ¿En qué diablos estaba pensando cuando se dejó llevar por Park? Había sido un tonto al seguirle ese beso.

[...]

Al llegar a su casa solo dio un aviso de que había llegado y enseguida se encerró en su habitación. No tenía cara para ver a sus padres. Probablemente terminaría soltando todo con una de las miradas serias de su padre.

Varios minutos después su hermana entró, sin tocar siquiera, mirándolo con mala cara y los brazos cruzados.

—¿Te gusta Ji Min? —fue lo que salió de su boca cuando ambos pares de orbes oscuros coincidieran—. Mis amigas escucharon que estaban muy acaramelados en los pasillos.

—Yoo Hyun, deja de hacer caso a los rumores —musitó desviando su mirada hacia la pared ¿Cómo podía mirarla a los ojos sabiendo qué había besado al chico que le gustaba?

Pero no pueden culparlo, los besos de Ji Min lo habían hecho sentir que rozaba el mismo cielo. Por la misma razón no había podido sacar ese momento de su cabeza. ¿Por qué el rubio simplemente no lo dejaba en paz? Ahora no paraba de martirizarse, sintiéndose ansioso y al mismo tiempo culpable, tanto por su hermana como por su novia. Él quería a Hyuna y lo que menos deseaba era dañarla.

Pero había algo de lo que se había dado cuenta gracias a Ji Min, y es que su relación ya no se sentía como al principio. Si bien ellos se llevaban bien y no peleaban mucho, su relación se había vuelto monótona. Hace meses que no tenían sexo, y los besos con la pelinegra ya no causaban esas cosquillas en su estómago.

¿Acaso ya no sentía nada por su novia?

—¿Él te está acosando? —cuestionó, sentándose en su cama—. ¡Ese estúpido prefiere estar detrás de ti cómo un maldito marica, a estar conmigo! ¿Por qué, Jung Kook?

—Yoo Hyun, sabías que él era así antes de confesarte ¿te molesta qué esté atrás de mí, o el hecho de qué también le gusten los hombres?

La miró con el ceño fruncido esperando una respuesta. La chica solo soltó un bufido rodando los ojos.

—¡Ambas! El maldito va y se le declara a mi hermano después de que le confesé mis sentimientos ¿cómo crees qué me hace sentir eso? —exclamó con los ojos cristalizados—. Es asqueroso, no sabes lo que se siente que prefieran a un chico en vez de a tí.

—Ya, calma. Ven aquí —abrió sus brazos, y al instante Yoo hyun se abalanzó a su cuerpo—. Y por favor, ya no hables tan despectivamente de las personas homosexuales, recuerda que mi amigo lo es.

—Papá te castigaría si se entera de que eres amigo de un...homosexual.

—Lo sé.

—¿Por qué tengo tan mala suerte en el amor? —murmuró haciendo un puchero, recibiendo gustosa las caricias de su hermano en su espalda—. Me gustaría tener algo tan bonito como lo que tienes con Hyuna.

Jung Kook soltó una risita, pensando que su hermanita era un poco dramática.

—Solo tienes quince años. Dentro de unas semanas ya te gustará alguien más y olvidarás al imbécil de Park Ji Min —le revolvió el cabello, escuchándola quejarse.

—Tal vez tengas razón.

Jung Kook sonrió, tirándola sobre la cama y haciéndole cosquillas, escuchándola soltar fuertes carcajadas. Así estaba mucho mejor, no quería ver a su hermanita triste, Yoo Hyun siempre iba a tener una enorme sonrisa en su rostro si de él dependía.

—Te quiero, hermano —la menor besó su mejilla.

—Yo también, hermanita.

Y allí, abrazados en su cama, se juró a sí mismo jamás volver a hablar con Park Ji Min, pues no sólo estaba poniendo su vida de cabeza, sino que también había sido el causante del rostro triste de su princesa.

O al menos ese era su plan, pues le fue imposible alejarse de él cuando al día siguiente, su profesor de Historia mandó a hacer un trabajo en dúo para el otro día, y fatídicamente, le tocó con el rubio.

Ahora se encontraba camino a la casa del capitán de baloncesto, pues ni loco iba a invitarle a su hogar. Su padre enloquecería si este llegaba a soltar un comentario fuera de lugar.
Se quedó sorprendido al ver la enorme casa del rubio, se notaba que los Park tenían mucho dinero. No por nada eran tan famosos empresarios.

—Te estaba esperando —la puerta se abrió justo antes de que tocara el timbre, dejando ver al dueño con una sonrisa coqueta.

—Hagamos esto rápido —se adentró, empujándolo con su hombro cuando pasó por su lado—. ¿Estamos solos?

La enorme casa se veía ostentosa por toda la decoración, sin embargo, no habían fotos familiares como en la suya. Solo habían cuadros de arte abstracto o adornos minimalistas, por lo que intuyó que la familia Park no se relacionaba mucho. Teniendo en cuenta que eran empresarios en una exitosa empresa, era entendible que no pasarán mucho tiempo en casa con su hijo; lo sabía porque era un cliché en los dramas que las mujeres de la casa le obligaban a ver.

—¿Te decepcionarías si digo qué no? —profirió seductoramente, acercándose a él—. Aunque ninguno de los sirvientes va a interrumpirnos.

—¿Por qué no imaginé qué un inútil cómo tú no sabría ni organizar su habitación? —comentó de manera sarcástica, rodando los ojos bajo la mirada divertida del rubio.

—Pues lamento decirte que te equivocas. Solo están aquí para cocinar y limpir la casa. Nadie además de mí entra a mi santuario, Jung Kookie —pasó una mano por sus hombros, sonriendo al ver la mueca de fastidio del castaño—. Aunque puedo hacer una excepción contigo, vamos a mi cuarto.

—Oye, podemos hacer el trabajo aquí en la sala —se quejó, siendo arrastrado por el capitán de baloncesto al piso de arriba.

—Pero no estaremos cómodos aquí. ¿O es qué te da miedo lo qué pueda pasar si nos quedamos solos en mi habitación?

—Mira, parece que no te quedó claro la última vez que te lo dije —Jung Kook se apartó de él de golpe, hablando con clara indignación y molestia—. Lo que sucedió fue un maldito error, supéralo ya y vete a buscar a alguien a quien si le gustas.

Ji Min alzó una ceja al escucharle hablar así, soltando un bufido incrédulo. ¿Superarlo? ¿Qué tenía que superar? No es como si estuviera enamorado de él, simplemente quería tener sexo una vez, y luego mandarlo a volar.

—¿A qué le temes tanto? —una sonrisa irónica se abrió paso en su rostro—. ¿Al qué dirán? ¿Por las personas? ¿O acaso, te da miedo que tus papis se enteren?

Lo acorraló contra el barandal de la escalera, sintiendo el cuerpo del contrario tensarse al sentir la cercanía. El castaño lo miró con los ojos bien abiertos, ladeando la cabeza cuando hizo el intento de besarlo.

—No soy homosexual, no me gustan los hombres.

—Repítelo tu mismo hasta que te lo creas —soltó una risita, apegando sus cuerpos—. Deja ya de ser un miedoso, tus padres no pueden decidir lo que es mejor para ti en esta etapa de tu vida.

—Mis padres solo se preocupan por mi bienestar, no pienso ir en contra de sus enseñanzas —frafulló con el ceño fruncido.

—Creí que serías diferente, y resultaste ser un hijo de mami, que estúpido —negó con la cabeza, alejándose.

Jungkook apretó los puños con rabia. ¿Quién se creía qué era el para hablar de esa manera de su vida? Había crecido con un precepto, no iba a cambiarlo solo porque llegara el queriendo transformar su vida y forma de ser. Park Ji Min no era nadie para opinar sobre su persona.

—Al menos mis padres si me quieren —soltó con sorna, alzando una ceja al ver la mirada molesta del rubio sobre su cuerpo.

—Al menos yo no tengo que fingir ser feliz con alguien a quien no amo para no decepcionarlos —soltó de igual manera.

—Tienes razón, no quiero decepcionarlos tal como tú lo haces con los tuyos —escupió bajando las escaleras, dispuesto a marcharse.

—Como dijiste antes, yo no les importo ¿Por qué habrían de decepcionarse en primer lugar?

Jeon se quedó tieso en el lugar al escucharle, siendo su tono tristón el que lo hizo pensar mejor y olvidar su enojo. Había sido muy cruel de su parte decir algo así.

—Ji Min yo...

—Cierra al salir, por favor.

Fue lo único que dijo antes de terminar que subir las escaleras, y encerrarse en su habitación.

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