Capítulo 4
—Mmgh...
Echó su cabeza hacia atrás, sintiendo los gruesos labios del de ojos acaramelados pasearse por su cuello de manera tortuosa, haciéndolo soltar suspiros y jadeos bajos. Observó el cabello rubio algo alborotado, chocando poco después con la mirada pícara del contrario, que le hizo morder su labio inferior deseoso de más.
—¿Te gusta esto, Kookie? —su voz un par de tonos más grave casi lo hace gemir. Los besos de Ji Min comenzaron a bajar por su pecho y abdomen hasta su vientre, donde con una lentitud desesperante, comenzó a bajar su pantalón.
—S-si...
—¿Te gustaría qué pusiera mi boca aquí? —murmuró sensualmente pasando su lengua por encima de la tela del su boxer negro.
Asintió repetidamente, sus mejillas ruborizándose al ver como Park se deshacía de su ropa interior, dejando libre finalmente su necesitada erección.
—Creo que alguien está pidiendo atención —tomó su miembro con una de sus manos, acercando su rostro morosamente, dispuesto a introducir su miembro en su cavidad bucal.
Abrió sus ojos de repente, sintiendo su interior volverse una tormenta de dudas y confusiones, pero predominando sobre todo la estupefacción que le había causado ese sueño. Tragó saliva reteniendo las ganas que tenía de gritar y autogolpearse. Desde esa maldita fiesta Park no abandonaba sus sueños, y ya habían pasado tres días de ello; tres largos días en los que había evitado hablar o encontrarse con alguien en la escuela. Yoongi le había escrito un par de veces preguntándole si se encontraba bien, pues apenas terminaba la clase salía corriendo ignorando sus llamados. Hyuna también había llenado su bandeja de mensajes, decir que se habían visto dos veces en esos días era mucho decir. Pero sobre todo, hacía hasta lo imposible para no toparse al líder del equipo de baloncesto, y hasta ahora había tenido éxito en ello.
Queriendo ignorar los pensamientos en su cabeza, encendió su celular notando que aún era bastante temprano. Aún así, se levantó de la cama para comenzar su rutina diaria de aseo. Una vez vestido y peinado, bajó las escaleras, encontrándose a su madre preparando el desayuno mientras tarareaba una vieja canción.
—Buenos días, te despertaste temprano hoy —saludó sonriente.
—Buenos días, mamá.
—¿Puedes ir llevando lo demás a la mesa, cariño? —preguntó sin mirarlo, concentrada en los pancakes que estaba haciendo.
—Claro.
Se dispuso a hacerlo, viendo a su padre llegar poco después, vestido con su uniforme de oficina listo para irse a su trabajo. Después de haber desayunado subió de nuevo a su habitación, buscando su mochila y el móvil; pasó después por la habitación de su hermana para despertarla y salió de la casa, despidiéndose con un grito de sus padres.
Al salir, la primera imagen que pudo observar fue la de la señora Lee regando las plantas de su jardín mientras cantaba alegremente. Ese día llevaba su cabello trenzado y un vestido de flores de diversos colores, junto con sus pulseras y collares de siempre. Uno de sus gatos yacía sentado a su lado, y parecía como si observara con aburrimiento las calles.
—Buenos días, Jung Kookie —agitó su mano con una sonrisa en su arrugado rostro—. Te he visto algo distraído últimamente ¿todo bien en la escuela?
En serio se preguntaba si esa mujer era adivina. ¿Cómo es posible qué lo notara, aún cuándo sus propios padres y hermana no lo habían hecho? Soltó un suspiro intentando sonreír, pero saliéndole más una mueca que hizo preocupar a la mujer.
—Más o menos —profirió encogiéndose de hombros.
—A ver, cuéntale a ajumma* lo que pasa por tu cabecita —le invitó, señalando la entrada de su casa con su cabeza.
Miró la hora, aún faltaban cuarenta minutos para que comenzaran las clases, y teniendo en cuenta que solo le tomaba unos quince minutos llegar, tenía casi media hora para desahogarse con la mujer. La señora Lee era una de esas personas de mente abierta y de un pensamiento bastante moderno para su edad, y él necesitaba sacar un poco de esa ansiedad que estaba comenzando a carcomerle, porque creía que iba a explotar pronto de no hablar lo que pasaba por su mente.
Asintió, siguiendo a la anciana y acomodándose en uno de los asientos de aquella acogedora salita de estar. Una vez estuvo sentada frente a él esperando a que hablara, bajó la mirada avergonzado y completamente nervioso, mordiendo su labio inferior con fuerza, ya incluso los tenía lastimados de tanto que lo había hecho los últimos días.
—Yo...maldición, no sé cómo decirlo —musitó sientiendo sus ojos cristalizarse. Se sentía culpable ¿por qué debía pasarle eso a él? ¿Por qué no dejaba de soñar con ese momento? ¿Por qué comenzaba a creer qué Ji Min le gustaba?
—Tranquilo Jung Kookie, puedo esperar a que acomodes tus ideas —acarició su cabello con una sonrisa comprensiva.
—Si mis padres se enteran de esto...estoy muerto —miró a la señora con lágrimas corriendo por sus ojos—. M-mi padre, no sé cómo reaccionaría si llega a saberlo.
—¿Es tan grave?
—S-si lo es —profirió entrecortadamente—. Yo...creo que también...me gustan los hombres.
Se quedó observando a la mujer con los ojos abiertos, viéndola alzar las cejas sorprendida ante su confesión, pero apareciendo después una pequeña sonrisa en su rostro.
—No le veo nada de malo, Jung Kookie —llevó sus manos a su rostro, quitando las lágrimas que salían de sus ojos—, es tu vida y puedes hacer con ella lo que quieras.
—No lo entiende —tomó las manos de la mujer entre las suyas, mirándola con desesperación. Necesitaba que le dijera algo, que era enfermizo ese gusto o que era un asco de persona por fijarse en otro chico; cualquier cosa que le dijera que esos sentimientos que comenzaba a desarrollar eran un gran error—. Mis padres...ellos odian a los ho-homosexuales, creen fielmente en Dios y sus mandamientos.
—¿Pues qué quieres qué te diga? Estamos en el siglo XXI, no es tiempo ya de seguir discriminando a las personas por sus gustos, Jung Kookie.
—Pero...
—Escucha, no es malo que sientas atracción por un chico, eso no te hace una mala persona ni va a cambiar quien eres. Tus padres te han enseñado algo, pero ya eres lo suficientemente mayor para decidir lo que está bien o está mal —habló comprensiva—. Ahora deja de llorar y vete a estudiar ¿porqué sabes qué si es malo? Quedarse tonto.
Rió un poco sorbiendo su nariz, dándole un abrazo en agradecimiento a la mujer antes de marcharse. Durante el corto trayecto siguió pensando en las palabras de la anciana, llegando a la conclusión que por ese día dejaría de pensar en ello. Ya sea que le atraen los chicos o no, ese día solo iba a centrarse en adelantar un pedazo de su canción, la cual se había quedado estancada. Quería presentarla en el show de talentos y solo tenía un par de semanas para dejarla lista, debía volver a recordarle a Yoon Gi que lo ayudara.
Por otro lado...
—Ji Min, mira quién viene por ahí.
La voz de su mejor amigo lo hizo alzar la cabeza de su teléfono, viendo al castaño que lo estaba evadiendo desde hace días caminar tranquilamente hacia su primera clase. Sonrió de lado, acercándose a él de manera cautelosa.
—Hola, Kookie —soltó una vez estuvo a pocos centímetros de distancia.
El mencionado se tensó, deteniendo su paso y quedándose completamente en blanco. Ji Min pasó una mano por su hombro con total confianza, su sonrisa haciéndose cada vez más grande.
—Su-suéltame.
—¿Te pongo nervioso? ¿Acaso estás recordando lo qué viste ese día en la fiesta?
—¡Cállate! —exclamó intentando alejarse de él, pero el rubio se lo impidió sujetando su cintura con firmeza.
—¡Oh vamos! Estoy seguro de que estás enloqueciendo porque no paras de pensar en lo que hubiera sucedido esa noche si no fueras un gallina —murmuró, acercando sus labios a su oído.
Vio a una par de alumnos rezagados que todavía no habían entrado a clase, murmurar entre sí mientras analizaban la escena. Sus manos comenzaron a sudar y sus labios se fruncieron.
—¡Ya basta, de-déjame! —forcejearon un poco, pero el de ojos acaramelados no estaba dispuesto a soltarle—. ¡Te dije qué me sueltes!
El grito hizo eco en el pasillo, dejando algo atónito a Ji Min, que se alejó observando los orbes oscuros del contrario comenzar a cristalizarse, además, ahora que se fijaba bien, Jeon tenía los ojos rojos y levemente hinchados, como si hubiera estado llorando minutos atrás.
—Ji Min, ya déjalo irse —le pidió Taehyung, viendo la condición en la que se encontraba el castaño. El chico estaba temblando y constantemente pasaba sus manos por su pantalón para secarse el sudor.
Jung Kook salió corriendo bajo la mirada confundida de ambos amigos, huyendo del lugar lo más rápido posible. Su corazón bombeaba con fuerza en su interior y su pecho se expandía y retraía con rapidez debido a su agitada respiración, mientras torpemente entraba al baño y se encerraba en uno de los cubículos.
—No es ci-cierto, no es cierto —murmuraba restregando su rostro con sus manos de manera intensa—. No me gustan los chicos, no puede ser. No...no es...
Su voz se rompió en un sollozo entrecortado. Estaba asustado, habían varios de sus compañeros allí y habían observado la manera en la que el rubio se acercó a él, también habían observado el intercambio y la manera en la que se había quedado quieto como un idiota. Estaba seguro que para el final del día ya Hyuna se enteraría de todo, y probablemente, su propio padre también lo sabría.
—Oye...¿te encuentras bien? —se calló de golpe, aguantando la respiración al notar a quien pertenecía la voz.
—¡Vete, déjame en paz!
—Jung Kook, solo estoy yo, abre.
—¡Vete Tae Hyung!
—No me iré hasta asegurarme de que estás bien, sé que Ji Min puede ser algo imbécil a veces.
Tragó saliva, abriendo lentamente la puerta del reducido cubículo, mientras que con su mano libre quitaba las lágrimas de su rostro.
—Estoy bien, ya puedes irte —musitó encarando al recién llegado. El pelinegro lo miró por unos segundos, no creyéndole para nada, pero después asintió, marchándose del lugar.
Jeon miró su rostro en el espejo, notando sus ojos rojos e hinchados, su nariz también teniendo un color rojizo. Se lavó el rostro, suspirando mientras intentaba dejar de lado cualquier pensamiento. Debía centrarse en sus clases, de hecho, ya iba tarde a Inglés con el señor Kim.
Cuando estuvo en la puerta, pudo ver que ya había comenzado la clase y todos estaban en sus puestos. La mirada seria del profesor cayó sobre él, acercándose después a la puerta.
—Diez minutos tarde, Jeon —profirió mirando el reloj en su muñeca—. No tienes permitido entrar, vete.
En verdad no entendía que tenía Kim Namjoon en su contra. Este normalmente era bastante amigable con los alumnos, siendo bastante joven podía congeniar bien con esa tanda de adolescentes, además de que por su buena apariencia tenía a muchas chicas, e incluso chicos, suspirando por un poco de atención. Era alto, cabello rubio cenizo y ojos oscuros afilados, pero lo que más resaltaba, eran esos preciosos y adorables hoyuelos que se marcaban en sus mejillas cada que sonreía.
Sin embargo, cuando se trataba de él parecía que toda su amabilidad de hubiera extinguido. El señor Namjoon no le pasaba ni una cosa, por más mínima que fuera.
—Por favor, profesor Kim —pidió inclinándose. Dígamos que Inglés no era la asignatura en la que más se destacaba, por lo que no podía darse el lujo de perder una clase.
—Ya dije que no, Jeon.
—Oh vamos, Nam, el chiquillo incluso dijo por favor. —Y allí estaba su salvación, el profesor Kim Seok Jin, o más bien, Jin hyung para él, pues era el profesor del club de música y parecía tener cierta adoración por él. No malinterpreten, era simplemente que el hombre adoraba su voz—. Déjalo pasar por esta vez, Nam, fue mi culpa que llegara tarde.
—¿En serio? —alzó una ceja mirando al menor seriamente, pero su rostro se suavizó cuando su mirada incidió en los ojos grisáceos del otro profesor—. Bien, puedes pasar.
—Gracias, Nam Joon-ssi —el contrario le sonrió, dejándolo embobado por un par de segundos.
—Entra ya, Jung Kookie, nos vemos en la tarde.
Le dio una pequeña caricia en sus hebras castañas antes de partir, acomodando después su cabello morado hacia atrás con chulería, ocasionando un par de suspiros de algunas chicas que iban pasando. Kim Seok Jin era otro de los profesores populares, siendo bastante joven también, y uno de los profesores favoritos por su buen humor y su gran atractivo físico.
Carraspeó, debido a que el profesor Nam Joon se había quedado en medio de la puerta mirando fijamente hacia donde se había ido el profesor Seok Jin. El mayor le dio una mala mirada que lo hizo encogerse, y después se apartó, dándole paso al salón de clases.
Las clases pasaron rápido, o al menos eso pensó él, pues se pasó la mayor parte del tiempo distraído, pensando en la letra de su canción. Durante esas horas había podido adelantar un poco más, pero aún seguía faltando gran parte para terminarla.
Ahora se encontraba esperando a su novia, la cual debería terminar en un par de minutos. Finalmente se había llenado de valor para verla, además de que ya comenzaba a extrañarla. Normalmente se la pasaban pegados en cada descanso, pero ahora solo han intercambiado unas pocas palabras en varios días.
—¡Jung Kook! —se le tiró encima, enganchándose de su cuello—. Me alegra que me hayas esperado.
—Quería verte —las amigas de la pelinegra soltaron un bajo "Awww" mientras miraban la escena.
—Vayamos a comer algo —pidió haciendo puchero.
—Lo siento, solo pasé a verte. Seok Jin hyung me dijo que pasara por el club antes de irme.
—Oh —dijo desilusionada, pero después sonrió otra vez—, vayamos mañana entonces.
—Bien, nos vemos mañana.
—Adiós —pasó sus manos por detrás de su cuello, poniéndose en puntillas para besarle castamente. Sonrió incómodo cuando está se alejó, moviendo su manos en señal de despedida.
«¿Por qué ahora se siente raro besarla?», pensó, negando después para deshacerse de esas ideas. Definitivamente sería bueno no profundizar en ellas, pues no sabía a la conclusión que llegaría.
Sin más tardanza se dirigió al club de música, notándolo vacío al instante en el que se introdujo en el lugar. Sólo estaba Seok Jin sentando en el piano, tocando una melodía tranquila.
—Estás aquí —profirió poniéndose de pie, acercándose a él con rostro serio—. Escucha Jung Kook, sé que no debería decirlo, pero eres mi alumno favorito y tengo grandes esperanzas contigo. Lo hice hoy porque no quería que te metieras en problemas, pero no volveré a mentir para salvarte.
—Si, lo siento —agachó la cabeza avergonzado.
—Debes prestar atención a tus clases y ser puntual. Esa beca no te llegará solo por tu voz, la cual sabes que considero hermosa, pero debes mantener tus buenas notas si quieres conseguirla —lo señaló con el dedo índice.
—Si, no volverá a pasar, lo prometo.
—Bien, puedes irte, mañana ven, quiero que ensayemos una canción —palmeó su hombro con una sonrisa.
—Está bien, Jin hyung, nos vemos mañana.
Salió, caminando tranquilamente por los largos pasillos dispuesto a marcharse de allí. Necesitaba un descanso, dormir por un par de horas y tal vez estudiar un poco luego. Sin embargo, sus planes de vieron interrumpidos cuando un agarre en su brazo lo arrastró hacia el cuarto de limpieza.
—¿Pero qué...?
—Shhh, ahora no te me escaparás, Jung Kookie.
Ajumma*: una forma informal de referirse a una mujer mayor.
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