Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8

LILITH

¿Me está mirando?

«Creo que sí.»

No deja de mirarme.

Y eso me está poniendo nerviosa.

—Lilith, ¿quieres comer ahora, o prefieres botanear con tus primos? —me pregunta tía Noemí.

Sonrío con educación, y me concentro en ella y en todos los presentes en la mesa. Ese pecador no merece la pena, ni mi atención. Necesito concentrarme en lo que de verdad importa. No puedo dejar que me afecte, que él me afecte.

—Sí, gracias. Acompaño a Débora y a mis primas a comer —respondo. Me sirve caldo de verduras con carne roja para degustar.

Que rico se ve esto.

—Yo no voy comer eso, tía Noemí, tiene muchas calorías —dijo Constanza, mientras teclea en su celular.

—Es cierto —la apoya Sandra—. Usted sabe la grasa que desprende la carne de pollo en un caldo. Eso se va a tus caderas, y se acumula ahí para nunca desaparecer.

—Eso le pasó a Alicia, una amiga de la secundaria, y ahora pesa seis kilos extra de su peso normal.

Tía Noemí pone una mueca curiosa en los labios, como si no les creyera a estas exageradas, lo que le están diciendo sobre la comida.

—Ay, niñas... ¿De dónde sacan tanta estupidez? —dijo y, aun así, les sirve una buena porción de comida a cada una.

—A lo mejor de internet, tía —responde Débora por ellas, lo que provoca una serie de intensas y pesadas miradas de parte de tía Ilda, tía Isabel, y casi todos mis primos/as.

Si las miradas matasen, Debi y tía Noemí ya estarían en el suelo con varios agujeros en el pecho. Y de paso también me fusilan a mí, porque... ¿por qué no? No les caigo bien de todas maneras, ¿por qué no lanzarme el mal de ojo de una vez?

Por el rabillo del ojo observo al encapuchado... que mantiene sus ojos fijos en mí aunque lo esté ignorando.

Gracias a Cristo tomé la brillante decisión de NO separarme de mi prima lo que reste del día. Tía Isabel y, todos los integrantes de esta familia —incluyendo a mis molestas primas con las hormonas a flor de piel—, quisieron conocer más a fondo a los herma...nastros Bianchi Soto.

Sí..., hasta su apellido demanda nuestra atención.

Al parecer..., esos dos chicos perdieron a su padre y madre de niños y, el padre de Leviatán y la madre de Leonardo se conocieron gracias a una pelea entre sus hijos en la primaria. Se enamoraron y casaron. El padre de Leviatán (Julio), convenció a su esposa de adoptar sus apellidos y cambiárselos a Leonardo, para que la familia adoptara la idea de un cambio.

¿«Un cambio»? Creo que es demasiado cambio que tu identidad sea modificada para siempre.

Me da un poco de pena por Leo, tener que aceptar todo de golpe a los ocho años. Aunque él dice que no le importa, sé que miente al decir que le agrada su hermanastro y su padrastro. Ya han pasado varios años, pero aún no puede verlos como parte de su familia.

Eso me ha contado Débora. Bueno, me la he pasado alternando mis pláticas entre uno y el otro. Pero..., Débora me contó más o menos la mitad de la historia. A Leo no le gusta platicar con nadie sobre su vida, de eso ya me he dado cuenta.

Aunque..., aún no entiendo, ¿por qué Debi tardó demasiado en presentárnoslo? Leo es amable, educado, estudioso, ¿qué problema tiene? O..., ¿será por su hermanastro, que él no quiso aceptar nunca ninguna invitación de mi prima?

A mí también me daría miedo si llegara a casa de uno de mis amigos y, tuviera que presentarles a una persona que no es ni amable, ni estudiosa y que se nota que es floja en los quehaceres del hogar.

Suerte que Sandra se esté encargando de distraerlo. Lleva hablándole sin parar (como cacatúa), desde que llegó con mis primos de quien sabe dónde. Dijeron que querían invitarme pero..., nunca me encontraron —por "más" que me buscaron—, y no querían perder la reservación en el antro.

«Zoquetes.»

Digamos que mi querida prima se está sacrificando por el equipo, porque..., al parecer —y según mi tío consentido—, su actitud apática es una molestia para todos los aquí presentes. Nadie quiere hablar con él o conocerlo. Bueno, si Sandra se está "sacrificando" (porque eso quiero creer yo), está bien visto por toda la familia, incluso por tía Ilda (su madre). Pero..., la verdad, si ese encapuchado se atreve a tocarla sin su permiso, o a aprovecharse de ella..., lo mato. Así es, lo mato. No me importa si me voy al infierno por defender a mi familia. Nadie toca a mis primas o a mis sobrinas. Nadie toca a mi familia.

No les agrado a la mayoría de mis familiares, eso lo sé bien. Pero eso no significa que les desee el mal o algo por el estilo. Yo haría cualquier cosa por mi familia, para mantenerla a salvo incluso me desharía de alguien. Y lo haría sin dudar.

Débora me arrastró a esta silla, poniéndose a un lado de mí, y obligando a Leonardo a ponerse al otro. Y todo, para que Leviatán no me siguiera molestando. Después de ese beso y esa sutil caricia a mis nudillos..., digamos que no me siento segura si me dejan a solas con él.

No sé por qué, pero Leviatán no me da buena espina. Hay algo en su persona, «algo malo» que me pone en estado de alerta.

Aquí encerrada entre estos dos, me siento pequeña y un poco claustrofóbica, pero era esto o dejarme despellejar por el mismísimo Leviatán (Lucifer). Y no planeo ser su víctima ni esta noche ni las que le siguen, o, las que me queden por cumplir mientras resida en casa de tía Isabel.

¿Aún sigue mirándome?

Me da miedo volver a chocar mis ojos con los suyos. Una sensación extraña crece dentro de mí cuando lo miro. Un calor y un escalofrío en el vientre. Una molestia de la que no puedes deshacerte por más que lo intentes. Y era agotador tener que lidiar con esa clase de... ¿sentimientos? ¿Así es como se sienten las muchachas que se sienten atraídas por los hombres?

Esa clase de emociones te conducen al pecado.

Estoy haciendo todo lo posible por no caer en la tentación, pero sus ojos y su torcida sonrisa me lo ponen difícil.

Esto es demasiado.

—Lilith, ¿qué tal está tu caldo de verduras? —me pregunta tía Noemí, sacándome de mis impúdicos pensamientos.

—Bien, muy rico. Gracias tía, está delicioso.

Ella asiente con educación, y mira a mis primas para preguntarles lo mismo.

Todas responden lo mismo, excepto Sandra.

—Pues..., para mi gusto tiene muchas papas tu caldo de verduras, tía... Pero sí, está muy bueno.

Tía Noemí no insiste en preguntarle más, de seguro piensa que no vale la pena; pero..., la curiosidad abunda en mis sobrinas (Val y Sarah), que se sientan a comer con nosotros en la mesa, y las preguntas empiezan.

—¿No te gustan las papas, prima? —le pregunta Valeria.

—No, porque engordan —responde sin más.

—¿Engordan?

—Y empanzan. Por eso no como papas o cualquier otra caloría en el plato.

Yo escucho en silencio.

—¿Tampoco zanahorias? —le pregunta la pequeña Sarah.

—No, esas te dejan con una grasa que se almacena en tu estómago. Te engorda. Igual las tortillas y el pan.

Mis primas le ponen mala cara a la comida.

—O sea... ¿Este caldo tiene calorías?

—Sí, demasiadas, por eso yo no me voy a comer todo, sólo una pequeña porción. Quiero ser delgada y bonita, por eso me cuido ahora, para no sufrir de imperfecciones en un futuro. Nadie te quiere cuando eres fea y gorda. A lo mínimo que llegas es a simpática o agradable para catalogar entre la sociedad, y eso es deprimente.

En ese momento, tanto Val como Sarah, hacen a un lado su plato de verduras. Y le dicen a tía Noemí que no quieren comer hoy más que ensalada o algo que no te engorde.

Okey... Ahora es mi turno de actuar.

Termino de masticar, y me limpio con una servilleta antes de hablar.

—¿No van a terminar de comer su caldo de verduras? —les pregunto a mis chaparritas.

—No, porque engordan —me responde Val.

Asiento, pero no para aceptar lo que me están diciendo, sino para pensar en mi próximo movimiento.

—¿Saben que son los antioxidantes? —les pregunto.

Ambas niñas niegan con la cabeza.

—¿No?... Bueno, y ¿el potasio? ¿Conocen el potasio? —Vuelven a negar con la cabeza—. ¿No?, bueno... ¿Saben que es lo bueno de comer un caldo de verduras como éste, como el que hicieron a un lado después de tanto aprecio invertido en preparación por tía Noemí?... ¿No? Bueno..., lo bueno de comer un caldo de verduras es que tiene antioxidantes, potasio y ricos nutrientes que le ayudan a tu cuerpo a mantenerte fuerte y alerta. Y lo bueno de los antioxidantes es que evitan que te arrugues como una pasa. Te ayudan a tener una piel libre de células muertas —digo, y señalo mis cachetes—. Y mejora la salud en general de tu cuerpo.

—¿En serio? —Mis palabras les sorprenden.

—Sí, y lo bueno de comer un caldo de verduras, es que tiene mucho de eso. Porque tiene papa y zanahoria ricas en nutrientes. La papa tiene antioxidantes. Y la zanahoria tiene fósforo y potasio. La zanahoria te ayuda mantener una mente abierta, y mejora tu visión.

Comparten una mirada de extrañeza y nada sutil sobre lo que ahora piensan de la comida.

—Entonces..., ¿no engorda? —Señala el plato.

—Lo único que engorda es la ignorancia —les responde Débora. Ese comentario no es olvidado por tía Ilda ni por Sandra.

—Claro que no —digo—. La comida no engorda, sólo cuando te excedes. No te excedas, eso es todo. Todo tiene un balance.

—Todo con moderación —me apoya Leo.

—No puedes sentirte culpable por algo tan estúpido como creer que eres fea o gorda. Si la gente se preocupara por eso la mayor parte del tiempo, entonces todos seríamos estéticamente perfectos. Y en mi opinión eso sería muy aburrido. No existiría la creatividad o, historias sorprendentes que impulsan a otras a convertirse en algo extraordinario. Mejor disfruta de todo ahora que eres joven y puedes, porque cuando creces no te das los mismos lujos que ahora.

Noto los ojos en blanco de casi todas mis primas, cuando me escuchan hablar; pero decido ignorarlas.

—¿Por eso tú eres tan bonita, prima? —me pregunta Sarah. Eso provoca que Sandra ahogue una risa burlona.

La ignoro.

—Bueno..., contéstame una cosa, ¿quieres tener arrugas cuando cumplas dieciocho años? —le pregunto.

—No.

—¿Y tú, Val?

—No.

—Bueno, entonces a comer nuestro caldito de verduras. Hay que acabarnos todo lo que nos sirvieron en el plato —las animo.

Mis sobrinas asienten con gusto, y empiezan a comer.

Tía Noemí me mira, me guiña un ojo y, su boca se mueve sin articular palabra alguna; pero sé que me da un sincero "Gracias".

Le devuelvo el guiño.

Saboreo el caldo de verduras mientras las miro, y ellas se animan y terminan todos sus alimentos. Incluso investigan que son los antioxidantes, y que otras comidas tienen ese compuesto para probar y mantenerse fuertes y de mente abierta.

Al parecer, Sandra le dijo a Patricia que yo les dije a mis sobrinas, que la comida es un regalo de Dios, y que debemos alabarla o si no irán al infierno.

Bueno, esa mentira —que todos creen que dije—, le molestó a mi prima Patricia y a su esposo.

«Bueno..., valió la pena viajar cuatro horas sólo para escuchar sus regaños.»

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro