
Capítulo 7
☆ Editado ☆
LILITH
Patidifusa, me congelo en el marco de la puerta. Nunca había visto una expresión como la suya: descarada y frívola, resplandeciente gracias a una máscara de belleza apolínea que luce unas espesas cejas y pestañas de resguardo para el tesoro más preciado que he visto en un hombre: sus ojos. Un par de esmeraldas que parecen alhajas hechas para admirarse en el centro de una mesa imperial.
«Hermoso.»
Una sonrisa tira de sus labios y, contengo el impulso de soltar un suspiro de extraña agitación.
—¿Hola?
Su voz profunda me sumerge en un estado de entumecimiento mental; pero me recupero a tiempo aclarando mi garganta, y controlo mis exaltadas emociones recordando que debería estar más asustada que curiosa ante la presencia de un extraño.
Porque sí, será más guapo que la mayoría de los chicos que he visto, y su conducta tiene un deje de misterio que lo vuelve tentador, pero la realidad con la que vivo me dice que debo mostrarme menos embelesada para tratar con un chico, porque es lo que se me ha enseñado; lo correcto, según las normas para señoritas.
«¿Cómo se me ocurre pecar de pensamiento?»
—Ah... Yo...
—Soy Leviatán —se presenta sin acercarse.
«Un monstruo.»
Su nombre se asocia con el de una criatura monstruosa de la mitología bíblica. Pensar en ello me despierta de mi ensoñación para recuperar mi voz:
—Qué nombre —comento en un adecuado tono de sarcasmo mientras me entretengo con mis manos—. ¿Qué haces husmeando en mi habitación temporal? ¿Te enviaron los gemelos o fue cosa de Fernando? —lo interrogo.
Él, luciendo confundido, no sabe qué responder:
—Disculpa, sólo me equivoqué de habitación. No quería causarte molestias.
—¿No sabes de lo que hablo?
—No.
—¿Y por qué luces nervioso?
—No me gustan los interrogatorios.
Nos está mintiendo.
«Concuerdo.»
Pero me ve usando una bata de baño, y una pequeña ola de vergüenza me calienta la espalda baja.
«Ay, esto es tan incomodo.»
No te intimides; eso es lo que él está esperando.
Ya me dí cuenta. Gracias. Porque de eso se aprovecha para lanzar la siguiente bomba embarazosa:
—Bueno, tampoco me ayuda conversar con una mujer hermosa que no tiene ropa debajo de su bata. —Da dos pasos al frente para luego continuar—: Y que está a pocos metros de él con la única intención de conocerse. —Vuelve a avanzar—. Eso puede poner nervioso a cualquiera, chula.
—Ah... —Me bloquea su falta de decoro—... ¿Cómo me llamaste?
No sé cómo manejar esto. Me han llamado de muchas maneras, pero nunca algo semejante a un adjetivo que signifique «lindo», menos por parte de un extraño.
Se detiene a los pies de la cama y retoma su sonrisa malintencionada, tentadora y cómplice de la Lujuria. «Peligro.» Sí, las alarmas suenan en mi cabeza cuando la razón entra por la ventana: ¿Quién es este sujeto? Y, ¿cómo se atreve a entrar sin invitación? ¿Será el novio de Constanza? No lo creo, mi tía Hilda no lo aprobaría.
Aún sosteniendo mi biblia, me pregunta:
—¿Cuál es tu nombre?
—Lilith.
—¿Como la primera mujer?
Me muerdo el labio inferior.
—Sí.
—Y... ¿tus padres aceptaron nombrarte como la diabólica fémina que desafía las normas del «Paraíso»? —pregunta, irónico, mientras coloca la biblia en su pecho y le da toquecitos a la tapa con su índice—. Porque me da la impresión de que eres muy cristiana.
El chico tiene un punto, Lilith.
—El significado de un nombre no define a la persona —me defiendo.
—Tienes razón. —Deposita la biblia en la cama y esconde las manos en los bolsillos de su sudadera—. Los dos portamos nombres muy extraños.
Me encojo de hombros con una ligera sonrisa en los labios. Estar a solas con él me pone nerviosa, pero también despreocupada. Como si su energía fuera contagiosa.
—¿No te preocupa meterte en problemas? —le pregunto—. Digo, eres mayor, un extraño, entras a un cuarto que no te corresponde con una débil excusa de invasión... —enumero—. Podría seguir, ¿sabes? Tienes muchos puntos en tu contra.
—Valdrá la pena.
—Seguro que sí.
Me mira por largo rato antes de soltar:
—Me caes bien. Eres sarcástica.
—Y tú no estás tan mal.
Suelta una pequeña risita que tira de mis labios para una sonrisa.
—¿No te dan miedo mis acusaciones?
Ni siquiera tiembla cuando responde:
—Tranquila, abogada. Estoy manteniendo una sana distancia.
—¿Y el abuso de privacidad? ¿Cómo lo justifica?
—Lo dije antes: me equivoqué de habitación.
—¿Estás seguro?
—¿No me crees?
—Me dio la impresión de que estabas buscando algo. Lo que me hace suponer que tu tentador acercamiento es sólo para distraerme.
Contiene una palabra en la boca que me suena a un «No». Pero, sin embargo, lo que me responde es:
—Me intrigas.
Un leve rubor pinta mis mejillas y me avergüenza levantar la vista.
—Otra vez estás esquivando la pregunta.
—Lo siento, pero eres demasiado encantadora.
Mi espalda vuelve a calentarse, pero me obligo a hacer el ridículo con tal de mostrarme fuerte. Debo tener la cara rojiza y los labios trémulos por culpa de los nervios cuando levanto la mirada y le pido:
—¿Podrías irte?
Para mi buena suerte, él asiente.
—Lamento las molestias —vuelve a decir. Hace el amago de retirarse, pero antes añade—: Y no, no estaba buscando nada fuera de lo normal en su habitación, abogada. Sólo me dio curiosidad inspeccionar un espacio aparentemente vacío.
—¿No revisaste el ropero?
—No soy tan descarado.
—Me tranquiliza oír eso.
Me guiña un ojo con natural atrevimiento y reprimo una mueca incómoda ante su desvergüenza. «Menudo sujeto.» Parece que no le dan miedo las represalias. O ¿tal vez piensa que no soy una amenaza porque soy muy penosa? ¡Ja! Si él supiera. Sí. Si él supiera no estaría demorando tanto en irse.
—Te veo después, chula.
Su despedida suena a promesa.
—¿Te vas a quedar?
—¿En la casa de tu tía? Sí.
—Pero, ¿eres amigo de uno de mis primos?
—No.
—¿Novio de alguna de mis primas?
—Tampoco.
—Entonces, ¿quién eres?
—Puedes llamarme Levi.
Frunzo el ceño al oír su respuesta.
—Eso no fue lo que quise decir.
—Lo sé, pero por el momento te tiene que bastar.
«El misterio aumenta, Lilith.»
Tienes que admitir que es divertido. Venga, admítelo.
«Un poco.»
—Ha sido una charla espléndida, abogada.
—Igualmente —le respondo a pesar de haber notado su omisión de la verdad.
«¿Qué haces realmente aquí, amigo?»
Lo veo caminar a la puerta y abrir para después, sin perder la sonrisa torcida de su boca, añadir:
—Esto será divertido.
Él cierra la puerta, y yo la bloqueo. Voy por mi biblia y descubro el lazo del separador en otra página. Pues ésta se encuentra en Rut 2-852, donde unas palabras saltan para llamarme la atención:
Quédate tranquila, hija, pues, haré todo lo que me pidas, ya que todo el pueblo sabe que tú eres una mujer extraordinaria.
☦ ☦ ☦
Nota de la autora:
Sí, ya sé que estoy cambiando muchísimas cosas, pero, les prometo que es para mayor rendimiento de la trama. Además, la evolución del personaje principal es importante para el desarrollo de esta historia, pues necesito que Lilith sea una crisálida antes de convertirse en una hermosa mariposa.
Le agradezco la oportunidad. Espero que estén disfrutando esta historia.
Nos vemos pronto.
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