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Capítulo 59

LILITH

Mis brazos rodean su cuello en automático. Mis ojos se cierran y humedecen debajo de mis párpados. Otra vez. Después de haber desahogado mis miserias por dos horas, ahora estaba llorando de alegría, júbilo, regocijo; sentimientos muy diferentes a las desgracias habituales en mi rutina de gimoteos. A pesar de todo aún conservaba parte de mis mejores facetas conmigo; aunque me hayan humillado, gritado, resentido y, maltratado psicológicamente por años..., aún tenía en mi poder el arma más poderosa e indestructible de esta familia: mi humanidad. No hay nada más valioso que ser tú mismo, en especial... si esa personificación de virtudes: soy yo.

Mamá tenía mucha razón.

He encontrado otra razón para seguir con vida. Y tengo muchas ganas de decírselo, que él es la causa de mi nueva historia por descubrir, que tengo muchas ganas de vivir a su lado lo que aún no se ha contado; pero también tengo miedo de asustarlo, por algunos aspectos en mí, sin resolver aún.

Tengo que hacerme cargo de mis problemas, entender ciertas cosas de mí que aún no han podido ser resueltas, y empezar por conocer un poco más de la historia que nadie ha querido que sepa sobre su sombrío origen, el mismo que dio un hito a mi existencia con preguntas que jamás me imaginé plantear ante mis padres.

Sí..., tengo mucho en la cabeza. Pero ahora, por el momento que comparto con alguien a quien parece importarle más la chica que soy en verdad, en vez de la que aparento delante de la sociedad..., es en quien debería concentrarme. No en papá, o en el biológico, o la agresión de hace años de mi mamá, o los asuntos sin solucionar de mi familia. Ellos han hecho su vida, tomado sus decisiones, y creído lo que les conviene de esta horrible acción que dio origen a mi nacimiento... Leo tiene razón, debo dejar de preocuparme por cada opinión que algún familiar tenga de mí, y empezar a trabajar en mi recuperación emocional y mental.

Me estrecha entre sus sólidos brazos, renuente a dejarme ir, sintiendo la fragilidad de mis trepidas articulaciones; queriéndome, deseándome, amando cada imperfección que resulta insoportable para mí, sobando mi cabeza con mimo mientras me brinda su apoyo con besos suaves a mi cuello.

Entre beso sí, y beso no, dulces y cariñosos, me pregunta con palabras aplastantes por mantener la boca oculta en el hueco de mi cuello, causándome ligeras cosquillas:

—¿Tienes hambre?

Me rio de su donaire, —Qué vergüenza, ¿me rugen las tripas? ¿Pudiste sentirlo?

—No; pero te conozco, y sé que siempre tienes hambre, nenita.

Me rio con un poco más de fuerza, y ánimos de los que creí que engendraría en mí con su simpatía, y también beso un pedazo tierno de su piel, como muestra de agradecimiento, sintiendo su piel erizarse por mi contacto. Guau... Se siente extraño provocar y ser testigo de una sensación como ésta. Y, aunque antes ya había hecho el amor con Leviatán, debo admitir que la conexión que he establecido con él, es muy diferente a la de su hermanastro.

Cada emoción es distinta de la otra, y no todas me resultan del todo cómodas de experimentar; pero... no negaré que cada una tiene su nombre y significado para mí, que me resulta estúpido evitar aferrarme a ellas, y... que si las percibo y puedo jurar mantener una relación con éstas, entonces es mi deber dejarlas fluir y aprender a vivir con ellas.

La verdad es que nunca he estado de acuerdo con algún afecto manifestado por mi sistema. Todos esos sentimientos siempre me han parecido... inútiles. Al menos hasta ahora. Hoy es un buen día para comenzar a sentir amor.

Leo está aquí; sólo quería comprobarlo. Me moriría si mi insana mente me estuviera jugando una broma, si resulta que todo esto es un retorcido juego de algún medicamento que me recetaron hace años, y ahora estaba sufriendo los efectos secundarios de su suministro. O peor aún... que todo esto sea producto de mi imaginación, que todo este País de las Maravillas versión videojuego del terror esté en mi mente como en un gran final inesperado de una serie de televisión.

Sí..., creo que ese sería una buena forma de bromear conmigo, Dios.

Beso otra vez su cuello, y la misma rigidez en los músculos abajo de mis labios, vuelve a apoderarse de su cuerpo. ¿Le gusta?, ¿le gusta lo que le estoy haciendo? Porque a mí sí, y quiero seguir haciéndolo hasta el día de mi muerte.

—Te amo, Lilith... Pero deja de hacer eso, nenita. No quiero incomodarte.

Me rio contra su cuello, —Tú nunca podrás incomodarme.

—¿Nada de lo que haga?... ¿Estás segura?

—Sí, Leo. Te lo prometo.

—¿Incluso si fuera algo... muy, muy, muy... malo? —me pregunta en una duda un tanto temerosa. ¿Por qué el encogimiento en su voz?

Dudo por nanosegundos antes de responder un decidido y nada titubeante:

—Sí.

Separo mi rostro del cuello de su camisa, y nuestros ojos se encuentran. Admiro sus facciones rudas y delicadas que brindan consuelo a ese estado intranquilo en mí sobre el futuro, y la belleza en sus ojos me deja en blanco. Lo único que sé es que lo quiero..., y mucho.

—Nada de lo que hagas podrá incomodarme, lastimarme, o... molestarme —le aseguro.

—¿Lo juras?

Escondo los labios con recelo, ahora sí, temiendo a la duda en el futuro confiable que quiero plantearme, —No podría hacer eso aunque lo intentara —le soy sincera—. Aún tengo muchas cosas que aprender, y algunos malos hábitos que dejar; pero eso no significa que no te crea lo suficiente como para jurarlo.

—Es sólo que tienes miedo —adivina mi pensamiento, con una nota de desilusión en los ojos.

—Todavía... Un poquito —confieso, tímida—. El pronóstico no está a mi favor. Nunca lo ha estado, pero con esta prueba... —Levanto el puño en donde la fotografía instantánea ha sufrido las consecuencias de mi dolor, ansiedad y rabia. Aún con lágrimas en los ojos, prosigo—: me han dejado en claro que, haga lo que haga, jamás tendré un momento de tranquilidad en mi vida.

—¿Por lo que pasó? Ay, nenita, tienes que admitir que esto hubiera ocurrido tarde o temprano. Lo hubieses recordado en algún punto de tu día a día.

—Qué consuelo —bromeo con él.

—A lo que voy es... que... pasó y ya está. Ahora que lo recuerdas, lo que viviste e hiciste, me vas a mentir diciéndome que hubieras deseado nunca haberlo recordado.

Hago un ademán de hablar, pero él me interrumpe:

—¿No eres más feliz ahora que tienes algunas piezas del rompecabezas? ¿Ahora que conoces toda la historia? ¿Ahora que todos han visto lo que realmente eres, y les dejaste en claro lo que sientes?

La determinación y conocimiento en el contexto de sus palabras es lo que me deja sorprendida... y reflexionando. La verdad, es que nunca me había detenido a pensar en lo que se siente ser yo, al menos la versión falsificada de la Lilith real, y... cuando pienso en ella, en todo lo que ahora deberá ahorrar gracias a las pérdidas de máscaras... Bueno, supongo que se acercaría mucho a la felicidad su extracción de mi sistema.

Por el momento, ya no la escucho. Y, aunque supe por esta fotografía que, la que en realidad me hablaba era la voz perdida de Belén, porque... fui yo quien le quitó esa capacidad gracias al trauma en su cabeza, tampoco he vuelto a mantener una conversación telepática con ella o a escucharla.

No hay nada.

Me siento sola aquí adentro, en mi cerebro. Pero... de alguna u otra forma... también es agradable no tener que oír lo que ella opina de cada mínimo movimiento que hago. Sus críticas y malintencionadas intenciones han desaparecido. Ya no tengo necesidad de satisfacer ningún aspecto que ella hubiera aprobado con una gota de sangre como firma. Soy libre...

Y todo esto pasó porque pude recordar ese suceso traumático que olvidé.

Así que... supongo que sí... Soy más feliz ahora que sé la historia. No lo había visto desde esa perspectiva.

—Sí... Digamos que las novedades son como un balde de agua helada —digo, irónica, medio riéndome de mi propia desgracia; aunque ya nunca en un sentido deprimente o desolador como hubiera hecho antes.

—¿Y ésta es muy grave? —pregunta, dubitativo.

—Horrible.

—¿Cómo era la imagen de la fotografía? —dice en un cambio de tema radical, cauteloso y precavido, como si supiera que algo en mí podría colisionar con otro movimiento infalso.

—Imagina lo peor —digo, porque es la verdad. Ni en mil años podría quitarle mierda al acto que dejó en estado vegetal a una niña—. Un recuerdo sepultado... que ahora ha revelado su existencia, de nuevo —digo en bajito, deseando que él no sea el testigo de otro de mis derrumbes—. Sé que podré superar esto.

—Lo harás. Yo te voy a ayudar.

—¿Pero cómo?

—Lilith... Yo... tengo que decirte algo. Y será algo que te impactará... Y entenderé si me odias después, o, decides alejarte porque... porque te amo y no quiero que nada te ocurra a ti o a tu familia, que ningún plan se complete.

Mi ceño se frunce en confusión. ¿Odiarlo? ¿Planes que no se completen? Mi familia en..., ¿peligro? Sé que no usó con exactitud esas palabras, pero así me parecieron a mí. La idea de que ellos corran riesgo de un problema inminente es... extraño. Ellos no me quieren, y yo a ellos nunca los he soportado. Aun así, y, quizás es por costumbre, pero no me imagino futuras festividades sin ellos.

No comprendo lo que dice. Y... por la cara que pongo, sé que Leo adivina cuán perdida me encuentro por su confesión de remordimientos. Al menos, me alegra que esta vez sea por asuntos externos a mis cotidianas lagunas.

—Dime —le animo a continuar, aceptando cualquier clase de repercusión que incluya saber más en tan poco tiempo de recuperación mental.

Abre la boca para iniciar, pero una voz, a lo lejos, interrumpe sus futuras sílabas.

—Con que aquí estás, hermano mayor —dice Leviatán, bromista y relajado, mientras se acerca a nuestras siluetas sentadas y apoyadas en la fría pared de este pasillo—. Te he buscado por todas partes.

Los ojos de ambos hermanastros se encuentran. Leo parece nervioso por algo, y Levi con un puntapié dominante que deja en claro quién tiene el control de la situación.

Pero..., ¿por qué?

¿A qué se deberá?

Levi me mira en cuestión de segundos, cuando su retar de miradas con Leo termina. Me dedica una sonrisa afable, cómplice, y... de un amante a otro.

—Hola, abogada. —Se sienta a mi lado.

—Hola —lo saludo, correspondiendo su sonrisa tentadora con otra.

Quizás sean los moretones en su cara, pero su figura natural, y a veces encorvada, se ha desvanecido, y renacido de las cenizas ésta valentía oculta tras sus kilos y kilos de ropa que usa normalmente como escudo. Ahora luce un poco más amenazante, con una nota amarga y fría... en sus hermosos ojos brillantes de serpiente. Lo extraño es que... cuando él me sonríe o mira, ese aspecto vacío en sus ojos se desvanece, como si algo dentro de él hiciera click y lo obligara a comportarse como un caballero conmigo.

Como... el primer beso que me dio en el dorso de mi mano, o, la dulzura en su mirada y buenas intenciones en sus palabras al hablar conmigo. No pude entenderlo hasta que vi a través de su dolor... a su verdadero rostro caminado por las brasas de un infierno personal, uno que conozco muy bien.

Pero..., y quizás pareceré tonta volviendo a preguntarme esto: ¿por qué? ¿A qué se debe el cambio de actitud con Leo? ¿Es porqué lo golpeó? Si es así lo entiendo, pero creí que había dicho que ama a su hermano tanto o más que yo. No puede estar enojado con Leo para siempre, ¿o sí? ¡Son hermanos!

Eso me pone a pensar...

¿Yo estaré enojada con mi familia eternamente?

¿Con mis padres..., por haberme mentido?

¿Con mis primos..., por haber sido víctima de sus múltiples humillaciones?

¿Con mis tías..., por haber menospreciado y arruinado psicológicamente?

¿Con Patricia..., por la bofetada de mi vida?

¿Con Débora..., por la traición del siglo?

No lo sé...

Uno de los dedos de Levi aparta un mechón rebelde de mi rostro, poniéndolo detrás de mi oreja como gesto de estadía en la tierra, —¿En qué piensa esa cabecita tan bonita que tienes? —murmura con voz suave y ronca, sin importarle la presencia de Leo al lado de la nuestra.

Miro de soslayo a Leo, y descubro que sus oscuros y misteriosos ojos están fijos en mi perfil. Sea lo que sea que lo mantenga absorto en sus ideas, ha decidido mirarme como método de relajación.

Desearía darle un beso, plantar mis labios sobre los suyos y degustarlo como si mi cuerpo pudiera saciarse de él a bocados. Como si estuviera comiendo pastelitos de chocolate a escondidas en mi habitación.

Leviatán, quien naturalmente lee a la perfección mi mente, no se equivoca ni en tonalidad de palabras o de acciones, cuando su boca busca el lóbulo de mi oído y lo mordisquea poco a poco, bajo la atenta y nada celosa mirada de su hermano. Sólo veo curiosidad y lenta excitación por el contacto inicial que Levi ha establecido.

No puedo controlarme...

Mis ojos se cierran en automático, cuando siento crecer la llama aflorada en mi vientre, que he negado dejar que me consuma... ¡Rayos! Mi espalda se pega más a su pecho cálido y acogedor, mientras su cosquilleo a mi oreja continúa manipulando mis sentidos. Me dejo guiar. Sus manos tientan mis senos alzados y llenitos por las copas del sostén, y una ola de calor me invade el rostro y mi zona íntima. Entreabro los labios como una invitación... y las manos de Leo se unen a las de Levi en su jugueteo seductor.

Mis ojos se abren a ratos. Veo el rostro de Leo acercarse al mío, y sus labios buscan tiernamente la unión de los míos... en un beso profundo, claro y sin más razones que corresponderlo. Y yo acepto, encantada.

Me estoy contradiciendo: nunca tendré suficiente de Leonardo Bianchi Soto haga lo que haga. Su sabor es enigmático y avasallador, se asemeja a comer pastelitos como espía de medio tiempo en mi cuarto. Nunca creí que el amor sería como comer chocolates a las dos de la mañana.

—Quiero ir... —Apenas alcanzo a decir entre resuellos amortiguados por sus labios acaparando los míos—. Quiero ir...

El aliento de Levi eriza mi sensible piel, —¿A dónde, abogada?

Su hermano aparta su rostro del mío, dándole acceso al de Levi para que él pruebe los sabores de mi boca. Vuelvo a aceptar, encantada.

—A otro lado... A otro lado... —consigo decir, esta vez, en los labios de mi primer hombre.

Leo sonríe de manera torcida por mis palabras, complacido por escucharme proponerlo.

Aunque no pueda verlo, porque los labios de Leviatán me mantienen en vilo de deseos oscuros, puedo sentir el rostro de mi amor acercarse a mi cuello extendido por la postura en la que Levi y yo estamos, y susurrar ardientemente... después de depositar un beso en mi piel:

—De acuerdo, nenita. Se hará lo que tú ordenes.

Y sí.

Esa noche, ellos hicieron todo lo que yo les pedí.

📝📝📝
Nota:
Perdón. Perdón y perdón por la demora.
Espero que el capítulo largo lo compense.
Y lo que Venga después de esos besos subidos de tono 😏😏
También les quería decir algo más:
Ya llegamos a las 16k vistas, gente bonita!!!
Yeyyyyyyyy!!!!!

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