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Capítulo 46

VOZ OMNISCIENTE

«Mami nunca debe enterarse de lo que pasa aquí adentro...

¿Por qué mami y papi tienen labios planos y delgados, y yo tengo una boca pequeña con grandes labios?

¿Qué pasó hace veintiún años en esa casa, papá?

¿Quién es Ana?

¿Qué pasó entre ustedes tres hace unos meses?

¿Y ese anuncio en línea?

Esta mujer se parece demasiado... ¿a mí?»

Esos pensamientos surcarán la inestable mente de Lilith, cuando encuentre las piezas correctas del rompecabezas imaginario que está a punto de armar su cabeza, en cuanto Mario le cuente la verdad sobre su padre, y el por qué le ocultó sobre el precio a pagar por desaparecer a LiLith para siempre.

Demasiados secretos. Muchos, en realidad. Y algunos son de vital importancia, para mantener a raya a las personas que intentan controlar las vidas de los demás. Algunos, incluso, son corrosivos, te harán tener pesadillas, llorar en sueños o paralizarte a medianoche. No todos son malos recuerdos o malos entendidos; casi nada es tan complejo como lo pinta la historia.

A veces el amor nos obliga a cometer errores, y otros los obligan a transformarlos en algo más o menos llevaderos para la humanidad. Pero hay otros, sólo pocos, que... son capaces de perdonar lo imperdonable y rehacer sus vidas, con la esperanza de que la persona que acaba de caer a tus brazos no sea tan horrible como lo fue el contenido de su recipiente.

¿Quienes somos para juzgar las decisiones de otros?

¿Quién fue Axel para juzgar la situación en la que se encontró hace veintiún años, si él sabía la clase de pasado que podría interponerse en su matrimonio? Incluso, varios años después, ha podido crecer sabiendo la verdad, ocultando cosas y mintiéndole a las personas que él ama más que nada en el mundo.

Pero... lo hizo por su bien, por el de todos, porque el amor no es sólo ver los unos por los otros, se trata de cuidar a toda tu familia, incluso a la no deseada.

Así que... sí, estoy hablando de ti, LiLith.

«¿Yo?»

Sí, tú.

«Yo no le hago daño a nadie. Y a las personas que te digan lo contrario, es porque en definitiva se merecían su castigo».

¿Quién te crees que eres para decir eso?

«¿Que quién soy? Ni yo misma lo sé. Pero te aseguro algo, mientras yo continúe unida a Lilith, nadie ni nada le hará daño. Jamás».

Quisiera contarles una pequeña historia...

LEVIATÁN

Golpes...

Desde pequeño, los golpes han formado parte de mi vida. Si no era papá, era mamá, y si no era ella, entonces mi querido, enjaulado y sociópata hermano mayor (Lázaro). Ese idiota era un alcohólico que le gustaba cortar su carne más de una vez a la semana, y... cuando se quedó sin espacios para desprender su piel, empezó a usar mi cuerpo para saciar su satisfacción.

Sí, yo también tengo cicatrices, igual que esa niña. Tengo más que ella. Lilith no podría terminar de contarlas. Al menos no se asustó de mis cortes cuando me desnudé frente a ella. Quería que supiera que no era la única cuya piel le avergonzaba; porque sólo personas como nosotros sabemos lo que se siente, la sensación de querer escapar de tus propios pensamientos, de desprenderte la piel y arrancarte los ojos que han presenciado tu propia destrucción... Esas son algunas de las cosas que no te dicen cuando creces medio defectuoso de autoestima.

Nunca me he cogido a una mujer sin quitarme la camiseta, Lilith fue mi primera vez, al menos en teoría, la noche anterior fue una primera vez para ambos, obviamente no iba a quedarme tan tranquilo en mi cuarto y dejar que Leo se quedara con su cuerpo. Ella merecía que alguien mirara su dolor, no juzgara su manera de lidiar con él y, sobretodo, que apreciara cada parte de su cuerpo que, mientras ella creía que era imperfecto, yo aseguraba que era hermoso.

Yo sé lo que ella siente. Yo sé cómo te sientes cuando alguien te mira, y sólo creen que eres una sola cosa insignificante y no un milagro decidido a llenar de risas el mundo.

Era un niño muy enclenque y ojeroso. Lázaro, en cambio, era fuerte, alto y musculoso. Todos lo amaban, nadie sospechó de lo que él o mi madre me hicieron durante mi niñez. Cuando tuve edad suficiente para defenderme, lo hice con todo lo que estuviera en mi mano. Fue ahí en donde lo maté.

Ahora, en lugar de Lázaro, el imbécil de mi hermano mayor por tres meses (Leonardo) estaba ocupando su lugar. Siempre creí que él sería el único que jamás me golpearía, pero ahora veo que nadie está expuesto de recibir una paliza de vez en cuando, menos de parte de su familia.

—¡HIJO DE PUTA! —me grita y golpea sin piedad, hasta arrinconarme contra la pared.

El estúpido de Leo no ha parado de golpearme desde que se enteró de que su precioso ángel me prefirió a mí en lugar de a él. Sabía que Lilith se lo diría. Sabía que ella querría ser honesta con él, antes de admitir sus sentimientos por mi hermano y por mí.

—¡¿POR QUÉ?! —brama en mi cara, al privarme del ruido a mi alrededor, sosteniendo mis orejas y golpear mi cabeza contra la pared en un movimiento brusco—. ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?!

Escupo la sangre de mis encías, y cierro los ojos con el molesto pitido en mis oídos que masacra mi cerebro. Cuando los abro, veo puntos blancos en todas partes, estrellas y manchas rojas por el rabillo del ojo. Éste imbécil me reventó la nariz, los tímpanos y los dientes. Sabía que iba a explotar cuando se enterara, pero jamás pensé que a un nuevo nivel no antes conocido.

Me vendría bien algo de ayuda.

Intento hablar, decirle lo que quiere saber, pero no puedo abrir la boca sin que lo primero que escape de mí sea un hilo de sangre.

—Eres un hijo de puta sin remedio —masculla, y me deja en paz.

Sonrío como un maldito, sin poder evitar que mis piernas fallen y mi espalda se deslice por la pared, hasta caer sobre mis rodillas y usar las palmas de mis manos como apoyo para evitar caer de bruces.

Veo al impulsivo de mi hermano ir de un lado a otro sin rumbo o control. Está perdido. Se cubre el rostro con las manos, y continúa barboteando insultos sin remedio hasta que su rostro se vuelve rojo de ira e impotencia. Se está reprimiendo, controlándose lo mejor que puede —dada su inestabilidad emocional—, para no volver a golpearme.

—Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta —farfulla, mientras se pasea por la desolada habitación de este pasillo olvidado por Dios—. Qué hijo de puta eres... ¡Lo juraste! —grita esto último, cuando se detiene de repente y gira su rostro hacia el mío.

Recupero el aire en mis pulmones.

—Te juré que no haría nada que ella no quisiera —le recuerdo.

Mi sinceridad le duele, puedo verlo.

Se deja caer de rodillas, derrotado e hirviendo de rabia, mientras yo continúo recuperándome.

Por fin, cuando creo que puedo volver a hablar, sin temer desmayarme o vomitar, le respondo lo único cierto en toda esta mierda en la que él y yo nos metimos desde hace tiempo.

—Ella nos quiere a los dos, Leo. —Eso parece calmar sus futuros infartos—. No está obsesionada conmigo... o contigo —trago grueso, y el espeso sabor a cobre absorbe mi garganta—. Ella nos ama a los dos, nos quiere a los dos, nos desea a los dos. Te lo juro.

—Entonces —estruja sus manos con miedo y resentimiento—. ¿Por qué te eligió a ti?

—Porque yo estuve ahí con ella, mientras tú estabas aquí con la pobre y mentirosa Debie, diciéndote cuanta estupidez y media de su supuesta violación por Juan.

—Empezó a sonar convincente después de haberle dicho que yo sabía la verdad detrás de su fachada de hija perfecta.

—Pues la perra te mintió, ella no fue atacada o abusada sexualmente por nadie.

Mi hermano se agarra parte de su pelo con frustración.

—Ella sí está loca, no tanto como Ana, eso te lo aseguro, pero sí le faltan un par de tuercas en el cascarón.

Se ríe con pesar, —Eso no tuvo sentido.

—Ni tú el que le creyeras.

—Le dije que estoy enamorado de Lilith —me confiesa—. Después de eso..., no sé, ella sólo comenzó a llorar y a decirme que no la dejara, que me quería para ella y que jamás me dejaría ir... Me sentí muy mal por ella. Llámalo lástima o sentimiento de culpa, pero me sentí mal por su...

—¿Obsesión? —lo interrumpo, completando la oración.

—Sí —admite.

Pongo los ojos en blanco ante la ironía, —¿A quién me recuerda?

Se vuelve a reír con esa nota amarga en la voz.

—No, no es lo mismo —me responde, sabiendo que ambos hablamos de su obsesión por Lilith.

Mi entrecejo se arruga, —¿Por qué?

—Porque lo que ella siente tiene nombre, límite, condiciones... En cambio, lo que yo siento por Lilith es infinito, no conoce de etiquetas o pienso arrastrarla conmigo a ninguna fosa oscura sin su consentimiento... Ella es mía, aun después de haberla visto hace años con otro, perdido e incluso resignarme en algunas ocasiones a estar solo..., siempre he sabido que ella volverá a mí. Me ama, y lo mejor es que no necesitó acostarse conmigo para descubrirlo.

No dije nada o reaccioné, cuando Leo finalmente admitió esos pequeños detalles, que diferencian cualquier otro sentimiento que haya experimentado con otra, en lugar de su nenita.

Mierda, está perdidamente enamorado de ella. Y yo también. Y no me da vergüenza admitirlo.

—Guau, hermano, eso sonó tan cursi, que incluso me dieron ganas de vomitar —bromeo con él.

Él se ríe, yo me rio, hasta que Leonardo tiene que continuar con su explicación sobre su ausencia durante esa noche.

—Así que, me quedé con ella toda la noche, abrazándola y diciéndole que todo estará bien. Sólo hicimos eso... Te lo juro.

—No es a mí a quien deberías jurarle tus promesas, si no a Lilith.

—Ya lo sé.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Porque me encabroné con ella, perdí el control, me volví loco cuando me dijo que tú y ella. —Hizo una pausa, y ahí se quedó, guardando silencio, sin otra cosa que decir. Yo tampoco tengo nada más que decirle.

Bueno, creo que fue demasiada plática por ahora.

—Tenemos que encontrarla —le digo, al ponerme de pie y limpiar la sangre de mi nariz y boca con las mangas de mi sudadera.

—De acuerdo —él también se puso de pie, limpiando los rastros de sus lágrimas con sus manos.

¿En qué momento lloró?

Borro de mi cabeza ese hecho no comprobado y ambos nos dirigimos a la puerta.

—Oye, siento mucho haberte golpeado.

—No te preocupes.

—Sabes que no puedo evitarlo a veces, ¿cierto?

—Lo sé.

Estamos frente a frente.

—Te quiero, hermano.

Le sonrío, —Yo también, hermano.

— • — • — • — • — • —

Aquí vamos, otra vez...

Espero que disfruten o descansen en sus camas, cuando estén leyendo mi historia.

Me emocionan los comentarios y los votos de toda la gente nueva que se está uniendo a mi trilogía POLIAMOR.

Se les agradece.

Bonito domingo 💜

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