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Capítulo 44

LILITH

Las palabras de papá lastimaron a LiLith.

Aunque no podía verla como antes, como cuando éramos niñas y me divertía con ella en nuestro mundo fantástico, aún podía sentir sus emociones, su rabia, su desesperación o lo que sea que envolviera la mitad de mi cuerpo, cuando ella intentaba burlar la otra mitad de mi cerebro para poder apoderarse del lado que me corresponde. Cuando LiLith se siente amenazada, intenta llegar a mí de distintas maneras; es un poco tedioso, pero he aprendido a controlarla cuando se da el caso de una «amenaza inminente» en mi cerebro.

Lo único que tengo que hacer es sentarme, cerrar los ojos muy fuerte, cantar mentalmente mi canción favorita y mecerme de un lado a otro sin control, mientras recito/peleo contra sus siniestros susurros, tratando de derrumbar la delgada puerta invisible que separa nuestra privacidad.

Estás bien. Estás bien.

—Respira...
Tienes piernas.
Tienes brazos.
Tienes ojos.
Tienes cerebro.
Tienes voz.
Estás viva...

Y repito esas palabras, lo hago una y otra vez, mientras meso mi cuerpo de un lado a otro sin parar, con las rodillas pegadas al pecho y la cabeza echa un manojo de nervios. Respiro, respiro y respiro. Inhalo y exhalo, inhalo y exhalo. No sé cuánto tiempo llevo haciendo esto, llevo meciéndome para calmar su insaciable sed de destrucción, pero si el trasero ha empezado a dolerme y la saliva de mi boca a agotarse, debo llevar aquí como una hora.

Cuando papá estacionó el auto, me baje como alma que lleva el diablo y directo a la capilla del hospital. A veces, los lugares religiosos hacen que LiLith se debilite. Y ella, no ha parado de molestarme desde que papi le dijo que si intentaba volver a apoderase de mi cuerpo, él no dudaría en hacerla desaparecer, pero para siempre, baby. Aún estoy tratando de averiguar lo que eso significa, o, si eso me afectaría de alguna forma. ¿Ya saben?, ¿hacer que ella desaparezca? ¿Eso no dañará la otra mitad de mi cerebro?

El psiquiatra le dijo a papá que la falta de esa "imaginativa" personalidad que yace en la otra mitad de mi cerebro, podría afectar mi rendimiento si la desconectan de mi cerebro.

¿Papá sabe cómo deshacerse de LiLith? ¿Siempre supo cómo? ¿De ser así, cuál sería el plan para hacer que eso sucediera?

Me pregunto si Aarón también sabe cómo, o, ¿fue él quien descubrió cómo hacerla desaparecer? ¿El psiquiatra también sabe? ¿Por qué nadie me dijo nada de esto antes? De haber sabido que existe un método para exterminarla...

«¿Exterminarme, estúpida perra? ¿En serio quieres deshacerte de mí?»

No... No escucho. No escucho.

«Soy tu otra mitad, el lado defensivo y vengador, tu parte buena, no la mala. Soy quien te mantiene a salvo. Soy quien carga tus culpas y soporta los insultos de tu familia. Soy tu amiga. Soy tú. Sólo somos tú y yo contra el mundo.»

No...

«Te amo.»

No, no es así. Tú no puedes amar. Yo soy la que puede amar a otros, a los demás, no tú.

«Auch. Eso duele, Lilith.»

La noto sonreír. Esa estúpida sonrisa torcida que veo en todos, cuando saben que mi yo malvado se manifiesta, como si todos supieran que ella vive dentro de mí y trataran de hacerla aparecer a propósito para lastimarme.

Me cubro las orejas, aún meciéndome de un lado a otro, cuando el persistente ruido en mi cabeza martillea con fuerza la puerta invisible que separa nuestros lados de mi cerebro. El ruido se hace cada vez más fuerte, más intenso, no sé si logré controlarme o si tendré que escucharla por microsegundos para estar en paz con ella. Sé que si, a estas alturas, mis métodos no funcionan, debe ser porque hay algo verdaderamente importante que tiene que decirme, o si no su insistencia en tocar la fragilidad de mis pensamientos no sería tanta.

«Escúchame.»

No, no la escuches. No la escuches.

«Es importante, por favor.»

Me suplica, pero yo hago de cuentas que tengo oídos sordos. Está intentando llegar a mi mente, manipularme o hacerme creer que soy una amenaza, de nuevo, para mí misma. Me obligará a autolesionarme, de nuevo. Obvio, no quería eso de vuelta en mi vida. Jamás.

No...

«Tienes que saber algo sobre papá.»

Niego con la cabeza e intento concentrarme en la letra de la canción que mentalizo.

Ella no puede entrar. Ella no puede entrar.

No debo dejar que sus ideas me afecten, que me manipule o que vuelva a sobornarme con mis más profundos deseos. LiLith es capaz de transformar la lluvia en oro ante mis ojos con tal de despertar mi curiosidad.

«Es importante.»

—No quiero escucharte —digo, en voz alta, pareciendo una completa desquiciada, aquí en el sucio piso de esta abandonada habitación de hospital.

Creo que estoy en el área abandonada del psiquiátrico. Qué irónico, ¿no?

Respiro hondo, con dificultad, mientras me golpeo el pecho con la palma de la mano e inhalo y exhalo como caballo de carreras a punto de cruzar la línea de llegada. No he parado de moverme de un lado a otro, de mecerme como bebé en cuna.

Ay..., odio esto.

Odio sentirme de este modo, como si fuera defectuosa y necesitara recibir unos cuantos golpes de vez en cuando para reiniciar mi cerebro.

—Para de pensar... Para de pensar —me digo.

Sigo con esto, con este ir y venir dentro y fuera de mi propio cuerpo, con la esperanza de debilitar a LiLith.

No funciona. Nada funciona.

—Cristo...

¿Por qué no funciona?

—Respira...

—¿Qué?

—Respira —me repite, en ese tono amable de voz que derrumba por completo mis muros, pero para bien. Siempre será «para bien» con él, con este chico de oscuros ojos que estaría dispuesto a todo por mí. Lo sé, lo veo en sus ojos cuando él mira los míos.

Hiperventilo. Lo hago. A pesar de tener la calma de mi tormenta frente a mí, aun así, mi respiración continúa siendo irregular y las lágrimas inundan mis ojos con la fuerza de mil relámpagos sacudiendo las ventanas de mi casa espiritual.

—No... No puedo... Leo...

Se inclina en una rodilla, justo frente a mí, acaparando mis mejillas con sus manos y limpiando con sus pulgares mi frágil llanto. Hay mucho amor en sus ojos.

—Respira, nenita... Respira para mí, por favor.

Y lo hago. Intento respirar lo mejor que puedo, a pesar de los terribles dolores de cabeza que experimento por el constante ruido en mi cabeza. Ruidos que ella provoca.

—Leo... Por favor —suplico, aunque no esté segura por qué. Por alguna razón, él me hace creer que puede callar los ruidos.

Hay más ruido, cada vez más fuerte, más persistente. Todo está cayéndose a mi alrededor. Todo está muriendo, pudriéndose, yéndose por la alcantarilla; mi vida escapa día a día de mis dedos, y el esfuerzo por tratar de que eso no suceda me asfixia. Siempre me agota. Estoy muy cansada de tener estas pequeñas batallas que nunca terminan. Cuando creo que he superado mis traumas, aparece algo nuevo que me desestabiliza.

—Shh... —acaricia mis mejillas con cuidado—, cálmate, nenita, por favor.

Lágrimas solitarias de miedo, frustración y tristeza empapan mi cara.

—Tranquila... Respira... Concéntrate en mi voz, nenita. Elimina todo a tu alrededor, sólo somos tú y yo.

Hiperventilaciones nerviosa se atoran en mi garganta, —No, no lo entiendes... Ella, yo... Ruido, hay mucho ruido aquí adentro de mi cabeza —confieso, y me entierro las uñas a los costados de mi cabeza, casi desprendiéndome la piel que cubre ésta—. Es agotador... No tienes idea cuánto.

Sus ojos me inspeccionan, y... al final me sonríen con ese afable y sincero carácter que me hace sentir en paz conmigo misma; incluso con LiLith.

Tal vez, por esa razón, digo lo que pienso en lugar de guardármelo, —Tengo miedo; siempre tengo miedo. Es cansado; siempre estoy cansada. ¿Cuál es el maldito punto de este dolor? Sólo sobrevivo otro día para odiarme —sollozo; me sorbo los mocos de la nariz y me limpio con las mangas de mi sudadera.

—Yo también me odio —me confiesa él, tomándome por completo desprevenida—. A veces no me dan ganas de levantarme de la cama o mirarme en un espejo —dice, con la mirada perdida en algún recuerdo—. Es como si al mundo no le gustara que fueras feliz. Sólo quieren quebrarte, no importa cuánto esfuerzo le inviertas a tu vida, siempre surge algo que te impide respirar.

Mi mirada me pesa, mis ojos dejan de derramar sus solitarias lágrimas. Algo dentro de mí se cura mágicamente, como si la grieta en mi corazón fuese suturada con algún tipo de aguja contra viejos traumas o heridas.

Es una puta varita mágica.

—Es horrible.

—Sofocante.

—Pero, hay algo bueno en sentirse así casi todo el tiempo —lo miro—. Es fácil identificar a otras personas con ese propósito en sus mentes.

Bufo en respuesta, pero, al final, ambos terminamos riéndonos como dos chivas locas. No sé si mi risa fue buena o mala, cuando el acabamiento nos venció y nos fundimos en un tierno abrazo que finalizamos con un beso fugaz y un tanto posesivo.

— • — • — • — • — • —

Perdón por no poder actualizar hace un día; el internet de mi celular es pésimo. Ojalá mis padres me creyeran cuando les digo que sólo a los... (no voy a decir la marca del cel), les pasa eso, porque sus celulares no parecen sufrir de falta de internet.
Pero, bueno, así son mis padres, nunca creen lo que les digo 😜

Lo prometido es deuda 💸
No olviden dejar su puntito, plis.

Tengo muchos lectores fantasmas/ fantásticos, y no sé si la lectura es del todo su agrado. Sería bueno leer unos cuantos comentarios.

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