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Capítulo 26

LILITH

La melodía de esta canción siempre me ha brindado calma y estabilidad; es mi ancla en momentos de crisis. Algunos, podrían decirte, que los ayuda a conectarse con esa persona especial que los entiende, y los salva de caer en la triste realidad que muchos llamamos oscuridad; yo, en mi caso, me ayuda a conectarme conmigo misma, porque sólo yo entiendo lo que he pasado, en donde he estado, hasta donde soy capaz de llegar y a donde he llegado.

SÓLO NOSOTROS PODEMOS SALVARNOS.

Esas cuatro palabras me ayudaron a salir de una depresión... que prefiero no recordar y olvidar lo más pronto posible.

Esa chica que se sumergió en su propio océano de desesperación, y, por mucho tiempo permaneció oculta bajo la superficie... Ya no existe.

Me recuperé hace años de aquel infierno que me vi obligada a cruzar yo sola. Nadie me salvó, sólo yo. Esa clase de amor sobrepasa al propio e incluso al término de la historia que creemos única. Es un amor sobreviviente; renacer de las cenizas es un milagro.

«Hazles saber que los entiendes.» «Hazles saber que los entiendes.» «Hazles saber que los entiendes.» «Hazles saber que los entiendes.»

Sí..., también existe otra clase de amor; la clase de amor que encuentras en el ojo del huracán, cuando menos lo esperas y crees que nada podrá ayudarte a salir de aquella situación que creías perdida..., siempre aparece ese alguien que tiene demasiado amor para dar, tiene demasiado amor por los dos, tanto... que puede compartirlo y extenderlo por todo tu cuerpo, hasta convertirte en un ser humano pleno y... digna de amor, de aspirar una vida normal que llene tus pulmones de salvajismo y pasiones ocultas... ¿privadas?

Pero... ¿Qué pasa cuando son dos las que te hacen sentir de cierta forma... prohibida? ¿Sigue siendo amor?

Me aclaro la garganta, y comienzo a tararear y a cantar la letra que leo en la pantalla.

«Por favor, señor, ayúdame a no desentonar.»

I can hear the sound of your barely beating heart...
Pieces on the ground from the world that fell apart...

La sorpresa en mis familiares es palpable.

—Just hold on...
It won't be long...

La intensa mirada de Levi me sonroja.

—I will find you here inside the dark
I will break through
No matter where you are
I will find you...
I will find you...

Si creen que no me doy cuenta, de los penetrantes ojos de Leonardo, mirándome con todo el ardor que representa en mí, están muy equivocados.

—Like the wind that cries
I can feel you in the night
A distant lullaby
Underneath the shattered sky...

El problema, es que no sólo yo me doy cuenta del efecto que produzco en los hermanastros Bianchi Soto.

—Just hold on
It won't be long...

Sí... Débora se percata de ello, de sus ojos, de cómo me está comiendo con la mirada. Y el dolor, oh... el dolor y la pena que llega cuando entiendes que esa persona no siempre es para ti..., es el suplicio menos tolerable que llegas a conocer. Es una condena que no todos aprenden a sobrellevar.

—I will find you here inside the dark
I will break through no matter where you are
I will find you
I will find you...
I'll be the light and lead you home when there's nowhere left to go
I'll be the voice you always know when you're lost and all alone
I won't let you go...
I will find you here inside the dark
I will break through no matter where you are
I will find you here inside the dark
I will break through no matter where you are
I will find you...
I will find you...

No sé cómo, pero consigo terminar, ¡y sin desentonar! Gracias a Cristo.

Cuando lo hago, todos se quedan en total y completo silencio, anonadados, maravillados, pasmados, hasta que... los aplausos y gritos que aclaman mi nombre se transforman en chiflidos y palabras cargadas de ánimos y emociones que jamás pensé que sentiría.

Oh, Dios. Mi familia me está aclamando. Mi familia me está aplaudiendo. Mi familia está gritando mi nombre, para bien.

Y, aunque noto algunas miradas de odio de parte de mis primos/as, no me importa. Esta felicidad me estalla el pecho, convierte los músculos tensos de mi cuerpo en ligamentos saltarines. Todo en mí es dicha y amor.

Claro..., esa satisfacción sólo duró... veintidós segundos...

22 es un número insignificante hasta que te refieres a él, como un evento importante en tu vida.

«Gritos...

Dolor...

Culpa...

Una noticia puede cambiar el rumbo de una persona...

Puede cambiar una vida...

Puede transformarla para siempre...»

—¡MAMÁ! —Todos oímos el grito desgarrador de Patricia. Eso empezó todo—. ¡Mamá, por favor!

Y el llanto... El dolor es un ser desconocido que no conoce de horarios.

Tía Ilda y Débora... Todos, corremos alarmados, al escuchar el ensordecedor llanto de Patito. Fuera de la casa, en el patio delantero, vemos a Patricia... con moretones en las rodillas y presa de la derrotada, llorando e hipando, desconsolada en plena... ¿oscuridad? ¿Cuando se escondió el sol? ¿Cuando ésta nube gris nos desconectó de la paz y la armonía?

«¿Qué está pasando?»

Mis pies, el de todos, se mueven por acto reflejo hacia donde ya hace mi prima.

La vemos. Su mano cubre su vientre, y la otra ahoga sus sollozos.

«Su vientre. ¡Su bebé!»

No...

«Señor mío.»

—¡Mami! —grita y llora una vez más... Y yo, pienso lo peor.

En serio, en serio, en serio, pienso lo peor.

Pienso lo peor. Pienso lo peor. Temo lo peor. Temo lo peor.

«Por favor, Dios. Por favor, Dios. Que no haya perdido al bebé. Que no haya perdido al bebé.»

«Cristo redentor, que sea cualquier cosa menos que haya perdido al bebé.»

«Que no le pase nada a mi sobrino, por favor.»

—Patricia. —Se arrodilla junto a su hija—. ¿Qué sucede? ¿Es el bebé? —pregunta, alarmada, temiendo lo peor (al igual que yo).

Sin pensarlo dos veces, levanta la falda de su vestido verificando (lo que yo pensé), que no tenga el menor rastro de ese líquido rojo, con el que estoy tan familiarizada, en los muslos internos de sus piernas.

«Jesús, Jesús. Por favor, por favor.»

Tía Ilda respira, como si el peso del mundo dejara de recargarse en sus hombros. Y yo, respiro en un alivio, de que no tenga ninguna mancha en su falda o rastros que indiquen un aborto espontáneo.

«Gracias a Dios.»

Ella y el bebé están bien. Que alegría.

Pero..., si no es el bebé lo que la tiene en ese estado, entonces... ¿qué es?

—Mami... —llora como si estuviera en un funeral—. Es Juan.

Oh, no...

Una helada me atraviesa el corazón, una angustia que no sabía que existe, un hierro hirviendo corre por mi columna vertebral hasta nublar mi vista y tapar mis oídos. Es como si mi cuerpo intentara protegerme de la noticia que escapa de los labios de Patricia, a base del llanto que libra su mente y corazón.

—¿Juan? ¿Qué pasa con él? —le pregunta tía Ilda.

A Débora le cambian la cara, las facciones de su rostro, su expresión cuando une los puntos en su cabeza.

Gruesas lágrimas cortan las mejillas de Patricia; su maquillaje es un mar negro de grumos y pestañas postizas. Su pelo castaño y rizado ha perdido su brillo y volumen; parece una bruja, como si se hubiera arrancado las raíces de su pelo por horas y horas.

La desesperación y la pena se reproducen sin cesar, una y otra vez en su cabeza hasta que, ¡por fin!, decide comunicarnos su desconsuelo.

—Mami..., Juan sufrió un accidente —se le quiebra la voz—. Iba manejando y sufrió un accidente en su auto.

El tormento en los ojos de ambas hermanas es perceptible.

Me gusta creer que mi vida cambió a partir de ese día, que no se transformó en el ciclo sin fin de lamentaciones y recuerdos en el que ahora vivo.

Pero no... Me gusta creer eso porque, me hace sentir mejor.

Pero..., ¿a quién pretendo engañar?

Sólo fuimos piezas desechables ante sus ojos, pequeños desperdicios en sus retorcidos juegos. Nunca tuvimos la certeza de nada. Si en algún momento, esa sospecha se convirtió en algo más..., ninguno de nosotros hizo nada al respecto, para evitar el Armagedón que se nos vino encima después de correr al hospital.

«¿Es amor, aun cuando sospechas de los deseos carnales, que te animan a ser quien eres?».

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