Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34

En ocasiones tomar una decisión pueda que nos lleve a que lo deseamos con toda nuestra alma, o como es mi caso, deseo volver de nuevo a caminar y al mismo tiempo tengo miedo. ¿Y quién no ha tenido alguna vez terror de pasar por un quirófano?

Para mi hermana y mi cuñado les resulta muy convincente decirme que me opere, que tras meses haciéndome pruebas y visitando distintos médicos diciéndome el porcentaje que tengo que mi operación salga bien y yo llegue a caminar. Al final me lo plantee y rezando todas mis oraciones, tomé la decisión de operarme.

Y aquí me encuentro, preparada para que me pasen al quirófano. Tomo aire aparentando que estoy perfectamente cuando en realidad mi cuerpo pareciese que fuera de hormigón.

Aunque siento mucho miedo de pensar en que algo me pudiera pasar en el quirófano, me encuentro aliviada de verme rodeada y apoyada por mi familia. Ellos son en estos momentos el eslabón principal de mi vida.

Siendo interrumpidos por una enfermera, ésta muy amable me lleva hasta quirófanos. Me prepara poniéndome cables por todo mi cuerpo y seguidamente noto como mis ojos me pesan, eso es lo último que recuerdo.

Al abrir mis ojos, percibo un dolor de cabeza y como si todo me diese vueltas. Sonrío al saber que estoy viva y a pesar de estar conectada a varias máquinas, me siento más aliviada. Ahora queda mi mayor reto. Poder volver a caminar de nuevo.

Semanas después a la operación, comienzo con mis sesiones de fisioterapia.

Al llegar al lugar donde voy a comenzar mi primer día, veo que no soy la única que está postrada en una silla de ruedas. Hay muchas personas y en diferentes estados. Desde no tener alguna parte de su cuerpo, hasta estar ciegos. Todas aquellas personas que se encuentran en ese lugar tienen algún problema, y sin embargo luchan por salir adelante. Incluso veo como hombres jóvenes juegan un partido de baloncesto sentados en sus sillas de ruedas. En ese momento mientras veía como esos jóvenes jugaban al baloncesto, pensé en Néstor y en como lo veía jugar desde mi consultorio improvisado. Suspiré sonriendo. Eso ya formaba de mi pasado, recuerdos que permanecerán ahí. En estos momentos pienso que lo mejor que puedo hacer es pasar junto a mi hermana dentro del gran pabellón, donde se encuentran mas personas con algún problema haciendo sus ejercicios.

Minutos después me encontraba tumbada en una camilla mirando boca arriba escuchando las indicaciones de Anne, mi fisioterapeuta.

Quería ser valiente y aguantar lo máximo posible el dolor, pero era algo muy complicado cuando me obligaba hacer un sobreesfuerzo sentía como mi cuerpo se oprimía llevando a gritar del mismo dolor.

Para mi suerte y mi mala leche, volví a sentarme en la silla de ruedas jurándoselas a la fisio.

Salí de la sala condenada y con mucho dolor y para no ser menos discutiendo con mi hermana.

—Yasmina para. No hace falta que te pongas así, es tú primera sesión es normal que te duela hasta el alma. Te entiendo pero debes ser fuerte si deseas volver de nuevo a caminar.

—Mira Yanira, hazme el favor de cerrar el pico. Tú no puedes entenderme porque no te hayas en mi situación. No sabes cómo me siento en estos momentos.

Comencé a empujar mi silla de la misma mala leche que sentía recorrer cada célula de mi cuerpo cuando de pronto me choco con otra silla. Perfecto menudo choque nos hemos damos, tanto que caía al suelo. Perfecto, lo que me faltaba para rematar.

—Es que no ves por donde vas.

—¿Acaso tú no sabes conducir tu silla? Dame la mano te ayudaré a sentarte.

—No déjalo.—En esos momentos no estaba yo para mucha amabilidad. Como soy así de cabezona, intenté levantarme y sentarme por mí misma en la silla. Pero a quién pretendo engañar. Verme en esa situación y más siendo observada por otra persona acaba por destruir cada defensa.

—Yasmina, estás bien. ¡Ay, Dios mío! Ven déjame que te ayude. —Mi hermana estaba preocupada por mí y yo me encontraba llorando como una niña de tres años. Con la ayuda de mi hermana me senté de nuevo en mi silla. Entonces puede ver el rostro de aquel hombre que pretendía ayudarme.

—Gracias por ayudar a mi hermana, discúlpemela esta algo nerviosa.—Se disculpaba mi hermana mientras yo me quedé asombrada ante aquel hombre. Era moreno, con su cabello negro como el azabache, unos labios carnosos y unos ojos azules como el mar, tan radiantes y lúcidos como una apuesta de sol. Y para que voy a mentir. Aquellos ojos azules me recordaron a los de Isaac. Sentí un breve calambre en mi corazón, sabía que entre Isaac y yo nada volverá a ser lo mismo. Él decidió tomar su camino a pesar de expresar en tan pocas palabras lo que sentía hacia mi. Tanto que ha día de hoy me pregunto porque no me ha hecho ni una simple llamada. Néstor al menos me telefonea y me escribe por las redes sociales.

En fin, que en ocasiones ponemos los ojos y el corazón en el hombre equivocado para acabar sufriendo en cierto modo.

El resto del día me la pasé tumbada en mi cama pensando en Isaac. Ver aquellos ojos azules y ese rostro tan hermoso del hombre que se encontraba también sentado en una silla de ruedas me hizo  comprender que yo no soy la única que me encuentro en esta situación. Que hay afuera, hay muchas más personas con el mismo problema que yo, o incluso peor.

Al día siguiente, volví de nuevo a la clínica para seguir con mis sesiones, como siempre me acompaña mi hermana.

De nuevo me encuentro tumbada en la camilla haciendo mis ejercicios. Anne me habla dándome ánimos y algún consejo. Aunque me gustaría darle las gracias, no puedo. Es tanto el dolor que siento, que me entra ganas de mandarla al carajo, aunque la mujer no tenga culpa.

Mi enfado se presenta de nuevo, y no solo ese día. Puedo llegar a permanecer así durante varios días más. Cada vez que Anne me dice que me va quitar la silla, la fulmino con la mirada llegando a discutir con ella.

No y no. No quiero que me quiten la silla, sé que tengo que volver a caminar, me costará, podré o no lograrlo, pero no quiero que me la quiten, ella es la que me calma todos mis dolores, sentarme en mi silla hace que todo vuelva a la normalidad. Tanto que mis lágrimas brotan por mi rostro. Me aparto hacia un rincón donde nadie pueda verme llorar, donde puedo mirar hacia la izquierda y la derecha y toparme con casos peores que el mío.

—Toma un pañuelo, y deja de lloriquear. —volteo mi cabeza hacia la derecha encontrándome de nuevo al mismo hombre que me topé el otro día.

—Gracias. Pero no estoy lloriqueando, me duelen mis piernas.

—Como a todos. No te fastidia la otra.

—Perdona, pero no me conoces de nada para hablarme así.

—Te veo todos los días y te escucho como gritas pasándotela todo el rato quejándote. Eh...Yasmina ¿no?

—Vaya, mucho gusto...

—Kevin. Me llamo Kevin Carson. Mucho gusto. Y solo un consejo Yasmina, si quieres volver a caminar, date tiempo, las sesiones son duras, tenemos que hacer mucho esfuerzo y eso nos causa mucho dolor en cada zona de nuestro cuerpo. Pero aun así tú tienes la suerte que volverás a caminar. Mientras yo por ejemplo, lo tengo muy difícil de que vuelva a ser el que era. Da gracias por la suerte que tienes y deja de quejarte tanto.

Con esa simpatía que derrocha, empujó su silla dejándome ahí plantada mirándole como una tonta, alucinando por sus palabras.

Me fui a buscar a mi hermana que se encontraba fuera esperándome para irnos de nuevo a casa.

Durante la noche, apenas podía dormir. Había jugado con mis sobrinos y estaba agotada. Pero lo que más me agotaba era pensar en las palabras de Kevin. ¿En verdad un hombre tan bello como él y joven no podrá nunca más caminar?

Como soy más curiosa que el gato Isodoro, nada más llegar a la clínica, le pedí a Anne que atendiera a otro paciente antes que a mí. Ella aceptó con el trato que tendría que contarle cual a sido el motivo que me ha llevado para aplazar mi sesión.

¿Y cuál era? La necesidad de ver a Kevin.

Me fui hacia una sala donde había más personas haciendo diferentes ejercicios. Y entre esas personas se encontraba el. Me fui directa hacia él, quería verlo de cerca y poder creer en sus palabras.

Y ahí estaba, apoyado en los palos intentando dar un paso. Yo permanecía a un lado, veía como su rostro se contraía del dolor, los músculos de sus brazos estaban tensos, se podía ver el esfuerzo que estaba haciendo y aun así caía al suelo para luego levantarse y volverse a colocar sus manos en los palos y volver a intentarlo de nuevo.

Podía ver como el sudor de su frente resbalaba por su rostro mojando a su vez su cabello, se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo y yo como una idiota me quejaba por nada.

Al terminar su sesión, decidí ir hasta que él. Sus manos masajeaban sus piernas y se veía que estaba adolorido.

—Hola Kevin, ¿cómo te encuentras?—Menuda pregunta.

—Hola Yasmina, ¿desde cuando estás viendo mis sesiones? ¿Y a todo esto a qué has venido?

—Vale no te alteres. He venido porque...—(Piensa Yasmina, piensa rápido en una excusa).

—Qué, ¿acaso te gusta ver como caigo al suelo, como no puedo dar  dos pasos seguidos?—Por su manera de dirigirse a mí se notaba que estaba frustrado, por lo cual guardé silencio y me marché de ese lugar sin dirigirle más la palabra.

Llegué a mi lugar, para comenzar con mis sesiones. Hablé antes con Anne disculpándome y haciéndole prometer que pondría todo de mi parte para poder caminar cuanto antes. Ese día aprendí que yo no era la única que se encontraba haciendo ejercicios para poder tener mi vida, la vida de antes. Hice mis sesiones sin apenas quejarme y sonriendo. Por extraño que me pareciera, aprendí una lección, Kevin me había hecho recapacitar y eso debía hacer, poner todo de mi parte para salir adelante.

Los siguientes días no volví hablar con Kevin, hablaba con los demás pacientes contándonos como vamos con nuestras evoluciones.

Desde lejos podía ver a Kevin como intentaba dar dos pasos seguidos y siempre caía al suelo desesperado. Quería decirle alguna palabra alentadora, pero no podía acercarme a él, al igual que yo, entendiendo que las demás personas nos ven con ojos de lastima. Sin embargo, yo pienso así, y quiero saber cómo se encuentra.

—Kevin, ¿Cómo lo llevas?—Le pregunto lo más seria que puedo conteniéndome de no mirarlo fijamente a sus ojos añiles tan fríos como un iceberg.

—Gracias por preguntar. Ahora si me disculpas me voy.—Me quedo observándole como empuja su silla dejándome pasmada. En verdad Kevin tiene mucho temperamento y al mismo tiempo creo que necesita ayuda.

Yo lo imito y me voy hacia la salida para buscar a mi hermana e irnos al centro comercial para comprarle cositas para mi sobrina.

Llevo horas dando vueltas en el centro comercial, desde luego qué paciencia tengo que tener con mi hermana.

—Yanira, espabila rica que es para hoy.—Le digo a mi hermana que se encuentra probándose unos pantalones. De pronto, mis ojos comienzan a rajarse en agua cuando toco una falta corta y la miro con recelo. Cuanto daría por poder probármela y lucir mis piernas con ella. La dejo en el perchero de nuevo. Para que hacer ilusiones si no puedo ni probármela.

—Por qué la dejas, estoy seguro de que te quedará preciosa.—Primero me sobresalto y después me pierdo en unos ojos azules como el cielo. Es Kevin, y al parecer esta de mejor humor.

—Ya, me la compraría, pero...mejor no.

—¿Estás sola?—Me pregunta de pronto.

—No, he venido con mi hermana. Ella está...Espera...hablando con otra mujer.

—La otra mujer es mi hermana, por lo cual van para rato. Ven vayamos a tomar algo mientras  ellas se quedan comprando.

—De acuerdo.—Un momento, no se supone que primero debo de ser precavida y después dejarme llevar. Le hago una señal a mi hermana indicándole que me marcho y esta asiente con la cabeza siguiendo con su conversación.

Admito que ver tan relajado a Kevin me hace sentir cómoda. Los dos nos vamos hacia una cafetería y nos pedimos algo de tomar. Mientras esperamos que nos traigan un café, veo como Kevin me mira fijamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para dedicarmelo a mí. Sé que no debo ilusionarme, pero aun así me siento como un imán que me atrae de un modo formidable.

Hablamos de todo un poco, de nuestras vidas en general, a lo que nos dedicamos, como ocurrió nuestro accidente y cómo vamos intentando avanzar en nuestras sesiones para lograr caminar. En cierto modo, y a pesar de su semblante serio, Kevin esconde un punto tierno, es fabuloso la manera de expresarme y como me da ánimos para luchar por volver a caminar de nuevo. Al sentir su mano rozando la mía mirándome con esos ojos que tanto me recuerdan a Isaac, me estremece haciendo que la retire rápido, como si ese contacto me quemase.

Y no, no me quema, si no todo lo contario, él intenta ayudarme al igual que yo trato de ayudarle. Pero no quiero que me caigan más lagrimas por poner mi corazón y no utilizar la razón. En estos momentos de mi vida tengo muchas huellas que quisiera borrar y al ser posible no seguirlas más. Quiero empezar mi vida desde cero, recuperarme y ser la que era, algo menos tonta por su puesto.

Kevin es guapo, y hay algo que me gusta de él, aun así no me conviene. Comprendo que me quedan muchas lágrimas, noches de dormir poco, de cuestionarme todo lo que hago, recordar mi pasado porque me siento sola, a pesar de eso la vida continua quiera o no, tengo que rehacer mi vida y dejar atrás mi pasado para centrarme en mi presente, sin olvidar todo lo vivido en mi pasado, esos recuerdos que están ahí, y que tanto me obstaculizan a dar un paso. Pero sé que a pesar de mis lágrimas tengo que ser fuerte y no dejarme vencer por nada ni por nadie. La vida sigue y yo debo mirar hacia adelante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro