Capítulo 3
Otra semana comienza, miro el calendario, ya queda menos para el cumpleaños de mi hermana Yanira. Estoy deseando de poder viajar y poder estar aunque sea al menos unos días juntas y cómo no, poder ver a mi hermano Naím. A pesar de encontrarnos separados por nuestros trabajos, siempre mantenemos contacto.
Reviso mi móvil, no tengo ninguna llamada. Lo que yo te digo, nadie me llama ni para insultarme. Desde luego que deprimente que es mi vida. Admito que yo misma me encerrado en una torrecilla cubierta de dolor, padecimiento y un martirio que aún no logro superar a pesar de haber transcurridos varios años, aún sigo pensando en César, pienso que me agobio y no debería ya ni repasar cada momento que pasé con él. Exhalo desviando mis ojos hacia una revista, la agarro la ojeo parándome en una foto que me llama la atención. Se trata de Néstor. Me río interiormente recordándole y esa manera de enfrascarse conmigo incluso el muy cínico tuvo la osadía de meterse con mi aspecto. Me repaso, a ver qué problema tiene mi atuendo. Voy como debo ir, soy una psicóloga no una stripper. Desde luego que tío más fresco y atrevido, espero no encontrármelo más veces.
Recojo mi maletín, mi chaqueta y las llaves del coche. De nuevo Lunes, otra semana, saludo a Nemesio el guardia de seguridad, el con un movimiento de cabeza me dedica una sonrisa enseñándome su diente de oro, que gracioso que es. Me cae muy bien, incluso un día me presentó a su mujer Bernarda, es un matrimonio que llevan treinta y cinco años casados y se quieren como el primer día. ¡Wuau! A eso si lo llamo yo amor del verdadero, no como los de ahora, cuando menos te descuides ya te ponen el cuerno y para que enfadarte si encima se lleva lo de hacer tríos. Yo pienso que el respeto entre pareja va desapareciendo, y pocas parejas quedan que vivan con su único y verdadero amor.
Envidio a esas parejas que aún conservan su amor a pesar del tiempo transcurrido, a pesar de las dificultades que nos pone la vida, ellos siguen ahí, apoyándose e intentando sobrevivir a esos problemas.
―Buenos Yasmina,―Me giro al ver a Roberto mi compañero y amigo.
―Que tal Roberto como te ha ido el fin de semana.―Le pregunto como viene siendo ya un ritual desde que comencé a trabajar.
―Bien, sabes la semana que viene vamos a dar un concierto me gustaría que vinieras para verme tocar.
Hago una mueca, la verdad que a mí el heavy metal no es mi música favorita, pero ver la cara que pone de ilusión, porque no asistir.
―De acuerdo, dime donde tocáis tu banda he iré a verte tocar.
―Echo, a final de semana te lo digo con exactitud, ahora debo dejarte me toca un caso algo difícil. Nos vemos.
―Echo.―Le digo adiós con la mano, siento una mano que toca mi hombro.
―Mandy, que tal.
―Yasmina, por tu aspecto diría que has tenido un fin de semana de locos.―Me dice Mandy en forma de burla.
―Bueno no ha estado mal, he salido a correr, he visto un par de películas, he ido al supermercado, he terminado de leer un libro, he planchado...
―Yasmina, mira no te lo tomes a mal, pero hija deberías de airearte más, no sé salir más, te dicho muchas veces que me llames y salgamos a tomar una copa, mírate mujer no puedes estar metida en tu caparazón por culpa de otras personas que te hayan lastimado. Eso es agua pasada y tú eres joven, no desperdicies tu tiempo querida.
―Lo sé Mandy, y creo que ya va siendo hora que salga de mi torrecilla si quiero encontrar a mi príncipe, a domicilio no me va ir a buscar.
Me despedido de Mandy quedando de vernos más tarde. Camino para mi consultorio, saludo a mi secretaria y entro revisando como siempre que todo esté en orden y listo para comenzar mi jornada. Me disponía a encender mi ordenador cuando mi secretaria me comunica que alguien quiere verme. Dudosa le digo que pase.
―Buenos días, siento molestar doctora Vera.―Vaya esto sí que no me lo esperaba, tener ante mí nada más y nada menos que a George Rawson, el entrenador de los Laikers.
―Buenos días señor Rawson, no tiene que disculparse aún no he comenzado con mi trabajo, dígame en que puedo ayudarle.
El hombre de unos cincuenta años, alto, de estructura delgada, con cabello negro algo canoso, se sienta mirando hacia el suelo pasándose su mano por su pelo corto, se nota que está algo inquieto. Ver lo así en ese estado me preocupa, tomo asiento enfrente de él, preguntándole que le ocurre.
―Doctora Vera, estoy desesperado, mis jugadores entrenan duro, pero aun así no están a la altura de las competiciones, cada partido es más dificultoso y en el último que han jugado han perdido. Si seguimos así vamos a perder la liga, y eso implica muchas cosas. Entre ellas mi contrato, y el equipo estaría mal valorado, un equipo que tiene muchos seguidores ahora nadie siente esa admiración por mis hombres. Necesito que nos ayude.
―No sé yo que tengo que ver en un equipo de baloncesto.
―La otra vez que estuvieron aquí, salieron algo más tranquilos, al día siguiente entrenaron como nunca hasta Néstor su capitán estaba más motivado, pero al llegar el partido, todo lo que habían luchado se derrumbó. No entiendo que les pasa, no sé qué motivo tienen para no pelear por la victoria. Ellos antes no eran así, daban todo en cada partido y ahora es como si les diera igual. Necesito que los ayude, que les cuente sus problemas y así les estaría ayudando.
―¿Yo? Pero...si...
―Le pagaran bien por su trabajo, por favor doctora Vera, estoy desesperado necesito ayuda, o el equipo correrá el riesgo de no volver a jugar el año que viene.
Me levanto de mi silla dándole la espalda, no sé cómo puedo ayudar a un equipo de baloncesto. Por lo que pude apreciar la anterior visita, los jugadores tienen algunos problemas en sus vidas privadas y al parecer eso le está afectando a la hora de jugar. Suelto el aire acumulado en mi pulmón algo brusco, me giro para volver a mirar a George, al final acepto el trabajo. Un rato después me despido de George quedando en que ir al estadio para poder hablar personalmente con los jugadores.
Al cerrarse la puerta me siento de golpe en mi sillón, desde luego que me maten ahora mismo, yo una psicóloga tratando a un equipo de baloncesto, pero lo que más me preocupa es tener que enfrentarme de nuevo a Néstor, a sus palabras vulgares y la osadía de decirme las cosas como si para él fuese lo más natural del mundo, cuando a mí me hiere de algún modo. Pero no, tengo mi carácter y no pienso que un mujeriego que se la das de sabelotodo, me venga a ridiculizar con sus comentarios, por supuesto no pienso permitirle que haga burlas sobre mí. Este don juan, al parecer ninguna mujer lo ha puesto en su lugar y ya es hora que alguien lo ponga.
Dos horas después, Mandy y yo nos encontrábamos en el estadio de los Laikers. Aquel recinto era grande, había varias pistas donde se podía ver a niños de distintas edades jugando en una pequeña cancha, seguimos caminando mirando incluso a gente paralitica entrenando. Aquello me pareció sorprende, y maravilloso, nunca antes había asistido a un partido de baloncesto y ahora veo como gente de todas las edades practican un deporte tan fácil y divertido. O por lo menos a mí me lo parece. Entremos en un pasillo que nos conduce hasta dos salas grandes alumbradas con grandes focos. Mandy entra en una sala y yo en otra. No es el mejor sitio para una sesión, pero es nuestro trabajo. Me aproximo a un gran ventanal, sin querer mis ojos se clavan en los jugadores, unos están sentados en el banquillo con sus toallas rodeándoles el cuello y cinco hombres altos entrenando. Entre ellos puedo ver a Néstor. Se ve que está entregado al juego, el ser capitán debe tener sus responsabilidades, su gesto es serio, incluso bromea cuando el entrenador les comunica algo. Minutos después todos los hombres desaparecen por un túnel. Yo me aliso mi ropa, tomo asiento detrás de una mesa anotando algunas cosas en un folio en blanco. Media hora después, pasa el primer jugador, Imanol. Le hago que se siente enfrente mía, para empezar la sesión hablamos como si fuéramos amigos, es una táctica mejor para conocer al paciente. Seguidamente continuamos con la sesión, yo escucho a Imanol atentamente anotando algunas cosas que me resultan de máximo interés. Así estamos durante una hora, después pasa otro jugador y otro más hasta que llega el turno de Néstor.
Nada más cruzar la puerta, me quedo contemplando su hermoso rostro, incluso con el pelo mojado le da un toque más sexy. Me reprimo para mis adentros, pero que hago yo pensando de esa forma en este casanova.
Alzo mi barbilla renegando que este casanova hoy se va burlar de mí.
―Qué hay Yasmi, cuánto tiempo.
―Señor Majane, más respeto,yo aquí estoy trabajando, no soy su colega de barrio.―Mi voz suena fría y seca, no pienso permitirle que se tome esas confianzas.
―De acuerdo señorita Vera. Yo solo quería ser agradable, pero viéndole el rostro de amargada que tiene, creo que he sido demasiado simpático.
―Existe el respeto y la seriedad en el trabajo. Como comprenderá no voy a bailarle unas sevillanas. Tome asiento y comencemos.
―No me la imagino yo con un vestido de volantes con lunares. Aunque seguro estoy le haría mejor color a la cara, porque a decirlo mejor, un poco de maquillaje no le vendría mal. Seguro estoy que hasta más hermosa se vería.
Tomo aire por las narices intentando aplacar mis impulsos de pegarle una buena bofetada. Cierro mis ojos intentando relajarme, desvío mis ojos hacia mi folio y comienzo formulándole una pregunta.
Él toma asiento en la silla de enfrente, sus pies casi rozan los míos, puedo notar como sus ojos claros están clavados en mí, consiguiendo que algo dentro de mí se trastorne, si se supone que no iba a dejarlo que me intimidase porque tiemblo como una hoja ante su presencia.
Tomo un sorbo de agua, alzo mis ojos hacia él, y de nuevo una sacuda hace que me agite. Desde luego que tiene este hombre que me atormenta tanto.
Mantengo mis ojos en el sin apartarlos, sigo haciéndole preguntas a las cual él responde con una indiferencia y despreocupación como si con él no fuera la cosa.
―¡Basta ya! Quiere tomarse las cosas enserio, o debo marcharme.
―No sé porque dices eso. Yo le estoy respondiendo a su test.
―Esto no es un juego señor Majane, esto es serio, y yo estoy aquí para ayudarlo. Así que colabore.
―No entiendo como una mujer como tú me dice que me va ayudar cuando eres tú quien necesita más ayuda. Solo hace falta más que verte.
Ya no puede soportarlo más, me levanté y recogí mis cosas, estaba claro que estaba perdiendo el tiempo con ese hombre.
― ¿Te vas? ¿Ya hemos terminado?
― ¿Tú que crees? Sabes yo tengo trabajo, y no voy a permitirte que un tío como tú esté todo el rato a la defensiva, la próxima vez yo no seré quien le atienda, será Mandy o simplemente ahorrase de venir.
Al pasar por su lado, su mano colocada en mi codo me impidió que continúe andando.
―Suéltame ahora mismo Néstor.―Mi voz descarga furia, quería que me soltase, su mano comenzaba abrasar mi piel y si continuaba esa situación podría llegar a perder los papeles.
―Ahora soy Néstor, a ver en qué quedamos Yasmina. Eres muy hermosa Yasmina, debes aceptarlo, no intentes ocultar lo que eres. Debes empezar a ser feliz, vivir en la amargura que vives no te traerá nada bueno.
―No me hagas de reír por favor, qué sabes tú de mí.
―Eres un libro abierto, no hace falta saber que algún cabrón te ha hecho daño para que te ocultes como una tortuga.
―Habló la voz de la experiencia. Debes saber cómo me encuentro porque estoy segura que alguna mujer le habrás lastimado tanto como tener que ocultarse de hombres como tú que solo quiere sexo sin importar lo que puedan sentir otras personas.
―Así piensas de mí.―Su mano sigue sujetando mi brazo, sus ojos claros están entrecerrados y algo más oscuros, se ve que mi comentario le ha molestado, pero eso a mí no debe preocuparme. Me humedezco mi labio, debo tratar de que no se me note lo nerviosa que estoy.
―Sí, eso es lo que pienso. Ahora suéltame.
―Pues te estas equivocando doctora. Dame la oportunidad de conocerme y verás que te equivocas.
―¿Y para qué quieres que te dé una oportunidad?
―Para demostrarte cuanto me interesas. Soy sincero Yasmina, puedo llegar a ser un mujeriego porque me gustan mucho las mujeres, pero no trato de lastimarlas. Y tú me interesas demasiado, y sé perfectamente que si te beso ahora mismo vas a dejarme que lo haga.
―Desde luego eres único en tú especie.―Me deshago de su agarre dándole un fuerte pisotón. Cuadro mis hombros empezando hablándole con enojo.
―Néstor solo te voy a decir una cosa, déjame en paz, jamás vuelvas a decir que te intereso, yo no soy un juguete que va caer en tus manos y menos me voy a dejar de impresionar por ti. ¿Te queda claro?
Su silencio me dice todo, he ganado la batalla. Me giro sobre mis talones y salgo de esa habitación que comenzaba asfixiarme. Busco a Mandy que se encuentra hablando muy sonriente con Lukas. Le hago una señal para irnos, ella lo capta, se despide de Lukas comenzando a caminar hasta donde estoy yo. Mi paso es acelerado, Mandy intenta hablarme sofocada, apenas sus palabras llegan a mis oídos, solo tengo grabadas las malditas palabras de Néstor. «Me interesas».
El trayecto lo hacemos en silencio, sé que Mandy quiere que hable, pero estoy demasiado cabreada como para responderle. Prefiero no hacerlo y evitar decirle una palabra mal dicha. La dejo en su casa disculpándome por mi comportamiento, haciéndole prometer que cuando esté más tranquila hablaré con ella. Mandy me da un abrazo y se despide de mí.
Al llegar a mi casa tiro los zapatos por un lado, la chaqueta me la quito de mala forma, me deshago de mi recogido, al final no puedo más y acabo llorando de la impotencia de tener que escuchar cómo puedo importarle a un hombre como Néstor.
Me siento de golpe en el sofá echando mi cabeza hacia atrás, qué me está pasando, qué sentido tiene que piense en las palabras de Néstor. Mis lágrimas siguen recorriendo mi rostro mientras mi cuerpo está flácido, me siento tan débil, creo si tuviese otro enfrentamiento como este pienso que perdería, no podría resistirme a él, ¿porque seré tan idiota?
Me levanto limpiándome mis gotas, me preparo algo de comer, miro mi móvil y veo una llamada de Rebeca mi amiga. La llamo, no me vendrá mal hablar con ella.
―Hola Yasmina, perdona si molesto, pero quería contártelo yo antes que te enterases.
―Enterarme ¿De qué?
―Eva y César han roto. No sé exactamente cual ha sido el motivo de su ruptura, pero he pensado que debías de saberlo, porque Eva va diciendo que tú tienes algo que ver.
― ¿Yo? Pero esa mujer está loca, si yo llevo tiempo sin saber nada ni de ella y mucho menos de César.
―Lo sé amiga, yo solo te pongo sobre aviso, ten cuidado, de hecho Eva te va poniendo verde por las redes sociales asegurando que te veías a escondías con César porque no has podido olvidarlo.
―No me lo puedo creer. Pensaba que Eva era una zorra, pero ahora veo que todos los adjetivos que les des le vienen cortos.
―Ya ves, solo te aviso amiga que tengas cuidado César te está buscando y puede que dé contigo. Me ha mandado varios mensajes pidiéndome que le diga algo sobre ti.
―¿No lo habrás hecho? No le habrás dicho nada sobre mí.
―Por supuesto que no le contado nada, le he dicho que hace tiempo perdí el contacto contigo.
―Gracias Rebeca.
―No me las des amiga, solo quería ponerte sobre aviso. Ten mucho cuidado por si te lo encuentras.
―No creo que me lo cruce, pero gracias por avisarme.
Terminé un rato después de hablar con Rebeca, mi amiga de toda la vida. Respiré hondo, siento como mis manos tiemblan, algo dentro de mi interior se ha revolucionado, sé que debía darme igual todo lo relacionado con César, pero me estaría mintiendo a mí misma. Ahí en lo más profundo de mi ser queda algún resto sobre los momentos y recuerdos que pasé con él. Y saber que está de nuevo libre y está buscándome hace que tenga algunas esperanzas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro