Capítulo 26
Mis gotas resbalan por mi rostro mientras me encontraba en estado de shock. No, esto no me puede estar ocurriendo. Intenté levantarme de la cama pero al ver que mis piernas no respondían comencé a gritar de la misma frustración. Como me podía estar pasando esto a mí. No podía creérmelo. Me he quedado paralitica. Caí al suelo totalmente sin fuerzas.
Una enfermera llega a mi auxilio. Entre dos personas me alzan para ponerme de nuevo en la cama. Mi llanto no cesa, quiero gritar, pero al parecer mi voz se ha apagado.
Al rato veo como la enfermera me administra un calmante y vuelvo a quedarme profundamente dormida.
—Yasmina, me escuchas. Yasmina—Es una voz familiar, la voz de mi hermana que me llama. La puedo oír, pero no deseo abrir los ojos. No quiero que me vea en este estado no deseo que comience a sufrir por mi culpa.
—Yanira...—Intento articular palabra abriendo los ojos lentamente.
—Yasmina—Mi hermana no puede continuar hablando, sus lágrimas se lo impiden consiguiendo que yo también gire mi cabeza hacia otro lado para dejar que mi lamento vuelva a fluir por mis mejillas.
—Lo siento mucho Yanira...Yo...
—Yasmina, por qué no hablaste conmigo. Estamos intentando ayudaros, porque no me dijiste nada.
—Lo siento mucho Yanira, pensaba que ya todo estaba terminado pero al parecer esa gente tiene a Naím secuestrado.
—Lo sé. Alexander me tiene al corriente. Ahora descansa en breve vendrán a por tí para hacerte pruebas y evaluar tú estado.
—Yanira no volveré a caminar.—-Le digo a mi hermana mirándola fijamente a sus ojos claros. Aguanto mis ganas de llorar, el dolor que siento en mi pecho es superior a mi. El silencio de mi hermana me hace enfurecerme más cayendo de nuevo en un intenso lamento.
Unos enfermeros pasan a recogerme para dirigirme hacia una sala donde empiezan hacerme pruebas.
Durante horas, y tras haber pasado por nosecuantos aparatos, por fin me llevan de regreso a mi habitación. Una vez que me dejan en mi cama vuelvo a echarme a llorar. Los médicos no me han querido decir la verdad. Sé que mis piernas no volverán a sostenerme, sé que no volveré a ser la misma. Todo se acabado, no puedo caminar.
—Yasmina, tienes visita.—Me anuncia mi hermana dejándome un ramo de flores en la mesita.
No digo nada. No quiero ver a nadie, deseo estar sola con mis pensamientos y qué mejor que la soledad para ocultar lo que en verdad sientes por dentro, ese dolor que te está consumiendo tan despacio impidiendo hasta de respirar.
—-Yamisma, ¿Cómo estás?—Me dice Isaac mirándome con lástima.
—-Aquí vamos y tú como estas, veo que tienes un brazo escayolado.
—Sí, lo mío es superficial pero lo tuyo no. Tú hermana me ha puesto al corriente. Yasmina lamento mucho lo sucedido, ojalá fuese yo quien estuviera en tú lugar. Daría cualquier cosa.—Sus ojos azules comienzan a cargarse de agua, su mirada es tierna y el contacto de su mano junto a la mía hace que me derrumbe aún más.
—Tú no tienes la culpa. —-Pronuncio casi en un susurro.
—Lo siento mucho, mucho. Dime que puedo hacer para verte de nuevo sonreír.
—-Nada Isaac, nada. Solo me queda mentalizarme que debo estar atada a una silla de ruedas.
Isaac apoya su frente en mi mano. Se nota que está derrotado y triste. Intento aliviar su dolor acariciandole su mejilla. Ambos permanecemos en silencio contemplándonos, ninguno dice ni hace nada. Una pequeña desilusión comienza a reproducirse en mi corazón. Suelto despacio mi mano y le pido que se marche. Necesito estar sola. Él, en silencio sin apartar sus ojos azules como el mar de mí, se marcha con su cabeza gacha. Se nota que la culpa lo está dominando.
Un rato después pasa mi hermana. La miro, sus ojos están rojos e hinchados, sus manos tiemblan cuando agarra la mía y apenas puede hablar debido a que su angustia se lo está impidiendo. Cierro mis ojos dejando de nuevo que el dolor vuelva a presentarse en forma de lágrimas, unas lágrimas que no me abandonan.
—Yasmina lo siento. —Yanira estalla en un llanto y yo miro hacia otro lado arrullando la sábado de la ira que ha comenzado a fluir por mi cuerpo.
—Yanira no llores. Saldré adelante. Ahora lo que me importa es saber cómo está Naím y si ha aparecido.
—Sí Yasmina, Naím lo han encontrado y han detenido a casi toda esa gente, y la tal Camelia murió en un tiroteo.—-No me gusta alegrarme de las desgracias ajenas, pero viniendo de Camelia me alegro que esté muerta.
—Puede ir a verlo.—Le pregunto a mi hermana que sigue sin soltarme la mano.
—Claro, ven vayamos a verlo.
Ver la silla de ruedas hace que todas mis fuerzas se disipen, me aterra la idea de tener que montarme en ella. Aún así debo concienciarme que ella desde hoy será mi amiga. Me monto en la silla, y junto a mi hermana vamos hacia la habitación donde se encuentra mi hermano.
En el pasillo puedo encontrarme con Isaac, Néstor, Alexander y Cristina. No sé que pinta la última en el hospital. Claro cuando la veo agarrada de la mano de Néstor ya me lo puedo imaginar. Al verme todos se levantan y sus miradas se posan en mí. Perfecto lo que me faltaba, dar pena. Les saludo y paso directamente a la habitación de mi hermano.
Verlo allí tumbado rodeado de cables y con un respirador.y su cuerpo cubierto de vendas...el impacto consigue que comience de nuevo a llorar agarrándole de su mano. Su rostro está magullado, su labio tiene aún señales de golpe y su rostro parece un mapa marrón y morado. Pongo la mano de mi hermano en mi mejilla, lo único que deseo es que se recupere y salga adelante. Si algo le pasara no me lo perdonaría.
Durante los días que permanecí ingresada pedí no ver a nadie, quería estar sola e ir asimilando que me he quedado en una silla de ruedas. Mis piernas han perdido su movilidad y yo no seré la misma. Tendré que ir haciendo me a la idea que todo lo que hacía anteriormente a mi accidente ya no volveré hacerlo. Ahora soy una mujer joven que está destinada a permanecer en una silla de ruedas. Qué vida me espera de ahora en adelante. Maldigo mil veces. Maldigo y me hundo de nuevo en una cúpula de llanto y dolor.
Días después recibo el alta médica. Aún debo ir al hospital para hacer la rehabilitación. Naím todavía está en hospital recuperándose de sus lesiones. Afortunadamente y a pesar de los golpes que recibió solo tiene contracturas nada que no pueda solucionar un buen reposo.
Yanira ha permanecido a nuestro lado cuidándonos. Alexander me ha propuesto de irme con ellos a Los Ángeles, pero le dicho que no. Deseo quedarme junto a mi hermano. Ellos deben de volver, Alexander debe continuar con el rodaje de su película y mi hermana seguir asistiendo a las revisiones de su embarazo ya le queda menos para que nazca su bebé y puedo llegar a entender que esto que nos ha ocurrido le ha afectado.
Me despido de mi hermana, ella no muy convencida se marcha junto a su marido y sus hijos. Me da mucha pena que se vaya mi hermana, pero ella tiene su vida y yo debo salir adelante con la vida, lo que menos deseo es ser una carga. Tengo que comenzar a valerme por mí misma, ir superándome día a día.
Tras irse mi hermana me dirigí hacia la habitación de hermano. Los dos nos quedamos mirándonos, mi hermano que se encuentra algo mejor de sus heridas me extiende la mano.
—Yasmina lo lamento mucho hermanita. Yo no quiero verte así...Yasmina...—-Veo como mi hermano se incorpora haciendo un sobreesfuerzo, se arrodilla poniendo su cabeza en mi regazo.—-Yasmina que te he hecho. Todo esto es mi por mi culpa, perdóname por favor.
Trago saliva mirando hacia el frente. Sentir como mi hermano solloza echándose la culpa me destroza.
—Naím nadie a tenido la culpa, tan solo ha sido una accidente.—Le digo para aliviar su remordimiento.
—No, todo ha sido por mí culpa. Si no me hubiera metido en ese mundo de peleas ilegales, tú ahora estarías bien. Y no aquí sentada en una silla de ruedas. Dios mío Yasmina mi corazón me puede de verte así.
—Naím basta no quiero verte así. Nadie somos dueños de nuestro destino. Ahora me ha tocado a mí, entiende que tú también podrías estar muerto. Has estado rodeado de la mafia. Esos hombres te han perseguido por que le debías dinero, después han visto que eras una mina de oro luchando y cuando te negaste fueron a por ti. Mírate, debemos estar agradecidos de estar juntos y que toda esta pesadilla se haya acabado.
—-Si, los polis arrestaron a los hombres de Tito, y Camelia murió en el tiroteo. Pero ¿Y nosotros? Mis heridas sanaran, pero las tuyas no.
—Naím, aunque esté atada a esta silla de ruedas, no soporto ver así, quiero verte feliz que estemos juntos y poco a poco iremos luchando para salir adelante. Quiero demostrarme a mí misma que tengo el valor suficiente para poder empezar mi nueva vida y seguiré soñando con un milagro.
Abrazo a mi hermano muy fuerte entre sollozos hasta que sentimos que tocan a la puerta.
Salgo para abrir y me encuentro a César. Hago una mueca de disgusto.
—¿Qué quieres César?
—Entonces es verdad.—Me dice en un susurro quedándose parado en la puerta.
—¿El qué? Qué estoy sentada en una silla de ruedas. Pues sí, ya lo ves.
—No me lo podía creer cuando me lo dijo Mandy. Venía a decirte que ha mi primo Oliver lo han metido en el cárcel y si puede tu hermano defenderlo.
—Pues va ser que no. Mi hermano también ha sufrido un accidente y no está como para representar a nadie y menos al cabrón de tu primo.
—-¿Por qué hablas así Yasmina? El mismo me dijo que estabais juntos.
Me río sin ganas ante el comentario de César.—Eso fue lo que te dijo. Pues te equivocas, yo nunca he estado con tú primo. Y si me acosté con él fue por un motivo. No porque tuvieras ganas de hacerlo con él.
—¿Cómo has sido capaz de hacer eso Yasmina?
—Creo César que no tengo que darte explicaciones y menos a tí. Pienso que tú con la llegada de tú bebé tienes en qué preocuparte.
—¿Cómo lo sabes?
—Eva me lo contó y me dijo que no te casarás con ella. Pero viniendo de tí, pienso que tú y las responsabilidades no sois compatibles. Siempre haces lo mismo. Primero conmigo, cuando estamos apunto de casarnos te veo revolcándote con ella y ahora Eva está esperando un hijo tuyo y tú pasas del tema. ¿Cómo puedes hacer una cosa así?
—Yasmina te quiero a tí. Yo no siento por Eva lo que siento por tí.
—Ala...No me digas. —-Comienzo a cabrearme—-Pero qué te piensas César, que después de la humillación que me hiciste pasar, ahora voy y te perdono y hago que entre nosotros no ha pasado nada. Además no creo que quieras casarte con una paralítica.
—Yasmina, no huyo de mi responsabilidad. Pero si me encuentro aquí hablando contigo es porque quiero pedirte perdón por todo el daño que te hice y si aún sientes ese amor que me tenías. Tómame o déjame.
—Te dejo César. No quiero volverte a ver, vete con Eva y con tu hijo y se feliz y a mí déjame en paz. Tú ya perdiste tú oportunidad y ya es demasiado tarde para dar segundas oportunidades.
César me mira desde su posición sin decir nada. La expresión de sus ojos es de decepción, no le ha prestado nada bien tener que escuchar que ya no lo amo. Es verdad, ese amor que pensaba sentir hacia él ya no lo siento. Lo mejor es que cada cual continúe con su vida.
Cierro la puerta despidiéndome me él. Al cerrar la puerta veo plantando a mi hermano con sus brazos cruzados mirándome fijamente.
—No digas nada Naím, pero lo he mandado a la mierda. No quiero migajas de nadie. Para mí el amor ya ha dejado de existir.
—Por qué hablas así Yasmina. Tu eres una chica linda.
—Linda. Pero en mi caso nadie se va fijar en mí, solo transmito lástima. Ahora si me disculpas quiero ir a descansar.
Como siempre mi hermano me ayuda a tumbarme en la cama. Guardo silencio e intento ser fuerte para no mostrar debilidad ante nadie. A quien quiero engañar, soy débil. Y la agonía de tenerme que ver así me mata por dentro. Miro mi silla de ruedas maldiciendo a la vez que toco mis piernas que siguen sin responder.
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