Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

A la mañana siguiente, pasa a la habitación una mujer de unos cuarenta y cinco años  muy elegante ataviada con joyas y un atuendo de las mejores marcas de que pudiese existir en el mercado.

Con aire de superioridad y acompañada por dos hombres vestidos de traje marrón, ésta le ordena que nos saquen y nos lleven a otra sala para prepararnos. Las cinco nos quedamos mirándonos en silencio, ese silencio es interrumpido por nuestras lágrimas y ese miedo que ya se ha apoderado de nosotras. Con obediencia salimos de esa habitación como no, rodeada de otros dos hombres apuntándonos con pistolas. Yo, lloro en silencio dejando surcar el miedo, es que aunque quiera hacerme la valiente no puedo, toda esta situación me está pudiendo.

En fila, salimos las cinco andando hasta la calle donde nos espera un furgón negro. De varios empujones nos obligan a montarnos en el furgón atrás. Las cinco nos hacemos un ovillo  y lloramos. El miedo que sentimos está tan metido en nuestra piel, que es muy difícil sacarlo, nos encontramos tan asustadas que parecemos animalitos que van a llevar al matadero.

Un rato después, llegamos a otro lugar, de la misma forma tan bruta, los hombres nos bajan para llevarnos hacia un edificio en forma de hotel. Miro atentamente el lugar, pienso para mis adentros que ese lugar se parece al edificio donde vi a mi hermano pelear.

Pasamos dentro del edificio en silencio dirigidas por varios matones. Nada más poner un pie en ese lugar, puedo reparar en todo el lujo que lo rodea. En mitad del suelo de mármol hay una alfombra roja, las lámparas que hay colgadas son de araña, en las paredes cuelgas cuadros con firmas de pintores famosos y los muebles son de diseño. Todo está tan perfecto que pareciese salido de una película de acción. Pero aquello que estaba viviendo no era una película, era la realidad, y ese mismo escenario es lo que estoy viviendo.

De pronto nos hacen parar, a nuestro encuentro sale la misma  señora que vi anteriormente antes que nos trajeran aquí, en esta ocasión va  vestida con un vestido largo negro con un grande escote y su pelo recogido en un moño, nos mira atentamente una a una como si fuéramos caballos. Cuando termina de inspeccionarnos, con acento francés habla por teléfono. Al finalizar la llamada hace un gesto a los matones para que nos dejen solas y a la vez pasamos a otra gran habitación decorada con mobiliario de peluquería, al fondo se ven colgados de varios percheros vestidos elegantes y refinados,  escasos de tela. Puedo hacerme una idea cual es el fin de esos vestidos.

Calladas, con nuestras miradas aterrorizadas pasamos a la habitación contigua. Es una  habitación muy pequeña donde podemos ver duchas y un albornoz colgado de un perchero. Varias mujeres vestidas con un mandil negro, pantalón gris y camisa blanca nos ayudan a meternos en la ducha. Seguidamente nos lavan el cuerpo y el cabello. Una vez que estamos listas nos ayudan a ponernos un albornoz y liarnos el cabello con una toalla.

Al salir de esa habitación, ya duchadas, nos espera una mesa grande repleta de comida de todas clases. Yo a pesar del miedo que siento, tengo hambre. Si he morir, por lo menos que sea con el estómago lleno.

Comienzo a comer de todo un poco hasta que ya no puedo más. Las demás apenas han probado bocado, incluso me miran algo incrédulas. Se estarán preguntando como puedo comer tanto en estas circunstancias. Pero cuando una tiene hambre, debe alimentarse ¿no? Si total me va a dar lo mismo.

Un par de horas después, tras haber pasado por distintas secciones de belleza, me miro al espejo y me quedo impactada con el resultado.

Sí, esa soy yo. Con un vestido largo color crema con un escote en forma de V atado a mi cuello. La espalda queda al aire, la fina tela se me pega tanto a mi cuerpo que detallan cada parte de mis curvas. El maquillaje es llamativo para mi gusto, pero debo reconocer que estoy preciosa aunque parezca lo que no soy. Agacho mis párpados pensando que va ser de mí.

Mientras caminamos acompañada de esas pobres chicas que están tan guapas con sus vestidos, a pesar que ni el maquillaje ha podido tapar el miedo que recorren por sus cuerpos, y el temor está más que reflejado en sus ojos.  Sigo preguntando me que irán hacer con nosotras. Sin duda no sabemos cómo actuar tan solo sabemos que en estos momentos no somos dueñas de nosotras mismas, en un par de horas pasaremos a ser esclavas del sexo, conformándonos con el silencio y si quieres sobrevivir en este mundo, mantente con la boca bien cerrada procurando ser obediente como un perro fiel.

Por fin ya es de noche. Allí estamos las cinco, histéricas, con el miedo marcado e inseguras de todo lo que está pasando al otro lado de la sala. De pronto mis ojos se fijan en una silueta femenina. Caminando como una gacela viene hacia nosotras nada más y nada menos que la señorita Camelia Roger. Será hija de puta. Ahora recuerdo la voz que escuché cuando estaba secuestrada.

―Vaya que distinta te ves Yasmina.―La muy zorra termina de hablar riéndose.

―Qué quieres de mi zorra.―Mascullo entre dientes para que solamente me escuche ella.

―Te dije que conmigo no se mete nadie, y tú has pisado un terreno peligroso. Nadie me va fastidiar mis planes y menos una idiota como tú. Además necesitaba otra chica y pensé en ti. Me has hecho un gran favor, con haber intentado defender a tú hermano. Lástima que él no sepa donde estas y lo que tengo planeado para ti.―Con una sonrisa falsa, se gira sobre sus talones y se marcha dando instrucciones a un matón.

La fusilo con los ojos mascullando palabras nada apropiadas para menores de edad. Estoy tan quemada que soy capaz de hacer cualquier cosa, pero unas manos fuertes me impiden salir detrás de esa víbora.

El matón me lleva hacia un gran salón. Éste se aleja de mí dejándome sola, parada admirando el lugar con mis nervios a flor de piel. Recorro la sala viendo todas las personas que lo ocupan, la mayoría son hombres, unos jóvenes otros más maduros. En ese  momento me siento como un maniquí en un escaparate ante las miradas de esos hombres devorándome.

El ambiente es cálido, al fondo hay una orquesta, la gente come de lo que sirven los camareros, las pocas mujeres que se encuentran hablan entre ellas y los hombres han dejado sus conversaciones para centrarse en mí. Suelto todo el aire acumulado en mis pulmones, miro a varios hombres algo jóvenes pidiéndoles con la mirada que sean ellos quien pujen por mí, no quiero ni pensar que será de mí sí me toca un asqueroso viejo verde.

Al lado mío se pone Camelia, con elegancia comienza hablando y dando referencias de mí. Termina de hablar y al segundo los hombres que se encuentran allí presentes comienzan con sus pujas.

Pues muy bien. Serán... éstos ricachones, en esto es en lo que se gastan el dinero los viejos verdes. En tener una sumisa que cumpla con todas sus peticiones sexuales mientras hay millones de personas que mueren de hambre. Pero para qué ayudarles pudiendo despilfarrar el dinero en caprichos que nos beneficien a nosotros mismos. Así es la vida de injusta.
Mientras unos mueren de hambre estos bastardos beben y ríen pensando la manera de invertir su dinero.

La subasta toca a su fin, con tanta mano alzada y tanta cifra me perdido por cuanto me han comprado. Lo único que sé, es que me han vendido a un viejo.
Señor que ha sido lo que hecho yo de malo para merecerme esto. Con tanto tío como conozco y nadie sale a mi ayuda.

Acompañada por Camelia me llevan hacia otra sala donde el hombre de unos sesenta años vestido de esmoquin le hace entrega de un cheque a Camelia que esta a su vez muy sonriente lo coge con agrado y tras intercambiar unas palabras con ese señor, se acerca a mí con nuestras miradas desafiantes acercando sus labios a mi oído para que solo yo pueda escucharla.

―Ten cuidado con lo qué haces Yasmina, aún no he terminado contigo.―Sin darme tiempo a responderla, Camelia se marcha dejándome sola ante el señor. El hombre del cual acaba de comprarme y tendré que obedecer en todo lo que me pida.

Así está estipulado en el contrato, un contrato que no he firmado pero si no cumplo con lo que me han advertido, acabarán sin ningún miramiento con mi vida.

Tenía que elegir, o hacer caso al señor mayor o cavar mi propia tumba. Como no me queda de otra, tuve que poner mi mejor sonrisa y agarrada del brazo del señor nos dirigimos hacia la calle donde una limusina blanca se encontraba aparcada en el bordillo.

―Señorita, monte por favor.

―Gracias señor...

Ni tiempo me da de pronunciar más palabras cuando ese señor que ni su nombre sé, porque se la ha pasado todo el rato calladito, desaparece montándose en el auto en la lado del conductor.
Perpleja, abro la puerta de atrás de la limusina y una vez que estoy instalada me quedo aún más sorprendida cuando veo quien está sentado enfrente de mí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro