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💜Capitulo 2💚

•√Presente - 2 años después√•

Las 4 manadas, cada una en su respectivo territorio, sin saber nada del otro, pero empezemos con la Manada del Este, dónde los hijos del líder, él Alfa Philza Crow, como es su dinámica familiar, empezaron una discusión.

La noche había caído sobre el bosque del Este, y el aire olía a madera quemada y tierra húmeda tras la reciente lluvia.
Wilbur el gemelo menor de 10 años se encontraba de pie junto a la hoguera central, sus ojos brillaban con intensidad mientras observaba los alrededores con una mezcla de orgullo y tensión. Había algo en el aire esa noche que lo inquietaba, aunque no pudiera identificarlo del todo. Se pasó una mano por el cabello castaño oscuro, despeinándolo, mientras su mirada buscaba instintivamente a su pequeño hermano Tommy.

El cachorro en su forma de lobo no tardó en aparecer, trotando torpemente hacia él con una sonrisa traviesa y un bulto de hojas en su boca. Su cabello rubio estaba desordenado, y su ropa ligeramente manchada de barro, como si hubiera estado jugando en lugares donde claramente no debía.

-¡Wilbur, mira lo que encontré! -exclamó Tommy, transformándose en humano y extendiendo las hojas como si fueran un tesoro.-

Wilbur frunció el ceño al instante, sus ojos recorriendo a su hermano de pies a cabeza.

-¿Dónde estabas? -preguntó con firmeza, su tono bajo, pero cargado de autoridad.-

Tommy se encogió de hombros, como si no entendiera por qué su hermano siempre estaba tan tenso.

-En el claro, cerca del río. No es para tanto, Wilbur. Estaba buscando estas hojas para ponerlas en la cueva. Quiero hacer mi rincón más cómodo.-

Las palabras del cachorro no tranquilizaron a Wilbur. Al contrario, encendieron una chispa de irritación en su pecho.

-¿El claro cerca del río? ¿Cuántas veces te he dicho que no vayas allí solo? -gruñó, dando un paso hacia Tommy. La diferencia de estatura entre ambos era evidente, pero Tommy se quedó firme, aunque sus orejas de lobo asomaban tímidamente, reflejando algo de nerviosismo.-

-¡Soy lo suficientemente grande para ir solo! -protestó Tommy, cruzando los brazos y mirando a su hermano con desafío.-

Wilbur dejó escapar un suspiro pesado y se pasó una mano por la cara. No era la primera vez que tenían esta discusión, y sabía que no sería la última. Se inclinó hacia su hermano, colocando una mano grande y firme en su hombro.

-Tommy, escucha -comenzó, su tono más suave, pero aún cargado de la autoridad que un alfa debía proyectar-. No es cuestión de si eres lo suficientemente grande o no. Es mi trabajo, como tu hermano, asegurarme de que estés a salvo. Y ese claro no es seguro, especialmente de noche. Hay cosas ahí fuera que no dudarán en hacerte daño.-

Tommy apartó la mirada, su semblante pasando de la rebeldía a una leve culpabilidad.

-Pero... no quiero que me sigas tratando como si fuera un bebé -murmuró, casi como si hablara para sí mismo.-

Wilbur bajó la mirada y apretó ligeramente el hombro de su hermano.

-No te trato como un bebé, Tommy. Te trato como lo que eres, mi hermano pequeño. Y como hermano pequeño, tienes el derecho de ser protegido, incluso si no siempre lo entiendes.-

Por un momento, el silencio se extendió entre ellos, roto solo por el crujir del fuego en la hoguera. Finalmente, Tommy suspiró y dejó caer las hojas al suelo, su actitud relajándose un poco.

-De acuerdo, de acuerdo. No más claros de noche. ¿Contento? Ya suenas como papá-dijo, aunque su tono todavía tenía un toque de desafío.-

Wilbur soltó una risa baja y cariñosa, palmeándole la cabeza desordenada.

-Por ahora, sí. Pero, Tommy, prométeme que, si alguna vez tienes problemas o necesitas algo, vendrás a buscarme. Sin importar la hora o la razón. ¿Está claro?-

Tommy lo miró por un momento, como si considerara discutirlo, pero al final asintió.

-Está claro, Wilbur. Lo prometo.-

Wilbur sonrió con alivio y se inclinó para recoger las hojas que Tommy había dejado caer.

-Vamos, cachorro. Vamos a poner esto en tu rincón. Y después, te quedarás dentro de la cueva. Nada de más aventuras nocturnas.-

Tommy rodó los ojos, pero la sonrisa en su rostro no pudo ocultar el cariño que sentía por su hermano mayor.

Mientras ambos regresaban hacia las cuevas, la figura alta y protectora de Wilbur se mantenía siempre a un paso detrás de Tommy, vigilante, listo para protegerlo de cualquier peligro, como siempre había sido, y como siempre sería.
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•√Por otro lado de la casa de la cueva√

La cueva principal de la manada del Este era un lugar imponente. Las paredes estaban adornadas con símbolos antiguos y pieles de caza que hablaban de las victorias pasadas. Una gran hoguera ardía en el centro, iluminando las figuras de Philza y Technoblade, cuyos rostros eran un espejo de orgullo y determinación.

Philza estaba de pie, con los brazos cruzados, su mirada azul helada fija en su hijo mayor. A pesar de su juventud, Technoblade se plantaba frente a él con la misma terquedad que siempre había demostrado desde que empezó a caminar.

-No estás entendiendo, Technoblade -dijo Philza, su voz baja pero cargada de autoridad-. No es cuestión de lo que quieras hacer, es cuestión de lo que debes hacer.-

Technoblade apretó los puños, con sus ojos rojos encendidos por una mezcla de frustración y desafío.

-¿Y por qué siempre tiene que ser lo que tú digas? -replicó, su tono subiendo apenas un poco, lo suficiente para dejar claro que no pensaba retroceder-. ¡Wilbur y yo podemos cazar! No necesitamos que alguien esté siempre detrás de nosotros, cuidándonos como si fuéramos cachorros.-

Philza arqueó una ceja, claramente impasible ante las palabras de su hijo.

-Porque todavía lo son. Tienes 10 años, Technoblade. Eres un niño, aún que eres fuerte sí, pero no invencible. Este territorio no perdona a los imprudentes, y como tu padre, y tu alfa, mi deber es mantenerlos vivos a ti, a Wilbur, a Tommy y a tu madre.-

-¡Pero siempre es lo mismo! -exclamó Technoblade, dando un paso adelante-. Siempre dices que es por nuestra seguridad, pero nunca nos dejas demostrar lo que podemos hacer. ¿Cómo se supone que voy a ser un alfa fuerte y protector de la manada algún día, si no puedo ni salir del campamento sin que alguien me vigile?-

Philza dejó escapar un suspiro largo, aunque su mirada permanecía firme.

-El liderazgo no se trata solo de fuerza, hijo. Se trata de saber cuándo actuar y cuándo esperar. Y en este momento, tu lugar es aquí, aprendiendo, observando. La paciencia es una virtud que aún necesitas dominar.-

Technoblade apretó la mandíbula, su mirada fija en la de su padre. Había un silencio tenso en la cueva, roto solo por el crepitar del fuego.

-¿Y qué hay de Tommy? -preguntó finalmente Technoblade, su tono ahora más bajo pero no menos desafiante-. Lo tratas como si fuera intocable. Nunca va a aprender a valerse por sí mismo si lo seguimos protegiendo de todo.-

Philza suavizó ligeramente su expresión al escuchar el nombre del menor.

-Tommy es diferente, Techno. Es un omega, y es más joven que ustedes. Su lugar no está en los campos de caza ni en los bordes del territorio. Su lugar está en el corazón de la manada, donde es más seguro.-

-Pero él no es débil -insistió Technoblade, su voz cargada de convicción-. Lo has visto. Es testarudo y audaz, y algún día va a ser mucho más de lo que crees.-

Philza asintió lentamente, reconociendo el punto de su hijo, pero manteniéndose firme.

-No dudo de su fuerza, pero mi responsabilidad es protegerlo, como lo es protegerte a ti y a Wilbur. Algún día, entenderás que ser un alfa no significa arriesgarlo todo, sino saber cuándo mantener a tu manada a salvo.-

Technoblade guardó silencio, sus ojos rojos brillando con una mezcla de frustración y reflexión. Aunque no lo admitiría, una parte de él sabía que su padre tenía razón. Pero la necesidad de demostrar su valía y proteger a sus hermanos lo quemaba por dentro como una llama inextinguible.

-Entendido, padre -dijo finalmente, aunque el tono de su voz mostraba que aún no estaba completamente convencido.-

Philza sonrió levemente, acercándose para colocar una mano firme en el hombro de su hijo.

-Tienes un espíritu fuerte, Technoblade. Eso es bueno. Pero recuerda, la fuerza sin control puede ser peligrosa. Confía en que todo llegará a su tiempo.-

Technoblade no respondió, pero sus ojos se suavizaron un poco. Mientras Philza salía de la cueva, dejando a su hijo frente a la hoguera, el joven alfa miró las llamas con determinación.

"Algún día, seré lo suficientemente fuerte para protegerlos a todos. No importa cuánto tarde."
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El aire frío del bosque se filtraba por la entrada de la cueva, acompañando a Philza mientras se alejaba de la hoguera donde había dejado a Technoblade. Su expresión era tranquila, pero su mente seguía repasando las palabras de su hijo, el peso de ser líder, esposo y padre era algo que nunca había dejado de sentir, pero lo aceptaba como parte de su destino.

Mientras cruzaba hacia una sección más apartada de la cueva, vio la figura elegante de Mumza, su esposa, esperándolo, Estaba sentada en un rincón iluminado por una lámpara de aceite, sus manos delicadas ocupadas en tejer una manta de piel para Tommy, su cabello oscuro caía como un velo alrededor de su rostro sereno, y sus ojos reflejaban un entendimiento profundo, como si supiera más de lo que decía.

-¿Cómo fue la conversación con Technoblade? -preguntó, sin levantar la vista de su labor.-

Philza se detuvo por un momento, sorprendido de que estuviera al tanto. Caminó hacia ella y se sentó frente a su esposa, apoyando los codos en las rodillas y soltando un suspiro.

-Parece que nuestros hijos han heredado más de nuestra terquedad de lo que pensé -dijo con un tono de cansancio y una pizca de humor.-

Mumza dejó de tejer, levantando la mirada para encontrar la de él. Sus ojos, tranquilos pero penetrantes, parecían examinar cada rincón de su alma.

-Technoblade es joven, Philza. Quiere probarse a sí mismo, como cualquier alfa de su edad. Y tú, como siempre, estás intentando mantener a todos bajo tu ala, como si pudieras controlar cada cosa que ocurra.-

Philza apretó los labios, asintiendo ligeramente.

-Lo sé. Pero ellos no entienden lo que significa ser un líder, Mumza. No entienden lo que está en juego, este territorio no es amable y un error podría costarnos caro.-

Mumza lo observó en silencio por un momento antes de hablar, su voz suave pero firme.

-Philza, ellos no aprenderán si no les das espacio para cometer errores, no puedes mantenerlos siempre a salvo. Technoblade necesita sentir que confías en él, aunque sea en pequeñas cosas...-

Philza desvió la mirada, sus pensamientos volviendo a la discusión con su hijo. Sabía que Mumza tenía razón, pero también conocía el peligro que acechaba más allá de los límites de su territorio.

-No es solo por Technoblade. Es por todos. Por Wilbur, por Tommy... por ti...-dijo finalmente, mirando a su esposa con una honestidad que pocas veces mostraba.-

Mumza sonrió levemente, aunque había un toque de tristeza en su expresión.

-Yo estoy bien, Philza. Siempre lo he estado. Sé cuál es mi lugar en esta manada y lo acepto, pero no estoy ciega, escuché lo que le dijiste a Technoblade. Quieres protegernos, lo sé, pero... ¿Alguna vez te has preguntado si también necesitas dejarte proteger?-

Philza la miró, sorprendido por sus palabras.

-¿Qué quieres decir?-

Mumza dejó la manta a un lado y se inclinó ligeramente hacia él.

-Eres un buen líder, Philza, pero también llevas demasiado peso sobre tus hombros, siempre piensas en lo que los demás necesitan, pero nunca te permites pensar en lo que tú necesitas, no has encontrado a tu alma gemela, y yo tampoco, pero eso no significa que tengas que cargar con todo solo.-

Philza se quedó en silencio, dejando que las palabras de Mumza calaran en su interior, aunque su relación no estaba basada en el amor romántico, había un profundo respeto entre ambos y en momentos como este, Philza se daba cuenta de cuánto valoraba su sabiduría.

-Supongo que tienes razón... -admitió finalmente, su tono más suave-. Siempre he pensado que un alfa no puede permitirse ser débil...-

Mumza sonrió ligeramente, apoyando una mano en la de él.

-No es debilidad aceptar ayuda, Philza. Es lo que mantiene a la manada unida.-

Philza la miró por un largo momento, asintiendo lentamente.

-Hablaré con Technoblade de nuevo. Tal vez... tal vez pueda darle más responsabilidades, aunque sea algo pequeño.-

Mumza asintió, su sonrisa volviéndose más cálida.

-Eso es todo lo que él necesita, un poco de confianza.-

Philza se levantó, dispuesto a regresar al fuego donde Technoblade aún debía estar reflexionando, antes de marcharse, se giró hacia Mumza.

-Gracias, Mumza. No sé qué haría sin tu consejo.-

Ella lo miró con un leve brillo en los ojos, volviendo a tomar su manta.

-Lo mismo que siempre haces, Philza. Seguir luchando.-

Y mientras él se marchaba, Mumza volvió a centrarse en su labor, sus pensamientos vagando hacia la leyenda de las almas gemelas, aunque sabía que su destino estaba atado a la manada, no podía evitar preguntarse si algún día ambos encontrarían aquello que les faltaba.
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•√Relación de la familia de la manada del Norte√•

En las tierras heladas del Norte, donde el viento cortaba como cuchillas y el sol apenas calentaba la piel, se alzaba la poderosa familia que lideraba la manada. Vegetta777, el alfa líder, era un hombre de convicciones firmes y de corazón práctico, su imponente figura y mirada dorada inspiraban respeto, pero también distanciamiento, a su lado estaba Rubius, su omega compañero, conocido por su carácter relajado y su risa contagiosa, aunque su unión no había sido forjada por la leyenda de las almas gemelas, ambos afirmaban compartir un amor profundo y real, un ejemplo para los que dudaban de la existencia de ese vínculo místico. Vaya total farsa...

Vegetta era un líder que valoraba más la fuerza y la lealtad que las creencias románticas, donde las almas gemelas eran vistas como un mito más que como una realidad, había excepciones, claro, como Rubius, quien, en secreto, a veces soñaba con que sus hijos o incluso él mismo pudieran experimentar esa conexión única, sin embargo, esas conversaciones rara vez llegaban a buen término con Vegetta, quien descartaba tales ideas como cuentos para lobos jóvenes.

Spreen, el hijo mayor de la pareja, estaba destinado a ser el próximo líder de la manada. A sus 22 años, era un alfa fuerte y hábil, pero su corazón estaba marcado por una pérdida irreparable, había sentido el vínculo de un alma gemela, solo para que esa conexión le fuera arrebatada cruelmente cuando aún era un joven adolescente, desde entonces, Spreen había aprendido a ocultar su dolor tras una máscara de responsabilidad y compromiso con su deber, sin embargo, esa herida lo hacía dudar de todo, del liderazgo, de los compromisos forzados y sobre todo, de la idea de amar de nuevo.

Su compromiso con Roier, un omega de la manada, no hacía más que alimentar su resentimiento, aunque Roier era hermoso, con ojos llenos de esperanza y una sonrisa cálida, Spreen lo veía más como un hermano que como una pareja, sus interacciones eran cordiales, incluso afectuosas, pero nunca cruzaban la línea hacia algo más profundo, Roier, por su parte, aceptaba su destino con resignación, aunque a veces miraba a Spreen con tristeza, consciente de la distancia entre ellos.

El hermano menor de Spreen, Missa, era un omega de 18 años lleno de curiosidad y energía, pero también de inseguridades, la vida en el Norte no era fácil para los omegas, especialmente para aquellos que, como él, soñaban con algo más allá de los límites de su manada, a menudo se sentía atrapado entre las expectativas de su familia y su propio deseo de explorar el mundo y experimentar con las plantas, sin embargo, Missa era querido profundamente por su familia y Spreen, en particular, era ferozmente protector con él.

Spreen vigilaba a su hermano menor con la misma intensidad con la que protegía el territorio de la manada. Aunque a menudo podía ser brusco y autoritario, su preocupación por Missa era evidente, no quería que su hermano sufriera las mismas pérdidas que él había experimentado, cuando Missa hablaba de almas gemelas o de sus sueños de libertad, Spreen lo escuchaba con una mezcla de ternura y frustración, tratando de guiarlo sin apagar esa chispa de esperanza que aún brillaba en él.

En una noche helada, mientras el fuego ardía en el hogar de la familia, Vegetta hablaba con Spreen sobre sus deberes como alfa, insistiendo en la importancia de mantener la fortaleza de la manada.

-El liderazgo no es para los débiles de corazón, Spreen -decía Vegetta, su tono firme pero no cruel-. No se trata de lo que quieres, sino de lo que necesitas hacer por los demás.-

Spreen asintió, aunque sus pensamientos estaban lejos de la conversación, sabía que su padre tenía razón, pero no podía evitar preguntarse si realmente estaba destinado a liderar.

En un rincón, Rubius y Missa observaban la escena, Rubius notó la tensión en los hombros de su hijo mayor y la manera en que apretaba la mandíbula cada vez que Vegetta hablaba de deberes, por su parte, Missa parecía perdido en sus pensamientos, deseando ser lo suficientemente valiente para consolar a su hermano, pero como hacerlo si hasta el mismo está atrapado en un compromiso con su mejor amiga, que según su padre lo cuidara.

Esa era la dinámica de la familia del Norte, fuertes en apariencia, pero con grietas que solo ellos podían ver, y aunque el destino parecía marcado por las expectativas de la manada.

Era una tarde fría en la manada del Norte.

Las primeras estrellas comenzaban a aparecer en el cielo oscuro, y el sonido del viento arrastrando la nieve formaba una melodía tenue pero constante, Missa caminaba lentamente por el sendero que cruzaba los terrenos de la manada, sus pensamientos nublados por la confusión y la sensación de estar atrapado entre lo que su corazón deseaba y lo que su familia esperaba de él.

Missa no podía negar que Mafer o Maffy como la conocía desde pequeña, siempre había sido su amiga más cercana, habían compartido risas, secretos y días enteros corriendo por la aldea, la conexión que habían tenido desde pequeños era innegable, pero con el paso de los años, esa relación había cambiado, se había transformado en algo más, algo que Missa aún no sabía cómo definir.

Cuando Vegetta, su padre, había anunciado su compromiso con Mafer, Missa no había objetado, no podía, su padre había sido claro "Es por tu seguridad, hijo. Mafer es alguien en quien confío, y será quien te proteja." Y aunque entendía las razones prácticas detrás de la decisión, el vacío en su corazón seguía creciendo cada vez que pensaba en la promesa que estaba haciendo, no quería a Mafer solo como una aliada, ni como alguien a quien debía proteger como un miembro de la manada, no podía evitar sentir que su alma gemela aún no había llegado.

A lo lejos, vio a Mafer acercándose, su figura imponente y segura, era una alfa en todo el sentido de la palabra, con una postura orgullosa y una mirada que reflejaba la fuerza de su manada, tenía una belleza feroz, de esas que no necesitaban adornos para llamar la atención, su pelo largo y de castaño oscuro se movía con el viento, y sus ojos, de un profundo color ámbar, brillaban con determinación.

-Missa -saludó Mafer con una sonrisa cálida, pero también notó la tensión en su postura, al igual que él, llevaba el peso de la situación, aunque sabía que el compromiso entre ellos no era por amor, sino por responsabilidad.-

-Mafer -respondió él, intentando devolverle la sonrisa, se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.-

Ella notó el cambio en su actitud y se acercó un paso más, aunque no habían hablado mucho sobre el compromiso y eso ya hace dos años, Mafer intuía que Missa no estaba completamente cómodo con la situación, después de todo, no solo era su prometido, había sido su amigo más cercano, su compañero en las travesuras y secretos durante años.

-Sé lo que piensas -dijo Mafer suavemente, tomando una de sus manos. La calidez de su toque le ofreció una sensación de seguridad, aunque Missa aún no estaba completamente dispuesto a aceptar el vínculo que se les había impuesto, ella continuó-Sabes que este matrimonio no es lo que ambos queríamos, pero debemos aceptar que es lo que la manada necesita.-

Missa la miró, sus ojos vacilantes, y por un momento, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Lo que su padre había dicho era cierto él necesitaba a alguien como Mafer, alguien fuerte, alguien que pudiera protegerlo en un mundo que a veces parecía un lugar peligroso para un omega como él, pero lo que no le decían era que esa protección no venía con el cariño que él deseaba.

-No puedo dejar de pensar que... no quiero que esto sea solo por obligación... -admitió él, su voz casi un susurro. Los ojos de Mafer se suavizaron al escucharlo.

-Lo sé, Missa. Lo sé. -Ella apretó su mano con suavidad, dejando que el silencio entre ellos hablara por un momento- Yo también quiero algo más que esto, pero las cosas no siempre son fáciles y no siempre podemos tener lo que queremos por desgracia.-

Missa la miró, una mezcla de agradecimiento y pesar reflejada en sus ojos, sabía que Mafer lo entendía, que ambos compartían el dolor de una unión que no estaba basada en el amor romántico, sino en el deber, ella no lo estaba presionando para que sintiera algo que no estaba listo para sentir, pero su lealtad hacia la manada y hacia él era evidente.

-No te preocupes por mí -le dijo Mafer con una sonrisa serena-. Haré todo lo posible para que este matrimonio funcione, no porque lo impongan, sino porque te respeto y si algún día encuentras a tu alma gemela... entonces lo enfrentaremos juntos, como lo hemos hecho siempre.-

Las palabras de Mafer resonaron en el corazón de Missa, quien finalmente sintió un atisbo de consuelo, no era lo que quería, pero al menos sabía que, por ahora no estaba solo en este camino, odían compartir el peso de su destino, aunque fuera de una manera diferente.

-Gracias, Maffy... -dijo él, su voz un poco más firme ahora, mientras se miraban en el silencio de la nieve que caía suavemente a su alrededor.-

Aunque no fuera amor, al menos tendrían el uno al otro. ¿No?
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//CONTINUARÁ//
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//Perdóneme cualquier falla ortografía//
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¡Gracias por leer la historia 😊!
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💚¡Bye bye!💜
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