36
AHMED ÜLKER
—Muchacho, tú y yo tenemos una charla pendiente sobre mi nieta por lo que no puedes ofrecerte de voluntario.
—Yo no tengo nada pendiente con usted señor, lo de su nieta lo dejé muy claro ese día —digo cansado—, yo no me pienso casar con Elif, así que puedo ser candidato.
Elif se pone a llorar y al igual que Anastasia Amery, empieza a balbucear y a insultar a mi Sultana en turco.
—¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste ahora? —habla mi Sultana preocupada por no entender nada, pues hasta Anastasia que le estaba traduciendo no deja de verme asombrada— ¿Te harán algo?
—Yo recibiré los 10 azotes que corresponden como tu dote.
Se tarda en procesar la información y cuando lo hace empieza a negar con la cabeza desesperada.
—No tienes que hacerlo, no —las lágrimas se acumulan en sus ojos—, no puedes arruinar tu vida por mí, te ruego que no lo hagas, no soportarás lo azotes y si te casas conmigo tu vida...
No dejo que continúe y la abrazo, como si mi vida dependiera de ello, como si no odiara tal acto.
—Esta vez no haré lo que quieres Sultana.
«Te he malcriado mucho.»
—Está bien, haz lo que quieras Ahmed —habla el alcalde haciéndome separar de mi Sultana—, pero déjame decirte que estás dejando a una gran mujer —señala a su nieta que me mira esperanzada—, por las sobras que otro dejó —asiento sonriente y al ver que no voy a dar marcha atrás, continúa—. Oficiales, suelten a esa mujer y apártenla junto a la señorita Anastasia para que empiecen con los azotes al señor Ahmed.
Entre sollozos y disculpas por parte de mi Sultana son apartadas de mí. Un hombre que no había visto llegar se posa a mi lado y me alisto.
—Llévesela lejos señor Ahmed —susurra el hombre mientras se acomoda—, no deje que vuelva a este pueblo asqueroso, créame que algunos de nosotros le agradecemos que la salve.
Me limito a asentir ante su confesión.
Cuando el alcalde da la orden para que empiece solo cierro los ojos esperando el "gran dolor" pero nunca llega, no llega ni con el primero, ni segundo, ni tercero, ni ninguno de los azotes que me da el hombre. No digo nada y me limito a quedarme quieto hasta que llega al 10 que es cuando por fin habla el alcalde.
—Esos no fueron azotes, debe repetirse el proceso.
—Señor alcalde, ¿En qué lugar del libro sagrado está la intensidad con la que deben recibir los azotes los acusados? —dice el hombre mientras suelta el látigo y se dirige a todo el pueblo—. Yo cumplí con mi deber y si ustedes quieren seguir creyéndole a un mentiroso, háganlo, pero para mí él ha dejado de ser mi alcalde.
Algunos empiezan a aplaudir y otros a gritar a favor de lo que acaba de decir el hombre.
—Está bien, está bien pueblo —dice el alcalde mientras aclara su garganta—, continuemos con el proceso. Ahmed y Elizabeth, acérquense.
Dirijo mi vista hasta donde dejaron a mi Sultana y la veo acercarse sonriente y aliviada. Cuando llega a mi lado la tomo de la mano y la beso ahí antes de continuar con ella a mi lado.
—¿Estás bien? ¿En verdad no te hizo tanto daño? ¿Te duele? —dice muy rápido.
—Yo debería de preguntarte eso —noto que quiere volver a hablar, pero me adelanto—. No me hizo daño, debes estar tranquila.
Cuando llegamos a los pies de la tarima nos callamos y miramos al alcalde el cual no deja de intercalar su mirada entre su nieta y nosotros. Noto además que Anastasia se ha puesto al otro lado de mi Sultana, como si fuera una madre protegiendo a su hija.
—Yo oficiaré su boda —dice con molestia—, hasta que me traigan los papeles para la ceremonia, pueden pedir unos anillos a cualquiera y algún velo para taparla para hacerla parecer lo más decente para las fotos que se tomarán como prueba de su unión.
Sin más que decir vuelve a sentarse a lado de su nieta la cual no deja de mirarme con esperanza en sus ojos. Tal vez piensa que voy a arrepentirme, pero no lo haré.
De pronto una cosa viene a mi mente y alzo mi mano llamando a uno de los hombres que contraté. Este se acerca de inmediato y para que mi Sultana no entienda, le pido en turco que me traiga la caja que dejé en el asiento de mi auto.
Mi Sultana me pregunta que le dije, pero traté de cambiar el tema. El hombre no tarda mucho en regresar con la caja y cuando la abro y saco lo que tiene dentro, ambas mujeres que estan frente a mí, sueltan un gran suspiro de asombro.
—No sabía con certeza si la ibas a llegar a usar, pero de todos modos la traje y veo que no lo hice en vano —le sonrío y me devuelve la sonrisa—. Ahora solo estamos a un paso de convertirnos en marido y mujer, solo nos falta un velo, solo eso mi Sultana.
—Yo podría darte mi velo Eli —interviene Anastasia— y para completar la costumbre de "algo nuevo, algo viejo y algo prestado", te prestaré algo que aprecio mucho y que les servirá de seguro.
Veo que se quita el velo y lo acomoda en la cabeza de mi hermosa Sultana. Cuando termina, noto que desabrocha algo de su cuello y antes de preguntar que es, ella abre la mano dejando a simple vista dos anillos que recuerdo muy bien.
—No puedo aceptarlos, esos anillos usted me dijo que le pertenecían a usted y a su exesposo, no puedo hacerlo, aunque solo nos lo vaya a prestar.
—Ahora les servirá para la boda, no te preocupes mi niña, tú más que nadie puede tener el mío y... —me mira triste—, y Ahmed puede tener el de mi exesposo
No emito ningún comentario, solo asiento. Coloco la corona sobre el velo que lleva puesto mi Sultana y cuando me aparto no puedo apartar mi mirada de ella. Es tan hermosa e incluso si no llevara esa corona, se vería como una auténtica sultana a la cual veneraré de ahora en adelante.
Minutos después el alcalde vuelve a hablar dando comienzo a la boda. No presto mucha atención a lo que dice y solo me centro en mi Elizabeth, mi hermosa Sultana que tampoco deja de mirarme y me gusta que lo haga.
Cuando escucho la frase típica de las películas es cuando reacciono al fin, pero no dejo de verla, odiaría perderme cada expresión y su rostro de ahora en adelante.
—Ahmed Ülker, aceptas a Elizabeth Aydin como tu esposa para...
—Acepto.
Noto como mi Sultana sonríe aún más por lo desesperado que sueno y eso solo hace que me quede más prendido en su sonrisa. Por el rabillo del ojo veo como Elif se levanta molesta y sale corriendo del lugar mientras su abuelo trata de llamarla, pero ella no le hace caso.
—Elizabeth Aydin, aceptas a Ahmed Ülker como...
—Si, acepto señor. —Escucho una pequeña risa proveniente de Anastasia que se encuentra tras de ella.
Quisiera tomarla este momento y llevármela para siempre, donde nadie jamás le vuelva a hacer daño, pero soy paciente, siempre lo he sido y ahora no será la excepción.
—Si hay alguien que se oponga, que...
«¿No podía omitir esa parte?»
—¡Claro que me opongo! —grita Emir a unos metros de nosotros.
Se ve enojado y algo desaliñado. Ni siquiera me di cuenta cuando se hizo eso, pues antes estaba muy pulcro y calmado. Tiene una botella en su mano derecha y eso no me da buena espina.
—No puedo quedar como un maldito imbécil Elizabeth —dice enojado—, no dejaré que seas feliz con otro hombre cuando yo fui quien soportó todos estos años tus estúpidos desplantes y a tu familia.
Se acerca muy despacio y noto que tiene intenciones de hacer algo con el contenido de esa botella. Afirmo lo que pensaba cuando la destapa y la empieza a alzar para lanzar lo que sea que tenga sobre mi Sultana. Por inercia la tomo y la pongo tras de mí, para luego cerrar mis ojos y esperar recibir lo que sea que le lance.
No siento nada, pero cuando escucho como alguien forcejea abro los ojos. Lo único que veo frente a mí es a Baadir tirado y frente a él, está Emir al cual no alcanzo a detallar pues está agachado con las manos en la cara. Este último empieza a gritar y no entiendo por qué hasta que retira sus manos de la cara.
«Ácido, el maldito pensaba lanzarla ácido.»
Su cara se ve roja por la sangre que brota de algunas partes y sus ojos están completamente blancos. Todos empiezan a gritar desesperados tratando de que alguien lo ayude pues su estado es muy difícil incluso de ver. Dejo de detallarlo cuando Baadir se levanta con dificultad y se gira hacia nosotros. También le cayó ácido, pero solo en el brazo derecho y parte del hombre, no se ve tan grave.
Kiral se acerca de inmediato y toma a Baadir para sacarlo del lugar. Por el otro lado llega una pareja que van directo a Emir y desesperados tratan de calmarlo mientras lo intentan sacar de aquí. Antes de lograrlo, la mujer mayor regresa a vernos, o más bien, a ver a mi Sultana que ha salido de mi protección.
—¡Maldita, mil veces maldita, mira lo que acabas de hacer! —dice histérica la mujer—, has destruido a todo el pueblo, has arruinado la vida de mi hijo y te aseguro que también arruinarás la vida de este pobre hombre —me señala—. Espero que de ahora en adelante no tengas ningún momento de felicidad en tu vida, espero..., espero que vivas en la miseria maldita. ¡Muérete!
Un tipo parecido a Emir llega y la toma de los hombros para sacarla, pero antes de lograrlo la mujer se va escupiendo a nuestros pies y lanza las últimas maldiciones.
Cuando ya todo se ha calmado vuelvo mi atención al alcalde que llama nuestra atención y la del pueblo.
—Continuando con la ceremonia, es momento de colocarse los anillos.
Anastasia nos pasa los anillos y cada uno le pone al otro. Yo como un idiota dejo caer el mío de los nervios, pero de inmediato lo recojo y se lo coloco. Cuando terminamos uno nuestras manos y quedamos frente a frente.
—No me queda más que decir que yo los declaro marido y mujer, ahora, puede besar a la novia señor Ahmed, pero por favor, no nos den un espectáculo.
Poso mis manos en las mejillas de mi Sultana y me acerco para al fin sellar nuestra unión. Como era de esperarse al poco tiempo de haber unido nuestros labios el sonido de alguien aclarándose la garganta rompe el momento mágico.
Sin dejar que se aleje al terminar el beso, la abrazo y le hablo al oído.
—Te prometo una boda mejor que esto, tú te mereces mucho más Sultana, te mereces una boda acorde a tu posición.
—No me importa cuán grande sea el evento, yo estoy feliz con esto, soy feliz ahora Ahmed, te lo juro.
A pesar de que para ella es suficiente no pienso dejar las cosas así, claro que planearé una boda por todo lo alto, para que cada persona en cualquier lugar remoto del mundo se entere que ella es mi esposa, que es mi mujer.
Al separarnos tengo ganas de besarla otra vez, pero gracias a la interrupción del alcalde me tengo que aguantar las ganas. Nos tomamos la famosa foto como prueba y nos pide que esperemos un poco para firmar los papeles que acrediten nuestra unión. Nos limitamos a asentir y mientras esperamos me dedico a acariciar su mejilla hasta que noto que llegan algunas personas a nuestro alrededor.
A ninguno de ellos quisiera verlos o que interrumpan nuestro momento, pero no puedo hacer nada cuando uno de ellos empieza.
—Así que te casaste Ahmed —habla Anastasia Amery mientras la lagrimas brotan de sus ojos—. ¿Recuerdas cuando me ibas a pedir matrimonio?
Antes de que se creen malentendidos respondo.
—Si, fue hace muchos años señorita Amery y me alegro de que ni siquiera haya aparecido el día que se lo iba a proponer —me muestro calmado, aunque por dentro quiero desaparecer a esta mujer que solo molesta—. Así que no entiendo por qué ahora saca el tema frente a mi esposa, le pido más respeto.
—Está bien Ahmed, déjala que se desahogue, yo sé la verdad y no dudaré de tu palabra pase lo que pase. —habla muy segura mi Sultana y eso solo hace que me sienta más orgulloso y feliz de casarme con ella.
—Vaya, al fin sacaste las garras —dice Anastasia Amery con cierto tono de burla—. Pero déjame decirte algo. Tú nunca tendrás su corazón completamente, yo siempre estaré grabado en él y jamás, escúchame bien, jamás saldré de ahí porque él me amó más que a nadie y nuestro amor es muy difícil de olvidar, así que confórmate con saber que tendrás las migajas del amor que me entregó a mi primero.
A pesar de lo que dijo hace un momento, noto como mi Sultana se ve afectada por lo que esa mujer dijo.
—Ella no necesita las sobras de nadie —empiezo contra esa mujer—. Cuando me dejó plantado aquel día me rompió el corazón y no lo tuve por mucho tiempo, pero cuando la conocí a ella —regreso mi vista a la mujer que ahora es mi esposa— volví a sentir un corazón y sentimientos que creí nunca más volver a sentir, así que se podría decir que ella creó uno desde cero, el cual le pertenece completamente.
—Te arrepentirás Ahmed, cuando me veas con otro hombre te vas a arrepentir y te darás cuenta de que me perdiste para siempre.
—No lo haré señorita porque de ahora en adelante no dejaré que se vuelva a acercar a mí y a mi esposa. Pondré la orden de restricción apenas llegue a Turquía y romperé todo negocio con su empresa porque no pienso soportar más este tipo de escenas que solo la dejan en ridículo frente a todos y por ende dañan mi imagen y la de ahora mi esposa.
Hago una señal a uno de los hombres que contraté y cuando este se acerca le ordeno que no deje que esta mujer se vuelva a acercar más a nosotros. Para suerte de todos, ella da media vuelta y sale corriendo, haciendo las cosas más fáciles.
Cuando estoy a punto de respirar algo de paz, empieza otro problema.
«Este día va a ser el día más hermoso por nuestro casamiento, pero él más horrible por los problemas que se han presentado. Todo en un mismo día, genial.»
—Así que al fin te casaste Elizabeth —habla una de las hermanas—. Lástima que no lo hayas hecho con Baadir para que te saque de la pobreza, pues de seguro este empleaducho no tiene tanto como para hacerte feliz, pero bueno, era lo único a lo que podías aspirar después de arruinar la vida de Emir.
—Cállate —la interrumpe su padre y se lo agradezco internamente pues estaba a punto de dejarle algunas cosas en claro—. Deberías estar feliz por tu hermana y si no lo estás te pido que te calles y te vayas de aquí.
—Pero papá.
—Pero ¿qué te pasa?
Hablan a la vez la Señora Aydin y la hermana loca. Pero para mi sorpresa el padre no se queda callado.
—Ya dije, la que no quiera felicitarla se puede ir de aquí que yo si quiero felicitar a mi hija.
—Me alegro de que no te hayas casado con Emir —dice Issadora antes de marcharse. No lo dijo en tono burlón ni nada parecido.
Cuando todos se van y solo queda el padre, este se acerca a nosotros y sin previo aviso nos abraza a la vez y es aquí cuando me doy cuenta de que aun odio los abrazos —a excepción de los de mi Sul- ..., esposa—, pero tolero este por ella.
—Me alegra tanto que al fin seas feliz, porque lo eres ¿verdad? —se separa y la ve ansioso por una respuesta.
—Lo soy papá, soy muy feliz —me mira—, ahora soy tan feliz que creo que nada podría arruinar esto, incluso lo que pasó con Emir.
—Si, es una pena todo lo que pasó, pero nada es tu culpa..., cariño. No debes creer ninguna de las palabras que te dijo su madre y esa mujer ¿Cómo se llama? ..., ¡Ah! si, Anastasia —mira tras de nosotros—, igual a ella ¿Verdad?
Se que se refiere a la que fue mi madre que hasta ahora no ha dicho nada y se ha mantenido al margen y espero lo siga haciendo pues no quiero escuchar ningún discurso de cómo llevar un matrimonio feliz cuando ella arruinó el suyo.
Después de algunas palabras más de felicitaciones y abrazos por parte del señor Aydin, al fin el alcalde nos llama para firmar los dichosos papeles. No demoramos mucho firmándolos y para mi mala suerte los únicos testigos que pude conseguir ese momento para firmar el acta fueron Anastasia y el padre de mi..., mi esposa.
«Se me va a hacer muy difícil dejar de llamarla "Mi Sultana", pero ya me está gustando más el "Mi esposa"»
—Vayan a casa muchachos, espérenme ahí para el ritual que corresponde—vuelve a abrazar a su hija—, yo esperaré a que Issadora reciba el castigo que merece e iré pronto con ustedes.
Vemos que se acerca la señora Aydin y ya me voy preparando mentalmente para lo que viene.
—Mi madre viene a felicitarnos —dice emocionada.
Sin embargo, su madre solo toma del brazo al señor Aydin y lo lleva hasta donde está Issadora llorando.
Regreso a ver a mi Sultana y su cara demuestra que le dolió que su madre no la haya felicitado.
—De seguro está preocupada por lo que le harán a Issadora, no te pongas triste, vámonos. —miento para que no se sienta mal.
Solo asiente y en ese momento Anastasia se pone frente a nosotros, cortándome ahora a mí la felicidad.
—Los felicito —me limito a verla y de mi boca no sale nada—, ahora espero que sean una pareja muy feliz y que duren con su matrimonio, pero —mira a Elizabeth—, de no ser así, ya sabes dónde encontrarme mi niña, yo no te juzgaré y te acogeré si decides separarte de...
«Esto es el colmo.»
—Gracias por sus buenos deseos señora o señorita Anastasia, como sea, pero no creo que será necesario el último consejo, porque yo no abandonaré a mi esposa y haré todo lo posible por hacerla feliz para que no me deje como..., como otras mujeres, así que, si nos permite, nos retiramos.
Le dolió, sé que le dolió lo último que dije y la forma en la que la llamé, pero nada de lo que dije es mentira y tampoco pienso hacer como si nada pasara cuando ella fue la culpable de dañar mi infancia con su abandono.
Tomo los papeles y la mano de mi ..., mi esposa para llevarla al auto que nos espera listo para partir. Lastimosamente no del pueblo, pero ahora no tengo impedimento de llevármela si quisiera ahora mismo, solo que respeto sus tradiciones y quiero hacer las cosas bien antes de irnos.
Cuando ya estamos adentro del auto me doy cuenta de que hace una mueca de dolor cuando trata de apoyarse en el respaldo del asiento.
—¿Te duele demasiado?
—No, no te preocupes, ya se me pasará. —me da una sonrisa.
—Cuando lleguemos a tu casa te revisaré, no te preocupes —sin pensarlo la abrazo sin tocar mucho su espalda—, de ahora en adelante nadie te hará más daño, te lo prometo.
—Gracias Ahmed, te juro que no te vas a arrepentir de haberte casado conmigo — «¿Arrepentirme? Nunca» —. Te prometo que no te molestaré y haré todo lo que...
La silencio con un beso pues lo que dice hace que me moleste aún más. No con ella, si no con las personas con las que ha vivido que le han hecho pensar que es una molestia o que no vale nada. Odio que la hayan hecho tan insegura.
—Nunca me arrepentiré —digo separándome lo suficiente para que no rompamos el contacto—, y no tienes que prometerme nada de eso, lo único que quiero es que de ahora en adelante prometas que pase lo que pase, harás lo que te haga feliz a ti, incluso si eso nos lleva a separarnos. Porque escúchame bien, yo jamás te obligaré a quedarte donde no quieres, conmigo podrás ser libre mi Sultana, mi esposa.
—Esposa me gusta más —mira hacia otro lado mientras sus mejillas se tornan rosáceas—, y tú también escúchame bien, Ahmed —vuelve a mirarme decidida—, yo no pienso separarme de ti, así que me tendrás que ser paciente conmigo y soportarme durante mucho tiempo.
Me limito a asentir con la cabeza antes de darle otro beso el cual no profundizo pues noto que la gente ha rodeado nuestro auto y tratan de ver lo que pasa adentro pues el auto tiene vidrios polarizados. Me incomoda y decido dar marcha para terminar pronto lo que tengamos que hacer y así irnos a Turquía.
Enciendo el estéreo y suena la canción perfecta para este momento. Ella empieza a cantar y yo me dedico a conducir mientras trato de concentrarme pues su voz es muy hipnotizante.
"When the evening shadows and the stars appear
And there is no one there to dry your tears
I could hold you for a million years
To make you feel my love
I know you haven't made your mind up yet
But I will never do you wrong
I've known it from the moment that we met
No doubt in my mind where you belong
I'd go hungry
I'd go black and blue
And I'd go crawling down the avenue
No, there's nothing that I wouldn't do
To make you feel my love. "
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GRACIAS POR LEERME, TEN UNA LINDA MAÑANA, TARDE, NOCHE O MADRUGADA, DEPENDIENDO DE CUANDO ME LEAS.
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