30
AHMED ÜLKER
—Quédate aquí esperando a tu dueño imbécil — amenazo a Kiral con un dedo— y ni se te ocurra seguirme.
—Él no es mi...—aprieto tan fuerte mis manos entre sí, crujen tan fuerte que hasta el perro faldero de ese otro imbécil se acobarda.
Antes de pegar media vuelta y desaparecer, recuerdo.
—¡Oh! Y ni pienses que olvidé que ni siquiera le dijeron a Eli el motivo de mi partida —me acerco lentamente y él retrocede asustado—. Se que ella preguntó por mí y ustedes fueron tan insensibles que no quisieron darle respuesta alguna. Ahora atente a las consecuencias. —palmeo su mejilla irónicamente fuerte para que no piense que estoy bromeando.
Ahora que he dejado las cosas en claro doy media vuelta y me dirijo al único lugar a donde puedo ir en este momento, la plaza del pueblo. No quiero alejarme mucho pero tampoco quiero estar tan cerca de Baadir porque si lo veo sería capaz de romperle todos los dientes a ver si sigue robándole besos a chicas inocentes como mi Sultana.
«Solo con recordarlo me hierve la sangre, maldito.»
Veo un banco a lo lejos, él único libre que tal vez me sirva este momento para alejarme de todos, incluyendo a la gente de este pueblo que, aunque no me han hecho nada a mí, si se lo han hecho a mi Sultana por seguir esas estúpidas tradiciones que...
Detengo mis pasos y me quedo petrificado al sentir unos brazos rodearme desde atrás, que terminan entrelazándose en mi vientre.
Al principio tengo la ligera esperanza de que sea "ella" la que me abraza, pero cuando analizo las manos me suelto de manera brusca al darme cuenta de que alguna intrusa ha osado poner sus manos en mi cuerpo. Cuando me libero, giro de inmediato y veo a la persona con la que menos he querido encontrarme desde que llegué.
Mi mirada no se centra solo en ella, pues su séquito de amigas me aniquila con la mirada, la gente que se encuentra alrededor nos ve sin disimular y ella se ve muy avergonzada.
«Se un caballero, se un caballero...»
—Hola Elif —digo para romper la tensión que se ha formado.
«Muy bueno rompiendo el hielo, no soy.»
Su cara se transforma de avergonzada a muy alegre—demasiado—, que me asusta un poco que esta chica tenga problemas.
—Hola querido ¿Cuánto tiempo sin vernos? ¿Llegaste hoy? —quiero responder y pedirle que no me vuelva a llamar así, pero continúa—, claro que llegaste hoy, porque de otra forma me habrías ido a ver primero ¿Cierto?
Cuando termina trata de abrazarme lo cual obviamente—y gracias a Alá—, me doy cuenta a tiempo para alejarme. Y como era de esperarse, todos me miran desconcertados, pero a mí eso no me interesa.
—Primero, no me llamo querido, soy Ahmed —digo y la cara de sus amigas se transforman mostrando una faceta peor que la anterior—, segundo, llegué el viernes de la semana pasada y no he ido a verte porque he tenido cosas más importantes que hacer, tercero no vuelvas a tocarme sin mi permiso y ...
No alcanzo a decir más, cuando una de sus amigas se acerca a Elif y la abraza, mientras su mirada trata de traspasarme.
—Si la ibas a tratar así ¿Por qué la ilusionaste mandándole cartas de amor en tu ausencia? —reprocha mientras palmea la espalda de su amiga.
«Confirmado, están locas.»
—No te metas Ester, esto es algo entre él y yo —interviene Elif nerviosa.
—Pero amiga...
—¡Ya te dije que no te metas! —me mira a los ojos y por una extraña razón entiendo lo que quiere decirme, o más bien, rogarme.
No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que Elif les ha estado mintiendo sobre nosotros, tal vez les hizo creer a sus amigas que entre nosotros había algo, pero eso no pasaría ni en un millón de años.
—Creo que aquí hay un malentendido..., señorita. Pero entre Elif y yo...
—¡Está bien, está bien Ahmed! No tienes que aclarar nada —interviene aun nerviosa y se gira hacia sus amigas—, ustedes pueden irse, necesito hablar en privado con él.
Sus amigas contrario a lo que pensé, no refutan ni preguntan las razones por las que Elif las trata así, solo dan media vuelta y se pierden.
Mis manos instintivamente se cruzan mientras espero una explicación de lo que acaba de pasar. Elif ni siquiera me mira a los ojos y antes de que diga alguna excusa barata, recuerdo algo que debía decirme justo el día que partí, que obviamente es más importante que sus estúpidas mentiras.
—Mira Elif, yo no tengo mucha paciencia y peor aún si compromete mi imagen frente a los demás. Entiendes de lo que te hablo, ¿Verdad? —asiente aun mirando al suelo avergonzada.
—Yo lo siento, pero..., ellas interpretaron mal las...
—Ya no me importa —me mira—, solo no lo vuelvas a hacer porque la próxima vez, haré que todo el pueblo se entere de la mentira y quien la inventó. Te aseguro que no me interesa como quedarías ante el pueblo, no soy tu abuelo para andar tapando las cosas que haces. Así que te recomiendo que no lo sigas haciendo.
—Si si, no va a volver a pasar cari... —cierro los ojos esperando que no termine esa maldita palabra—, perdón, Ahmed.
—Ya olvídalo —asiente y me muestra una sonrisa de oreja a oreja—, ahora necesito que me digas lo que averiguaste de Baadir y Emir.
—¡Ah, eso! Casi lo olvido, ha pasado tanto tiempo, pero me enteré de pocas cosas —asiento para que continúe—, antes debes cumplir tu palabra ¿Aún la recuerdas verdad?
No es gran cosa lo que debo decirle, de hecho, me pareció muy estúpido cuando lo preguntó, pues le podría inventar cualquier cosa y ella lo tomaría como verdad.
—Claro que lo recuerdo. Solo busco información porque trabajo para el padre de Baadir y él me pide información sobre los pasos de su hijo. Algo como lo que tu amiga que nos está mirando entre los arbustos hace con tu abuelo —señalo disimuladamente donde efectivamente está una de sus amigas espiándonos.
—Mi abuelo ¡¿hace qué?! —mira a los arbustos y la amiga se esconde al ser descubierta.
—Si si, no finjas que no lo sabías, pues es demasiado obvio —intenta hablar, pero yo ya estoy muy cansado de esto—, ahora dime ¿Qué averiguaste?
—Bueno, después me dirás de donde sacaste esa información —señala los arbustos y asiento para que continúe—. Lo único que sé es que Baadir y Emir son muy buenos amigos — «Esto no me cuadra»—, incluso Baadir fue quien ayudó a Emir a planear la fiesta de compromiso, que para ser sincera, todos esperábamos la fiesta del año en el pueblo, pero lo hicieron muy privado, ni siquiera me invi...
No puedo creer que Baadir haya hecho eso, ni siquiera lo imaginé a pesar de conocer su poco cerebro. Él sabía lo que mi Sultana sufriría si se llegaba a comprometer y aun así lo hizo. La verdad es que no entiendo nada, incluso pensaba que se odiaban.
«Y mi Sultana dijo que quiso pedirle ayuda ese día, con razón ese cobarde no estaba ahí.»
—Al punto ¿Qué más sabes? —Digo desesperado por saber que otra estupidez hizo ese imbécil.
—Nada más, solo..., ¡Espera!, hay algo que no sé si debería decirte.
—Dilo.
—Bueno, pero espero que luego Emir no se vaya contra mí —asiento—, es sobre Issadora, la hermana de esa mosca muerta.
—No vuelvas a llamarla así, continúa.
—¿Por qué la defiendes tanto? —entrelaza sus manos y hace una mueca.
—No te interesa, continúa. —digo impaciente.
—No te diré nada —hace un puchero, como una niña pequeña.
«Odio los pucheros ¿Qué tiene, 3 años?»
—Entonces, adiós —doy media vuelta porque no tengo tiempo para tales estupideces.
No doy más de dos pasos cuando siento la mano de Elif detenerme para ponerse nuevamente frente a mí.
—Solo bromeaba, te lo diré —asiento cansado—. No sé si sepas, pero Issadora no está en el pueblo desde hace tiempo, de hecho, casi el mismo tiempo que tú. Bueno, el caso es que yo la vi por última vez entrando a la estación de policías y nunca la vi salir.
«¿Y esto qué me importa? Por favor, es Issadora, ella no me interesa.»
—Seguro salió tarde o te fuiste antes de que ella salga, o...
—No, estuve al pendiente toda la tarde desde la oficina de mi abuelo, que queda frente a la estación y te juro que nunca salió.
Se que esto no tiene nada que ver con Eli—«lo único que me importa»—, pero no puedo ignorar el hecho de que Emir e Issadora supuestamente tenían algún tipo de relación—Según Elif— y el conocer donde pueda estar, podría servir de excusa para sacar a mi Sultana de este pueblo.
«¿Dónde la vieron por última vez? En la estación, entonces ¿Dónde puede estar? Ahí mismo. Eres grande Ahmed.»
—Entiendo, ahora, tengo que irme. —digo con afán.
—¿Cómo? ¿No quieres pasar conmigo la tarde? —me toma del brazo impidiéndome seguir.
—No. —me suelto de su agarre.
—P-pero ¿No te gusto? ¿Está algo mal conmigo? —sus lágrimas se acumulan y eso solo hace que quiera salir huyendo más rápido.
—Para las dos preguntas, es un no. Adiós. —Digo con desdén.
En serio odio esta actitud. Quisiera ponerle un alto rotundo, que ni siquiera se atreva a hablarme, pero no puedo. No tendría a quién sacarle información fácilmente. Y no, no jugué con sus sentimientos para sacarle información, de hecho, desde el principio fui muy claro al respecto, pero ella quiso seguir.
—Bueno, entonces podrías despedirte bien, no te he visto en mucho tiempo y te extrañé demasiado, tal vez un abrazo no estaría mal. —sus mejillas se vuelven rosáceas.
—Claro que no está mal—sonríe e intenta acercarse por lo que pongo mi mano en su frente para que se detenga—, pero no conmigo. Adiós.
Doy media vuelta y me dirijo con un único destino que tengo en este momento para distraerme, pues volver a la casa de mi Sultana y ver a ese imbécil ahí, no es una opción para mí y peor para él, así que, a la estación de policías, no queda más. Tal vez no encuentre nada o tal vez encuentre todas las respuestas y excusas que necesito para sacar a Eli y llevármela para siempre.
Ahora que estoy casi en la puerta de la estación, no se me ocurre alguna excusa para entrar y buscar información.
Y antes de que me vean unos policías que realizaban el cambio de guardia, me escabullo, por un lado. Por fuera la estación parece pequeña, pero por dentro está llena de pasillos que me hacen perder fácilmente.
Cuando creo que podría llegar más lejos, veo que otro par de policías se encuentran justo frente a mí. Logro esconderme tras un pilar y me quedo ahí, tras ellos, esperando que ni siquiera regresen a ver, porque el pilar no es muy grande que digamos.
—Quien fuera el jefe Emir para gozar como lo hace todos los días en los calabozos. —ríe uno de ellos y el otro lo acompaña.
—Si yo fuera el jefe haría lo mismo, o tendría a más mujeres encerradas ahí abajo —«¿Emir tiene mujeres encerradas?»—, lo único que no entiendo es por qué no lo hace con esa bella palomita que tiene de prometida.
«Este pedazo de imbécil.»
—Créeme que yo tampoco lo haría con ella. A ver, para que me entiendas te voy a explicar cómo lo hago con mi hijo ¿Qué usarías para jugar, un juguete cualquiera que no es tuyo y que podrías reemplazarlo con otro igual, o uno de colección el cual te ha costado conseguir?
«Que asco estos tipos ¿Comparar mujeres con juguetes? ¿Qué le pasa?»
—Claramente uno que no es mío y que podría...
La radio que tienen los interrumpe y empiezan a hablar en códigos. Y afortunadamente después de unos intercambios de mensaje, ambos salen corriendo hasta el otro extremo donde están los otros policías.
Aprovecho el momento para adentrarme más en la estación y tratar de encontrar los calabozos de las que hablaban esos policías.
Paso entre varios pasillos y cuando me rindo y admito que me he perdido, trato de regresar. Pero una puerta que no había visto antes la noto medio abierta y mi curiosidad me llama a entrar. Lo hago y apenas entro, el ambiente cambia drásticamente. Desciendo por las escaleras despacio, tratando de no hacer mucho ruido por si acaso me toque salir corriendo si me descubren.
Al igual que hace un momento, empiezo a divagar entre pasillos, pero esta vez dejando alguna pista en el suelo que me oriente en caso de llegar a perderme. Además, no pienso demorarme mucho, pues tampoco sé si lo que estoy haciendo es legal o no y en estos momentos ya no quiero más problemas legales.
Divago por unos 10 minutos entre las celdas vacías, pero son demasiados pasillos que prefiero no adentrarme más y regresar.
«Genial, fue una pérdida de...»
Mis pensamientos se cortan al escuchar los..., «¿Gemidos de una mujer?». Por instinto y porque me incomodaría demasiado ver si lo que creo que está pasando es verdad, me alejo del lugar despacio. Pero antes de dar el cuarto paso, escucho algo que llama mi atención.
—E-emir, no te detengas, po-por favor, no te detengas Emir. —empieza a sonar pequeños gritos que hacen demasiado eco.
«Esa voz.»
Después de identificar la voz, me acerco al lugar de donde provienen los sonidos y gritos. Me coloco tras un pilar y antes de asomar la cabeza me preparo mentalmente pues odio presenciar este tipo de escenas si no estoy involucrado en ellas.
«Solo lo hago por confirmar, no soy un voyerista.»
Me asomo lentamente y como lo había sospechado, es Issadora junto a Emir teniendo relaciones en una celda que no parece serlo, pues está muy bien ambientada, como los clubs a los que solía asistir en Turquía cuando mi deseo y fantasías eran desenfrenadas.
Por las telas entrecruzadas, logro solo ver sus caras—y con eso me basta y sobra—, sus cuerpos gracias a Alá se encuentran bien cubiertos y aunque las siluetas se vean detalladamente, prefiero esto a ser testigo directo de ese acto.
Por lo poco que logro notar, me doy cuenta de que Issadora tiene unas esposas que la atan a la celda.
«Sin comentarios porque tampoco soy un santo.»
Inmediatamente se me ocurre grabarlos pues esto serviría como evidencia que pueda ayudarme en el futuro. Saco el celular y a pesar de que no tengo tanta batería, hago el intento de grabar por lo menos sus caras. Logro enfocarlos, pero no pasa más de 6 segundos cuando mi teléfono muere y emite ese sonido característico, que retumba entre todas estas paredes que tienen un buen eco.
Emir se detiene y por inercia vuelvo a esconderme tras el pilar, alcanzo a ver a lo lejos a un policía que se encuentra opuesto a mi dirección, y pasa silbando. Cuando noto que ya está lo más alejado posible, doy media vuelta y salgo por el camino marcado en completo silencio, pero rápido.
«Ahora más que nunca no permitiré que ese imbécil se case con ella.»
Salgo por la pequeña puerta que había encontrado hace un momento, pero no la cierro, pues estoy casi seguro de escuchar unos pasos tras de mí y si doy media vuelta notará quien soy. Bajo la cabeza cuando ya empiezo a toparme con algunos oficiales, para que no me pregunten nada y parecer lo más normal posible.
Cuando noto que estoy por llegar a la puerta siento una pequeña felicidad pues esto ha salido mejor de lo que esperaba, ahora tengo...
Choco con alguien que se ha puesto frente a mí de la nada y alzo mi mirada para conocer al imbécil que no sabe ni caminar.
Y efectivamente, me encontré con el imbécil más grande, Baadir.
—¿Qué haces aquí? —pregunta malhumorado.
—Nada que te interese. —Trato de avanzar, pero una mano se posa en mi hombro derecho y no me deja avanzar.
Regreso mi vista y lo que supuse, era verdad. Emir me siguió desde los calabozos. Mi mirada se dirige a su mano y al imaginarme en todos los lugares que acaba de estar o tocar, me alejo con asco.
«No hay escapatoria, te vio.
—¿Qué hacías saliendo de los pasillos del calabozo? —pregunta directo.
—¿Calabozo? —me hago el desentendido para ganar tiempo.
—Si, calabozo, responde.
«¡Oh! El policía que silbaba, claro.»
—¿Hablas de una puerta que está en esa dirección? —señalo y él asiente—, bueno, estaba siguiendo a un policía que se supone debía de ayudarme. Le dije que me robaron en la plaza del pueblo y vine a poner la denuncia, pero él no hizo nada, me ignoró y lo seguí para que haga algo, entro ahí, pero cuando se perdió en el primer pasillo, decidí regresar, tal vez ahí me viste.
Digo todo eso tratando de sonar algo indignado y molesto.
—¿Te robaron? —dice Baadir— ¿No que sabes artes marciales? ¿Por qué no te defendiste?
—No puedo hacerlo porque a pesar de que sepa artes marciales, estas no debo usarlas en contra de alguien que no lo practica, imbécil.
Baadir está muy enojado y trata de irse en mi contra. Pero es muy predecible que hasta Emir se pone entre nosotros.
—Ya ya, aquí no se peleen. Si quieren hacerlo, lo hacen afuera.
—No hace falta, además solo perdería el tiempo. Tengo que irme. —Digo.
—¿Ya no quieres denunciar? Yo te podría ayudar, soy el jefe de todas formas y atraparemos al delincuente en menos de 10 minutos, así que...
—No te preocupes, ya no quiero hacer nada, la incompetencia de aquel policía me demostró que no sirven para mucho —levanta una ceja y trata de intimidarme tronando sus dedos—, así que no gracias, adiós.
—¿A dónde vas si yo no te he dado órdenes? —dice el otro imbécil.
—A consolar a una chica a la que un imbécil intentó besarla—digo para que capte la indirecta y se calle si no quiere problemas con Emir—, estaba en eso, pero sucedió lo del robo, así que adiós.
—Espera ¿Alguien intentó besar a una chica en la plaza? —dice Emir sorprendido—, eso va en contra de nuestras tradiciones y merece un castigo ejemplar ¿Sabes el nombre de la chica o el sujeto?
La mirada de Baadir cambia radicalmente y se ve asustado. Y aunque quisiera delatarlo, sé que la que pagaría los platos rotos es mi Sultana, por lo que prefiero callar.
—No lo sé y de seguro ya ni esté en la plaza, por eso quiero ir rápido. Si lo averiguo te aviso policía, ojalá puedas hacer algo, porque de algo debe servir ese uniforme.
Salgo sin esperar respuesta y solo espero que me hayan creído.
«Bueno, muy listos no son, así que creo que pudieron haberme creído fácilmente.»
ELIZABETH AYDIN
Después de que Baadir se marchara empecé a llorar y no he podido parar. No quise hacerle daño y siento que soy la peor persona del mundo por haberlo rechazado. Pero no puedo mentirle y decirle algo que no siento que creo nunca podré hacer, porque ahora solo lo siento por una persona.
Escucho la puerta principal ser abierta e inmediatamente me limpio las lágrimas. Me pongo a picar la cebolla para que se disimule un poco los ojos rojos.
—¿Ya está lista la comida? —entra mi madre con unas bolsas.
—Buenas tardes, madre, falta poco, solo me queda hacer las salsas.
—Te demoras demasiado —empieza a revisar las ollas— y encima haces la misma comida de siempre, cuando te cases, Emir se va a cansar muy rápido de ti. Luego no te quejes de los buenos golpes que te mereces.
—Hice esta comida porque es la favorita de Esteban, hoy es su cumpleaños. —omito su comentario de los golpes.
De seguro mi madre olvidó el cumpleaños de su nieto.
—Lo había olvidado, pero ya que estás en esto, prepara un pastel también.
—Claro madre.
—Por cierto, hoy fui a hablar con la costurera del pueblo vecino y el viernes después de tu cursito tendrás que ir para tomarte las medidas para el vestido.
—Si, claro. —no sueno para nada contenta y mi madre lo nota.
—Te advierto desde ahora muchacha —se me acerca—, si haces algo y dañas esta boda, te encerraré en el sótano para siempre, porque puedo soportar todo, pero ser el hazme reír del pueblo, jamás. Y peor si es por una hija que no es... —levanta la mano y está a punto de darme una bofetada, pero por un impulso que surge en mí, tomo su mano y la detengo.
—Ya basta madre, no necesitas amenazarme. Todo saldrá bien. —digo tranquila mientras suelto su mano.
Su cara muestra confusión y enojo. No suelta ni una palabra, solo me analiza de pies a cabeza y al final decide salir de la cocina.
Me sorprende su actitud, pues la osadía que acabo de cometer me hubiera costado unos cuantos latigazos, pero me sorprende aún más, el hecho de que yo haya encarado a mi madre. Nunca se me pasó por la mente ponerle un alto, pues la respeto mucho y nunca quise que me odie más de lo que ya lo hace.
Me acerco a la mesa donde mi madre dejó las bolsas y noto que a un lado están las cartas de hoy. Reviso una por una pues tengo que clasificarlas para cada integrante de la familia.
Cuando llego a las dos últimas, leo que son para mí. Una es de mi profesora Anastasia y la otra es de mi hermano.
Abro la primera carta y me siento para poder leer a gusto.
"Querida Elizabeth,
Te escribo esta carta para confirmar mi visita a Kriana el lunes 29 de noviembre, espero esta carta te llegue a tiempo para que hagas espacio en tu ocupada agenda para mí. No he podido ir pronto pues en la escuela que estoy impartiendo clases hemos tenido unos pequeños problemas.
Ahora, perdón la imprudencia que voy a comentarte a continuación, pero es algo que no me ha dejado dormir desde que me enteré, sobre todo porque para mí eres como una hija y solo quiero verte feliz.
A nuestro pueblo nos llegó la noticia de que el jefe de policías (Emir Akin), se comprometió con una muchachita llamada Elizabeth. Tú eres la única en ese pueblo que conozco con ese nombre. Y perdón si lo que voy a decirte no te agrada, pero lo tengo que hacer por tu bien.
Cuando me fui de tu pueblo fue por culpa de las amenazas de la familia de Emir, ya te contaré todo cuando nos veamos, pero por lo pronto espero me creas. Ese muchachito nunca me gustó para ti, no es nada bueno cariño, ha hecho cosas imperdonables que ni siquiera llegas a imaginarte. Una de ellas es que mientras te estaba cortejando en el colegio, lo hacía con tu hermana Issadora y otras muchachitas.
Yo personalmente vi como tu hermana y él tuvieron relaciones en una de las aulas al finalizar las clases, de ahí parte algo de la amenaza por la que tuve que partir, pero hay más que en este momento no puedo decirte cariño, te lo tengo que contar en persona.
Se que por las tradiciones del pueblo la única perjudicada aquí serías tú, incluso si llegara a descubrirse que él ha hecho eso. Por eso quiero decirte que parte de mi visita a Kriana el lunes, es con la intención de traerte conmigo a Hanan para que empieces de cero tu vida. Y si quieres podríamos llegar a la ciudad, sé cómo hacerlo, ya he ido un par de veces.
En fin, piensa bien si quieres irte conmigo ese mismo día en la noche, pues estoy casi segura de que si te casas con ese hombre nunca serás feliz y libre como siempre quisiste serlo. Recuerda que esto lo hago por tu bien y respetaré tu opinión si decides quedarte, pero me dolerá verte sometida a ese hombre.
Hasta nuestro encuentro, Cuídate mucho y recuerda que te quiero cariño.
Con cariño Anastasia Y."
Cuando termino la carta las lágrimas no dejas de brotar de mis ojos.
No lo hago por lo que me acabo de enterar de Emir e Issadora. Lo hago porque nadie, ni siquiera mi madre se había preocupado tanto por mí como lo hace la señorita Anastasia. Ella incluso piensa ir en contra de las tradiciones para verme bien y eso es algo que nadie haría.
—Me quiere, hay alguien que me quiere como una hija. —digo entre sollozos en voz alta para convencerme.
Cuando me calmo un poco y siento que estoy más relajada, abro la carta de mi hermano.
"Elizabeth,
Hace 2 días nos dieron las cartas que suelen dejar las familias para nosotros. Me sorprendí mucho cuando en la carta de mamá, decía que te acababas de comprometer con el imbécil de Emir. Te dije que no lo hicieras, te supliqué antes de irme de casa tantas veces que no lo hagas, pero aun así lo hiciste.
En parte no te culpo cariño, porque sé que no tuviste escapatoria, conozco a ese tipo. Pero déjame decirte que tenía un plan para sacarte de ese pueblo. No te lo dije porque no sabía cómo reaccionarías. Ahora todos mis planes se han esfumado. Pensaba llevarte a la ciudad y si es posible a otro país para vivir juntos y empezar de cero donde nadie nos conozca.
A pesar de todo, quiero decirte que mis planes que se esfumaron se transformaron y ahora tengo uno para sacarte de ahí incluso si llego el día de tu boda o después de ella. No sé cuando me dejarán salir del cuartel, pero a penas lo haga, iré con unos amigos que me ayudarán a enviarte a otra ciudad o país, dependiendo el tiempo que tengamos.
Así que Elizabeth, espero estés preparada porque no voy a permitir que te cases con él. Sobre mi cadáver dejaría que él te tome como esposa. Y si lo hacen y no llego a tiempo, haré todo lo posible por liberarte de él.
Sin más que decir, me despido, recuerda que te amo.
George A."
No puedo creer lo que dice en la carta.
«¿Él también pensaba sacarme del pueblo?»
Ahora más que nunca sé que tengo tantas opciones para escapar y todas son con personas que me quieren. Solo espero llegar hasta el lunes sana y salva para poder irme con la señorita Anastasia, porque si me quedo a esperar a George, tal vez sea demasiado tarde y no quiero que él se vea involucrado si lo descubren. No quiero a más personas involucradas por mi culpa.
—Voy a salir de aquí, voy a ser libre. —digo casi susurrando e interiorizando las palabras que me dan mucha paz en este momento.
Mi estado de ánimo mejora de inmediato y me siento tan feliz que solo quiero bailar y cantar en este momento.
«Me quieren, me quieren tanto...»
Voy por mi walkman y me lo coloco para poder empezar a escuchar mis músicas. Ahora mismo no me interesa si mi madre se enoja si me escucha cantar, solo quiero hacerlo y demostrarle al mundo que estoy feliz.
Reproduzco el casete lleno de mis "canciones felices".
"... Baila, baila esta cumbia
Un ritmo, ritmo sin igual
Nadie se quede sentado
Todos vamos a bailar
Siento algo que me mueve
Un ritmo que me hace bailar
Tomen todos su pareja
Todos vamos a gozar..."
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GRACIAS POR LEERME, TEN UNA LINDA MAÑANA, TARDE, NOCHE O MADRUGADA, DEPENDIENDO DE CUANDO ME LEAS
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