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Escena extra

Danika Reyes.

Estaba acostumbrada a la vida dándome mierdas cada cierto tiempo. Era como si tuviéramos un trato, él me jodería algunas veces con la excusa de mantenerme fuerte. Yo tendría que sobrevivir a los bombardeos.

Y lo estaba haciendo bien.

Las personas no se metían conmigo y yo no me molestaba en mirar en su dirección. Quizás era gracias a la reputación que tenía el colegio de donde venía, o el hecho de que mi casa no estaba ubicada en un buen lugar.

Nadie se me había acercado los primeros días de clase y eso era genial. Hasta que la psicóloga se me acercó en el recreo y soltó mierdas. Algo sobre mi padre preocupado porque no llevaba amigos a casa y como yo debía suavizarme con las personas para que no temieran y se me acercaran. Sí, en serio ella había dicho suavizarme. 

La mujer estaba loca. ¿Y quería ayudar a otros? Buen Dios. Mi padre había cometido un error al acercarse a ella, pero después de todo, no debería estar siquiera sorprendida. Así era papá. Se preocupaba mucho por mí y estaba agradecida por eso. Pero tampoco necesitaba que hablara de mi vida social con otros. ¿Y qué si solo tenía un amigo en todo el mundo? Prefería tener solo uno antes de llenarme con miles de amigos falsos.

Justo como pasaba con Alessandra Castillo. La pobre muchacha estaba rodeada de serpientes y no tenía idea.

Y no era como si realmente ella me importara demasiado como para advertirle. Había intentado ser su amiga. Ser amigable con alguien y suavizarme junto como había dicho la psicóloga. Entonces, esperé hasta el recreo para acercarme a su mesa y preguntar si me podía sentar con ella y sus amigas. La verdad era que no me importaba si me rechazaban o no, me hubiera sentado de todos modos. Y si alguna de ellas se ponía chillona huiría a otras de las mesas que se encontraban vacías. Pero decidí quedarme a la espera de una respuesta. Necesitaba llevar al menos a una chica a casa y borrar las preocupaciones de papá.

Kylie fue la que respondió. Bonita, alta y delgada Kylie. La sonrisa estúpida que llevaba en el rostro me dijo que nada de lo que podría salir de su boca era bueno.

—No —rió como si acaba de decir algo gracioso—, pero si gustas te busco un lugar para tomar asiento. El sanitario se ve cómodo.

Todas sus amigas jadearon sorprendidas ante su comentario. Una de ellas me observó con lástima y juro que odié eso. Había pasado mucho tiempo desde que alguien me había mirado de esa forma y no deseaba repetirlo otra vez. Quería golpear a Kylie, darle con la bandeja en el rostro y dejarla inconsciente en el suelo. No hice eso. Le di donde más le podía doler a una persona. Me metí con su linda madre. Sip, así de bajo había caído. No me sentía orgullosa de eso. Pero era Kylie después de todo. Ella debía haber oído los rumores que corrían sobre su persona por el colegio. Todos decían que era una puta vestida de monja. Ni yo le prestaba atención a eso y parecía que ella tampoco. Si la insultaba no le hubiera dado importancia. Estaba acostumbrada a ello. Pero si insultaba a su madre... oh, eso le hubiera dolido. Lo sabía porque, aunque había conocido chicos que detestaban a sus padres, nunca reaccionaban bien si te metías con alguno de ellos.

Entonces lo hice, fuerte y claro, insulté a su madre y le dije que le vendrían bien algunas clases sobre comportamiento y educación. No miré a nadie mientras salí de ahí. Solo recuerdo vagamente el rostro enrojecido de Kylie y los ojos de Alex que parecía, se le querían salir de la cara.

Después de eso quería buscar a la madre de Kylie y disculparme con ella por haberle faltado el respeto. A pesar de que, estaba segura, ella no tenía idea. Y puede que Kylie se hubiera merecido mil insultos por intentar humillarme, pero su madre no. Y yo no era tan mala persona como para no sentirme avergonzada y culpable por mi actitud.

Si alguien se atrevía a insultar a mi padre, no salía vivo para contarlo. Estaba sorprendida por haber salido caminando del comedor. Casi esperaba que Kylie se lanzara y me golpeara hasta la muerte.

Quizás ella era mejor que yo, después de todo. O solo estaba esperando el momento perfecto para atacar.

De igual forma, deseaba cambiarme de colegio. Había querido ser la muchacha invisible cuando llegué y ya me había ganado toda una enemiga.

Papá no me dejó faltar al colegio al día siguiente. Casi le grité por eso. Me contuve porque yo nunca, nunca, le levantaba la voz. Y ya que no quería asistir a clases... me mantuve encerrada en el baño de los hombres.

Gracias al cielo ese era el antiguo baño que nadie usaba. Ni el conserje. El colegio era muy grande y tenía demasiadas habitaciones que no habían sido abiertas en años. Esta era una de esas. El baño de los chicos cerró cuando encontraron a una pareja teniendo sexo. Supuestamente no tenían demasiados empleados para que cuidaran en las puertas de entrada y tuvieron que clausurar varios baños. Tanto de mujeres como de hombres. La secundaria tenía solo dos baños ahora. Decir que las colas eran largas estaba de más. Uno debía esperar, si era posible, media hora para poder hacer sus necesidades en dos minutos antes de que otra chica te gritara para que salieras de una buena vez. Era un caos.

Felizmente no fue complicado robarle las llaves al conserje. Y tampoco tuve reparos en agarrar una de las escobas que se encontraban en la esquina del lugar y limpiar el suelo para sentarme. Lo complicado fue intentar esconderse cuando la puerta se abrió con brusquedad.

Santa. Mierda.

Era mi fin. Era probable que papá me cambiara a una escuela de monjas después de enterarse que su única hija había sido atrapada en el baño de los varones.

El chico que interrumpió el baño miró la puerta alarmado. Sus ojos abiertos como platos mientras se aseguraba que esta no se saliera del marco.

—¡Eh! ¡Kayden! —estaba segura de que mi corazón dejó de latir cuando escuché la voz de otro chico. Oh Dios, ¿uno más? —. Apura con eso y sal. Tenemos partido.

—Espera un rato —le gruño en respuesta el tal Kayden.

Pasó menos de un segundo. Kayden alzó la mirada. Mi corazón se detuvo; segundos después, aceleró con fuerza dentro de mi pecho. Nuestros ojos se encontraron. Los suyos se ampliaron más de lo normal mientras me observaba. Sorpresa. Temor. Todas sus emociones escritas en su rostro.

Tragué saliva. El chico se me hacía vagamente familiar. Tenía una camiseta de futbol, algo que se me hacía extraño porque había visto a los jugadores del colegio. Ni uno era tan delgado como Kayden. Parecía que hasta el mínimo soplido de un viento podría llevárselo con facilidad como si de una hoja se tratase. Pero era atractivo. Su cabello de color castaño estaba desordenado, parecía que se había pasado las manos muchas veces por ahí. Los ojos cafés, labios delgados y la nariz puntiaguda. Buen Dios, estaba fascinada con esa nariz.

—¿Quién eres? —entrecerró los ojos.

El chico de las poesías. Rodé los ojos.

—Una estudiante.

Respuesta cortante y voz firme. Perfecto para alejar a los curiosos como él. Aunque claro, yo estaba en el baño de hombres y merecía todo un interrogatorio.

—Supuse eso —resopló—. A menos que fueras la amante del director, ahí nos encontraríamos en serios problemas.

Ew. No quería ir ahí. Pero la curiosidad era parte de mi vida, así que... no pude evitar preguntar. Me serviría para futuros chantajes. Quién sabe. —¿El director tiene una amante?

—Eso dicen —se encogió de hombros—. No es como si me interesara. ¿Quién eres? ¿Eres nueva? ¿Te perdiste? —demandó saber.

—Eh... me quedé atrapada.

Su ceja se alzó. ¿Era posible que un chico se viera mucho más atractivo mientras alzaba una ceja?

—La puerta del baño estaba abierta.

¿Por qué no me podía tocar un idiota? Me sentía vulnerable. Yo sentada y él de pie, mucho más alto que yo.

—De todos modos —continuó—. No deberías estar aquí.

—Tú estás aquí —señalé.

Sonrió con descaro.

—Sé eso. Pero yo soy un hombre, este es mi baño. ¿Sabes cuántos chicos pasan por esta puerta desnudos?

—Creí que este baño estaba cerrado.

—No cuando empiezan las pruebas de futbol —cerró la puerta del baño y dio un par de pasos en mi dirección, ambas manos metidas en su bolsillo—. No nos gusta apestar en las clases, venimos como locos para cambiarnos aquí.

Oh, genial. No solo pude encontrarme a Kayden aquí. ¡Pudieron ser muchos traseros desnudos a la vista!

—Yo... no puedo salir de aquí.

Bien, Danika. Quise darme palmaditas en la espalda por mi estupidez. Ahora creerá que deseas ver a los chicos.

—¿Por qué no? No será por lo que te dije hace un rato, ¿verdad? —su voz destiló humor. Buen Dios. Debe pensar que soy una estudiante pervertida. ¡Maldita sea! Voy a matar a mi padre por no acceder y dejarme cambiar de colegio—. Oye, oye. No pongas esa cara. Solo bromeaba, estabas... ¿escondiéndote? ¿No quieres dar una prueba?

Me estaba dando una salida. Y como la cobarde que era, la tomaría.

—Eso mismo —fingí un suspiro de alivio—. No he estudiado para la prueba de matemática.

Sería más creíble si sacara malas notas y no fuera una de las mejores en esa clase. Gracias al cielo, el chico no las llevaba conmigo.

Kayden asintió. —¿Vas a quedarte todo el día aquí?

—Pensaba hacer eso, pero... dijiste que los chicos vendrán en un rato aquí, ¿verdad?

—Cuando terminen las pruebas. No sé si ya empezaron —hizo una mueca— Se suponía que vendría a cambiarme...

—Oh. Eh... ve con cuidado —señalé uno de los cubículos. ¿Ve con cuidado? Es la tontería más grande que le había dicho a alguien. Pero esa fue una clara indirecta para que se fuera y me dejara sola. No necesitaba alguna especie de cuidador en los baños de hombres. Tendría que arrastrarme hasta la enfermería para que creyeran que me sentía muy mal y me mandaran a casa. Pero no podía hacer mi escena si el chico seguía aquí. De pie a unos pasos de distancia y observándome—. ¿Qué estás esperando?

—Estoy pensando.

—¿Y no puedes hacerlo mientras te cambias? —espeté. Mi intención no era ser grosera, pero era lo que conseguías si mantenías una conversación por largo tiempo conmigo.

—Estoy intentando ser bueno aquí, ¿puedes mantener silencio por un rato?

Alcé una ceja. ¿El chico aquí me estaba mandando?

—Oye, tú...

La perilla de la puerta empezó a girar. Ambos nos observamos con expresiones preocupadas.

Maldita sea. Observé uno de los cubículos. Podría esconderme ahí hasta que la persona saliera y...

La puerta se abrió con brusquedad. Kayden se puso a mi delante, interponiéndose entre la persona que acababa de entrar y yo.

—Seth, ¿ahora qué quieres? —cuestionó Kayden, su voz cargada de irritación.

—El entrenador está como loco preguntando por ti. Si no vienes en cinco minutos... oye, oye. ¿Qué tienes ahí?

—Nada. Ahora sal. Por favor. Necesito cambiarme.

—¿Qué? Eso que veo ahí son piernas y... qué buenas que están—Abrí la boca sorprendida. ¿Qué diablos? ¿Qué le sucedía a este imbécil? Por inercia, recogí mis piernas—. Mierda. No creí que esto sucedería. ¡Hasta que por fin! ¡Kayden Delgado está a punto de hacerlo con una chica en el baño de varones! O bueno, eso parecía. No te interrumpí, ¿verdad? Hombre, lo siento tanto. La próxima vez pon una media o algo así en la puerta y te juro que...

—Vete ahora mismo Seth, si no quieres que te patee el culo.

—Está bien, está bien. Pero antes... —escuché sus pasos. No alcancé a poner mis manos sobre mi rostro para esconderme. El tal Seth me observó por encima del hombro de Kayden—. Mierda. No eres esa chica caliente de la que todos hablan, ¿o sí? ¿Cuál es tu nombre? ¿Anika Reyes?

—Danika Reyes —corregí rápidamente y fruncí el ceño. ¿Chica caliente? Bueno, me esperaba el título de un montón de cosas menos de eso.

Kayden lo empujó, apartándolo de su camino. —¿No entiendes español? ¡Te dije que te largaras!

Me levanté del suelo por si estos dos pensaban ponerse a pelear y tenía que correr. Seth tenía una expresión relajada, sin embargo. Kayden era el que parecía querer golpear algo.

—Solo quería ver quien era, hombre. No tienes por qué actuar de este modo —Los ojos de Seth me enfocaron—. Lamento la mierda que ha estado hablando Kylie ayer de ti. Puede que sea mi mejor amiga pero le he dicho que si sigue tratándote de ese modo iré a la dirección.

Mi boca se abrió, pero no pude hacer ningún sonido. ¿En serio acababa de decir eso? ¡Iba a matarlo!

El cuerpo de Kayden giró en mi dirección y me enfrentó. Quizás vi algo parecido a lástima en sus ojos y lo odié.

El chico debía estar pensando que sufría de bullying constantemente y por eso me escondía en el baño de los hombres. Y eso no era así. Nunca recibía malos comentarios y mucho menos me escondía. Salvo el día de hoy, pero ese era un caso distinto porque no estaba escondiéndome por temerle a Kylie. Era más sobre vergüenza por haber dejado que Kylie creyera que podía hablarme como se le diese la gana. Y era mi culpa, por suavizarme como la psicóloga había dicho que hiciera.

—Como sea —fue lo único que dejé salir y me encamine hasta la puerta. Me iba a ir a alguna clase o a la enfermería, ya no importaba. Para estos dos chicos yo era la cobarde que se escondía después de ser humillada y la gente no tardaría en enterarse de eso. Ya estaba odiando mi último año de secundaria.

Segundos antes de alcanzar la perilla, alguien atrapó mi codo y me dio la vuelta.

Kayden.

El chico debía soltarme si no quería que lo golpeara en sus partes bajas. Fruncí el ceño y puede que incluso buscara poner una mirada intimidante para asustarlo.

—¿Qué?

—¿Te estabas escondiendo por eso? ¿Por Kylie?

Era oficial. Los hombres podían ser incluso más chismosos que las viejitas en las peluquerías. Un vistazo a Seth me confirmó que él también estaba atento a nuestra conversación, a la espera de una respuesta. Tiré de mi brazo para salir del agarra que tenía Kayden sobre mi codo.

—A menos que ustedes sean la mano derecha del director, no creo que deba responder eso.

—¿Ser el hijo del alcalde funciona para ti? —Alcé una ceja y enfoqué a Seth. Se encogió de hombros—. ¿Qué? Solo probaba.

—Ustedes dos...—entrecerré los ojos—. Nada. Solo vayan a su entrenamiento y déjenme en paz, ¿pueden?

Seth miró a Kayden. —Kayden, a la chica de aquí le está saliendo fuego por las orejas. ¿Nos vamos o qué?

—Ve yendo. —Kayden no lo miró. Su vista estaba fija en mí y contuve mis ganas de gritar. ¡¿Ahora qué quería?!—. Yo, uh, tengo que cambiarme.

Su amigo asintió y salió del lugar dándome una última mirada.

—¿Vas a cambiarte en serio o seguirás molestándome?

—¿Te estaba molestando? —Alzó una ceja—. Porque lo único que hago es preocuparme por ti.

—Kayden, por favor, recién me conoces. No puedes soltar una mierda tan grande como esa y esperar que te crea.

—Puede que estemos hablando recién, pero te he visto antes. Como en la panadería en las mañanas o en la farmacia, que por cierto, visitas seguido. Al igual que yo, así que... Sip, nos hemos encontrado por ahí muchas veces.

Parpadeé. No estaba hablando en serio.

—Y tu padre —continuó, sin saber que mi cabeza estaba a punto de explotar—. He hablado un par de veces con él, además de que escuché algunas de sus conversaciones en el mercado. Le dijo al guardia de seguridad que estaba preocupado por la carencia de amigos que tiene su hija Danika. Te he visto con él, sabía que era tu padre, pero ahora mismo no estaba tan seguro de que fueras la misma chica con la que me he encontrado algunas veces. Pero lo eres. Aquí estás, Danika.

Mi estómago cayó pesadamente. Dioses, tomar mi siguiente respiración me costó demasiado. Casi tropecé sobre mis pies mientras intentaba alcanzar la perilla.

—¡Oye, oye! No dije esto para que escaparas, yo...—sentí sus dedos en mi codo, de nuevo. Esta vez no permitiría que tirara de mí. Me voltee con brusquedad, sorprendiéndolo—. Creo que no elegí las palabras correctas.

—Creo que no, acosador.

—¿Acosador? ¡Estoy siendo bueno contigo! Intentando ayudar y en serio, estoy empezando a creer que no te lo mereces.

Apreté los labios. Que mi padre le hablara sobre mi carencia de amigos a cualquier persona me enojaba. Saber que Kayden me había reconocido en distintos lugares me enojaba aún más. No quería a un chico revoloteando por ahí y diciéndole a la gente que mi vida social era más patética que las personas que no sabían la tabla del dos. Pero entonces, las malditas lágrimas llegaron a mis ojos y yo solo quería correr. Había sido un día muy agotador. No estaba acostumbrada a hablar con tantas personas desconocidas en un solo día.

Kayden debió ver el inicio de un llanto, porque su expresión se suavizó.

—Puede sacarte de aquí —susurró y yo solo pude observarlo con confusión—. Dentro de unos diez minutos será la una, a esa hora abren las rejas para los que quieren hablar con la secretaria. Fingiremos que vamos a la enfermería y antes de llegar al último pasillo, volteamos a la derecha, hacia la oficina del Jorge. ¿Lo conoces?

Asentí. Jorge es el portero, todos lo conocen. Es un hombre de mediana edad, agradable con todo el mundo.

—No creo que Jorge me deje salir. —Y tampoco creo que todo el plan funcione. Me he escapado antes de clases, sí. No estoy muy orgullosa de eso. Pero sucedía en mi anterior colegio, y hablábamos del lugar en el que estaban la mayoría de chicos que salían del reformatorio. Nada bueno podía suceder ahí. Este era un colegio distinto. Una mejor seguridad, enseñanza y... personas agradables. Bueno, algo agradables.

—Lo hará. Me debe una.

—Pero... ¿y si lo despiden?

—Me debe una —repitió. Hice una mueca y debió ver que no pensaba dejar el tema ahí, porque aclaró—: Ya ha hecho esto antes. Y tan mal como suena, despedirlo le puede costar mucho al colegio. Es el sobrino del alcalde.

—De acuerdo—susurré. No estaba muy convencida. Y tenía miedo de que las cosas pudieran salir mal, mucho miedo. Pero estaba cansada de este día de mierda y podía culpar a papá por obligarme a venir. Mañana enfrentaría lo que se me viniera. El día de hoy solo quería esconderme del mundo bajo mis sabanas. —¿Tú vendrás conmigo?

—No. He firmado mi asistencia en la mañana, tú no hiciste eso, ¿verdad?

—No lo hice.

Y agradecía al cielo por eso.

—Bien. Saldremos ahora, intenta no hacer mucho ruido con los zapatos, ¿de acuerdo? —asentí. Kayden me ofreció su mano y por primera vez en mi vida, no dudé en algo. No dudé en tomar su mano y apretarla con fuerza.

—Gracias —susurré. Y nunca olvidaría esto. Acababa de colocar a Kayden en una de esas listas especiales; que guardaba en mi corazón, en las que solo tenía a dos personas.

Y ahora eran tres.

Porque Kayden Delgado estaba ahí, y esperaba que se quedara por mucho tiempo.

Nota: 

Bueno, no sé ustedes, pero yo amo a Kayden. Es tan lindo :'3 

Tenía este especial planeado desde hace mucho tiempo pero por cosas del destino no pude actualizar y ya hasta me había olvidado de no ser por mi querida amiga Perla, a la que le mando saludos y besos <3

Ya tengo terminado el capítulo 6, creo que mañana lo subiré. Y si termino algunas cosas que ando haciendo, lo haré hoy.

Si ven algún error, no duden en decirme.

¡Beso a todaaas! 

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