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Capítulo 0.5 (2)

Cómo empezó todo (2)

—¡Adivina qué! —exclama Dylan, mientras se deja caer en el mueble.

Hago un puchero al ver que roba mi sitio.

—¿Te cansaste de las sillas y la alfombra sucia? —pregunto, con una ceja alzada.

Me dejo caer en la silla más cercana, coloco mi mochila sobre el suelo y extiendo ambas piernas, dejándolas caer en la mesita pequeña que está a frente a mí.

—Nop. Y esa alfombra se encontraría en mejores condiciones si te molestaras en limpiarla las semanas que te tocan.

—Ya te dije que...

—Excusas y más excusas —canturrea—. Parece que soy el único ordenado y limpio aquí.

—He estado ocupada —me defiendo.

—¿Haciendo qué? —interroga con curiosidad.

Muerdo mi labio inferior. Es algo extraño contarle esto a otra persona que no es Kayden o Kylie, mis mejores amigos. Pero Dylan y yo hemos iniciado una extraña amistad. No intercambiamos palabras durante clases o fuera de la escuela, pero aquí, cuando nos encontramos en esta pequeña habitación, no dejamos de parlotear.

Voy a ser sincera. No sé muchas cosas sobre Dylan; no tengo ni idea de cuál es su color favorito o cantante preferido. Tampoco sé que le gusta comer y ni cuantos hermanos tiene. Llevo dos meses, como máximo, conociéndolo y aún hay cosas de su vida que no me quedan claras.

Pero sé cosas que el resto desconoce. Sé que es competitivo y se enoja cada vez que pierde. Sé que se comporta como niño travieso cuando está con sus amigos, al igual que sospecho está enamorado de nuestra mejor amiga, Kylie. Es amante del futbol y nunca se pierde ningún partido. Se esmera por ser el mejor alumno y obtener buenas calificaciones. Se escapa cada vez que una mujer está a punto de echarse a llorar y se vuelve arrogante cada vez que se entera que una está enamorada de él. Si pudiera, se pasaría semanas enteras durmiendo, porque al igual que yo, es un dormilón. A diferencia de otros chicos de mi edad, no pasa todo el tiempo con el celular. Eso último es algo que me agrada, mucho. Me gusta mirar a los ojos cuando mantengo una conversación con alguien.

Decido que contarle a Dylan sobre mi pequeño secreto no le hará daño a nadie después de todo.

—He estado viéndome con un chico durante el almuerzo —empiezo—. Antes de que preguntes, lo conoces. Él entrena contigo.

—Oh, vaya. —su frente se arruga, sus ojos se mantienen firmes sobre los míos—. Eso ha dolido. Un poco. Me siento traicionado, eh —una extraña expresión surca sus facciones—. Veamos, ¿quién es el pobre desafortunado?

—Hey—exclamo ofendida. Sin darle tiempo a reaccionar; le arrojo una de las almohadas que se encuentran desparramadas en el suelo. Esta impacta con su cara y su reacción solo me hace enojar. Dylan se ríe mientras tira la almohada, de vuelta a su habitual lugar.

—Es broma, necesitas relajarte y dejar de comportarte como una nenita.

—¿Yo? ¿yo? —pregunto indignada—. ¿Quieres que te recuerde que estuviste a punto de hacer ayer?

—No necesito que me recuerdes la tontería que estuve a punto de cometer ayer.

—Creo que necesitas un buen refresco de memoria. O un puñetazo.

—Me quedo con la segunda opción—se acaricia el mentón y me observa por unos minutos como si de verdad estuviera analizando las opciones—. Sip, la segunda opción se oye bien. Ahora, a lo que íbamos... ¿cómo se llama el desa...—se interrumpe al ver mi expresión—. Afortunado, muy afortunado chico?

—Victor—una sonrisa se apodera de mi boca al mencionar su nombre—. Es Victor, ya sabes. El chico que siempre pelea con la profesora de historia por dejar una cantidad exagerada de tarea.

—¿Victor el arquero? —pregunta, con una ceja alzada.

—Sí —suelto un suspiro. Había hablado un par de veces con Victor en años anteriores, nunca lo suficiente como para conocerlo a fondo. Pero algo en él siempre me había atraído. Quizás podrían haber sido sus cálidos ojos marrones o la manera en la que siempre te hacía sentir cómoda a su alrededor. Recién hace tres semanas intercambiamos palabras que iban más allá de un Hola o ¿hay tarea para mañana? Nosotros estábamos conversando. Mucho. Nos deteníamos en los pasillos a hablar hasta que uno de los profesores salía del aula para pedirnos que entremos o llamaría a nuestros padres. También me hacía barra cada vez que jugaba algún deporte en educación física. Eso... eso era algo que nunca nadie había hecho por mí.

Ese suspiro, esos ojos soñadores...—Dylan me dedica una mirada de suficiencia—. Si no te conociera mejor, pensaría que estás enamorada.

No respondo y el muchacho deja escapar un bufido.

—¿En serio? ¿Víctor? —Niega con la cabeza y casi puedo ver un poco de decepción en sus ojos—. Enamorarse de Victor es tan cliché en esta escuela.

—¿Son celos lo que escucho en tu voz? —me burlo.

Rueda sus ojos con expresión aburrida.

—Celos de ese idiota. Por favor, Alex, invéntate otro chiste más bueno.

—Uh, como digas.

—Como sea.

Ninguno dice nada; somos envueltos por un silencio incómodo, que no hace nada más que alterarme. No soy fan de los silencios. Sus ojos están sobre mi cabeza, quiero voltear para observar qué mira con tanta fascinación pero me mantengo en mi lugar fingiendo estar entretenida mientras observo mis uñas desgastadas.

—No entiendo que le ves—suelta, rompiendo el silencio—. No es que diga que sea un mal tipo, pero...

—¿Pero tampoco le ves nada especial?

—Exacto. Es... es como una mala imitación mía.

—¡Oh por Dios! —exclamo, sorprendida—. En serio no acabas de decir eso.

—¿Qué? Es verdad.

Suelto una risa sin poder creerme del todo que algo así saliera de su boca.

—Si es así, hasta yo podría decir que Kylie es una mala imitación mía.

—Bien, eso ya es vivir en un mundo paralelo al nuestro, Alex—alzo ambas cejas, cuestionándome si debo sentirme ofendida o halagada—. Para empezar, ella lee y tú no.

Abro mi boca.

No me siento ofendida por lo que acaba de decir. Es verdad, no soy fan de la lectura. No puedo abrir ni un solo libro porque me encuentro bostezando casi al instante. Pero la manera en la que lo dijo... su tono de voz es lo que me hiere. Destila burla y desdén.

—Primera diferencia entre Víctor y tú. Él sabe jugar futbol, en cambio... pareciera que tú solo corres en dirección opuesta a la pelota —disparo de vuelta.

Siento una extraña satisfacción al ser testigo del dolor que le han causado mis palabras. Por su expresión cualquiera pensaría que acaba de recibir una patada en los testículos. Estoy media tentada a volverlo realidad.

Me levanto de un salto, sin desear estar un segundo más a su alrededor.

Camino hacia la puerta con prisa y salgo disparada hacia el pasillo, quizás pueda encontrarme con Kayden antes de echarme a llorar.

                                                                                                ***

Kylie no deja de parlotear fascinada sobre lo que ocurrió la última vez que estuvimos animando a los chicos que jugaban futbol en el campo. Desde las gradas, puedo observar a nuestro equipo de futbol conversar en la esquina con el entrenador mientras este hace señas señalando al equipo contrario.

Todos los presentes pisotean con entusiasmo mientras gritan enloquecidos. El olor del sudor flota entre los presentes. El silbato suena y la multitud grita más emocionada que antes. Los jugadores toman sus posiciones y esperan el próximo silbato para empezar a jugar. Cuando este suena, visualizo a los chicos que empiezan a moverse. Mis ojos van directo al arco de nuestro equipo. Víctor se encuentra alerta mientras observa los movimientos de sus oponentes.

—¿Crees que te vuelva a besar? —la pregunta de Kylie me saca de mis cavilaciones y frunzo el ceño.

—No.

—Eso sería una lástima, ¿sabes? Yo realmente quiero ver ese caliente beso de nuevo.

Ruedo los ojos y le doy una mirada.

—¿De qué hablas ahora, Kylie?

—Del beso que te dio la semana pasada frente a todos. Fue lo más caliente que he visto en mi vida. Él parecía un depredador por la forma en la que caminaba hacia ti y tú... tú eras su presa. La manera en la que te sujetó el rostro...—suelta un pequeño chillido entusiasta que hace que los de nuestro alrededor nos observen extrañados—. Ese beso. Quiero alguien que me bese de la forma en la que Victor te besó, en serio.

—Ahí está tu novio —señalo a Enrique, tiene la pelota por unos segundos antes de pasársela a Kayden—. Puedes buscarlo después del partido y pedirle un beso.

Kylie resopla. —Eres una aburrida. Mejor voy a pedirle un beso a tu novio, ¿qué dices?

—Primero que nada, no es mi novio. Y segundo, estoy segura de que a Enrique no le gustaría eso.

A Dylan tampoco.

—Ya, te creo.

Mis ojos se posan en Dylan, está fuera de la cancha en una acalorada discusión con el entrenador. Es extraño no verlo jugar ni presenciar sus pasos de baile cada vez que hace una anotación. La última vez que hablamos, fue hace una semana cuando discutimos por compararse con Víctor y burlarse sobre mi ausencia en el hábito de la lectura.

Nos hemos cruzado un par de veces en los pasillos; sin embargo, no nos hemos molestado en levantar la mano en una especie de saludo. Lo he encontrado un par de veces mirándome con culpabilidad mientras estábamos en clase. Puede que él también me atrapara mirándolo un par de veces con algo parecido a rencor.

Observo por unos minutos más el partido. Nunca he sido una aficionada del futbol, no entiendo sus posiciones y mucho menos las tácticas que hacen. Tampoco es como si le prestara atención a nuestro profesor mientras nos habla de las reglas del futbol.

Le doy la excusa a Kylie de querer ir al baño y bajo de las gradas en el momento en que escucho los gritos entusiastas de mis compañeros. Al parecer, metimos un gol. ¡Hurra!

Vuelvo cuando el partido termina. Nuestro equipo fue el ganador y todos están saltando en círculos mientras cantan el himno de la institución educativa. Las porristas se cuelgan del cuello de los jugadores y les reparten beso emocionadas por toda la cara.

Miro a mi amigo Kayden deshacerse del agarre mortal de una de las chicas y ofrecerle una mueca de disculpa mientras da un par de pasos atrás. Reprimo una risa. No sería Kayden si no hiciera eso. Por el contrario, su amigo Seth, recibe encantando la atención todas las chicas. Mis ojos se dirigen a Víctor, él también parece haber dejado a un par de chicas atrás mientras se dirige hacia donde me encuentro con una sonrisa.

—Hola —saludo con nerviosismo. Este chico tiene la capacidad de ponerme nerviosa en cuestión de segundos. Y también de hacerme tartamudear como una idiota cuando entablamos una conversación.

—Hey. —Su sonrisa se ensancha cuando observa mi camiseta—. Me alegra que sea de tu talla.

Observo mi camiseta. El número que hay en la parte delantera pertenece al número de camiseta de Víctor, me la obsequió hace algunos días para llevarla cuando lo fuera a ver jugar.

—Sí, gracias. Me he ganado el odio de muchas chicas al llevar esto, por cierto.

Suelta una pequeña risa que le ilumina los ojos.

—Estoy seguro de que me he ganado el odio de un par de chicos, también. Creo que estamos empates por ahora.

Una sonrisa se abre paso por mi cara. Ambos nos balanceamos sobre nuestros pies sin saber que decir a continuación. Todas las parejas se encuentran besándose ahora mismo, nosotros solo nos dedicamos a observanos fijamente como si deseáramos memorizar el rostro del otro.

Víctor abre la boca para decir algo, pero la termina cerrando cuando es empujado con rudeza hacia un costado. Mi mano sale disparada buscando su brazo para evitar que caiga sobre una señora que se encuentra sentada en una de las gradas.

Dylan pasa por nuestro costado, mascullando insultos hacia medio mundo y con los ojos fijos en el suelo. Me volteo; lista para gritarle que tenga más cuidado la próxima vez, pero Víctor me detiene.

—No le digas nada. Ha tenido un mal día. Su papá llamó a mitad del partido para decirle al entrenador que no lo dejara jugar lo que restaba del tiempo.

—¿Por qué su papá haría algo así? —cuestiono, confundida.

—No lo sé, pero es obvio que Dylan está molesto. Pobre, ha estado entrenado duro para este partido.

—¿Y si voy? —pregunto después de unos minutos de silencio. Su ceño se frunce en respuesta—. Quizás necesite ser consolado o alguien que lo escuche. Soy toda oídos si lo necesitan.

—Nah, seguro irá a la fiesta de victoria más tarde y se le pasará. Por cierto, ¿irás?

Aplano mis labios. Siento una punzada de decepción cuando Víctor sugiere que Dylan estará mejor en una fiesta que charlando sobre sus inquietudes y molestias. Quiero ir y consolar ahora mismo a Dylan pero tampoco deseo que se note lo mucho que me importa.

Asiento en respuesta a la pregunta de Víctor pero ya no estoy tan segura.

—Genial, ¿por qué no vienes conmigo un rato a pasear por las instalaciones del colegio? Encontré un lugar genial donde podemos sentarnos a hablar sin ser molestados.

—Uh, claro—murmuro.

Víctor toma mi mano y entrelaza nuestros dedos mientras nos abrimos paso por la multitud de estudiantes que siguen cantando victoria. Por el rabillo del ojo veo a Kylie levantar los pulgares en mi dirección y a Max negar con la cabeza con diversión.

Mis ojos se encuentran con los de mi amigo Kayden mientras avanzo en dirección al pasillo. Él está recostado en una de las paredes con un cigarrillo en mano junto a su amigo, Seth. Ambos fruncen el ceño a la misma vez, sus miradas bajan hacia donde está mi mano unida con la de Víctor y niegan desaprobatoriamente. Seth parece jurar en voz baja.

Quiero gritarles que no es lo que creen mientras paso por sus costados pero me mantengo en silencio con la mirada al frente. No voy a pensar en los rumores ahora mismo, ya me daré tiempo de callarlos después.

Pasamos el comedor y la oficina de la directora con prisa; ambos aumentamos la velocidad entre risas mientras llegamos al final del pasillo trasero. Me detengo en seco cuando reconozco el camino hacia donde vamos.

—Es ese lugar de ahí —dice Víctor, señalando la puerta de madera que pertenece a una habitación que conozco mejor que la palma de mi mano—. Hay un mueble para sentarnos a charlar. ¿Qué dices?

—Eso e-está prohibido.

—¿Importa? —Alza una ceja—. Nadie va a entrar aquí para decirnos algo. Están ocupados allá afuera controlando a la multitud.

Niego con la cabeza.

Me siento como una traidora al darle cabida a sus palabras e imaginar a Víctor y yo charlando con tranquilidad en esa habitación.

No me siento cómoda compartiendo ese lugar con alguien que no sea Dylan. Por alguna extraña razón, lo siento muy íntimo. Pasar el rato en esa habitación es algo que nos pertenece a nosotros dos. No existen terceras personas detrás de esa puerta.

Empiezo a formular una excusa justo en el momento en que la puerta de la habitación se abre con fuerza.

Lo primero que observa Dylan es nuestras manos unidas; luego, su mirada va subiendo hasta llegar a nuestras caras. Una arruga aparece en su frente mientras nos observa con algo que parece desaprobación.

—Chicos, ¿qué hacen aquí? —su voz suena controlada, mientras le da un vistazo a Victor antes de posar sus ojos por completo en mí.

—Íbamos a ir a pasar el rato en la habitación, amigo— Víctor se rasca la nuca, incómodo—. No sabía que estaba ocupada.

—Ah. Descuiden, ya me iba. Estaba pasando el rato también pero estar solo aquí es un poco aburrido —sus ojos se vuelven a posar en nuestras manos unidas cuando musita—: Dicen que acompañado es mejor.

—Ya lo creo, viejo.

Víctor sonríe sin darse cuenta que hay otro significado en las palabras de Dylan. Por más que tenga puesta ahora mismo la máscara de indiferencia en su rostro, puedo ver sus ojos heridos mientras me observa.

Se siente traicionado.

Quiero explicarle que no tenía intención de dejarlo pasar pero mi lengua se siente pesada. No puedo articular ni una sola palabra.

Lo veo dar media vuelta y alejarse de donde estamos.

Quiero gritar algo para detenerlo para nada se me ocurre mientras lo observo irse y desaparecer por el pasillo.

                                                                                            ***

No he visto a Dylan en los tres últimos días, tengo entendido que le dio un fuerte resfriado que no lo deja salir de casa para asistir a clases.

He intentado enviarle un mensaje de texto pero no encuentro la manera de iniciar una conversación. Deseo con desesperación hacerle saber que no fui yo quien llevó a Víctor a la habitación donde pasábamos el rato.

Espero con paciencia en la entrada del colegio hasta que me llaman la atención por no entrar a clases. Me llevo una gran decepción al no encontrarlo ni en el grupo de tardanza. Parece que Dylan tampoco piensa venir hoy.

Cuelgo mi mochila sobre mi hombro y avanzo por los pasillos hasta llegar a la habitación donde solíamos pasar el rato.

Empujo la puerta con cansancio y camino con lentitud hasta la mesa para dejar mis cosas. Una aclaración de garganta es lo único que necesito para saber que no me encuentro en la habitación sola.

Volteo despacio, preparándome para encontrarme al director de nuestra institución en unos de los muebles. Me llevo una gran sorpresa al encontrarme con los ojos grises de Dylan.

Abro y cierro la boca como un pez sin saber que decir. ¿Debería tirarme a sus brazos y decirle lo mucho que lo extrañé? Quiero hacerlo. Sin embargo, de mis labios sale algo más tonto que eso.

—¿Qué haces aquí?

Dylan rueda los ojos como si estuviera harto de escuchar la misma pregunta siempre.

—Supuse que tú y tu novio usarían la habitación en los horarios de almuerzo, así que pensé en cambiar mis visitas y venir más temprano.

—Estamos en clase ahora mismo—murmuro. ¿Iba a saltarse una hora de clase al día para no encontrarse con nosotros? ¿No es eso algo exagerado?

—Llegué una hora antes—se defiende—. Me quedé dormido, pero supongo que ahora esperaré que pase una hora para ir a clases.

—¿Vas a venir todos los días en las mañanas? —interrogo sorprendida.

—Sip. A menos que me digas que también piensas usar el horario mañanero, en ese caso tendríamos que llegar a un acuerdo porque no pienso usar la habitación mientras ustedes se besuquean contra la pared.

El sonrojo se esparce por mis mejillas mientras lo observo.

—Eres un idiota.

—Esa palabra está un poco usada cuando se trata de referirse sobre mi persona, Alex. Deberías buscar otras.

—No, eres un idiota —niego con la cabeza—. He estado preocupándome por ti todos estos días y lo primero que haces al verme es actuar como un cretino.

—Culpa del resfriado—se excusa con sarcasmo.

—Lo que sea. He intentado contactarme contigo todo este tiempo.

—Oh, ¿tu noviecito no te presta atención?

—Dylan —gruño en voz baja.

Él vuelve a rodar los ojos y estoy tentada de mandarle un golpe.

Tomo asiento en la silla que se encuentra frente a él. Ambos nos observamos sin decir ni una palabra. Mis dedos pican por estirar mi mano y acomodar el mechón de cabello castaño que le cubre una parte del ojo.

—Mira, yo no quería tratarte mal —admite, rompiendo el silencio—. Estaba molesto por un problema que tuve con papá y me la agarré contigo. Estuvo mal, lo sé. Y me disculpo por eso.

—¿Quieres hablar de eso?

—No. No es que no confíe en ti, pero... ya es tema pasado. Solo lamento haber sido duro contigo y con el idiota de Victor. —Observa sus manos antes y frunce el ceño, antes de decir—: Si les arruiné el momento o algo, perdón.

—Para empezar, no hubo un momento. Tampoco pretendía traerlo a este lugar. Él me dijo que íbamos a charlar, cuando vi que veníamos para acá...

—¿Lo intentaste detener? —intuye.

—Sí. Pero abriste la puerta y malinterpretaste todo.

Ahora Dylan parecía un tanto avergonzado. Y con justa razón, su comportamiento había sido muy inmaduro cuando me encontró con Victor.

—Creo que te debo una disculpa.

—Dos en realidad y un helado si deseas que olvide lo sucedido.

—Está bien, señorita. Un helado de vainilla para usted siempre y cuando hablemos de las reglas de este lugar.

¿Reglas? —grazno.

—Solo si tú lo aceptas...—toma una respiración profunda y dice—: Me gustaría que este lugar quede solo para nosotros. Sin invitados. Creo que lo que hace especial a esta habitación es que solo la conocemos nosotros dos. Bueno, ahora el idiota de Victor pero dudo que venga a merodear por aquí. Una de las reglas debería ser que no entre nadie más. Yo no voy a traer a nadie y espero que tú, si aceptas, tampoco.

Mis ojos escanean la habitación mientras reflexiono sus palabras. ¿Es posible que él sienta lo mismo que yo? ¿Sentirá que me traiciona si invita a alguien más a nuestra habitación? ¿Qué significa eso? ¿Por qué mi corazón se acelera con la posibilidad de que...? Niego con la cabeza. Detengo el torrente de pensamientos sin sentido que acechan mi cabeza y me obligo a responder:—Acepto.


NOTA: 

Dije que actualizaría el miércoles... Y en mi país sigue siendo miércoles(? 

Tarde pero seguro :'u

No tengo mucho que decir hoy, salvo que espero les gustara  y que el viernes actualizo el primer capítulo. 

Este es dedicado a FernetPaLasPibas <3 Me emocionan mucho tus comentarios y mensajes, ¡te adoro! Eres tan dulce. Me emociono cuando pienso en nuestras conversaciones xDDDD Te mereces a un Kayden. (Digo Kayden porque ya verás que es el más dulce). 

Gracias a todos por leer. ¡Un abrazo! 

MarianBlack

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