6. Sobre mi suerte y otras cosas lamentables
No sé qué pretendo.
No sé qué le voy a decir.
No sé nada.
Respiro hondo y trato de convencerme de que soy la persona con más confianza en sí misma del planeta, pero no funciona.
—¿No qué ya te ibas? —pregunta ella cuando me nota cerca, sonrio.
—Han insistido con que me quedara para la cena, no he podido decir que no —le digo, ahora es ella la que sonríe.
Siento náuseas, quizás por el hecho de que lo único que hay en mi estómago —a parte del desayuno—, es cerveza, alitas de pollo y un montón de galletas de arroz, tanto así como para plantearme la opción de despedirme de una vez he ir al baño a mojarme la cara, pero no lo hago, me quedo donde estoy parada para saber qué me va a responder Yong Sun, porque quiero saber que más me va a decir, porque quiero hablar con ella sobre lo que sea. Sólo quiero hablar con ella.
Pero el tipo del traje negro carraspea y Yong Sun lo ve a él y luego a mí apenada.
—Byul Yi —dice después de un segundo incomodo de silencio—, él es Seong Jin, uno de nuestros compañeros de trabajo.
Enfatiza la palabra "compañeros" y él se ríe, lo que me hace pensar que tal vez el chico se la ha estado tratando de ligar todo este tiempo que llevan aquí parados. Ella rueda los ojos.
—Un gusto —dice el tal Seong Jin—, me parece que no tenía el placer de conocerla antes.
Estoy a punto de contestarle con un simple "yo igual", pero de repente siento una sensación rara en la garganta. Voy a vómitar. Voy a vómitar, por dios, voy a vomitar.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta Yong Sun.
—Sí, sí —respondo de inmediato—. Sólo tengo un poco de náuseas.
—¿Segura? ¿Quieres qué te acompañe al baño o algo?
Estoy a punto de contestarle que no es necesario, pero Seong Jin alcanza a hablar primero que yo.
—Ve con ella —le dice—, yo las espero aquí.
Yong Sun asiente y no espera mi respuesta para tomarme del brazo. Me guía por el living hasta llegar al fondo de un pasillo que no está iluminado y paramos en una puerta.
—¿Era verdad lo del mareo? —pregunta, yo pongo cara de ofendida.
—Sí —le contesto—, creo que algo me cayó mal.
—Entonces sígueme y deja que te ayude.
Abre la puerta del baño y me hace entrar detrás de ella. Busca una toalla entre los cajones del tocador y la moja con agua del grifo.
—Acércate un poco —me dice, lo hago de inmediato.
Me pasa el trapo por la frente, apartadome el flequillo con su otra mano, la sensación es indescriptiblemente refrescante.
—¿Mejor?
Asiento varias veces, movimiento que no hace más que empeorar la situación. Ella parece notarlo.
—¿No tienes calor con esa manga larga puesta?
Vuelvo a asentir sin procesar bien sus palabras y ella lleva sus manos a los botones de mi camisa para desabrocharlos con delicadeza.
Reacciono hasta que llega al tercer botón y siento que su respiración se hace más pesada.
Tiemblo porque me ha dado un escalofrío.
—Por dios, Byul, estás ardiendo.
No le digo nada, estoy demasiado cansada cómo para formular frases coherentes.
—Esperame aquí, ¿sí? Iré a preguntarle a Changmin si tiene algo más cómodo que puedas usar.
Entro en pánico. La detengo tomándola por el brazo.
—No le digas a él, no quiero que me vea así y piense otra cosa de mí —me apresuro a decir—. Mejor ve a buscar a Felix, preguntale a él, sólo... sólo no quiero que se hagan la idea errónea de que estoy ebria.
Me ve y me regala una mirada muy dulce.
—Está bien, no tardo, sólo quedate aquí, ¿sí? Le diré que manché tu camisa con vino por accidente o algo así.
Acaricia mi mejilla y luego sale del baño.
Termino de desabrochar los botones faltantes y lo siguiente que hago es meter directamente la cabeza debajo del grifo del lavamanos.
Tengo ganas de vómitar, pero no logro que mi cuerpo acate las órdenes que le doy, así cómo suele suceder cuando tengo sueño y no puedo dormir.
Me quedo con la frente apoyada en el retrete y cierro los ojos. La canción de Ella Fitzgerald que suena de fondo sólo me da más náuseas.
No sé por qué Yong Sun es tan amable conmigo, prácticamente somos una desconocidas; ya sea que lo haga por educación o porque quiera hacerlo de verdad... le estoy agradecida.
Ella regresa al cabo de un rato con una camiseta que trae un dibujito de Doraemon estampado.
—Me ha dicho que quizás esta pueda servir. —Me pasa la camiseta—. Dice que es de su madre.
Me la pongo y me queda algo grande, pero no importa, sin lugar a dudas es mucho más cómoda que la que traía puesta antes.
—Muchas gracias —susurro.
—No hay de qué.
Vuelvo a empaparme la cara con agua.
—¿Cómo me veo?
Ella sonríe.
—Estas hecha un desastre —me dice—, ven aquí.
Trata de arreglarme el cabello con sus manos, lo que me permite notar el pequeño lunar que tiene debajo de una de sus cejas, en la derecha, para ser más especifica. Es un lunar muy lindo.
También saca un par de cosas de su bolso para desmaquillarme mejor.
Parece que se empeña mucho en la tarea, pues la expresión que hace mientras limpia mi rostro es de pura concentración.
—Listo —dice cuando termina y se acomoda los lentes.
—Gracias, de nuevo.
No sé qué más decirle, pues estar sin maquillaje en frente de ella me cohibe aún más, así que trato de transmitirle mi agradecimiento con la mirada.
Y me sonríe, me gusta su sonrisa.
—Será mejor que me vaya —me apresuro a decir—, es en serio que no quiero que nadie me vea en este estado.
—Byul, estás mal, ni creas que te dejaré irte así. —Hace una pausa—. Al menos no sola.
—Estoy bien, no estoy ebria ni nada, creo que sólo ha sido un mareo y ya.
—Dejame acompañarte de todos modos, así me quedo más tranquila.
Veo al suelo.
—En serio no hace falta.
Ella me pone una mano en el hombro y me da unas palmaditas.
—Insisto.
No estoy de humor como para discutir así que vuelvo a bajar la cabeza en señal de rendición.
—Bien.
°
Lo siguiente que sé es que caminamos juntas y salimos de la casa de Felix sin despedirnos de los demás invitados.
Al parecer el tal Seong Jin se va a quedar esperando a Yong Sun.
Ella me ayuda a caminar e insiste en cargar mi mochila a pesar de que le digo que no es necesario que lo haga.
Me acompaña a la estación del metro y luego a mi edificio. Durante todo el trayecto no puedo sacarme de la cabeza que esto es demasiado de su parte.
—No tienes que acompañarme hasta arriba —le digo—, siento que estoy abusando de tu amabilidad.
Yong Sun chasquea la lengua.
—Tonterías. Vine porque quería ayudarte.
—Y te lo agradezco infinitamente... pero es demasiado. —Suspiro—. Sólo tengo que subir dos pisos, nada más, no te preocupes, ¿sí? Estaré bien.
Me ve, obviamente dudado, pero al final acepta dejarme subir sola y se despide, no sin antes hacerme prometer que la volveré a ver y pedirme mi número.
Los párpados me pesan. A duras penas si logro llegar al ascensor para ir a mi piso.
Una vez en el corredor vuelvo a sentir náuseas.
La bilis sube por mi garganta y vómito justo en la entrada del departamento, al menos Yong Sun no alcanzó a ver esto.
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