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3. El color azul

El rector dice un par de cosas más antes de dar luz verde para que la gente vaya a los puestos que los alumnos hicieron en el campus, los maestros salen en fila para supervisar y yo los sigo.

Tengo ganas de ir al baño, por lo que me remuevo al caminar y juego con la correa de mi cámara para distraerme, parece que Changmin se dio cuenta de mi incomodidad pues me ve con algo de preocupación mientras avanzamos.

—¿Te pasa algo? —me pregunta.

Dudo entre decírselo o no porque no quiero verme poco profesional ante él, pero a la mierda, mi vejiga ya no puede aguantar un sólo minuto más.

—Tengo ganas de ir al baño —susurro, Changmin deja escapar una risa ahogada.

—Ve entonces, yo te espero —me dice muy tranquilo.

—Es que... —Vuelvo a dudar antes de terminar la oración—, no sé en dónde están.

—Pues te acompaño, no hay problema.

—Oh dios, no es necesario —me apresuro a decir apenada—, con que me indiques por donde están es suficiente.

—Déjame decirle a alguien que vaya contigo, me inquieta un poco dejarte sola y que te pierdas.

Suspiro, porque de repente estoy en esa zona de nuevo, siendo tratada como una niña, pero decido no seguir insistiendo con lo de que ir sola no representa un problema. Él me sonríe como si yo fuera una cosa pequeña, sus gestos me recuerdan a Felix de cierta manera, lo que me fastidia por un segundo.

No espera mi respuesta y se acerca a una de sus compañeras de trabajo, le susurra un par de cosas que yo no alcanzo a descifrar y ella me ve sonriendo.

—Byul Yi, ella es Yong Sun —me dice muy animado, yo quiero que me trague la tierra—, y me dijo que no tiene problema con hacerme el favor de acompañarte.

—Un gusto. —Se inclina un poco y hago lo mismo.

—Pueden ir y luego dar una vuelta por el campus, que así bien y tomas algunas fotos más —propone Changmin y me guiña un ojo, como si yo conociera a la chica desde antes y tuviéramos la confianza suficiente entre ambas.

Me intimida, la veo sonreír y asentir, pero una parte de mi sabe que probablemente lo hace para no parecer grosera en frente de Changmin.

Lo siguiente que sé es que camino a cierta distancia de ella en dirección a los baños en total silencio, me lleva a unos que no están tan lejos de donde dejamos al tonto de Changmin y me aguanto las ganas de murmurar que pude ahorrarle la molestia a la chica viniendo sola. Pero lo peor no es eso, lo peor es que ella sigue sonriendo como si toda esta situación le causara gracia, de repente se le escapa la risa por lo bajo y yo quiero hundir la cara en algo, ya, no importa en dónde.

—Lo siento —se apresura a disculparse—, pero es que no he acompañado a una chica al baño desde que salí del instituto.

Por un momento no sé cómo interpretar lo que me dice, así que sólo me tapo la cara.

—Me avergüenza que se te haga divertido —confieso.

Y ella se vuelve a reír.

Creo que en otro contexto su risa se me habría hecho bonita, pero justo ahora sólo alimenta mi bochorno.

—Te espero aquí afuera —me dice, yo asiento.

Una vez en el baño suspiro de alivio.

Me quedo más de lo debido allí metida. No quiero pensar en lo nerviosa que me pone saber que afuera de este cubículo hay una chica linda esperándome para ser mi "niñera", pero es justamente lo que estoy pensando en este momento y no me lo puedo sacar de la cabeza.

Es raro, por lo general socializar con desconocidos nunca representó un problema para mí, al menos yo creo que sé disimular mi incomodidad y romper la de ellos bastante bien, pero esta chica es linda, Yong Sun es linda... me sorprendo al pensar en cosas como estas tan de repente, estás trabajando, Byul, no viniste aquí a ligar.

Al menos con algo de suerte quizás hasta logre sacarle un par de fotos más... rayos.

Suspiro de nuevo y me llevo las manos al pelo para acomodarlo un poco, juego con los botones de mi camisa, robo un poco de papel higiénico y luego no sé que más hacer para ganar tiempo, así que decido salir de una vez del baño.

Ella seguía esperándome al otro lado de la puerta mientras se veía los dientes en el espejo, supongo que para comprobar si no los tenía manchados con labial. Esa imagen me hace soltar una pequeña risa sin querer.

—Oh, terminaste —dice, y se aparta del espejo.

Asiento y me acero a los lavabos para lavarme las manos, ella me ve con paciencia.

Salimos de los baños y Yong Sun se ofrece para ser mi guía turístico por el campus.

Me lleva a los puestos de sus chicos, que básicamente son un camino de alumnos que te cuentan de memoria pequeños datos curiosos sobre Corea del Sur. Siendo sincera, la historia de mi país nunca ha sido algo que llame mí atención, pero igual finjo que estoy interesada en lo que me dicen para no parecer grosera.

—Es muy interesante, ¿no? —me pregunta Yong Sun, y le brillan los ojos.

Sus alumnos hablaron durante unos diez minutos sobre la bandera nacional.

—Por supuesto —miento—, ¿me dejan sacarles una foto?

Los chicos afirman emocionados y yo preparo mi cámara. Le indico a Yong Sun que se acomode con ellos y así lo hace.

Noto que su vestido azul resalta mucho más, quizás sea por el fondo nublado o el hecho de que las camisetas blancas de sus alumnos se ven algo opacas junto a ella. Trato de no seguir dándole vueltas a eso y les tomo un par de fotos.

Luego continuamos con el recorrido y más datos sobre Corea de los que no tenía ni la menor idea de su existencia entran a mi cerebro. Yong Sun sigue muy animada, moviendo sus manos de un lado a otro llena de energía, a mí el sueño ya ha comenzado a pasarme factura.

Llegamos a donde está la comida y alcanzo a ver a Felix en un puesto de tteokbokki, él levanta la mano, haciéndome saber que nos vio y yo le pido a Yong Sun que me acompañe a saludarlo.

—Creí que ya no iba a alcanzar a vete —me dice—. Me han dejado solo.

Y me río por el tono de niño resentido con el que lo dice.

—¿Ah, sí? No te vayas a poner dramático —le advierto.

—Siempre me hacen lo mismo cuando venimos aquí. —Baja la vista un momento y luego parece darse cuenta de la presencia de Yong Sun junto a mí—. Oh, profesora Kim, no había notado que era usted.

—No hay cuidado, Felix, por cierto, creo que tu hermano está por los puestos del edificio D, me parece recordar que esa era el área que le tocaba supervisar.

—¿Ya ves? Con algo de suerte quizás hasta tus padres estén con él.

—Lo dudo, además ya tengo ganas de regresar a casa. ¿A qué hora más o menos terminará el evento, profesora Kim?

—Si todo sale bien, a eso del mediodía, quizá como a la una si hay demoras con el discurso de cierre.

Aprieto los ojos con fuerza, tratando de reprimir un bostezo, pero Felix parece notarlo.

—¿Estás cansada ya, Byul Yi? —me pregunta.

Yong Sun también dirige su vista hacia mí.

—No es eso —me apresuro a contestar—, es sólo que no dormí muy bien ayer, es todo.

No he dormido bien desde que vivo en Seúl en general, pero no les voy a soltar algo así de repente.

—¿Quieres que te compre algo de teokbokki? —ofrece Yong Sun—, el picante quizá te despierte un poco.

—Oh dios, te lo agradezco, pero es que...

—Byul Yi no aguanta las cosas picantes —interrumpe Felix.

—¿No te gusta el tteokbokki? —pregunta Yong Sun, como si le acabara de confesar que no me gustan los cachorritos o el chocolate.

—No es que no me guste... es sólo que nunca se sabe que tan picante puede estar y prefiero no arriesgarme en ese aspecto.

Ella pone cara de ofendida, pero luego se ríe.

—¿Te molesta si compro un poco igual? Es que tengo hambre.

—Adelante.

Yong Sun se acerca al puesto y pide su comida, yo la veo (tratando de disimular que en realidad no lo hago) y le sirven su plato de tteokbokki.

Seguimos caminando, esta vez con Felix haciéndonos compañía, no hablamos la gran cosa en realidad, sólo pasamos por puestos al azar hasta que el evento termina y ella nos avisa que ya tiene que irse, se despide de nosotros y Felix le pide que si ve a su hermano le diga que se fue conmigo a casa, Yong Sun asiente y se aleja de nosotros con su gabardina entre las manos.

De repente, me da por notar lo bonito que es su vestido y siento la necesidad de hablarle para preguntar en donde lo compró. No sé porque, quizás por el simple hecho de usar ese comodín para sacarle más plática o quizá porque quiero una excusa que me permita seguir viendo lo bien que luce ese color en ella.

Felix me da un codazo de la nada, o al menos a mí me parece que ha venido de la nada.

—Auch —me quejo, pasando una de mis manos por la zona que recibió el golpe.

—Vámonos —me pide, y por el tono de su voz intuyo que no es la primera vez que lo dice.

Lo sigo de mala gana.

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