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1. Sobre ser un adulto (creo)

Ahora que tengo las luces apagadas se alcanza a colar el resplandor de los anuncios publicitarios desde la ventana de mi cuarto. El despertador suena como loco, pero sólo puedo pensar en los anuncios de allá afuera. Al otro de la calle hay un cartel enorme que promociona una marca de zapatos nueva con un nombre raro.

Se me hace algo difícil acostumbrarme, la semana pasada era un anuncio de comida para perro, la anterior a esa ponía un descuento en cacharros de cocina y previo a ese había uno de boinas feas. Siempre cambia, no hay ningún anuncio que supere la semana, eso me pone nerviosa por alguna razón que no sé si sería capaz de explicar con claridad.

Me duele la cabeza (quizá debido a mi manía de pensar demasiado en cosas insignificantes; como el porqué de mi molestia hacía que cambien la publicidad tan seguido, por ejemplo), y no quiero ir a trabajar hoy.

Me duele la cabeza y quiero quedarme a ver caricaturas.

Me duele la cabeza, pero hoy es día de paga.

Me duele mucho la cabeza, tengo sueño y hace frío.

Me duele la cabeza, pero tengo que salir del apartamento y hacer cosas de adultos independientes.

Me duele un montón la cabeza, y tengo hambre.

Me duele la cabeza, y se supone que sólo me iba a recostar un rato.

Me duele la cabeza y la alarma sigue sonando.

—Agh.

Son las cinco y media de la tarde y yo tengo turno a las seis.

No recuerdo haber comido en la universidad, creo que mi estómago se está cenando a sí mismo, por dios. Estoy más que segura de que en el refrigerador no hay nada que pueda comer (mal momento para olvidar por completo hacer la compra, Byul), así que no me molestaré en revisarlo a pesar de que ya me tenté.

Odio ir a trabajar, pero necesito el dinero.

Bien, dormí como tres horas seguidas, supongo que es un avance, ojalá mi horario de sueño no estuviera tan despedazado por la universidad y el tonto trabajo de medio tiempo, pero es lo que hay si quiero seguir viviendo sola en Seúl.

Recordar que le quiero cerrar la boca a mis padres me da la fuerza que necesito para levantarme, más o menos.

Puedo oír sus voces en mi mente de vez en cuando, me persiguen en los momentos en los que pierdo las ganas de seguir con esta locura. El "ya vas para los 26 Byul, es hora de que me dejes que te busque un marido" de mi madre y los "quédate a ayudar en el negocio familiar y no te rompas la cabeza en la ciudad" de mi padre, son cosas que ya sé y es porque estoy consciente de ellas que hago esto. Soy consciente de mi edad, soy consciente de que no tengo una pareja fija desde hace unos cuatro años, soy consciente de que aún no tengo un título universitario ni un trabajo estable que me haga útil para la sociedad y podría simplemente quedarme a trabajar en el pequeño negocio de la familia a vender bolsitas de té, pero no quiero eso, y es porque no quiero eso que me levanto. Quizá sólo sea demaciado terca.

Como puedo me dirijo al baño medio dormida para hacer algo con mis ojeras, parpadeo un par de veces al notar que cada día son más grandes, pero no es nada que un corrector no arregle por ahora. Me pongo la camisa del uniforme del trabajo y apresuro el paso al ascensor para salir del edificio, me quedo un par de minutos incómoda metida allí con personas desconocidas y música que alimenta mi sueño, poco después voy al estacionamiento y saco lo más rápido que puedo mi bici para tratar de llegar a tiempo.

Cuando llego al Seven-Eleven a Felix el —el chico que tiene el turno antes que el mio—, furioso.

—Llegas tarde —me dice.

Sus ojos y su tono de voz me dan algo de miedo, es como hablar con un gato enorme de ojos negros y problemas respiratorios.

—Sólo por cinco minutos, relájate, Felix.

Él me ve ofendido.

—Podrías al menos haber avisado, y ¿si hubiera tenido que salir temprano? Se más responsable con los horarios si quieres quedarte aquí.

No quiero, pero lo necesito, sin embargo, no le hago ningún comentario al respecto.

—Oh, vamos, sé que no eres de los chismosos.

Endurece más la mirada y me da miedo.

—No diré nada, pero no podré cubrirte para siempre, Byul Yi. Sólo trata de ser más responsable con los horarios y todos contentos —me dice de nuevo, yo me trago las ganas de imitarlo con una voz de niña haciendo berrinche.

Me está regañando de nuevo, me irrita que haga eso, pero no se lo digo, está vez acepto que me lo he ganado.

—Sólo fueron cinco minutos, hombre, no eres tú el que tiene que estar en este lugar hasta las doce de la noche tres veces por semana.

—Bueno... eso es una mierda, pero no es excusa, además sé que a los turnos de la noche les pagan más, así que no me compras.

—Felix...

Estoy a punto de decirle algo, pero la puerta hace el ruidito de que un cliente ha entrado y me quedo callada.

La persona nos ve y sonríe, se acerca a un estante y toma algo que no alcanzo a ver.

—No creas que te salvaste de esta —susurra Felix, el hombre se acerca a la caja para pagar y yo me aguanto las ganas de reírme.

Él dirige la vista a otro lado con porte de indignado mientras le cobra al cliente.

En menos de dos minutos volvemos a quedar solos y yo me parto de la risa.

—Y yo que tenía planeado ofrecerte uno de esos trabajitos que te gustan —me dice y sale del lugar del cajero —, pero no sé si comprometerme con gente que no es puntual sea una buena idea.

—Pero... ¿qué dices? ¿Cuál es el trabajo? Porque si es lo que creo que es estaré allí media hora antes.

Él sonríe.

—Hay un evento en la universidad donde trabaja mi hermano el sábado, mañana es sábado, ¿no? Pues ese día necesitan a un fotógrafo que cobre barato...

Lo veo levantando una ceja.

—¿Qué? Es para lo que estás estudiando, ¿no? Te servirá como salida de campo o algo así.

Vuelvo a fruncir las cejas.

—¿Qué? —pregunta confundo. Parece no darse cuenta que lo que dice me ofende.

—Pues primero, estudio artes visuales, no es exactamente lo mismo que fotografía, sacar fotos en eventos es sólo un ingreso extra de momento para mí.

—¿Y? Viene siento la misma cosa, ¿no?

Suspiro de resignación y decido no comenzar una discusión sobre lo que estudio con Felix, es un niño a fin de cuentas. Él en cambio al notar mi silencio continúa hablando.

—¿Entonces qué dices?

—Es... demasiado repentino, esta es la primera vez que alguien pide mis servicios con tan poco tiempo de antelación.

—Bueno, no es como que a mi hermano le queden muchas opciones... su manía de dejar este tipo de cosas para último momento me recuerda un poco a ti. Aquí entre nos, me sorprende que aún conserve su trabajo.

Sólo he visto al hermano de Felix un par de veces desde que llegué a Seúl, así que no me atrevería a decir que lo conozco, sin embargo, una parte de mi quiere ayudarlo, siento cierta simpatía hacia las personas impuntuales o despistadas por alguna razón.

—¿Entonces? —vuelve a preguntar.

—Pues, para empezar, será un trabajo, así que cobraré lo que me parezca justo cobrar, Felix.

—Me parece perfecto, si lo quieres te paso su número para que te arregles con mi hermano entonces.

Asiento y él saca su teléfono para mandarme el contacto.

Luego se despide y sale del local.

Y aquí estoy de nuevo, en un trabajo que no me gusta, tratando de ser empática con los clientes y esperando no quedarme dormida mientras les cobro o preparo una orden de nachos o algo así.

Es un turno tranquilo, tanto que me dan ganas de tomar algo de soju mientras espero que termine para no pensar en el hecho de que tengo hambre, pero nos tienen prohibido hacer ese tipo de cosas en el trabajo y prefiero no correr riesgos, Oh, las papas con chile que pidió un tipo hace rato se veían gloriosas... No he comido nada desde la mañana y me sigue doliendo un montón la cabeza.

Trato de concentrar mi atención en otra cosa, veo las salchichas dar vueltas en la máquina y me da más hambre.

¿Qué cámara debería llevar al evento de mañana? No sé si será de día. ¿Irá a llover? Ha estado nublado últimamente, necesito preparar algunas cosas, muchas cosas, ¿cómo será la iluminación del lugar?

Rayos, ni siquiera sé dónde será el lugar exactamente...

Saco mi teléfono del bolsillo y le escribo al hermano de Felix para aclarar detalles, él no tarda en responder y me manda la dirección de su universidad y su presupuesto para mí pago. Me parece una cantidad razonable, pero le advierto que el precio puede variar en cuanto al tiempo, equipo y energía propia que utilice. El acepta mis condiciones mientras le cobro unas cervezas a un grupito que llegó de repente a la caja, yo acepto el trabajo y dejo el teléfono a un lado para no confundir las órdenes de los muchachos que me ven impacientes.

Algo dentro de mí se relaja, me siento como una niña que está por abrir su regalo de cumpleaños y el tiempo para que llegue la chica que releva mi turno se me va volando.

Ya afuera tomo mi bici y me dirijo a mí apartamento, recuerdo que al principio me daba algo de miedo irme tan tarde, pero con el tiempo creo que uno se acostumbra al silencio de las calles de Seúl a estas horas de la noche, la gente borracha y el olor a cigarro pasan a ser una cosa normal, algo más del ambiente, algo más de Seúl.

Decido pasar por otro Seven-Eleven a comprar algo para comer, ojalá en esos lugares vendieran comida de verdad. Un ramen instantáneo se convierte en mi cena.

Al llegar a mi departamento la luz del estúpido anuncio de zapatos con nombre raro sigue iluminando mi cuarto y de repente se me olvida que tenía sueño y el dolor de cabeza aumenta.

No quiero ir medio dormida al evento de mañana, pero por más que lo intente no logro mantener los ojos cerrados.

No sé porque siempre me pasa esto, quizá debería comprar unas cortinas más gruesas.

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