8. Temporal de sorpresas
Kyungsoo siempre había escuchado eso de que "después de la tormenta viene la calma" a lo largo de su vida, pero recién a sus 16 años entendió por completo su significado. Pues justamente en esos momentos estaba viviendo la calma después del caos. Ya había pasado un poco más de un mes tras la divulgación de los correos pero, para él, se sentía como si todo eso hubiera pasado hace siglos atrás. Y ahora todo era paz y tranquilidad.
Bueno, quizás sea muy optimista decir que todo, absolutamente todo, estaba olvidado, pero la situación ahora era mucho mejor que antes. Al menos ya casi nadie hablaba del asunto, ya no recibía amenazas y, lo mejor de todo, volvió a hacer uso de las redes sociales. Todo estaba volviendo poco a poco a la normalidad. Por fin.
—Bien chicos, antes de terminar la clase, traje sus trabajos corregidos y con calificación —anunció la profesora de matemáticas mientras sacaba un montón de papeles y los ponía sobre la mesa.
Se pudo escuchar un coro de lamentos tras ese anuncio, y Kyungsoo solo miró el puesto vacío que estaba detrás de él. Kai no había ido a clases en los últimos 4 días. Nunca había faltado tantos días, ¿o sí? Él llevaba años sentándose detrás de él, pero solo hasta ahora se había percatado realmente de lo que era su ausencia.
—No te preocupes Kyung, si hiciste el trabajo con Kai no puede haberte ido mal —lo animó Minseok al ver su expresión de preocupación.
Sin embargo, Kyungsoo no estaba para nada preocupado por el trabajo en esos instantes. Otra cosa ocupaba su mente aún más.
—Al salir de clases retiren sus trabajos y, si tienen dudas, estaré en mi oficina más tarde.
El timbre sonó y, pareja por pareja, se acercaron al escritorio de la profesora. Kyungsoo fue uno de los últimos. Aunque eso era más por costumbre, siempre esperaba hasta el final pues era demasiado vergonzoso compartir sus calificaciones en matemáticas con sus compañeros.
—Vamos Kyungsoo, parece que la lluvia ha parado un poco —comentó Baekhyun desde la puerta—. Y realmente no quiero mojarme el pelo.
—Ya voy.
En el escritorio quedaban solo cuatro trabajos y casi por inercia tomó el que tenía calificación reprobatoria. Sin embargo, su nombre no estaba en la portada. Miró los otros tres, hasta que vio su nombre y el de Kai en el que estaba debajo de todos.
Y nada, pero nada pudo haberlo preparado para lo que vio.
—Ay, no, Kyungsoo. ¿Es muy malo? —preguntó Luhan al verlo.
Pero Kyungsoo no fue capaz de responder. Había perdido momentáneamente la facultad del habla.
***
—Aún no perdía las esperanzas, pero lo de los comentarios de felicitaciones son realmente inesperados, hijo —comentó El señor Do desde Hong Kong.
—¡Lo sé! Creo que enmarcaré todas las hojas de este trabajo y los colgaré en mi pieza. ¡Nunca volveré a ver una nota máxima en matemáticas en mi vida! —exclamó de felicidad Kyungsoo desde el living de su casa.
—Es realmente una lástima que no pueda estar ahí contigo para celebrar.
—No te preocupes, lo celebraremos cuando vuelvas. ¿Cómo han estado las exposiciones?
—Todo ha ido muy bien. Además, he aprendido mucho de varios colegas. Arqueólogos y profesores de todo el mundo han venido hasta acá.
—¿China es bonita?
—Te gustaría mucho, hijo. Podríamos venir para el verano, ¿no crees?
—¡Te tomaré la palabra! Que no se te olvide.
—No lo haré —dijo riendo el señor Do—. ¿Ha mejorado el tiempo desde ayer?
—Bah, ha empeorado —se quejó Kyungsoo mirando por la ventana—. Parece que va a ver temporal esta noche. Hay mucho viento hoy.
—¿Irás a estar bien solo en la casa?
—Creo que sí. Si me da mucho miedo, voy donde Minseok y paso la noche allá, así que no te preocupes.
—Cualquier cosa llama a tu hermano, ¿ya?
—Claro. ¡Vuelve pronto!
—Haré lo que pueda. Buenas noches, hijo.
—Buenas noches, papá. Te llamo mañana.
En el instante que Kyungsoo bajó el teléfono, el viento aumentó tanto que las ventanas comenzaron a vibrar. Hace cinco años atrás, el niño Kyungsoo hubiera corrido hasta su pieza y se hubiera metido debajo de la cama hasta que todo hubiera pasado. Después de todo, las sábanas poseían un poder mágico que las hacían el mejor escudo para repeler cosas tenebrosas, ¿no?
Pero el Kyungsoo del presente contuvo el impulso de miedo y se dirigió a la cocina. Se iba a hacer un té y vería algo de televisión. Oh sí. Y si corría hasta su cama sería porque tendría sueño, no miedo.
A eso se le llamaba madurar, ¿no?
Cuando la lluvia comenzó a caer como si fuera el fin del mundo una hora después, Kyungsoo no supo si subirle el volumen al televisor para mitigar el caos de afuera, o pretender que le había dado sueño temprano ese día. La última opción era realmente tentadora.
Estaba apagando el televisor cuando el teléfono sonó. Se levantó del sillón envolviéndose en una manta y levantó el auricular.
—Buenas noches.
—Déjame adivinar, estás en pijamas y apunto de huir a tu cama.
—En realidad, sigo con ropa.
—No me digas, monstruo. Y yo que pensaba que ya estarías escondido en alguna parte de tu pieza para estas alturas de la noche.
Kyungsoo adoraba a su hermano. ¡En serio! Pero tanto como lo adoraba, debía admitir que era un imbécil. Del tipo al que quieres golpear porque no puedes evitarlo.
—Sí, bueno, estaba en eso, la verdad —¿Para qué iba a negarlo? Ryeowook lo conocía demasiado bien—. El viento sopla más fuerte que hace un rato.
—Asegura bien las ventanas y las puertas.
—¿Eso es por el viento o por algún ladrón?
—Ambos. Por si no lo sabías, conseguir hermanos pequeños no es algo fácil en estos días y no quiero que papá me mate después.
—No te va a matar, papá no se enoja nunca.
—Papá contigo no se enoja nunca, lo que es muy distinto.
Kyungsoo levantó una ceja al escuchar eso. Si mal recordaba, la única vez que su padre se había enojado, pero verdaderamente enojado, fue cuando a Ryeowook se le ocurrió la brillante idea de ir a la playa con sus amigos sin avisarle a nadie. Aunque la furia de su padre no fue tanto por ello, sino porque Ryeowook lo había dejado solo en la casa por dos días. Su hermano jamás había dejado de recriminarle eso desde entonces.
—A propósito, estaba leyendo tu facebook... —algo lo interrumpió, Kyungsoo pudo escuchar unos golpes al fondo—. Te debo dejar, están tocando la puerta.
—Creo que sobreviviré a la tormenta, en serio —murmuró el chico con optimismo fingido.
—Y yo creo que en estado de pánico eres capaz de hacer muchas cosas. No hagas algo tonto, ¿ya?
—¿Y qué se supone que podría hacer?
—No sé, cada vez eres más difícil de predecir. Te llamo después —y colgó
¿Él? ¿Difícil de predecir? Kyungsoo sonrió mientras dejaba el auricular en su posición original. ¿Y por qué diablos alguien necesitaría "predecirlo"? Ryeowook era demasiado controlador y eso que no vivían juntos desde hace más de un año. Aunque, quizás, su actitud era más aprensiva porque él era su responsabilidad mientras estuviera su padre fuera del país.
Y si él era su responsabilidad, ¿por qué demonios no estaba su hermano ahí con él?, pensó Kyungsoo malhumorado. Si de la nada comenzaban relámpagos y truenos, probablemente sí le daría un ataque de pánico de los que su hermano tanto temía y no habría nadie en casa para poder evitarlo.
Kyungsoo se dirigió a la cocina mientras suspiraba. Haría una tartaleta de frutas para distraerse un poco, se prepararía un buen té verde y terminaría el día comenzando a leer ese libro que Baekhyun le había prestado el día anterior (Los juegos del hambre o algo así). Síp, estaba determinado a que ningún temporal le arruinara su viernes por la noche.
Pero un corte de luz era un asunto muy distinto.
Kyungsoo estaba sacando algunas frutas del refrigerador cuando todo se fue a negro. Y, más que pánico, le dio un ataque de terror. Había visto demasiadas películas americanas para saber que la mezcla de chicos solos en sus casas, mas fuertes tormentas y cortes de luz nunca llevaban a un final feliz. Y él no tenía ninguna intención de tentar su suerte.
—Ah, no. Yo me voy de acá —dijo el chico con determinación.
Rápidamente fue por su abrigo, su billetera y sus llaves (lo que fue una interesante proeza al no poder ver), y salió de la casa. No se molestó con el paraguas porque con ese viento probablemente lo rompería. Aparte, la mayoría del trayecto desde su casa a la casa de Minseok era en bus, por lo que tampoco terminaría muy mojado. Era solo cosa de llegar hasta el paradero.
Pero llegar a un paradero en medio de una tormenta y con media ciudad sin luz no era exactamente una tarea fácil. Para cuando llevaba una cuadra caminando, Kyungsoo pensó seriamente en volver a su hogar. Realmente no podía ver nada de nada. Las tenues luces de velas provenientes de algunas casas eran pobres sustitutos de la luz eléctrica y solo rogaba al cielo que no fuera a pisar algo o hubiera algún bache imprevisto. Lo único que lo salvaba era que conocía muy bien la ruta.
¿Ven? Era exactamente a este tipo de reacciones a los que su hermano se refería minutos atrás.
Para cuando se iba acercando a la avenida principal, las luces de los autos iluminaron su mundo. Además, el paradero tenía luz propia. Kyungsoo tuvo que reprimir el impulso de correr hasta allá. Porque correr lo haría lucir muy desesperado, ¿verdad?
La lluvia no era fuerte, pero el viento hacía que las gotas de aguas fueran para todas partes. Kyungsoo acomodó su abrigo mientras se sentaba en el paradero y se armaba de paciencia. Buscó su celular en su abrigo, pero se percató de que lo había dejado en su casa. Si hubiera podido patearse a sí mismo, lo hubiera hecho. No sabía qué hora era (¿Las diez o las once de la noche, quizás?), nadie sabía que no estaba en su casa y ya comenzaba a sentir sus pantalones y calcetines húmedos.
Oh, su hermano iba a hacer un escándalo de los buenos si se llegaba a enterar de todo esto alguna vez.
Un bus se detuvo en el paradero del frente para dejar pasajeros ahí. Por el reloj que llevaba en el panel electrónico de afuera supo que eran las diez con veinte minutos. Eso significaba que su bus iba a pasar en diez minutos más. O sea, que llegaría más o menos como a las once a la casa de Minseok. Tenía la ligera sensación de que la mamá de su amigo lo iba a matar.
—Y yo que pensaba que no salías a estas horas de tu casa.
Kyungsoo casi se rompe el cuello de lo rápido que levantó la cabeza. Y aunque trató, no pudo reprimir su asombro, más aún porque no había visto ni escuchado a Kim Jongin en casi toda una semana. Es más, ¿se había encontrado con él alguna vez de forma fortuita fuera de clases? Que él recordara, no.
—En realidad, no salgo a estas horas fuera de mi casa. Esta es una pequeña excepción.
—Encontraste un interesante día para romper esa tradición —comentó el chico con ironía, para después sentarse junto a Kyungsoo.
—¿Tú crees? A mí me parece que la noche está de lo más interesante —sonrió el chico con ironía también.
—Tus jeans están mojados —murmuró Kai más para sí que para él.
Kyungsoo miró su ropa, y después miró las del pelinegro. Si tuvieran que hacer una competencia sobre quien estaba más mojado, probablemente estaban los dos empatados. El cabello de Jongin estaba completamente empapado y sus pantalones no parecían tener mejor estado que los suyos. Solo ganaba en que sus combat-boots parecían repeler el agua bastante bien. Pero Kyungsoo tenía su cabello seco, a su favor.
—Si la tormenta es muy fuerte, ni toda la ropa del mundo me puede proteger. Al menos es eso lo que siempre dice papá.
—Por lo que deberías estar en tu casa y no aquí.
—Tú también, ¿no crees?
—No —Kai miró al chico con su típica expresión seria, para después perder su mirada en la ciudad a oscuras—. Estoy exactamente donde quiero estar.
Si había algún significado oculto en ese último comentario, Kyungsoo no supo descifrarlo. Lo observó unos segundos frunciendo un poco el ceño, para después dirigir su mirada hacia donde Kai estaba mirando.
Nop, nunca jamás iba a entender a ese chico del todo.
—¿Sabes qué hora es? —le preguntó de repente el pelinegro.
—Ya van a ser las diez y media, creo.
—La luz va a volver pronto, entonces.
Está bien. Eso sí que llamó por completo la atención de Kyungsoo. Kim Jongin podría ser una celebridad en su colegio, pero no era omnipotente.
—¿Por qué dices eso? —inquirió el chico frunciendo aún más el ceño.
—Es un apagón programado. Desde las diez de la noche hasta más o menos las once. Lo anunciaron en las radios y las noticias durante la tarde.
Ah, no, maldita sea. ¿Eso quería decir que había dejado la comodidad de su casa y se había mojado hasta la ropa interior por una simple hora sin electricidad?
—Mentira —negó el chico mirando al pelinegro con una expresión entre horror e impotencia.
—¿No lo sabías? —comentó Kai sin poder reprimir una sonrisa al observarlo.
—¡No te burles!
—No lo hago —levantó las manos en señal de inocencia—. Pero deberías verte.
—¿Realmente la luz va a volver a esa hora? ¿Entonces vuelvo a mi casa en vez de ir a la de Minseok?
—¿Vas para allá por miedo al temporal?
La respuesta inmediata a esa pregunta era sí, por supuesto. Pero no era exactamente fácil para Kyungsoo admitir su miedo infantil frente a Kai sin quedar un poco en vergüenza. Aunque, por otro lado, ¿qué importaba si él lo creía inmaduro o cobarde? No era como si debiera guardar las apariencias y aparentar ser lo que no era frente a él. Eran compañeros de curso. Ya se habían visto en las malas y las más malas.
—No es tanto el temporal, la verdad. Estaba sobrellevando eso bastante bien, o eso creo, hasta que se cortó la luz. Y estoy solo en mi casa. Por lo que no me pude controlar —Kyungsoo sonrió con algo de timidez agachando la cabeza—. Cuando entro en pánico me da por hacer las cosas más estúpidas.
Kai no le respondió, pero el chico pudo sentir que lo estaba observando fijamente. Él solo bajó la mirada esperando algún comentario sensato o sesudo, pero nada llegó. Y en su fuero interno, realmente lo agradeció.
—¿Ese es el bus que necesitas?
Kyungsoo levantó la cabeza y miró hacia su derecha. Bus 13b, el que lo dejaba a solo una cuadra de la casa de Minseok. Sin embargo, ¿realmente debería ir hasta allá? ¿O sería mejor volver a casa? Para cuando el bus llegó al paradero, Kyungsoo aún no se decidía sobre qué hacer.
—¿Solo le tienes miedo a la oscuridad, entonces? —preguntó el chico, a lo que el pelirrojo simplemente asintió con la cabeza—. Se supone que la luz vuelve a las once. Pero si no vuelve a esa hora, me quedo contigo hasta que llegue.
Kyungsoo abrió los ojos como platos. ¿Kim Jongin se había ofrecido a hacer qué?
—Ay, no —Kyungsoo comenzó a negar con las manos y cabeza—. Eso sería realmente pedirte demasiado. ¿Para qué perderías el tiempo así conmigo?
—No voy a perder el tiempo. Tú podrías actualizarme de todo lo que pasó durante los días que no fui a clases. Además, en caso de que la luz no llegue nunca, sería mi culpa de que no hayas ido donde Minseok.
Como Kyungsoo no sabía si aceptar o no el trato de Kai, el bus se hizo cargo de ello al irse del paradero. Acomodó el gorro de su abrigo y miró al pelinegro con algo de desconfianza.
—Si la luz no llega nunca, te tendrás que quedar conmigo toda la noche —dijo el pelirrojo fingiendo enojo.
—Bien —respondió Kai como si eso fuera ninguna molestia.
Kyungsoo lo miró extrañado. ¿En serio? ¿Se iba a quedar ahí con él completamente empapado y entumecido como si nada? Vamos, ¡ni sus amigos eran tan sacrificados!
—Vamos a mi casa —sugirió Kyungsoo mientras se levantaba.
Ahora fue Kai el que lo miró extrañado.
—Si vamos a esperar a que llegue la electricidad, creo que mejor sería hacerlo bajo un techo que aquí afuera con todo el viento y la lluvia, ¿no crees? —continuó Kyungsoo.
—En realidad, no pensaba en eso —se levantó también, mirándolo con algo de cautela—. Si te digo que quiero pasar a comprar primero, ¿cuál sería tu reacción?
Kyungsoo sonrió un poco, para después pensarlo por unos segundos.
—Te diría que, ahora que lo mencionas, amaría comer una barra de chocolate o unas galletas.
—Sé exactamente donde conseguir esas dos cosas, además de lo que yo quiero.
Ambos chicos se alejaron del paradero y volvieron a la oscuridad. Kyungsoo conocía más o menos todos los negocios que estaban en ese sector de la ciudad. Ser nacido y criado en Busan tenía sus ventajas. Sin embargo, Kai lo asombró llevándolo a un pequeño negocio del que ni siquiera sabía de su existencia.
—¿Frecuentas mucho acá?
—Paso casi siempre.
Por supuesto, el negocio estaba a oscuras, a excepción de tres grandes linternas ubicadas en lugares estratégicos. Un señor de unos cincuenta años estaba sentado detrás del mostrador. Le estaba prestando atención a una radio a pilas hasta que vio a los dos chicos entrar.
—Si mi vista no me falla, es Kai el que acaba de entrar.
—Buenas noches, señor Min.
El señor se levantó de su asiento, y se les acercó.
—Estaba a punto de cerrar.
—¿No ha estado buena la noche?
—Claro que no —dijo el señor con una carcajada—. Solo a un loco como tú se le ocurriría venir a comprar con este temporal.
—Le aseguro que no soy el único.
No estaba muy seguro, pero Kyungsoo hubiera podido jurar que ese último comentario era referido a él.
—¿Amigo tuyo? —preguntó el señor al ver a Kyungsoo.
—Compañero de curso.
—Tienes compañeros muy lindos, ¿eh? —y le hizo un guiño al pelirrojo, que le sonrió.
—¿Tiene chocolate? —inquirió Kai mientras trataba de observar el contenido de los estantes.
—Claro. Toblerone, Kinder, Ferrero Rocher, Hershey's ...
—¿Hershey's? —lo interrumpió Kyungsoo. Él amaba esos chocolates.
—Sí, en tableta —clarificó el señor.
—Entonces ese llevamos —sentenció Kai al ver la expresión de Kyungsoo—. Además de lo que ya sabe.
La sonrisa del señor Min se debilitó, dejando pasar una expresión más seria ahora. Miró con cautela a Kyungsoo, para después susurrarle a Kai.
—¿Es él de confianza?
—¿Para qué cree que es el chocolate? —repuso Jongin en broma—. Pero sí, él no dirá nada.
—Te creo, chico. En tal caso...
Kyungsoo no supo bien de qué diablos los dos estaban hablando, ni a que se referían con eso de "persona de confianza". Solo pudo ver que el señor puso el chocolate y algo más en una bolsa y que, para su sorpresa, Kai pagó todo.
—Nos vemos, Señor Min —se despidió Jongin al salir.
—Nos vemos, chico. Y mucho gusto en conocerte, pequeño.
—Gracias —replicó Kyungsoo con algo de timidez.
Al salir a la calle, Kai le pasó la tableta de chocolate a Kyungsoo.
—No era necesario que me le compraras —replicó el chico con algo de desconcierto.
—Con un "gracias" me basta —murmuró el pelinegro sacando la otra cosa que compró de la bolsa.
—Muchas gracias, entonces.
Kyungsoo, sin vacilar, se enfocó en su chocolate. En menos de cinco segundos ya tenía un pedazo en su boca. Y era delicioso.
—¡Está muy bueno! —exclamó Kyungsoo con felicidad.
En eso vio una pequeña llama a su lado derecho. Y estaba muy seguro que no venía de ninguna vela de alguna casa aledaña. Por alguna razón, ver a Kim Jongin fumando no le extrañaba para nada. Quizás sea porque Jongdae se lo había comentado más de una vez.
—"Si quieres un favor de Hollywood, llévale cigarros o chocolate, y él lo hará lo que sea por ti" —recitó Kyungsoo.
—¿Perdón? —preguntó Kai algo asombrado.
—Era lo que Jongdae siempre decía. Si queríamos un favor tuyo, era buena idea llevarte cigarros o chocolate.
—El muy imbécil —murmuró el otro chico con fastidio mientras le daba una bocanada a su cigarro.
—¿Cómo puedes ser tan buen deportista si fumas?
—No soy buen deportista.
—Sí, claro, y yo soy bueno en matemáticas —replicó con ironía el chico.
—Mi resistencia ha bajado. Me canso con más facilidad.
—¿No que vas a participar en la triatlón de este año?
—En realidad, este es la última cajetilla que fumaré hasta después de la triatlón —comentó Kai mirando melancólicamente su cigarro.
—Entonces, ¿realmente quieres ganar?
—Espero que no.
Bien, oficialmente Kyungsoo no entendía en lo más mínimo a ese chico.
¿Por qué diablos entrenaría tan duro y dejaría su, aparentemente, amado cigarro si no quería ganar? Y la gente solía decir que era él el difícil de comprender. ¡Ja!
—Tu casa es para la derecha, ¿no? —preguntó Kai tratando de acostumbrarse a la oscuridad.
—Sí —respondió Kyungsoo pensativo—. Jongdae y Chanyeol te llaman Hollywood, ¿no?
—Mis amigos son unos idiotas, pero no puedo hacer nada para solucionar eso.
—Aunque es muy acertado —comentó Kyungsoo risueño, a lo que Kai le lanzó una mirada asesina—. Oh, vamos. Eres la celebridad más famosa de la secundaria Baekseok. Sin embargo, me preguntaba... ¿Cuál sería el otro sobrenombre de Jongdae? ¿O solo se conforma con que le digan 'Chen'?
—¿No te lo dijo él?
—Nop, nunca quiso decírmelo.
Kai se acercó a un tacho de basura, le dio una última bocanada a su cigarro y botó la colilla. Después sacó su celular, Kyungsoo supuso que para ver la hora o algún mensaje, y lo volvió a guardar en su bolsillo.
—Sado y Maso.
—¿Qué? —preguntó extrañado el chico sin entender.
—Supongo que has visto las peleas entre Jongdae y Chanyeol.
—Nunca sé si son juegos violentos o verdaderas peleas —comentó Kyungsoo reflexivamente.
—¿Quién es el que siempre parte los golpes?
—Eso es fácil, siempre es Jongdae —a Kyungsoo le caía muy bien Jongdae, pero sabía igual de bien que a él le encantaba provocar a la gente.
—¿Y qué es lo que hace Chanyeol por su parte?
—Bueno... ahora que lo preguntas...
El pelirrojo lo meditó un par de segundos. Es verdad que Chanyeol le devolvía los golpes, patadas, cosas que le tirara, insultos o lo que sea a Jongdae, pero no era exactamente vengativo. Más bien, era bastante paciente y pasivo. Solo una o dos veces en todos estos años lo había visto realmente enojado contra su amigo.
—¿Permite que Jongdae lo moleste? —señaló finalmente Kyungsoo, como si fuera un concurso de preguntas.
—Eso, ente otras cosas. Por eso, Jongdae es Sado, sadomasoquista, mientras que Chanyeol es Maso, masoquista. Y no, esos sobrenombres no son del agrado de ninguno. Pero me pusieron Hollywood, así que me importa una mierda —sentenció Kai levantando los hombros con indiferencia.
Oh, Dios, ¡era tan verdad!
No es que Jongdae sea un sádico desnaturalizado, ni Chanyeol fuera un completo sumiso, pero esos sobrenombres les quedaban bastante bien. Vivían esos dos matándose el uno al otro (Incluso Jongdae terminó con un ojo morado una vez, mientras que Chanyeol se fracturó la nariz). Kai los había nombrado con mucha precisión.
—Son más de las once... La luz ya debería volver —comentó el pelinegro mirando hacia el cielo.
¿Eso significaba que Jongin se iba a quedar con él toda la noche?
Inexplicablemente, esa idea no le molestaba para nada a Kyungsoo. La luz podría volver, pero él seguiría solo en esa noche de lluvia. Y él odiaba estar solo cuando estaba asustado. O estar solo en casi cualquier momento, la verdad.
—La casa con reja de allí es la mía —apunto el chico con la mano.
Le costó un poco, pero Kyungsoo logró encontrar las llaves de sus bolsillos empapados. Primero abrió la reja para después seguir con la puerta principal. Estúpidamente, se puso a pensar en todas las cosas desordenadas que había dejado y lo que no había limpiado. Realmente no quería que Jongin viera todo eso.
—Pasa y cuidado con el escalón. Iré a buscar velas y después prenderé la estufa.
Lo bueno de estar en tu casa cuando no hay luz es que, de todos modos, sabes guiarte y sabes dónde está todo aún con los ojos cerrados. Por lo que Kyungsoo sabía que las velas estaban en alguna parte de la cocina, así que se apuró en encontrarlos.
Sin embargo, para cuando sacó la primera vela de un estante, la luz volvió.
—Ah, típico —murmuró Kyungsoo con fastidio odiando a quien sea que estuviera a cargo de dar la electricidad en Busan esa noche.
—Supongo que ya no vas a necesitar de mi compañía ahora —murmuró Kai tras él.
¿Cómo hizo Kyungsoo para no gritar ese instante? No estaba muy seguro. Sin embargo, no pudo reprimir un pequeño salto al sentir su corazón subírsele hasta la garganta del susto. ¿Cómo diablos Kai había llegado ahí tan rápido?
—Eres medio ninja para tus cosas, ¿eh? —se quejó el chico tratando de recuperar la tranquilidad.
—Te venía siguiendo —comentó el pelinegro observando el interior de la casa.
—Disculpa el desorden, no he querido ordenar hoy —susurró apenado Kyungsoo.
—Si le llamas desorden a una cuchara sucia en el lavabo y a una manta tirada en el suelo, entonces tenemos conceptos muy distintos de desorden —sentenció Kai, para después volver su rostro a Kyungsoo.
Estaban incómodamente cerca.
O sea, incómodamente para Kyungsoo, al menos. Y eso que Kai lo miraba con una calma absoluta. Pero él tenía 15 centímetros de ventaja, lo que hacía que Kyungsoo se sintiera aún más pequeño de lo que ya era.
—¿Cuándo fue que te hiciste tan alto? —preguntó el pelirrojo con disgusto—. Cuando llegaste, teníamos casi la misma altura.
Kai ladeó a la derecha su cabeza frunciendo el entrecejo y Kyungsoo sintió como si hubiera formulado la pregunta más estúpida del mundo. Estaba a punto de retirar lo dicho, cuando vió al chico sonreír.
—Creo que a los doce, durante el verano. El que la ropa me quedara chica y no tuviera control de mis extremidades fue un período de lo más encantador.
Ahora Kyungsoo sonrió. Kai no era exactamente el tipo de persona que contaba chistes o hacía bromas, pero le gustaba mucho su humor negro. Con eso bastaba para hacerle sonreír. De repente, ya no se sentía tan incómodo con él ahí, tan cerca.
—Voy a prender la estufa para que seques tu ropa —dijo finalmente el chico, pasando por su lado y dirigiéndose al living—. ¿Quieres café o té también? Mi papá compró un café árabe muy bueno.
Se acercó a la estufa y la encendió. A los pocos segundos pudo sentir a Kai en la pieza, probablemente observando los papeles tirados y el plato sucio que había dejado en la mesa de centro cuando veía televisión. ¿Por qué demonios no había ordenado ese día?
Esperen. ¿Papeles tirados?
— ¡Ah, verdad! —exclamó con entusiasmo Kyungsoo tomando los papeles—. Es nuestro trabajo —trató de ordenar un poco la hojas y se las pasó al chico con una amplia sonrisa.
Kai revisó el trabajo exactamente siete segundos y después se lo devolvió como si nada. Bueno, claro, Kyungsoo suponía que cuando siempre tienes calificaciones máximas en una asignatura, una más no debía ser nada. No pudo evitar sentirse algo decepcionado de la reacción de su compañero.
—¿Me lo puedo quedar? —pidió Kyungsoo, apretando el trabajo contra su pecho, como si fuera un tesoro.
—Bien —respondió Jongin, para después observarlo con más detención—. ¿Es muy importante para ti?
—Es que nunca había tenido una nota máxima en matemáticas —dijo tímidamente el pelirrojo—. Sé que lo más difícil lo hiciste tú, pero dudo que vaya a tener una nota máxima otra vez en esa asignatura del mal en mi vida. Así que me encantaría guardarlo y mostrárselo a mi papá.
—Tú hiciste mucho de ese trabajo también —replicó Jongin mirándolo con una mirada más amable—. Esa nota es tanto mía como tuya.
—Yo creo que la profesora debió haber pensado que lo hiciste todo tú solo —bromeó Kyungsoo, aunque sí se le cruzó esa idea por la cabeza durante la tarde—. A propósito, ¿qué te pasó esta semana?
—Fui a China a ver a mi madre por su cumpleaños —respondió el chico, acercándose a la estufa.
Un momento. Kyungsoo sabía que Kai había crecido en China y que solía viajar varias veces allá durante el año, pero ¿ir a visitar a su madre? ¿Qué acaso no vivía con él ahí, en Busan?
—No entiendo, ¿tú no vives con...?
—¡Monstruo! ¡¿Dónde demonios estás metido?!
Por un instante, Kyungsoo pensó seriamente que había imaginado esa voz. Porque era realmente difícil que su hermano estuviera ahí cuando hace aproximadamente tres horas atrás estaba en Seúl. Pero, al ver la expresión de seriedad de Kai, supo que había sido muy real.
—¿Para qué mierda tienes celular si no lo contestas?
Ryeowook llegó al living con la ropa empapada, el cabello húmedo y un humor de mil demonios. Kyungsoo estaba seguro de que, dijera lo que dijera, su hermano lo iba a matar de una u otra forma.
—Llamé a Minseok pensando que podrías estar ahí, pero nada. ¿Dónde demonios tienes metida la cabeza?
—Ay, ya. Si tampoco es como si estuviera tirado en un callejón sin vida —replicó Kyungsoo comenzando a perder la paciencia.
—¿Y tú quién demonios eres? —preguntó Ryeowook al ver a Kai.
—Un compañero —se apresuró en contestar Kyungsoo.
—¿Y qué diablos hace él aquí a estas horas?
Muy bien, el muy idiota de su hermano estaba logrando que llegara a su punto de ebullición. No es que le costara tanto, tampoco. Aunque era eso o sentirse completamente humillado ante la falta de educación de Ryeowook frente a Kai. ¡En especial sin saber los hechos!
—Oh, bueno, estábamos teniendo sexo desenfrenado en el sofá y ahora íbamos a mi pieza, pero nos acabas de arruinar el panorama —replicó con ironía Kyungsoo.
—Ja, ja, ja, qué chistoso —repuso con sarcasmo Ryeowook, sin ninguna pizca de humor en su voz o rostro—. ¿Y qué hacen los dos mojados? ¿No me digas que se te ocurrió la brillante idea de salir afuera con este temporal, verdad?
Iba a responderle que sí, que justamente había hecho eso, pero Kyungsoo se dio cuenta de que, si confesaba eso, iba a dar comienzo a la Tercera guerra mundial. Y tenía que salvar a Kai de eso. Ya se sentía bastante avergonzado con la actitud de Ryeowook en lo que iba de la noche como para permitir que Kai presenciara una pelea entre ellos también.
—Creo que te dejaré debiendo la taza de café pues necesito golpear a mi hermano primero —se disculpó Kyungsoo dedicándole una sonrisa inocente a Kai, como si no pasara nada raro y su hermano no estuviera ahí.
—¿No necesitarás ayuda? Le puedo explicar —se ofreció el chico observando con el ceño fruncido a Ryeowook.
—No, no te preocupes. Llevo años de práctica. Además, él no es mi padre. No le debo ninguna explicación.
—Oh, claro que me debes una explicación —interrumpió Ryeowook sacándose la chaqueta.
Kyungsoo le dedicó una mirada asesina a su hermano mientras acompañaba a Kai a la puerta. Se debió haber acostado cuando le había venido ese primer impulso en la tarde. Ahora, de seguro, no se iría a la cama en un buen rato. Las peleas entre Ryeowook y él podían durar horas, en especial si no estaba su papá en la casa como árbitro.
—¡Ah! Se me olvidaba —exclamó Kyungsoo al llegar a la puerta, para después ir a la habitación de al lado y volver con su paraguas—. Ya no hay tanto viento, por lo que no creo que se dé vueltas o rompa.
Kai miró el paraguas por unos segundos, para después volver a fijar su mirada en Kyungsoo.
—¿Y si lo necesitas?
—Tengo aún el de mi papá, así que no importa. Devuélvemelo cuando puedas en clases.
Era realmente una pena para Kyungsoo tener que despedir a Kai de esa forma, en especial por lo amable que había sido él durante esa noche. Y, además, le compró chocolate y le dejó el trabajo de matemáticas. Se merecía esa taza de café con justa razón y por el imbécil de su hermano no podría ser.
—Muchas gracias por todo. Nos vemos en clases el lunes —se despidió Kyungsoo con una sonrisa.
Kai no dijo nada, pero tampoco se movió de ahí.
—¡Mueve tu humanidad aquí, Kyungsoo, y comienza a hablar! —se escuchó desde la casa.
— ¡Ya voy! —respondió el chico con enojo—. Realmente disculpa a mí hermano, a veces...
Sea lo que sea que iba a decir Kyungsoo en ese instante, se quedó atascado en su garganta.
Eso principalmente debido a que los labios de Kai cubrieron los suyos y no permitieron dejar las palabras salir. No debió haber durado más de un par de segundos pero, aunque ese beso hubiera durado horas, Kyungsoo no hubiera sido capaz de reaccionar. Su mente se fue a blanco y su cuerpo dejó de funcionar. Aunque sí sintió a Kai separarse de él tras unos instantes.
—Buenas noches, Kyungsoo —susurró el pelinegro sobre sus labios.
Por un momento, Kyungsoo pensó que lo iba a besar de nuevo por la forma en que lo miraba. Sin embargo, el chico se dio media vuelta, abrió el paraguas, y se alejó por la calle tranquilamente, como si no hubiera pasado nada.
Pero sí había sucedido algo. ¿Qué demonios acababa de pasar ahí?
—Maldita sea, ¡Kyungsoo! ¿Por qué mierda demoras tanto?
Conmocionado, Kyungsoo llevó sus dedos a sus labios, aun siendo incapaz de moverse de la puerta. Ah, sí solo Ryeowook supiera.
***
Jongin miró su reloj y maldijo al ver lo tarde que era. Lee lo iba a matar, debía haber llegado a su casa hace horas ya. En especial por el corte de luz. Pero, aún así, no apuró el paso y caminó plácidamente bajo la lluvia sin preocupación alguna.
Haber bajado del bus había sido netamente un impulso, sin siquiera pensarlo un poco. Simplemente vio a Kyungsoo en el paradero y bajó. ¿Qué es lo que buscaba con eso? No tenía idea. Pero lo que obtuvo fue mucho mejor de lo que hubiera podido esperar.
Lee lo iba a regañar al llegar. Pero por ese beso podrían torturarlo un año entero y no le importaría en lo absoluto.
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