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San Valentín/Día Blanco

Finalmente era 14 de febrero.

Temprano por la mañana, Dany -ya vestida y con un sutil maquillaje- estaba en la mesa, terminando de colocar cintas de colores a los paquetitos con los chocolates que había hecho. Una vez satisfecha con el resultado guardó todo en una pequeña maleta extra que se llevaría a la escuela.

El timbre sonó.

—Qué raro ¿quién será a esta hora? —murmuró, yendo hacia la puerta — ¿qué haces aquí?

—Bueno, en vista de que Ryou y Baku llevan unos días medio raros y parece que por fin están hablando las cosas pensé en dejarlos solos y venir por ti para ir juntos a clase —respondió Akefia, recargado en el marco de la puerta y con un abrigo abierto por encima de su ropa.

—Jeje, ya veo —dijo ella divertida.

—Te ves muy linda hoy.

La chica se sonrojó —gracias por el cumplido —le sacó la lengua juguetonamente, segura de que el chico estaba tratando de obtener chocolates de su parte — ¡Oh, es cierto, dame un momento! —Dany corrió al interior de la casa, tomando su maletín y el bolso con los chocolates, del cual sacó un paquete con lazo color lila —feliz san Valentín —le ofreció los chocolates, dándole un sonoro beso en la mejilla.

Akefia parpadeó un par de veces, sintiendo las mejillas calentársele ante el gesto de su amiga; apretó el paquete con delicadeza contra su pecho —muchas gracias, nena —se atrevió a regresarle el beso, consiguiendo una gran sonrisa en respuesta —permíteme —le quitó el maletín de las manos para llevarlo él — ¿nos vamos?

Ella asintió — ¡Atemu, date prisa o me voy sin ti! —gritó al interior de la casa — ¡oh! —se cubrió la boca con una mano al volver su vista al moreno.

— ¿Qué pasa? —cuestionó este.

—Te he dejado el beso pintado en la mejilla —explicó, levantando una mano hacia la mejilla manchada con su labial apenas visible. Akefia sin embargo la detuvo, tomando su muñeca — ¿por qué...?

—Déjalo así, quizás evite que las chicas en la escuela me fastidien tanto hoy —se defendió, viendo al tricolor salir por la puerta, acomodándose los zapatos.

La pelinegra negó con la cabeza entre risas —si es eso lo que quieres, ven aquí —lo tomó de las orillas del abrigo y lo jaló un poco hacia sí para poder presionar sus labios en el cuello ajeno, asegurándose de dejar su beso pintado donde se pudiera ver.

Atemu frunció el ceño en señal de incomodidad mientras que Akefia se sonrojó, un estremecimiento de dicha pura y placer recorrió su espalda en cuestión de instantes— ¿e-eso por qué? —logró preguntar distraídamente.

— ¿No dijiste que querías que las chicas no te molestaran? Si te ven una marca así definitivamente no lo harán —mencionó ella, con una sonrisa traviesa —es una de nuestras formas más serias de decir 'Eh, alto ahí! Este chico ya tiene dueña' —explicó entre risas.

— ¿Podemos irnos? —apresuró el oji-vino.

—Sí, vamos —le sonrió su hermana, dejando que el tricolor la abrazara por la cintura al caminar.

Al llegar a la escuela se encontraron con los hermanos albinos ya esperándolos junto a algunos compañeros de salón, su círculo de amigos: había un chico moreno, delgado que usaba lentes sobre sus ojos anaranjados y otro de corto pelo blanco y ojos azules.

Luego de que la pelinegra repartiera sus chocolates, los dos mayores iban a despedirse para ir a su salón, ya que al pasar a segundo año habían cambiado a Dany a la misma clase del peliplata, pero Ryou se adelantó, jalando a la azabache del brazo para apartarse un poco de los demás.

— ¿Estás segura de lo que vas a hacer? —Ryou sabía perfectamente para quién era ese paquete de chocolates con un lazo rojo, escondido en la maleta de su amiga.

La aludida se sonrojó —Sí... Espero tener al menos la oportunidad —dijo con un suspiro ilusionado.

Ryou exhaló con pesadez, no le gustaba nada la situación, pero no podía no apoyarla después de todo lo que ella hacía por él —te deseo suerte.

Ella le agradeció con una sonrisa.

El receso llegó muy pronto, o eso sintió Dany, quien se veía algo ansiosa. Merendó junto a sus amigos y hermano en la cafetería de la escuela pero a mitad del descanso se levantó, excusándose con todos para poder irse 'a escondidas' a la azotea.

Luego de dos minutos de que la azabache se fuera, Atemu se levantó también, y sin decir nada, fue tras ella. Bakura y Ryou soltaron un suspiro conjunto.

—Muuuuy bien ¿quiere alguien explicarme qué pasa aquí? —se quejó Akefia.

Ryou y Bakura se miraron a los ojos, ambos eran conscientes de los sentimientos de su primo hacia la azabache, por lo menos Ryou estaba seguro, Bakura más bien lo intuía. No sabían cómo decirle aquello.

—Bueno, verás... —inició Ryou —sabes, ese chico de tu clase de ojos dorados y pelo largo, claro y algo azulado.

Akefia lo relacionó enseguida — ¿Kyo? —era uno de los 'chicos populares' de su salón, como a él mismo, los conocían en casi toda la escuela por su imagen de 'chico malo', acentuada en el oji-dorado por su usual estilo rockero.

Ryou asintió —Dany me dijo que... Había hecho chocolates para él porque... —se mordió los labios —sentía que le interesaba.

Akefia se quedó un momento pasmado, sintiendo como su corazón disminuía su ritmo con dolor —a ella... Le gusta Kyo —fue doloroso el tan solo decirlo.

—Bueno, no fue exactamente lo que dijo —siguió el albino menor —me dijo que le parece atractivo y siente cierta curiosidad por su personalidad.

Akefia bajó la cabeza, ensombreciendo su rostro bajo su flequillo. En este punto Ryou lo miraba con pesar pero Bakura con molestia.

—Pero, ya sabes, a nosotros no nos gusta mucho la situación —añadió, re-atrayendo la mirada lila.

—Entre las chicas, el tal Kyo es famoso por ser un Don Juan que solo trata a las mujeres como cosa del rato —estableció Bakura, mirándolo con severidad —Ni Atem ni nosotros estamos de acuerdo con esto. No queremos que él la lastime o juegue con ella.

—Dany me dijo que no piensa declararse, solo quiere pedirle una cita —aclaró el menor —aun así, con la fama que precede a ese chico, bueno... Dany siempre nos ha cuidado y nosotros queremos hacer lo mismo por ella.

Akefia se levantó bruscamente y salió corriendo, dos segundos más tarde los hermanos lo imitaron.

Los tres alcanzaron a Atemu en la cima de las escaleras que daban la puerta de la azotea, el tricolor miraba por la misma, que estaba entreabierta; sin decir nada, los recién llegados se asomaron también.

.

—Estos... son para ti, Kyo-kun —la pelinegra le tendió el paquete de chocolates al oji-ámbar que estaba frente a ella, mirándola con altivez y una mano en el bolsillo —los hice yo misma.

—Hmm, gracias —el chico se acercó más solo para tomar los dulces.

—Y también, yo, bueno —llevó sus manos tras la espalda, jugueteando con el lazo de su abrigo color magenta que cubría su vestido gris con lila a juego con sus botas plateadas —quería saber si te gustaría, tal vez, hacer algo después de clases.

Akefia sintió un doloroso pálpito en su pecho.

Kyo arqueó una ceja, mirando a la chica de pies a cabeza — ¿me estás pidiendo una cita? —Dany agachó la cabeza sonrojada y Kyo le dedicó una mirada más crítica, sus ojos dorados se pasearon más tiempo en su pecho y caderas, luego se relamió los labios disimuladamente, de forma que hizo que los cuatro espías quisieran asesinarlo más que con la mirada —suena bien.

— ¿Lo dices en serio? —la azabache levantó la cabeza con una bella sonrisa —Genial, podríamos ir a ver una película o quizás a comer.

—Lo que gustes —el oji-ámbar se acercó más, tomándole el mentón con una mano —pero antes ¿puedo hacer algo?

— ¿Uh? ¿Qué cosa? —ladeó la cabeza inocentemente.

Kyo se quedó callado, rodeando la estrecha cintura de la chica con su brazo libre, por lo que ella pensó que se trataba de un simple abrazo y se dejó hacer. La tomó por sorpresa que el peli-celeste besara la comisura de su boca a la vez que bajaba ambas manos a sus caderas para acercarla a su cuerpo —eres hermosa ¿por qué no nos divertimos un rato? —murmuró contra sus labios, antes de robarle un beso en los mismos.

Los ojos chocolates se abrieron como platos mientras colocaba sus manos en el pecho del muchacho, el beso no era desagradable ni mucho menos aunque sí la hizo sentir algo incomoda, pero pensó que debía dejarse llevar, después de todo ella le había pedido la cita.

Sin embargo su mente se puso en blanco cuando las manos del chico se colocaron en su trasero, apretando aquellas curvas aun sobre las​ capas de tela. Con un chillido ahogado por el beso, solo atinó a dejarse llevar por su instinto y empujarlo con fuerza, retrocediendo de inmediato.

— ¡¿Qué crees que haces?! —le gritó sonrojada mientras se abrazaba a sí misma. Kyo sólo la miraba con un brillo raro en sus ojos, relamiéndose los labios.

.

Atemu y Bakura estaban listos para ir y aventarlo por sobre el enrejado que bordeaba la azotea de la escuela, pero fue Akefia quien se atrevió a azotar la puerta e ir a tomar al peli-celeste de la camisa, levantándolo incluso del piso.

—Maldito ¿cómo te atreves a hacerle eso? —le gruñó, con los ojos enrojecidos de ira.

— ¿Akefia? ¿Qué demonios te pasa? —trató de zafarse, pero el moreno era más fuerte —es sólo una más del montón de nuestro salón que están detrás de ti y de mi —dijo el chico, plagado de sí mismo, cuando logró poner sus pies en el suelo.

—No vuelvas a tratarla así delante de mí —Akefia lo miró realmente furioso — ¡Lo que es más, no te le acerques! —y de un golpe en el pecho, lo empujó hasta la puerta.

—Pero si ella fue la que me citó aquí —dijo casi sin aliento por el golpe.

— ¡Largo! —le gritaron a coro Bakura y Atemu desde la puerta, mirándolo igual de furiosos que Akefia, quien estaba ahora abrazando a la pelinegra que temblaba en su lugar, con la vista gacha. Los dos se miraron entre sí y Bakura supo que tenía un aliado para su próxima víctima de venganzas, pues eso no se iba a quedar así.

—Dany... ¿estás bien? —la pelinegra, cabizbaja se dejó caer lentamente hasta el piso. Akefia no la soltó y la dejó que se apoyara en su pecho.

— ¡Nee-chan! —Atemu quiso ir y tomar el lugar del moreno, después de todo era su hermana y aunque fuera el menor sentía que era su deber protegerla, pero Ryou lo jaló del brazo para evitar que fuera y cuando se miraron negó con la cabeza, dándole a entender que le dejara el asunto al mayor.

Muy a regañadientes, el tricolor se dejó llevar por Ryou fuera de allí junto a Bakura.

En la azotea, Akefia tenía a la azabache envuelta entre sus brazos mientras esta trataba de ahogar sus sollozos en su pecho. Sentía que todo le hervía, una parte de él quería ir y golpear a Kyo hasta el cansancio pero la otra lo obligaba a quedarse allí, pues deseaba abrazar a su amada pelinegra hasta que dejara de temblar y se sintiera cómoda y a salvo únicamente entre sus brazos.

—Nena... no lo vale, él no merece tus lagrimas... nadie en realidad —murmuró lo último, acariciando su cabello con olor a rosas.

— ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo? —susurró ella, temblando.

—Es desagradable, pero hay personas como él que no valoran a los demás, no fue tu culpa —la calmó, sin dejar de pasear sus dedos entre la melena negra —sólo te fijaste en la persona equivocada... lamento no haberlo evitado.

—... ¿Cómo sabías que estaba aquí con él? —ella lo miró desde abajo.

—Tu hermano estaba preocupado por ti, y no es el mejor disimulando que digamos —se excusó simplemente, por salir del paso.

Ella dejó escapar una sonrisa —mi niño... —se levantó de su posición, con Akefia mirándola atentamente, y fue a recoger el paquete de chocolates que Kyo había dejado caer al suelo.

—Dime, acaso... ¿Él te gustaba mucho? —le preguntó el moreno decaído, sin poder sostenerle la mirada.

—No, no era tan en serio lo que sentía por él... y ahora mucho menos —le respondió con convicción, lanzando una mirada despectiva hacia la puerta —tienes razón, me fijé en la persona equivocada —suspiró.

Akefia se levantó y la abrazó por detrás, quería decírselo, pero después de lo que la azabache había tenido que soportar quizás no era el mejor momento —tal vez... sólo debes mirar a otro lado —dejó un suave beso en la misma zona donde ella le había marcado el cuello con su labial más temprano, tratando de dejar en claro su indirecta —anda, vamos, la campana está por sonar —la soltó solo para tomarla de la mano, no pensaba dejarla sola por lo que restara del día.

—Ah... sí —algo aturdida, Dany solo se dejó llevar —Gracias Kef.

El moreno se sonrojó, limitándose a asentir y caminar a su lado.

Fiel a sus intenciones, el chico no se separó de la azabache en lo que restó de clases. Cosa que pasó totalmente desapercibida, ya que sus compañeros estaban acostumbrados a verlos juntos.

—Por fin terminaron las clases —exclamó Bakura, cuando se encontraron con sus hermanos, estirando los brazos al cielo —las sentí eternas —farfulló.

Ryou soltó una risilla solamente, mientras se llevaba algunos bombones de chocolate a la boca.

—Ryou ¿te obsequiaron esos chocolates? —le preguntó Akefia.

El menor asintió mientras Bakura resoplaba discretamente —los dejaron sobre mi asiento durante el descanso, pero la tarjeta no estaba firmada, así que, no sé a quién agradecerle —se lamentó, encogiéndose de hombros.

— ¿A ti te dieron, Baku? —volvió a preguntar el mayor, mientras veía como Atemu abrazaba a su hermana por la cintura, aún con clara ira en contra de lo sucedido más temprano.

—A él y a Atem les dejaron como tres paquetes —se adelantó Ryou, mordiéndose el labio inferior para contener un mohín inconforme.

— ¿Ah sí? —murmuró al fin la fémina.

—No tiene importancia —bufó su hermano, apoyando la cabeza contra el hombro de ella.

Bakura asintió, soltando un bostezo mientras se inclinaba y apoyaba el mentón sobre el pelo de Ryou, quién simplemente rodó los ojos, con una sombra muy tenue en sus mejillas — ¿Qué les parece si hacemos algo antes de volver a casa?

—No es mala idea —consintió Akefia — ¿tienen algo en mente?

—Oí que las boletas de cine están en oferta antes de seis —comentó Atemu.

—Lo siento, pero no tengo ganas de ir a ver una película romántica ahora mismo —se quejó Dany en voz baja, jugueteando con uno de sus mechones delanteros y con la vista gacha hacia el piso, mientras caminaban para salir del colegio.

—Yo supe que montaron una feria en la Plaza Yakibo —Bakura sacó su teléfono, entrando en la aplicación de Google Maps para buscar el sitio —está un poco lejos pero ¿qué opinan?

Los demás se acercaron a ver el sitio.

— ¿Hay un autobús que nos deje por allí? —preguntó el tricolor, convencido con la propuesta.

Su hermana negó —tendríamos que coger el tren en la estación que está a cuatro cuadras —señaló una dirección con la mano derecha, teniendo en la izquierda aun enredando el mechón de pelo.

—A esta hora va algo lleno —informó el peliplata — ¿Qué dicen?

Los tres menores se miraron entre sí, compartiendo asentimientos con la cabeza para luego encogerse de hombros frente a sus hermanos —está bien por nosotros.

La chica sonrío —vámonos entonces —decidió.

Tal como lo había augurado el mayor, el tren iba bastante lleno a esas horas, tuvieron que dejar pasar uno antes de poder embarcarse y solo consiguieron dos asientos, por lo que Atemu y Bakura se sentaron, este último con Ryou sobre sus piernas, quedándose con las mochilas de sus hermanos para que estos se acomodaran mejor entre las personas que estaban de pie.

Dany se había recostado de espaldas a un lateral del tren, justo contra una ventana. Tenía la cabeza hacia un lado y miraba distraídamente hacia afuera. Akefia se había quedado de pie frente a ella, cercándola con un brazo a sabiendas de que la azabache no apreciaría el contacto físico con ningún otro varón, posiblemente por algunos días.

— ¿Cómo te sientes? —le murmuró al oído, mirando en dirección contraria.

—Estoy bien —resopló ella.

—Te noto distraída.

—Son ideas tuyas —se negó la fémina, con los brazos cruzados a la altura de su vientre, abrazándose a sí misma.

— ¿Quieres un abrazo? —ofreció el mayor, decidiéndose por fin a mirarla.

—No es necesario —bufó en respuesta.

—Bueno, yo sí quiero uno —y sin mediar más palabras, la atrajo a su pecho con cuidado, dejando una mano en su nuca, enredándose con su pelo y la otra en la mitad de su espalda, cuidando de no traerle recuerdos desagradables.

Dany suspiró, sin decir una palabra, simplemente relajándose en la tibieza del cuerpo de su mejor amigo mientras sus brazos lo rodeaban automáticamente por la cintura y su cabeza se encajaba perfectamente en el hueco entre su cuello y hombro.
No podía negar que la sensación de protección era reconfortante.

Tardaron unos veinte minutos en llegar a la parada, a una cuadra del terreno en que se había montado la feria; que no era muy grande, pero se notaba llamativa, así que se acercaron.

Probaron algunos juegos y comieron manzanas de caramelos, que estaban siendo un verdadero éxito por San Valentín.

Una media hora después del atardecer, decidieron irse.

— ¿Alguien vio a mi hermana? —cuestionó Atemu con cierta preocupación, cuando no vio a al azabache cerca.

— ¿No estaba con Ryou? —el aludido negó las palabras de su hermano mayor.

—Aquí estoy, no te alarmes —se anunció la susodicha, acercándose al tricolor desde la espalda para cubrirle los ojos — ¿nos vamos?

— ¡Nee-chan! No me asustes así ¿a dónde habías ido? —la regañó el menor.

—Fui a intentar conseguir un peluche, pero mi puntería con la escopeta de dardos nos es muy buena y otra persona me ganó el premio —suspiró, ligeramente decepcionada.

— ¿Por qué no me lo pediste? Lo habría ganado para ti —aseguró Akefia.

Dany simplemente se encogió de hombros con una sonrisa desganada.

— ¿Qué premio querías? —le preguntó Ryou. La azabache sacó su celular, enseñando una foto del peluche: un gato negro —es muy mono —comentó con una sonrisa. Akefia tomó detalle del peluche.

Dany asintió para Ryou, guardando su teléfono antes de pasar un brazo sobre los hombros de su hermano, a lo que este la miró, correspondiendo con su brazo alrededor de la cintura femenina — ¿vamos a comer? Tengo hambre y cero ganas de cocinar.

Todos estuvieron de acuerdo.

Más tarde, esa noche.

Atemu había intentado, muy sutilmente, convencer a su hermana de que durmieran juntos; le preocupaba que la mayor sufriera de pesadillas esa noche, pero la azabache no cedió y lo dejó en su cama, cubriéndolo con la colcha y dándole un fraternal beso en la frente.

Dany ya se había tomado un baño caliente, por lo que se acomodó en su cama con una laptop y vistiendo un pijama invernal de color lila con bordes blanquecinos, su pelo negro estaba atado con un listón por debajo de los hombros y su cara era inexpresiva.

Estuvo viendo capítulos de un anime que había visto hace mucho tiempo, hasta que, a eso de las once, recibió un mensaje.

.

Akefia había estado inquieto toda la noche, Ryou y Bakura estaba bastante conscientes de ello. Los dos hermanos se habían acurrucado juntos en el sofá de la sala con la idea de ver un par de películas hasta que les ganara el sueño.

El peliplata los había acompañado escasos quince minutos, se había levantado luego a prepararse un bocadillo, no porque tuviera hambre, simplemente porque se sentía ansioso.
Luego de eso, se dirigió al piano que tenían en casa desde hace años, aún estaba aprendiendo a tocarlo, pero era un poco inconstante, así que el proceso era lento. Se sentó y acarició las teclas del instrumento antes de empezar a improvisar, juntando acordes al azar en una melodía desconocida.

Estuvo así, haciendo pausas, cambiando la melodía sin tan siquiera prestar atención hasta pasadas las diez y media de la noche. Ryou ya estaba dormido y Bakura lo llevaba en brazos hacia la habitación que compartían desde siempre.

—Hasta mañana, aniki —se despidió el oji-lavanda con voz moderada.

—Que pasen buena noche, Bakura —correspondió el mayor, luego de unos segundos con expresión dispersa.

—Ella estará bien, es una chica fuerte —añadió el peliblanco mientras se acercaba a las escaleras —después de todo, es una de las razones por las que quieres que sea nuestra aneki —añadió para sí, riendo entre dientes y sin importarle que el mayor lo hubiera o no escuchado.

Akefia suspiró, se levantó cerrando la tapa del piano y se dedicó a cerrar ventanas, puertas y apagar las luces.
Bellos ojos llorosos, del color de los chocolates que su querida pelinegra le había obsequiado, inundaron su mente mientras entraba a su habitación, así que se tumbó en la cama y no resistió un segundo más la necesidad de hablar con ella.

Ella se tardó unos minutos en contestar

El albino sonrió de ternura cuando ella envió la última imagen, podía imaginármela toda sonrojada y mordiéndose un labio, apagando el WiFi de su celular nada más enviarla para luego envolverse en las mantas, con su bella carita adormecida.

Maldición, necesitaba dormir un poco.

Lo último que hizo fue enviarle una foto de ambos que Ryou les había sacado hace medio año aproximadamente, y luego se fue a dormir.

A la mañana siguiente, se despertó con su respuesta.

Un mes después.

Había pasado casi una semana buscando el obsequio perfecto, hasta que halló el peluche de gato negro, según Ryou, más adorable que pudo conseguir.

El menor de los Thief se había esmerado en prepararle unas ricas galletas de vainilla con chispas de chocolate blanco que él y Bakura le obsequiarían. Atemu le había comprado unos brazaletes de color plata, si bien para el White day se acostumbraban a obsequiar joyas blancas, él sabía que ese no era un color que su hermana usara ni quisiera.

El tricolor la había despertado con el desayuno y su obsequio, agradeciéndole no solo los chocolates que le había dado el mes pasado, si no el hecho de estar siempre a su lado.

Los hermanos albinos le dieron su obsequio en la puerta de la escuela, apenas la vieron llegar con el tricolor. Bakura la había abrazado con fuerza, Ryou fue más emotivo y le agradeció por ser siempre una amiga y poco menos que una madre para ellos.

Akefia fue un poco más allá, la convenció de saltarse la primera hora para irse con él a la azotea, allí la obligó a cubrirse los ojos mientras sacaba el peluche, luego fue él mismo quien se los cubrió con una mano mientras permanecía a sus espaldas y le hablaba al oído.

—Eres la chica más increíble que he conocido... solo por el hecho de que tienes la paciencia para soportarme, cosa que, al parecer, ni mis padres hacen —añadió sin querer, en un tono dolido.

—No digas eso, Kef. Ellos te aman, eres su único hijo —trató de confortarlo, de pie, quieta y a la expectativa de lo que su amigo haría. Confiaba totalmente en él.

—Lo que sea... Ryou tenía toda la razón, te lo dije una vez, te ven casi como una figura materna y te agradezco por serlo para ellos, y para mi... ni siquiera sé cómo describir lo que logras en mí.

Las mejillas de la azabache se calentaban progresivamente según las palabras del moreno, agradeció que el chico estuviera a sus espaldas —a... ¿a dónde quieres llegar con esto?

—Yo solo... quiero que sepas lo agradecido de estoy de que formes parte de mi vida, y de formar parte de la tuya —Dany sintió los dedos sobre sus manos aflojarse y moverse lentamente —y que los chocolates que me regalaste en San Valentín estaban deliciosos —añadió con una risilla —no cocina tan bien como tú o Ryou, así que... este es mi obsequio para ti.

Cuando los ojos marrones fueron descubiertos, un grito apenas contenido escapó de los labios de Dany, contemplando con las mejillas totalmente arreboladas el tierno gato negro de ojos verdes frente a ella.

— ¡Es tan lindo! —chilló, alargando las vocales de la frase mientras arrebataba el peluche de la mano de Akefia para abrazarlo con fuerza —me encanta, me encanta, me encanta, me encanta —exclamó repetidas veces antes de abrazar al moreno con el mismo entusiasmo —eres el mejor, Kefi —pronunció, antes de darle un sonoro beso en la mejilla —muchas gracias, de verdad me encanta.

—Me da gusto —fue lo único que pudo responder el mayor, luego del arrebato afectivo de su amiga —y yo... bueno, yo quería decirte que...

— ¿Sí? —la azabache, muy sonriente, levantó la mirada de su obsequio para mirarlo atentamente con sus ojos brillantes.

Akefia se mordió el labio inferior, esos ojos lo distraían. Solo quería tomarla de la cintura y besarla hasta que a ambos les dolieran los labios, sentarse en el piso con ella sobre sus piernas y abrazarla, embriagándose con el aroma de su pelo.

¿Si la besaba, obtendría el valor para decirle lo que sentía por ella? ¿Ese sonrojo en sus mejillas, y el afecto que distinguía en sus ojos eran señales de que ella podría corresponderle?

No lo sabría si no se arriesgaba. Dio un paso más hacia ella y levantó una mano, le acarició la mejilla; Dany sonrió más para él, Akefia se inclinó un poco, entreabrió los labios y

La campana sonó.

—Oh, dioses. La campana ¡Debemos apurarnos! —Dany afianzó su peluche en un brazo y con a otra mano tomó la del oji-lila para tirar de él escaleras abajo. Iban a meterse en problemas si no entraban a clases — ¿qué querías decirme?

—Que... —el chico suspiró mientras solamente se dejaba llevar, resignado —espero que todos sigamos juntos siempre —dijo a duras penas.

—Yo también, Kef. Los quiero mucho, a ti, a Bakura y a Ryou —contestó feliz, antes de entrar al aula.

Akefia simplemente se sentó a su lado,asegurándose en sus pensamientos de que algún día, muy pronto, conseguiríadecírselo; y fantaseando con ella le correspondería y entonces... los cincoserían una familia. 

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