Capítulo 47
—Vaya por lo que veo habéis hecho las paces Abraham y tú—Me dice pegada a mi oreja Mariah. Y yo como soy así de románticona la miro con mi sonrisa de boba y los ojos más brillantes que dos faros asintiendo con la cabeza.
—Venga Samia quítate esa cara de tonta enamorada y vamos a comprarnos unos trapitos.—Me dice mi amiga tirando de mí hacia la tienda de ropa.
Aquella tarde fue fabulosa, aún cuando pensaba que las cosas entre Abraham y yo iban de mal en peor me había enterado que me quiere. Joder que flipada, que me diga a mí un tío que está como un quesito que me ama buff ni me lo creo, con la mala suerte que he tenido en el tema del amor pero como siempre me decía mi madre, en gloria esté, que el hombre que me quiera llegará y ese día sabré si de verdad me ama, porque si no luchas nunca sabes cuanto le importas a esa persona. Y mira que razón tenía la pobre.
—En qué piensas Samia, toma bebe un poco vino que es de tu pueblo.
—Si bebe que de lo tuyo bebes, que cachonda eres Clarise. Pensaba en mi madre, en las veces que iba a llorarle porque nunca me había sentido querida por un hombre, y ahora que me siento enamorada y sé a ciencia fija que Abraham me ama, aún no me lo termino de creer.
—¿Acaso dudas de él?
—No, confío en él, pero mira que plan tenemos.
—Tranquila Samia, verás como todo se va solucionar y pronto estaréis juntos, dale el tiempo que te ha pedido para después disfrutar de la reconciliación, dicen que son las mejores.
—Espero que no tarde, porque si no me voy hacer abuela. —Las tres nos echamos a reír a la vez que tomamos el vino de mi pueblo. Y hablando de mi pueblo tengo que viajar a mi pueblo en una semana, espero poder ver a mi amor platónico antes de marcharme.
Pues mi gozo en un pozo, me marcho para España para reunirme con la constructora y poder terminar con el proyecto y sigo sin tener noticias de Abraham. En ocasiones no sé qué pensar, no quiero dudar de él, pero ya han pasado más de una semana desde que nos vimos y no tengo noticias de él. Percibo como una pequeña tristeza que quiere salir a la superficie, pero no pienso dejar que mis emociones se vayan apoderando de mí. Esperaré unos días más y si no se digna a llamarme daré por finalizado esta relación. Si es que acaso estamos saliendo.
Con ese pensamiento llegué a Madrid, el viaje se me había hecho corto, normal si no dejo de pensar en Abraham. Madre mía esto es peor que un virus, pero haber donde está la vacuna para poder quitarme este amor enfermizo de mi cuerpo. Si alguien se entera de algún remedio que me lo diga, porque no quiero seguir viviendo en esta incertidumbre de que aún no se haya puesto en contacto conmigo y yo esté preocupada, desde luego no sé ya si creer en él o no.
Pienso que estos días lejos de París me vendrán bien para descansar y poner en orden mis ideas.
Al llegar a la mansión, como siempre sale a recibirme el mayordomo, desde luego este hombre nunca sonríe, a lo mejor es así por naturaleza o es que lo trae mi abuela amargado, vete tú a saber.
—Samia mi amor, estás aquí.—Me dice mi abuela con sus brazos abiertos caminando hacia mí para estrecharme en su pecho dándome infinidad de besos.
—Abuela para hija mía que me estás llenando el maquillaje de babas, contrólate que sonrisitas nos mira con una cara...no sé ...
—Es la única cara que tiene y a estas alturas no creo que la cambie. Por cierto como estas te veo más delgada, es que no te alimentas bien.
—Haber abuela en qué quedamos, si estoy gorda porque como mucho, y si pierdo peso es que no como. Pues estoy perfectamente abuela.
—Y las cosas con Abraham como van entre vosotros.—Mira la abuela que tuna que es la jodía, esta se huele algo, pero no voy a contarle la verdad no deseo preocuparla bastante tiene ella con estar recuperándose del dolor de mi madre y discutir con Elian que la trae de cabeza.
—Uy abu, estoy enamorada, pero enamorada de pies a la sesera, de hecho cuando nos hemos despedido en el aeropuerto nos hemos dado un morreo que vamos aun conservo el sabor de sus labios. Ay abu, no sé cómo voy a superar estos días sin poder verlo.—Jooo, me siento tan mal mintiendo a mi abuela, pero no quiero decirle que llevo días sin saber nada de Abraham. Bueno son mentiras piadosas seguro que San Pedro no las tendrá en cuenta cuando suba al cielo.
—Entonces dices que has llorado mucho cuando te has despedido de Abraham en el aeropuerto.
—Sí, no lo sabes tú muy bien abu.
—Ven pasa al comedor vamos a tomar un té antes de la cena. Mira Abraham, quien acaba de llegar,
¿Qué? ¿Cómo? Joder mi madre pero si es Abraham, miro a mi abuela sonriendo rascandome la nuca, por favor qué vergüenza. Desde luego a mi abuela no se las das tan fácil.
—Samia.—Pronuncia mi nombre Abraham con ese destello en sus ojos que tanto me vuelven loca, si sé lo que dicho hace un momento, pero que queréis que os diga que cuando lo tuve frente a mí, contemplando me con esos ojos azules que tanto me gustan mi corazón pegó un brinco de alegría que a mi no me quedó de otra que dejarme llevar por el momento y rodearlo con mis brazos por su cuello y besarnos.
—Lo siento por no haberte llamado, pero como sabía que ibas a venir aquí he decidido esperarte aquí y presentarte a mi hijo Carlos.
—Y la loca de tu mujer. ¿Dónde está?
—Pronto me divorciaré de ella, nuestros abogados se han reunido y después de una dura batalla ha firmado los papeles del divorcio.
—No sabes cuánto me alegro Abraham, me hace tan feliz saber que ya eres un hombre libre y solo para mí.
—Soy todo tuyo, siempre lo he sido desde que te conocí.—Me vuelve a estrechar contra su pecho para besarme en mi sesera ya que en estos momentos la tengo echo agua como mi quesito ha empezado a derretirse, desde luego este hombre no sé que me hace para desearlo tanto como lo deseo. Al momento veo un niño viendo hacia nosotros corriendo.
—Arriba campeón. Mira Carlos esta es Samia.—El niño me observa un poco pensativo pero todo cambia cuando saco de mi bolso una chocolatina. Se la entrego e inmediatamente me sonríe dándome un beso. Que monada de niño.
Tras las presentaciones estuvimos jugando un rato los tres hasta la hora de cenar, durante la cena Carlos no se quería separar de mí, hasta tuve que llevarlo a dormir.
—Qué guapo que es, menos mal que se parece a ti, porque si hubiera salido a su madre apañao va la criatura.
—Gracias por todo Samia, gracias por esperar estos días y comenzar a querer a mi hijo.
—Y quien no va querer a este angelito, es tan lindo. Y bueno a todo esto, ¿Qué haces aquí en España?
Veo como Abraham mira hacia otro lado carraspeando su garganta antes de comenzar hablar.
—Samia estoy desesperado, he venido por recomendación de Alena para ver a un médico especialista en casos como el de mi hijo.
—Como que un médico, no me digas que...
—Sí, Samia Carlos tiene desde hace meses mieloma múltiple, necesita trasplante de célula madre de un hermano. Yo y su madre nos hemos las pruebas pero no somos compatibles. La única esperanza para salvar a mi hijo es encontrar algún paciente compatible o un hermano. Lo del hermano está más que descartado, ahora solo queda esperar para encontrar algún paciente que sea compatible con Carlos, si no los médicos me han dado como mucho un año de vida para él.
—Dios mío pobrecillo, tan pequeño y ya luchando contra el cáncer. Pero Alize, porque te chantajea con tu hijo. No entiendo.
—Alize es un caso perdido. Ahora me doy cuenta que nunca estuve realmente enamorado de ella. La conocí en la universidad, era muy jovenes, comencemos a salir en plan rollo sin ataduras, puesto que ella quería seguir con su carrera y yo con la mía. Y bueno todo acabó y cada uno siguió con su camino, yo seguí estudiando para ser profesor de música. Y mira lo que es el destino que un día en una despedida de un amigo que teníamos en común volvimos a coincidir. No sé si fue el alcohol, o su descareza de terminar en la cama lo que me llevó a dejarla embarazada. Para mí solo fue sexo, pero a los dos meses vino a mi casa llorando desesperada porque se había quedado embarazada. En ese momento no supe que hacer, me sentía perdido, furioso...Qué había hecho, pensé mil veces antes de pasarla a mi casa y tomar la decisión de casarme con ella.
—Pues también te pudiste estar quieto hermoso. Porque total con menuda mujer fuiste a cargar.
—Ya, pero eso me enteré después. Durante el embarazo no me separé de ella, la cuide lo mejor que sabía, después nació Carlos y las cosas comenzaron a cambiar. A lo primero pensé que se trataría de la depresión post-parto, pero la cosa iba de mal en peor, no atendía al niño y lo que colmó la gota fue que para irse con sus amigas de discotecas no le pasaba nada pero para cuidar a nuestro si estaba mal. Por lo cual decidí hablarle claro, me acuerdo que la noche que discutimos me dijo que nunca quiso al niño, que lo tuvo porque su familia la obligó. Aquello me sentó muy mal, entonces decidí divorciarme de ella y yo quedarme con la custodia de Carlos. Pero aún así las cosas iban de mal en peor, durante los dos años que estuve casado con ella me hizo la vida imposible, y cuando nos fuimos a divorciar tuve el accidente.
—Qué mala suerte. Y qué pasó para que no quisieras operarte.
— Pues tan simple que cuando los médicos me dijeron que era una ceguera temporal no le dí más importancia, creía que volvería a ver. Pero Alize se apartó de mí cuando los médicos cambiaron de opinión y dijeron que si quería ver tendría que operarme. Me acuerdo que cuando salí del hospital quería ver a mi hijo, bueno más bien poder tocarlo, pero ella se negó diciéndome que ahora si nos íbamos a separar porque ella no iba a cuidarme y por supuesto tampoco me dejaría de estar con mi hijo. Perdí la cuenta de las veces que le supliqué que me dejara estar con mi hijo, pero ella siempre me respondía lo mismo, como no quería estar con ella tampoco estaría con mi hijo. Lo pasé muy mal Samia, tanto que me derrumbé en mi oscuridad porque no tenía nada que hacer, yo era un discapacitado y no podía cuidar de mi hijo. Todo mi mundo se me vino abajo como una pirámide de naipes, lo único que me mantenía vivo era la música. Aprendí a tocar el órgano y ayudaba a componer las canciones para el grupo. Poco a poco fui saliendo de mi pozo, pero cuando realmente salí de él fue cuando escuché tu voz. Me acuerdo la primera vez que escuché tu voz fue como un bálsamo para mi corazón, jamás sentí ese latido tan intenso en mi corazón hasta que te escuché, después quería comprobar que no eran alucinaciones mías y quería seguir quedando contigo. Tú fuiste mi ángel Samia, tú fuiste la luz que tanto necesitaba. Por eso cuando intenté hacer el amor contigo no pude, no pude porque quería ver cada expresión tuya mientras nos entregamos a nuestro amor. Y esa fue mi decisión de operarme, lo hice por ti, pero fui un cobarde por no haberte contado toda esta historia antes. Lo lamento Samia y espero que me perdones.
—Anda tonto el aba, claro que te perdono, pero chico ya no más secretos. Ni uno más. Aquí estoy para ayudarte y quiero hacerlo.
—Como no quieras quedarte embarazada para darle un hermano a Carlos.
—Sabes que no me importaría, por ti haría cualquier cosa, te amo Abraham.
—No te obligare hacer una cosa así, además estás empezando con tu empresa y de momento nos estamos conociendo, con hacerte las pruebas me bastaría y que no me dejes, no podría soportarlo.
—No te dejaré, y ahora bésame y vente para mi habitación que quiero que me arregles la cama.—Abraham me sonríe rodeandome por mi cintura mirándome con tanta adoración y ternura que siento como si el tiempo se detuviese, dejando paso a sus caricias, besandonos mientras siento su piel junto la mía jurandome que nunca dejaremos de amarnos y que nos queremos un poco más cada día. Siento su cuerpo moverse en mi interior sintiéndome atrapada mientras hago el amor con él.
Los siguientes días fueron maravillosos, mientras yo acudía a mis reuniones, Abraham iba al hospital para intentar encontrar algún paciente que fuese compatible con Carlos, pero aún no habían encontrado ninguno, yo me hice las pruebas pero dieron negativas. La tristeza y la desesperación iba aumentando por momentos a pesar de que Abraham quería disimularlo con una sonrisa. Era evidente que tras esa fachada de que no pasaba nada, se escondía un hombre que estaba sufriendo debido a que su hijo le quedaban sus días contados. Yo no lo dejaba solo ni un momento, no quería separarme de él ni un minuto puesto que ya había pasado por eso y sabía perfectamente lo que se siente cuando te dicen que alguien a quien quieres se va ir para siempre y tú no puedes nada.
Al llegar a París, hablé con Abraham para separarnos de nuevo, pero él se negó, quería estar conmigo puesto que ya se había divorciado de su mujer.
—Estás seguro, yo no quiero que tengas más problemas con ella.
—Samia, con Alize ya está todo terminado, ella es mi pasado y tú eres mi presente y futuro. Te quiero y deseo que comencemos a vivir juntos, además me prometiste que no me dejarías.
—Pero qué cabroncete que estás hecho, so'jodío. Por supuesto que me mudo a tu casa. Ya que tú abuelo al parecer le gusta más España y Lina no creo que le importe.
—No le va importar puesto que Lina se irá de gira y se independizara, solo vamos a estar los tres.
Pero que salaó que es mi niño madre y qué bueno que está que to'hay que decirlo.
Mientras que bailo al son de la música de reggaeton, comienzo a empaquetar mis cosas, guau, aún no me puedo creer que me vaya a vivir con Abraham. Si es que tan mono, tan bueno, tan gentil y mira ha venido y todo ha echarme una mano. Me dirigí hacia la cocina con una caja en la mano.
Nada más poner un pie en la cocina la caja se me cae al suelo, mi respiración aumenta fluyendo por mis venas un pequeño miedo.
—Vaya, por fin te encuentro maldita zorra.—Escucho como pronuncia lentamente Alize...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro