Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35

En mi vida había pasado tanto miedo, por el hecho de que algo malo le hubiera pasado a la pobre de mí abuela y todo por mi mala cabeza.
Estuvimos buscándola Clarise y yo durante horas. Viendo la hora que era, decididos volver a casa.

—¿Qué vas a hacer Samia no vas a poner una denuncia?

—De momento no. Esperaré hasta mañana si no aparece iré a ponerla.

—Y si le han echo algo.

—Mira Clarise, Cállate un poco hermosa que tengo los ocho males metidos en el cuerpo. Además si la han secuestrado ya llamarán para pedir que vayamos a buscarla.

—Será para pedir un rescate.

—Si, eso lo que tú piensas, pero tratándose de mi abuela no duran con ella ni media hora, menudo genio se gasta.—Las dos nos echamos a reír por mis ocurrencias.

Cansada por  la noche que llevo, aparco el coche consultando la hora, perfecto tengo un par de horas para ir de nuevo a trabajar. Clarise por lo menos se libra.
Pasamos dentro procurando no hacer ruido, podemos imaginar que están durmiendo. Le hago una señal a Clarise que voy a darme un baño y ella me dice que se va, que ya nos veremos. Me despido de ella y subo para darme un baño.

Al rato me preparo para irme a la oficina, total no puedo dormir con la incertidumbre que mana por mi cuerpo de pensar en mí abuela.

Bajo para la cocina ya lista para irme a trabajar, y para prepararme un café y beberme una Coca-Cola, pienso que con eso será bastante para no dormirme en la oficina.

Comienzo a preparar el café, de pronto alguien me da los buenos días.
Me giro a cámara lenta fulminándola.

—Buenos días para tí. ¿Donde has estado metida, eh?

—Samia hija tranquilízate que vas a despertar a Victoria.

—Me importa una mierda si se despierta. Pero tú sabes el susto que me llevado de que no sabía nada de ti.—Grito furiosa.

—Lo siento Samia, debía de haberte dicho que me iba acompañar hasta casa Claudio.

Me quedo un poco pasmada, ante lo que me dice mi abuela.
—Haber rebobina, qué tú anoche ligaste con el abuelo del bar. Amos abuela no te estarás pitorreando.

—Samia, esa boca. Y qué pasa por que a mi edad conozca a un hombre. Pienso que no tiene nada de malo.

—No, porqué iba a tenerlo. Me imagino que pondrías precaución, si eso te doy la píldora ahora mismo.

—Samia, por quien me has tomado. Por supuesto que no hice nada. Sólo fuimos a pasear, estuvimos hablando y después como buen caballero me acompañó hasta casa.

—Po' muy bien abuela, y una buscándote como una loca pensando que algo malo te hubiera ocurrido. Para la próxima vez por lo menos avísame. Ala, me voy a trabajar que tengas buen día.
Salgo de la cocina más cabreada que una cabra en un circo. Me monto en mi auto comenzando a conducir hasta la oficina.

Dentro de mí oficina comienzo a trabajar, o eso pretendo cuando escucho a Bastien pasar a mí oficina.

—Buenos días querida Samia.

—Dime Bastien, que te pica por la mañana temprano.

—La curiosidad de verte después de que Rifus te dejase.

—Por quién, por la zorra de tu ex mujer. Pues mira, lo dejé yo acordándome de tí.

—¿De mí?

—Claro. Que pensabas que iba yo llevar los cuernos que a tí te lijaron.

—Maldita seas, Samia. No te voy a consentir que te burles de mí.—Sus ojos echaban fuego, sus manos apretaban mis brazos y en menos de cinco segundos su boca estaba pegada en la mía. Por una vez en la vida, me alegré de no haberme descalzado en la oficina y pude clavarle el tacón en el pie para a continuación darle un buen bofetón.

—Largo de mi oficina, no quiero verte Bastien. Ahora mismo me voy de aquí.

—Tú te quedas, no vas a ir ningún sitio. Me has escuchado.

—Me voy hoy mismo, te guste o no. No quiero estar cerca de tí me das asco y pena. —Inmediatamente comienzo a recoger mis cosas, pero su mano me paró, sus ojos se clavaron en mí, yo más bien diría que había hasta tristeza en ellos.

—No te vayas Samia, quédate por favor, te necesito. Por favor.—Estaba muy cabreada, pero viendo en la manera de súplica que me lo pedía, no me quedó de otra que deshacerme de su contacto y decirle que me quedaré. Dibujando una sonrisa se marchó agradeciéndome que me quedase.
Lo seguí con la mirada mientras caminaba hacia su oficina como siempre con esa elegancia y seguridad que hace que sea tan atractivo el hijo de su madre.

Tras calmarme algo, me voy a la máquina expendedora para sacar un bote de Coca-Cola. Necesito más cafeína si deseo permanecer en pie.
Cuando me estoy tomando mi Coca-Cola fresquita, siento una fragancia muy familiar que no tarda en inundar mi nariz.

—Qué quieres Rifus, otra Coca-Cola.—Digo sin molestarme en girarme.

—Samia, por favor perdóname, estos días sin ti han sido los peores de mi vida.

—Rifus, solo ha pasado un día hermoso, y si no tienes quien te caliente...lo que tú quieras, ese es tú problema no el mío.

—Pero quien te piensas que eres gorda estúpida. — Por ahí si que no pasaba, y menos consentir que me insultase.

—Mira calvo asqueroso que sudas más que un cerdo y das asco. A mí no me vengas con insultos porque no te lo voy a consentir, porque si estoy gorda, es a ésta gorda es ha quien le estabas suplicándole que volviese contigo.

—Me das pena Samia, ¿y sabes porqué?—Sigo mirándole con mirada asesina con los brazos cruzados.

—Lo primero que debes hacer es mirarte al espejo, una mujer como tú solo causa que se rían de ti por tú sobrepeso, y lo segundo estas tan desesperada que te acuestas con alguien que te diga cuatro mentiras que tú te creerás por que es lo que quieres escuchar.

—Aha, entiendo. Por eso no me acosté contigo, porque no estaba tan desesperada. —Le echo un último vistazo alzando mi cabeza orgullosa
empiezando a caminar hasta mi oficina. Cierro la puerta con llave, lo menos que quiero es que me molesten y tropezarme con alguien más para tener que escuchar tantas barbaridades.

Al mediodía, Mariah viene a buscarme para ir a comer juntas.
Salimos en silencio del edificio hasta que en el restaurante mi amiga me pregunta que me ocurre.
Mientras comemos le cuento todo lo que ha dicho Bastien y Rifus.
Mariah me mira asombrada sin saber que decirme. Yo continúo comiendo mi lasaña hasta que escucho que me llaman al móvil.

—Samia soy Abraham, que tal estás.

—Pues... resumiendo muy jodía. Querías algo Abraham.

—Oh lo siento, solo te llamaba para pedirte un favor.

—Tú dirás, dime si me puedo ayudar, lo haré encantada.

—Oh...no...quiero molestar, te llamaba por si tenías un hueco y podías venirte conmigo a comprarme ropa y después pues he pensado en ir al cine te invito.

—Ok. Si, venga me paso por tu casa y nos vamos y ya de paso aprovecho para comprarme yo algo.

—Gracias Samia, te espero un besazo.

—Un besazo para ti guapetón.

Cuelgo la llamada y noto que me amiga se ha quedado pensativa mirándome en forma de interrogatorio.

—Abraham es ciego, ya os lo conté y solo es mi amigo.

—Ya. Si yo no he dicho nada, solo me he dado cuenta que te has puesto como un tomate mientras hablabas con él. Pero vamos que yo no digo nada.

—Solo amigos Mariah, te doy mi palabra de Leonor.—Comenzamos a reír.

Después de comer, decidí no volver a la oficina, le pedí a Mariah que me cubriera, preferí ir a casa de Abraham e irme de compras antes que volver a la oficina y comenzar de nuevo a darle vueltas a la cabeza sobre la discusión, pienso que sería una buena solución para no pensar en lo ocurrido esta mañana con el par de subnormales.

Al llegar a casa de Abraham, como siempre me recibe con su habitual sonrisa y mis dos besos en las mejillas. Después de preguntarme cómo estaba y yo hacerle un resumen de lo que me ha ocurrido y el escucharme con atención, me extendió sus manos para a continuación abrazarme.

—Samia, no pienses en lo que ese tío te ha dicho, tú eres bonita tal y como eres, y si no estás delgada, nadie somos perfectos, pero quiero que tú seas la primera en estar contenta con tu cuerpo.

—Lo estoy Abraham, tuvieras yo.

—Me alegro Samia, debemos de querernos tal y como somos, no cuando nos suceden las cosas es cuando nos lamentamos.

—Abraham, me estás queriendo decir que yo no soy de tu tipo.

—Si tuviera luz en mis ojos, creo nunca me hubiera fijado en ti. Y si, me gustaban las delgadas. Sabes Samia yo antes yo me cuidaba machancándome horas en el gym haciendo pesas para estar atractivo y así poder lucir un cuerpo escultural para atraer y gustar a las  mujeres. Pero cuando perdí la vista, de que me sirvió. De nada. Y debo admitir que ahora que no veo es cuando veo mejor la realidad y a las personas. He aprendido que nunca debemos juzgarlas por su aspecto, si no por su interior. Que es lo que cuenta en una persona y lo que no se ve, hay que sentirlo para saberlo.

—Ostras Abraham, es lo más hermoso que he escuchado en todo el día. Mira hasta me has levantado la moral y todo.—Dándonos un fuerte abrazo, le ayudo para que se monte en mi auto e irnos al centro de la ciudad donde se encuentran todas las tiendas.

Horas después, y con un dolor de pies terrible, nos sentamos en una cafetería para pedirnos algo de comer.
Admito que contra más miro Abraham más guapo me resulta, y no solo a mí, me dado cuenta que en varias tiendas algunas mujeres se lo comían con los ojos.

—Estas muy callada Samia. ¿Te ocurre algo?

—No. Sólo me estaba preguntando si ahora que no ves, tú te enrollas con alguna mujer.—Mi pregunta le pilló tan de improvisto que casi se me atraganta el pobre con la comida.

—Samia, leches que haces pensando en sexo ahora.

—Responde, porque no soy tonta y he visto como algunas chicas te comían con los ojos.—Abraham comienza a reírse a carcajadas.

—Samia, no puedo ver, si hasta me fiado de tí en comprarme la ropa. Si quieres saberlo. Sí, hace unos meses estuve por primera vez con una mujer después de dos años y medio sin querer saber nada de nadie y aferrarme a que soy un inútil que no sirvo para nada.

—Abraham, no digas eso. Tú vales mucho. Mírate, tocas el piano, y llevas más o menos una vida normal, te manejas bien con tu bastón...te parece poco, y si fuera poco siempre estás sonriendo, demostrando que  eres un hombre maravilloso que no se da por vencido. Vivir en la oscuridad no debe ser fácil, pero mírate, eres fuerte para afrontar todo los obstáculos que te se pongan en el camino.

—Samia, no hace falta ver para saber que tienes un gran corazón y eres especial.

—Gracias Abraham, pero como no nos vayamos llegaremos cuando esté la peli empezada.

Pagamos la cuenta, y a continuación vamos hacia la sala de cine. Escogemos una película y con un cubo de palomitas pasamos dentro de la sala.

Comienza la película y noto como Abraham me coge de la mano dándome un beso en mi mejilla susurrándome gracias.
Le sonrío, dándole un pequeño apretón en su mano.
Aquel gesto, hizo que sintiera una descarga electrizante por mi columna. Cerré los ojos para controlarme, repitiéndome; no y no. Abraham solo es mi amigo, solo mi amigo.

—Samia, Samia...—De pronto abrí los ojos y noté sus labios rozando los míos. Sacudí mi cabeza para ser persona, menuda siesta me había pegado en el cine.

De vuelta a casa, Abraham me estuvo contando de que iba la película entre risas, porque vaya compañía que soy que me quedo dormía nada más empezar la película.

Al llegar a casa de Abraham, este me invita a pasar, sinceramente sentía vergüenza, pero él tiró de mí mano para que pasara.
Fuimos hasta la cocina, allí pude observar con qué agilidad se movía y como tanteando las cosas conseguía saber lo que era cada objeto.
Y yo como soy así de despejá, cerré mis ojos para imitarlo y lo que conseguí fue tropezarme con algo y caer al suelo y el conmigo por intentar darle la mano para no perder el equilibrio.

Una vez en el suelo, pude sentir su peso, su fragancia, y esa manera de mirarme a pesar de no haber luz en sus ojos me estremecieron, su nariz rozó la mía, después se giró hacia un lado buscando con la nariz mi cuello que no tardó en localizar y comenzar a darme pequeños mordiscos logrando estimularme como nunca antes me había sucedido. Nuestros labios estaban muy cerca, tanto que su cálido aliento lo podía percibir, despacio se aproximó más a mi. Yo cerré mis ojos para poder saborear mejor el momento. Pero de pronto se escuchó un ruido.
Abrí los ojos rápidamente, como tan rápido me fue posible levantarme y ayudar Abraham a levantarse.

Me quedé sin palabras, mis mejillas ardían pero no de la vergüenza sino   del enfado que se me estaba acumulando de ver a mi abuela en la misma cocina que yo con el que supongo que será Claudio.

—Uchs. Lo siento Abraham, pensaba que estabas solo.—Dijo el hombre mirándonos atónito y algo nervioso.

—Tranquilo abuelo, estoy bien. Ella es Samia.

—Ah, disculpa Samia por mi intromisión, disculparme. Mucho gusto.

—Qué abuela, tú no te presentas.
No te da vergüenza a tú edad hacer lo que haces.—Le grito cuando empezaba a sentir fuera de mis casillas.

—Samia parale. Que porque estemos con estas pintas es porque...

—Joder abuela, pero si estáis con una sábana atá al hombro a lo Julio César y Cleopatra, por favor que quieres que piense.

—Samia tranquila, estoy seguro que mi abuelo no se ha tomado la Viagra, por eso bajaba a la cocina.—Me dice Abraham aguantándose las ganas de reír.

—Puedes estar tranquilo Abraham que ya me encargo yo de que se tome mi abuela la píldora.

—Queréis parar los dos. Y tú Samia qué, si no venimos fijo que lo estaréis haciendo en el suelo de la cocina, par de pervertidos.

—¡Shuuu! Calla abuela que me estás avergonzando. Vámonos a casa y ya hablaremos tú y yo.

Al momento veo que Claudio y mi abuela desaparecen. Observo a Abraham como se limpia sus lágrimas del ataque de risa que ha tenido.

—Y a tí te parece gracioso todo esto. Encontrarte a los abuelos parados en mitad de la cocina como si fueran a rodar una película de romanos precisamente cuando justo iba a pasar algo entre nosotros.

—Tranquila Samia, lo tenía todo controlado. Y sí me parece que es gracioso, que escena me la imagino y todo.

«lo tenía controlado» Con esa frase me quedo y me despedí de Abraham llevándome a la golfa de mi abuela a casa.

—Abuela, lo siento por lo que dije dentro.

—No pasa nada Samia, es lógico que pienses así después de ver a tú abuela con una sábana atá al hombro.

—Ha sido gracioso. —Respondo encogiéndome de hombros.

—Te equivocas, ha sido una jodienda, mira que cortarnos el rollo justo cuando estamos ya listos para hacer el salto del Tigre vamos y sentimos el golpe.

—Entonces creo que no lo hemos cortado mutuamente, a decir verdad, pienso que es lo mejor que me hubiera ocurrido. Porque si no...—Mis lágrimas comienzan a descender por mis mejillas al mismo tiempo que caigo vencida escondiendo el rostro en el regazo de mi abuela, susurrándole que soy tonta, estúpida por no ser fuerte y mantener a ralla mis emociones.
Tan sólo de pensar en esa maldita frase, «lo tenía todo controlado» Me hacia sentir como una taruga que se deja convencer inmediatamente, cuando no debería ser así.
Porque mientras él sabía perfectamente lo que estaba haciendo, yo me dejaba llevar por él.
Pienso que al final Rifus va llevar razón y eso es lo que más me joroba. No saber parar a tiempo las cosas para después resolverlas entre llantos.
Lo mejor es irme a dormir  con la abuela, por lo menos ella intenta abrirme los ojos y animarme cuando peor estoy.
Pienso que dormir me ayudará ha pensar y ordenar mis ideas.
Pero aún así, tengo un problema, y ese problema se llama Abraham.










Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro