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Capítulo 28

Tras tomar la decisión de darle con la puerta en las narices a Bastien y dejar de llevarme por mis gilipolleces amorosas que no me llevan a ningún lado, pienso que ya es hora de ser esa mujer fuerte y valiente. Pareciese que no escarmiento, contra más palos me meten en la cresta más Pío Pío digo yo. Pues eso ya se acabó.
Volveré a recoger mi poca dignidad que me queda y conservar la decencia que me quede. Aquí si no se respeta nadie lo va hacer.

Al día siguiente empezaba mi nuevo trabajo. Bajé a desayunar y sólo me encontré con Esperanza y sus angustias. Qué embarazo tan malo lleva la pobre.
La atendí ahí como puede, y tras dejarla resoplando y asegurándome que todavía no va parir me fui a trabajar.

Una hora después me instalé en la oficina donde me indicó Mariah.
Mientras me tomaba un café en la sala de descanso pude observar a Bastien, muy trajeado y ojo lo guapo que es cabronazo hablando con una morena muy sonriente.

Me quedé mirándoles un rato un poco asombrada.

—Mira Mariah, si el jefe tiene dientes, no decías que no sonreía y tonteaba con las empleadas.

—-Ella es Clarise. Es aparejadora y bueno se lleva bien con el señor Gileví. Pero no pienses lo que no es.

—-Piensa mal y acertarás Mariah. Bueno me voy a trabajar.
Me despido de Mariah y me dirijo hacia mi oficina que para mi pesar está enfrente de la Bastien. Desde luego a mi me ha tenido que mirar tres tuertos porque pienso que una persona no puede tener tanta mala suerte como yo.

Bueno yo a mi rollo. Saco de mi portafolio los apechusques para comenzar con el proyecto que me ha dejado Bastien encima de la mesa.

Tan centrada me encontraba que no me di cuenta que había alguien mirándome.

—-Hola soy Rifus tu compañero, siento haberte asustado, te he visto tan concentrada que no quería molestarte.

—Hola yo Samia, nada tranquilo estoy bien, me ha venido bien para que me quites el hipo.—-Con mi comentario nos echamos a reír. Rifus es un hombre normal, calvo algo más alto que yo y fortachón y muy majete él. Se nota por su manera de hablar y le gusta las bromas como a mí. Debo decir que con Rifus trabajo a gusto, tanto que ni cuenta me di de que ya era la hora de comer.

Acompañada de Rifus bajamos para un restaurante, por el camino se une Mariah y Clarise.
Nos presentamos, no lo puedo evitar y miro a Clarise con recelo. Es que parece una modelo la jodía, fíjate si me da envidia del tipo que tiene que tengo que encoger tripa, prometiéndome ponerme mañana la faja.

Al llegar al restaurante nos sentamos los cuatro y pedimos un menú para comer.
Vale, voy a ser sincera, a lo primero me cayó mal Clarise, pero conforme iba hablando con ella mejor me caía. Era sencilla, amable, educada y se veía que era inteligente.
Hice una mueca, pensando en lo que he visto esta mañana entre ella y Bastien. Admito que yo al lado de ella soy una paleta y no pego con un hombre como él. Suspiro varias veces volviendo a la conversación con mis amigos.

Después de la comida, cada uno volvemos a nuestras oficinas, menos Rifus que debe de salir para ver un edificio y tomar las medidas.

La tarde se me hace algo aburrida hasta que dan las 6 y dejo de trabajar. Me hallaba recogiendo mis bártulos cuando escuché a Bastien hablarme.

—-¿Qué tal tú nuevo día Sam..-señorita López?

—- Bien gracias, señor Gileví. Para mañana acabaré el proyecto.

—-Perfecto, cuando acabe me lo entrega en mi oficina.

—-¿Tengo que hacerlo personalmente señor Gileví?

—-Sí, por si hubiera que revisar algo.

—-De acuerdo. Que tenga buena noche. Hasta mañana.

Toma ya, pa' chula yo. Agarro mi portafolio y camino con un arte por delante de él haciéndole ver que yo lo valgo.
Al llegar al ascensor noto un perfume muy familiar. No hace falta que me gire para saber qué es Bastien.

—-¿Va ha ir a ver a mi hermana Samia?

¿Cómo? Pero este tío de que va. Ah, perdón debemos mantener la compostura y formalidad.

—-Sí, señor Gileví, vivo de momento en casa de Esperanza.

Qué cara se le ha quedado. Pues yo sigo en mis trece y me monto en el ascensor, detrás él. A pesar del espacio tan reducido, procuro mantener las distancias y desviar mis nervios para otro lado.

—-¿Samia te ocurre algo conmigo?

—-No, sólo cumplo con mi palabra de mantener las formalidades dentro de la empresa por su reputación ya sabe.

—-Aha. Y en casa de mi hermana también, por lo que hizo anoche.

Buah, verás este. Pero que se ha pensado el tarara este, que me voy abrir de patas cada vez que el quiera.

—-¿Cómo? Espera que me perdido. Qué anoche fuiste a mi habitación para que follemos y como no quise ahora vienes a pedirme explicaciones. Punto uno: Es que no tienes tías para llevarte a la cama.

—-De eso no me falta. Mujeres tengo las que quiero.

—-Perfecto. Punto dos: Mira Bastien, no te voy a negar que me atraes y cuando estuve en tus brazos me sentí como una diosa. Pero como tú mismo me dijiste, sólo fue sexo, y si, reconozco que me escoció. Pero chico qué quieres que te diga que en mi cuerpo mando yo, y yo decido cuándo, dónde y con quién me acuesto.

El timbre del ascensor nos avisó que habíamos llegado. Salí todo lo deprisa que me permitían mis piernas hasta llegar a la calle.
Allí andé hasta una parada de taxi. Pero en vez de venir un taxi a buscarme, paró el coche de Bastien.

—-Monta.—- me dijo con tono serio y autoritario.

—-No quiero, estoy esperando un taxi.

—-Que montes joder y deja de desafiarme.

Hago lo que dice si no veo que se va quedar sin dientes de lo apretada que tiene la mandíbula.

—-Sabrás que has dicho un taco.

—-Por tú culpa.

—-Por mi culpa, anda el otro y que te echo yo ahora.

—-Desafiarme y no tomarte esto en serio.

—-Apaga y vámonos. ¿Pues que me tengo que tomar en serio Bastien?

—-Lo nuestro Samia.

—-Ay, no me hagas de reír. Ahora resulta que quieres que sea tú amante. Tú lo flipas chaval. Ya te he dicho que como amigos lo que quieras.

—-Samia, deja de montarte tus películas y escúchame.

—-Espera que saco pipas y habla.

—-Samia, voy a ser te sincero. Sé que te intereso como tú me interesas a mí, pero hace poco que me divorcié y no quiero volver a caer en lo mismo. Las noches que pasé contigo fueron maravillosas, pero no puedo mentirte. Tú esperas algo de mí que no puedo ofrecerte lo. Me han lastimado Samia y ahora mismo no quiero atarme a una mujer, pero tampoco soy de esos hombres que se aprovechan de las mujeres por una noche. Samia, sé que juntos disfrutamos del sexo, que nos entregamos a nuestra pasión y lo más importante nos deseamos. Por qué no dejamos de pelearnos y seamos amantes sin compromiso alguno, así ninguno sufrirá.

—-Bastien, siento lo de tu divorcio. Pero yo no quiero ser tú amante a pesar que me fundes el quesito nada más mirarte a tus hermosos ojos y devorarme con tu boca. Yo quiero un hombre, un solo hombre que me quiera que de un poco cariño haciéndome sentir que soy muy especial para él. Y si tú piensas que con revolcamos no vamos a sufrir, puede que te equivoques. Toda persona tiene un corazón, sentimientos y diferente forma de ser.
Lo siento Bastien, sólo te puedo decir que aquí tienes una amiga que te escuchará y te ayudará en lo que pueda. Espero que no lo tomes a mal.

Salgo del coche y camino directa hacia mi habitación agradezco que Ribert y Esperanza hayan salido porque en estos momentos quiero estar sola y pensar. Pensar en las palabras de Bastien y preguntar me qué es lo que ve en mí para que desee que sea su amante.

Al salir de la ducha siento que tocan mi puerta. Abro y me encuentro a Bastien apoyado en mi puerta en plan macho alfa, pero joder como está de sexy el cabronazo. Lleva su camisa azul medio desabrochada, las mangas arremangadas y lo que más me pone es la manera de mirarme tan pícara y provocativa.

—-¿Qué haces aquí Bastien?

—-Tú ganas Samia. Si no quieres ser mi amante, ¿Quieres casarte conmigo?

Me quedo a cuadros con la propuesta de Bastien. Parpadeo para salir de mi asombro.

—-¿Que si me qué?

—-Quiero que seas mi mujer.

—-Pero a ti te falta un tornillo o estás borracho.

—-No suelo probar el alcohol. Y si. Quiero casarme contigo.

Me quedo en silencio mirándolo de arriba a bajo pensando en lo que le voy a responder.

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