Capítulo 25
Nada más terminar de hablar con Alena, salí hacia la calle con mi cabeza como un tambor.
Me senté de golpe en un banco puesto que mis piernas no me respondían.
Apoyo mi cabeza en mis manos preguntándome una y otra vez, quien soy en realidad y porque mi madre me ha estado mintiendo todo este tiempo.
Suspiro con fuerza, como si de alguna manera quisiera que ese aire se llevase todos mis problemas.
Esque es tanta la información que ya no sé qué pensar y menos de quién me tengo que fiar.
Agarro aire y lo vuelvo a soltar por mis narices despacio intentando aplacar mis nervios. Pero no puedo, a quien quiero engañar. Ser una persona fuerte te lleva a desconfiar de todo el mundo, a cada paso que des, debes estar más seguro de ti mismo y sobre todo, ser una persona renconrosa y odiar a todo el mundo.
Mis lágrimas salen solas, mis fuerzas se van perdiendo y yo me siento como una estúpida. Me sueno mi nariz y me limpio la cara, me levanto del banco con mi cabeza como un bombo. Necesito descansar, necesito alejarme de todos, necesito estar sola para decidir qué hacer con esta vida loca que me ha tocado.
De pronto mi móvil vibra, no deseaba hablar con nadie pero al ver que se trataba de Esperanza lo cogí.
––Samia cómo estás querida.
––Esperanza estoy muy jodía. No lo puede evitar y me eché a llorar.
––Samia, dime que te ocurre mi hermosa. Cuéntamelo.
Sentía como el nudo de mi garganta se hacía mayor, mis lágrimas no querían parar y yo no tenía ni amigas. Decidí contarle todo a Esperanza, la pobre es tan buena y compresiva, incluso me escuchaba dándome ánimos.
––Samia, escúchame, no puedo soportar la idea de que estés así tan mal. Vete para el aeropuerto que voy a dar la orden de mandar el jet privado para tú país y quiero que vengas a pasar unos días aquí a mi residencia.
––Gracias Esperanza, pero debo trabajar.
––Tranquila ya me ocupo yo de hablar con tú superior. Ahora haz lo que te digo y por favor Samia ven.
––Esperanza como puedo agradecerte todo.
––Ya lo haces. Nos vemos en un par de horas. Au revoir.
––Au revoir. (Adiós)
Quizás fuese una locura, pero aquí estoy sentada en un avión privado, con asientos de cuero marrón una mesa en mitad, un mini bar al fondo, aseo pequeño y una azafata entregándome una copa de vino delicioso y una bandeja con comida. Me recuesto mirando esas nubes blancas como algodones pensando en lo buena persona que ha sido Esperanza. Desde que nos vinos en la mansión y le ayudé con su matrimonio, me llama seguido contándome lo feliz que siente junto a Ribert.
Y ahora ha organizado todo para que pase unos días en su mansión. Me alegro de haber conocido a Esperanza, desde luego vale su peso en oro.
Después del aterrizaje, un señor vestido de negro salió a mi encuentro para que montase en un todoterreno que se encontraba aparcado a unos metros de la pista de aterrizaje.
––Bienvenida señorita, soy Pierre y seré su chofer.
––Gracias Pierre, soy Samia mucho gusto.
Tras los saludos, Pierre empezó a conducir por la bella ciudad de París, mirase por donde mirase aquella ciudad era bellísima y en el ambiente se respiraba amor. Ahora entiendo porque la llaman así. La ciudad del amor. Pero claro es para venir con tu pareja, no más sola que la una como yo.
Una hora más tarde, llegué a la mansión, me encontraba agotada y feliz de ver a Esperanza. Nos abrazamos y aquel gesto hizo que volviese a sentir nostalgia.
––Samia me alegro mucho de verte.
––Y yo Esperanza, y yo. Necesito tanto una amiga como el comer.
––Aquí estoy para ayudarte y escucharte. Pero ahora ven, sígueme, te acompaño a tu habitación, allí podrás ducharte y descansar. En el armario tienes trajes, vestidos y ropa informal de tú talla. No te preocupes por nada mi amiga, tú descansa y recupérate. Después hablamos.
Esperanza me da un cariñoso abrazo y se marcha, dejándome sola. Suspiro perpleja viendo la pedazo de habitación, una cama grande de madera de roble con un grandísimo armario a juego con una mesita y un tocador. Miro hacia el baño, y decido meterme en la bañera que parece una piscina olímpica. Me quedo desnuda y me sumergí en el agua despacio, dejando que el agua libere de alguna manera mi tensión.
Un hora y media después, ya me encuentro mucho mejor, y decido ponerme algo cómodo. Ni me molesto en maquillarme, total quien me va ver. Dejo mi pelo suelto y bajo por las escaleras en busca de Esperanza. Pero a quien me encuentro sentado en un sillón es un hombre leyendo.
––Buenas noches, busco a Esperanza.–– Veo que el hombre me mira intrigado dejando su libro a un lado. Cortés se levanta agarrándome la mano para llevársela a sus labios.
––Mucho gusto belle demoiselle.
Mi nombre es Bastian. ––Trago saliva dejándome llevar por sus buenos modales y ese acento francés. Y bueno también por su físico. Alto, buena percha, pelo castaño claro y ojos color chocolate a tono con su piel morena. Resumiendo que el tio está que cruje.
––Yo soy Samia. ––Digo medio temblando con lo poco que sé hablar francés.
––Mademoiselle, sé hablar español. Mi padre le gustaba mucho su país y siempre me ha llevado ha Marbella de vacaciones.
––Po' si vas a Torremolinos te iba a gustar más.
––Conozco muchas ciudades bonitas de España y ahora quisiera conocerla a usted bella dama.
Juer como me está poniendo el franchute. No sólo está pa chupa pan y moja que ojo que garbo tiene el jodio. Pues mira no sé si me está tirando los tejos o no. Pero mi quesito se está empezando a fundir y una lleva sin catarlo desde la última vez que lo hice con Marcos.
De acuerdo, si estoy que hiervo. Me acerco lentamente a él aceptando su copa. Me humedecí los labios y empecé a contarle, si a contarle mi vida a un desconocido.
Después de terminar de contarle mi vida y el la suya, fuimos a cenar. Esperanza me dijo que Bastien era su hermano y se estaba alojando en su casa por unos días. Terminada la cena, decidí ir a descansar, necesitaba dormir como que Bastien me pasara la I.T.V.
A solas en mi habitación volví a pensar en lo mismo. Me hacía tantas preguntas, intentaba buscar soluciones sin saber nada. Porque eso es lo que sé nada. De pronto tocaron a mí puerta. Al abrirla me encontré con Bastian, con un pantalón de chándal y una camiseta de tirantes.
––Disculpe si te molesto, quería saber si necesitas algo y ya estás mejor.
Ay, pero que ricura de hombre. ––Gracias Bastien estoy algo mejor, sólo que...
––¿Te puedo ayudar en algo Samia?
Que si me puede ayudar dice el otro. Chico que estoy que ardo y necesito un buen repaso.––Depende de ti si me quieres o no ayudar.
Bastien me miró fijamente a los ojos bajando hacia los labios recorriendo con si índice mi boca. Despacio me besó jugando con mi legua. Una mano la apoyó en mi espalda y con la otra acariciaba mi cabello mientras seguía besándome acercándose más a mí. No sólo pude notar su dureza sino que todo lo que me hacía me volvía loca.
Empecemos a caminar hacia atrás sin despegar nos hasta que me topé con el borde de la cama y caí de espaldas. Semi tumbada Bastien con mirada de lujuria recorría todo mi cuerpo. Lo más placentero fue cuando sentí sus manos grandes deslizándose por mi piel ardiente, muy despacio besaba cada parte de piel, logrando excitarme por segundos, ardía de deseo y a través de mis gemidos se lo hacía saber. De pie, nos quitemos la ropa, pude vagar con mis manos su musculatura hasta que el deseo se apoderó de nosotros y terminemos en la cama haciendo el amor.
Al despertarme miré a Bastian como dormía, era hermoso hasta durmiendo.
Al despertarse me dió los buenos días y volví a dejarme llevar por su embrujo.
Ya habían pasado cinco días desde que llegué a la mansión de Esperanza y Ribert. Desde el primer día se portaron muy bien conmigo y qué decir de Bastian. No habido noche que no se colase en mi habitación para transportarme a un mundo de lujuria y sexo calmándonos el apetito que nos teníamos uno del otro.
Pero hoy ya tocaba volver a la realidad, a mi vida. Lo peor sería como iba a enfrentarme a una realidad de la que he estado huyendo.
El Jet privado de Ribert me trajo de vuelta a mi país. Una vez haber aterrizado llamé a un taxi para que me llevase a casa.
Antes de meter la llave en la cerradura la abrió de golpe Joel.
Su semblante cambió cuando me vio, creía que me iba abrazar, no se porqué pensé en esa tontería. El caso que me dió la espalda empezando a enfadarse.
––¿Se puede saber dónde has estado Samia?
––Trabajando ¿por?–– Respondí vacilante por no mandarlo a la mierda, después de ocultarme la verdad se hace el ofendido.
––Trabajando, perfecto. Y acaso no me has podido decir que estabas trabajando. He estado preocupado por ti por si te hubiera pasado algo malo. Te llamado mil veces y siempre apagado. Samia estaba asustado.
––Te recuerdo que eres mi amigo, no mi canguro al que deba mantener informado de cada paso que doy.––Respondí furiosa.
––Escúchame Samia, no vuelvas hacer algo así.
––No tengo porqué darte explicaciones referente de mi vida.
––Por mi puedes hacer lo que te se pegue la gana con tu vida, me da igual, si no fuera por...––De pronto Joel se cayó. Fue como si se diera cuenta que iba hablar más de la cuenta.
––Porqué Joel. ¿Porque te interesas tanto por mi vida si te da exactamente igual? ¿Acaso estas enamorado de mí?
Se hizo un silencio, sabía que había metido el dedo en la llaga, pero ya no había marcha atrás. Era ahora o nunca de que todo de aclarase de una vez.
––Siento desilusionarte, pero ni loco pondría los ojos en ti, no me caes mal pero te la das de mujer fuerte cuando en realidad eres frágil, una mujer endeble muy insegura de ti misma lo que te lleva a ser una cobarde.
Aquellas palabras me hicieron demasiado daño. Fui a darle una cachetada, peto su hábil mano agarro la mía acabando sellando sus labios con los míos. Me dió un empujón hacia atrás tocando mi espalda la pared, seguia sin soltarme, quería deshacerme de su agarre, le daba pisotones, patadas... pero nada. Joel seguía apretado a mi cuerpo besándome por mi cuello hasta darme un pequeño mordisco en mi hombro.
––Lo siento Samia, me he pasado pero no me queda de otra.
¿Cómo? Qué alguien rebobine y me cuente que ha pasado aquí. Primero me lástima y ahora se arrepiente.
––Espera Joel, ¿dónde vas?
––Samia debo de irme, si continúo aquí va pasar algo entre los dos y yo no quiero que eso pase. No puedo. Adiós.
Me quedé asombrada mirando como Joel se marchaba. Me senté de golpe en el sofá sin salir de mi asombro. Como siempre volviendo a cuestionar me las cosas. ¿Estará Joel enamorado de mí? ¿O todo lo hace por su trabajo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro