Capítulo 2
ELIAN :
Menudo día llevo, de reunión en reunión intentando solucionar problemas y para colmo tengo que lidiar con la prensa. ¡Por dios! si es un edificio muy antiguo. Y para rematar me viene una chica rellenita ¿a qué?
Le pedí a Paloma mi secretaria que no iba a recibir a nadie, estaba demasiado enfadado como para escuchar a nadie. Cuando me hallaba estudiando unos planos aparece Marcos, mi primo y el arquitecto de la empresa.
--Que tal primo, te veo algo saturado.
--No estoy de humor Marc. Quiero revisar estos planos para acabar cuando antes con el dichoso edificio Macabi y comenzar con las obras del nuevo hotel.
--Pues afuera hay una bella dama que quiere...visitarte.
Miro por entre la persiana de mi oficina a la mujer que me había dicho Marc. Inahalé todo el aire que pude, me encontraba algo agotado. Parece ser que esa mujer no tenía nada mejor que hacer que estar esperando a que la recibiese.
―Qué, no piensas recibir a la muchacha. Se va quedar tiesa de esperarte.
―No, no estoy ni de humor ni tengo ganas de ver a nadie.―Pulsé el botón del comunicador pidiéndole a Paloma que no quería ver a nadie.
Apoyé mi cabeza en el respaldo del sillón, había sido un día difícil, duro. De alguna manera quería liberarme del estrés. Llame a Iris, una amiga que compartirnos cama sin hacernos preguntas y sin ataduras. Sólo sexo cuando nos apetece. Y esa noche me apetecía montármelo con ella. Buff nada más pensarlo mi entrepierna comenzó a endurecerse. Quedé con ella en media hora. No veía el momento de estar follándome a esa preciosidad. Cerré el ordenador, recogí mi americana, y mi portafolios y salí para el párking para coger mi coche.
La noche era fría y había comenzado a llover, salí del párking y me incorporé a la carretera cuando un cuerpo se puso por medio de mi auto. Tuve que pegar un frenazo y contener mi frustración de alguna forma. De las mejores maneras posibles que podía llegar a controlar mi ira, salí del auto.
«Joder lo que me faltaba, pero que hace esta mujer aquí, es que quiere suicidarse o le falta un tornillo»
-Señorita, ¿se encuentra bien?-Le pregunté mientras me acercaba a ella.
-Sí, perfectamente, gracias por no mandarme al otro barrio.
-¿Cómo? Espere, me está acusando de que yo quería atropellarla cuando ha sido usted quien se ha puesto por delante de mi auto.
-Mire, yo no he venido aquí a perder mi valioso tiempo.
«No, si encima se me va poner chulilla»
-Bueno dígame, entonces qué quiere de mí.
-Soy Samia López. Y vengo en representación del barrio Macabí para pedirle que no lo derribe.
Me quedé mirando su mano extendida, aquello me parecía ridículo, ¿Cómo una mujer ha expuesto su vida por un edificio que se cae a cachos? Consulté mi reloj, maldije entre dientes, Iris me estaba esperando y yo necesitaba un buen revolcón y esta mujer me estaba alterando con sus impertinencias. Suspiré para poder tranquilizarme, de la mejor manera posible le dije que se pasase por mi oficina mañana para debatirlo.
-Ah no, esto no. Usted no me va ha dejar con la palabra en la boca. Me dice ahora mismo la respuesta.
-Señorita López, no es el momento ni el lugar para conversar. Mañana pásate y lo debatimos.
-Mire señor, mañana vendré temprano y espero ser escuchada, si no tomaré medidas por mi cuenta.
-¿Me está amenazando?
-No, es una advertencia. Y le puedo pedir un favor.
Resoplé, desde luego esta mujer me estaba sacando de mis casillas.
-Dígame, qué puedo hacer por usted.
-Es que mire me da algo de yuyu andar sola por la calles, y me ha traído una amiga, le importa si me acerca a casa. Le prometo que me estaré calladita en el camino.
«La madre que me parió, pero lo que me faltaba, encima tengo que llevarla a su casa. Que me parta un rayo ahora mismo. Y encima me está haciendo de perder tiempo para acudir a mi cita con Iris.»
-Monte y calladita.
— Ok.
Dentro del coche puse la radio, Samia estaba cumpliendo con su palabra, y se lo agradecía, porque no tenía yo la cabeza para escucharla. Me indicó donde vivía, al llegar a su casa, me agradeció que la llevase y se marchó. No sé por qué pero me dio la risa, aquella mujer no solo era fastidiosa y latosa. Había sido la primera mujer que se había atrevido a retarme, y todo por un edificio en ruinas. Sacudí mi cabeza y volví a llamar a Iris, me estaba esperando. Al final de todo el día iba a terminar mejor de lo esperado.
SAMIA.
Joder mi madre, pero que guapo es el jodío.
Salí corriendo para resguardarme de la lluvia, me quedaba un buen rato hasta llegar a mi casa, necesitaba ver a mi padre.
Al entrar en mi casa me recibió mi madre con sus ojos hinchados y rojos. Una tristeza me golpeó acabando abrazando a mi madre dejando que nuestro dolor se trasmitiera en forma de sollozos. Mi padre estaba cada vez peor, el médico le había dicho que le quedaban meses de vida. Meses, días contados, cómo se puede llegar a vivir así sabiendo que te quedan días de vida. Esa noche no me separé de mi padre, mientras él dormía yo le sujetaba la mano. A las cuatro de la mañana le pedí a Pedro y Daniel, padre e hijo que han trabajado con nosotros desde hace años que comenzaran sin mí a preparar el pan. Les pude contar algo por encima, ellos como buenas personas me entendieron y sin ningún problema empezarían hacer el pan. Marina y Sole las reposteras, también estaban avisadas de que empezaran sin mí. Todo se me estaba complicando, primero la enfermedad de mi padre y ahora me van a quitar el negocio. A donde voy a ir, yo no tengo dinero para ponerlo en otro sitio. Ese local lo compraron mis padres con mucho sacrificio, y ahora un imbécil riquito, va a derrumbarlo. Mis lágrimas de enojo comenzaron a despertarse, podría ser muy guapo el jodío, pero no, nosotros somos personas humildes que vivimos de ese negocio y no voy a permitir que un guapito de cara destruya lo que es mío y las casas de esos ancianos.
Me duché y me cambié, me puse unos pantalones tejanos y un suéter. No me apetecía arreglarme. Sabía a lo que iba, y me daba igual mi aspecto, lo que está a las vistas no necesita candiles.
Agarré mi bolso y me fui para la parada del bus, sí,reconozco que estaba nerviosa, algo intranquila de pensar que volvería a verlo.
Al llegar de nuevo al edificio, la misma mujer de ayer me volvió a repetir lo mismo. El señor Zisis estaba ocupado. Bufé apretando mis puños, lo que menos soportaba era que me tomasen por idiota. Tenía ganas de gritar, pero que culpa tenía esa pobre mujer que solo hacía su trabajo. Contuve mi ira unos minutos hasta que una voz familiar hizo que me voltease.
-Hola Samia. Qué te trae de nuevo, vienes a patearle el culo a Elian.
-Yo más bien diría que vengo a quitarle el carnet de padre. Me ha vuelto a dejar plantada.
Marcos me hizo un gesto con el dedo índice, habló unos minutos por su móvil y después me indicó que lo siguiera a su oficina en breve me recibiría Elian.
Seguí a Marcos hasta llegar a su oficina. Dentro, mientras él me explicaba los proyectos yo admiraba ilusionada escuchando cada palabra de Marcos. Me apasionaba la arquitectura y sin darme cuenta estaba embelesada escuchando y mirándolo al mismo tiempo. Una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Vaya veo que te gusta la arquitectura.
-Sí. Yo también estudié arquitectura.
Continuemos hablando hasta que ese momento de placidez se rompió, justo cuando me enseñó los planos del hotel que iban a construir.
No pude controlarme y sin darme cuenta alcé la voz.
-Pero como pueden hacernos esto. En este edificio viven personas mayores que no tienen donde ir, y ahí donde va ver un restaurante está mi pastelería.
- Tranquilízate Samia.
- Que me tranquilice, no puedo. Ese negocio es mi sustento de vida. De ese negocio como y si me lo quitan no tengo donde ir.
-Eres arquitecta, yo mismo podría ayudarte para que pudieras trabajar aquí.
-No lo entiendes Marcos. Esa pastelería tiene mucho más valor emocional que lo que vale en si.
Parpadee para quitarme esas pequeñas gotas que empezaban asomarse. Debía ser fuerte, y ahora más que nunca iba a demostrarlo, ese negocio era mío y haría todo lo que tuviese en mi mano para impedir que me lo arrebatasen.
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