¡Extra por los 200K!
El sol brillaba directamente sobre sus cabezas, calentando con fervor y acompañando la agradable velada. Como se había vuelto costumbre desde que todos habían tomado caminos diferentes, degustaban uno de los tantos almuerzos familiares que sus padres organizaban religiosamente una vez al mes.
—¡Hermes, ten cuidado! —llamó Apolo recibiendo a cambio un asentimiento sin mucho entusiasmo— juro que ese niño va a sacarme canas verdes...
—No te preocupes tanto, cariño, son cachorros —Louis se sentó a su lado antes de pasarle uno de los vasos de limonada que había traído consigo desde la cocina— les gusta correr, saltar y revolcarse en la tierra solo para irritar a sus padres.
—Hermes parece que disfruta verme sufrir un pequeño ataque al corazón cada vez que cae de algún lugar —rio entre dientes mientras aceptaba con gusto el refrigerio que su madre le otorgaba.
—Sí que le hace alusión a su nombre, hermanito —Ares se carcajeó cuando su sobrino intentó trepar un árbol sin mucho éxito.
Ares nunca comprendería porque su hermano había decidido nombrar a su primer hijo con la misma tradición que sus padres, nombres de dioses griegos, y es que la curiosidad terminó por vencerlo y al investigar un poco supo que el pequeño rizadito de ojos cafés tendría la misma astucia de la que relataban los viejos mitos.
Ronroneó sin siquiera poder evitarlo cuando el dulzón aroma de Elena entró en escena. Ni siquiera tuvo que girarse para saber que la pelirroja estaba a un lado de su padre ayudando con la barbacoa mientras acariciaba con ternura el casi imperceptible vientre de tres meses. Toda la familia se había revolucionado cuando supieron que un nuevo miembro llegaría en unos cuantos meses y por supuesto que él no se había quedado atrás. Llevaban un tiempo buscando un cachorrito y aunque al principio se les había complicado un tanto, ahora podían salir a gritar orgullosos a los cuatro vientos que el pequeño Hermmy tendría un primo o prima con quien fastidiar a su madre.
Atenea y Dakota estaban a punto de llegar, y si bien ellas habían decidido enfocarse en sus carreras y no seguir agrandando la familia no podía negarse el amor que le tenían a su sobrino y al próximo cachorro por venir.
—¿Artemisa y Ellie? —inquirió Apolo con genuina preocupación.
—Están por llegar, el tren se demoró un poco.
La alfa y la omega se habían mudado hace un par de años a una de las residencias que la universidad del brindaba, ambas comenzando sus carreras de ingeniería. Había sido todo una odisea que la más pequeña de los hermanos dejara el nido de mamá, pero ambos padres sabían que era necesario para su buen desarrollo.
Conversaron un poco más sobre los últimos acontecimientos de sus vidas. Apolo llevaba adelante varios casos, discriminación de omegas en ámbitos laborales en su mayoría, Ares tenía por delante el próximo lanzamiento de su colección en un museo de Argentina y Louis pasaba sus días en clases de yoga, tejiendo o simplemente amándose junto a su alfa.
—¡Llegó la alegría de la casa! —Artemisa chilló desde la puerta que conectaba la cocina con el patio trasero. En una mano cargaba un six pack de cervezas y en la otra apresaba la cintura de su omega.
Louis rodó los ojos, pero una sonrisita adornó las bonitas facciones que se habían ido marcando un tanto más por el tiempo. Rio enternecido cuando su hija menor besó su frente y se dejó llenar del aroma que tanto recuerdos le traía, y es que se lobo se sentía tan en paz cuando tenía a toda su familia junta en un mismo espacio que lo hacía notar por medio de fuertes feromonas cargadas de regocijo y goce.
Unos minutos después la pareja de alfas faltante hizo acto de presencia. Atenea se dejó llenar en un principio por el aroma de su padre y luego le siguieron todos los abrazos de los miembros restantes. Hermes no tardó en correr hacia sus tías y abrazarlas con todas las fuerzas que podía reunir.
—¡Omega, el almuerzo ya está! —Harry lo sacó de sus pensamientos.
—¡Ahora vamos! —correspondió en el mismo tono.
Apolo tomó a su cachorrito travieso entre sus brazos, besó sus mejillas varias veces e ingresó a la casa de su infancia para poder lavarle las manos. Las paredes llenas de fotos lo llenó de nostalgia. Ahí estaba su primer fiesta de graduación, el día que se casó con su alfa, su hermano en su primera exposición de arte, su mamá y papá en su último aniversario de bodas y miles de momentos más.
—¿Mami triste? —preguntó el bebito de tres años con una mueca de genuina preocupación.
—No, mi lucecita, mami está bien —obligó a su lobo a liberar un poco de feromonas para cubrir a su cachorro— abu Harry hizo esas galletas que tanto te gustan, bebé.
—¡Cocholate! —chilló extasiado.
Apolo asintió con la misma sonrisa antes de dejar a Hermes en el suelo y salir del baño. Evan lo esperaba en la sala de estar con una mueca de preocupación. Seguramente lo había sentido por el lazo.
—Todo está bien, alfa, solo me puse un poco nostálgico —besó su mejilla y se apresuró a llegar a la mesa que habían preparado en el jardín, sino sus hermanos iban a dejarlos sin comida.
Tomó asiento a un lado de su mellizo y con su alfa y cachorro del otro. Elena estaba a la derecha de Ares, Harry tomaba la cabecera, Louis a su lado, seguido de Dakota y Atenea y por último Ellie junto a Artemisa.
—¡Rico, abu! —Hermes sonrió con sus mejillas colmadas.
—Me alegro que te haya gustado, cachorro —Harry le devolvió la sonrisa antes de continuar repartiendo porciones a todos los integrantes.
Rápidamente la mesa se sumió en diferentes conversaciones. Atenea junto a Dakota y Harry hablaban de diferentes procedimientos médicos y distintos casos que las alfas habían tenido que atender en el último tiempo. Louis con Elena, Ares y Evan sobre arte y demás; mientras que Ellie, Artemisa y Apolo de los últimos acontecimientos universitarios de las menores.
De repente, Elena se puso de pie y corrió dentro de la casa con apenas una disculpa susurrada a los apurones.
—Son las náuseas, el bebé no se lo está poniendo fácil —Ares murmuró con una pequeña mueca— iré con ella.
Todos asintieron, sabiendo de sobra lo horrible que eran esos síntomas. Ares recorrió el pasillo principal hasta dar con la primera puerta.
—Soy yo, omega, voy a entrar.
Luego de un pequeño murmullo, que se oyó más parecido a un quejido, ingresó en el reducido espacio. Elena estaba apoyada con ambas manos cerca del lavabo, tomando grandes inhalaciones y dejando que escaparan suavemente. Se acercó un tanto apresurado y después de confirmar que efectivamente su omega necesitaba de su aroma y reconforte, la abrazó con delicadeza. Apoyó una de sus manos en el diminuto bultito y liberó sus feromonas.
—¿Cuánto tiempo más falta para que todos estos síntomas desaparezcan, alfa? —inquirió con su naricita en el cuello contrario llenándose de la fuerte canela.
—No tanto, sol, ¿recuerdas que Scott nos dijo que deberían desaparecer una vez cumplido el primer trimestre? —la pelirroja asintió a lo que él dejó un diminuto besito en sus labios—falta poco... ¿te sientes bien como para regresar al almuerzo o prefieres que vayamos a casa para que puedas recostarte en el nido?
—Estoy bien. No me gustaría hacerles el feo a tu familia.
—Ellos entenderán, amor.
—Igual podemos regresar, muero por probar ese postre que hizo tu papá —la omega jadeó con las energías recargadas.
—Entonces vamos, nos están esperando en la mesa.
Ares asintió suavemente con la cabeza cuando su mellizo y mamá preguntaron con la mirada sobre la situación. Elena rechazó con amabilidad la carne y por el contrario prefirió quedarse con las diferentes ensaladas y un poco de pollo.
La vocecita de Hermes fue la distracción perfecta para que el omega mayor dejara de observar con ojitos preocupados a su nuera y se centrara de lleno en su nieto.
—¿Otra galleta? —inquirió el menor a su tía Atenea.
—Está bien, pero no le digas a tu mamá que fui yo quien te la dio —le pasó el dulce por debajo de la mesa a la vez que su lobo interior se regocijaba por el pequeño chillido emocionado del niño.
—Grashias —murmuró antes de engullir el alimento y correr de regreso a su asiento.
—No creas que no te vi dándole galletas de más a mi hijo, Ati —Apolo la sobresaltó— solo la dejaré pasar porque Hermes realmente extrañó a su tía.
Tiempo después cuando la comida ya había desaparecido de los platos y todos se encontraban más que satisfechos, se dividieron los roles en cuanto al orden. Mientras cada miembro de la familia tomaba el trabajo que le había tocado, Harry junto con Elena y el pequeño Hermes se encontraban sentados en uno de los sillones del jardín para que la omega pudiera tomar algo de aire fresco.
—¿Te cuento un secreto, Ele? —Harry murmuró con los ojos cerrados para que el sol no molestara mientras dejaba pequeñas palmaditas en la espalda de un cachorrito casi dormido por completo. La pelirroja asintió a lo que el prosiguió—cuando mi omega estaba embarazado de Artemisa también sufría de esas horribles náuseas, pero el té de manzanilla ayudaba a que se calmaran. Poco después un colega del hospital me dijo que el té de jengibre también contribuía. Le diré a Ares que compre un poco para ustedes.
—Eso sería lindo... sí —sonrió de lado— gracias, señor Styles.
—Nos conocemos desde hace años y aún sigues llamándonos de esa forma, somos simplemente Harry y Louis, omega.
—Lo siento, es la costumbre.
Harry asintió con una sonrisa antes de continuar arrullando a su nieto. Todavía su lobo no se acostumbraba al hecho de que sus pequeños cachorritos ya no eran tan pequeños y que incluso ahora mismo tenía entre sus brazos a una de sus más preciadas creaciones. Nunca pensó que sus hijo querrían tener los propios, pero en el fondo siempre supo que la fantasía del equipo de fútbol Styles en algún momento llegaría a cumplirse.
—Llevaré a Hermes con su madre, ¿estarás bien aquí? —Harry se puso de pie y cargó al menor sin siquiera esfuerzo, pese a que Louis no se cansaba de molestarlo con su edad.
—Estaré bien, no se preocupe.
A sabiendas que su alfa sentiría por el lazo su falta de compañía, poco después Ares apreció delante de ella. Se sentó a su lado y cubrió su pequeño vientre con una de sus manos y así se mantuvieron hasta que Atenea junto con Dakota se les unieron con vasos de limonada fresca.
No muy lejos de ellos, justo dentro de la casa, Artemisa junto con Ellie reían disimuladamente del intento del padre de la alfa de desprender el pequeño cuerpo de su nieto de su cuello. Apolo y Evan ya debía irse para llegar a tiempo a una de las reuniones que el castaño tenía con inversionistas de una de las empresas que su padre le había heredado.
—Cachorro, realmente no nos molesta que Hermes se quede con nosotros en lo que ustedes terminan —Louis frotó la espalda de rizadito— podemos cuidarlo sin problema, no tenemos planes para la tarde.
—No es por eso, mamá —Apolo suspiró— además sé que tenían una cita planeada, papá iba a llevarte a ese parque que tanto les gusta. Hermes, suelta a tu abuelo, podemos regresar mañana.
—¡No quiero! —chilló a punto de llorar.
—No me levantes la voz de esa forma, cachorro —reprendió con el entrecejo fruncido y su aroma acaramelado comenzando a agriarse— los abuelos tienen cosas que hacer y nosotros debemos acompañar a papá a su trabajo. Podemos ver a Juliet junto con su cachorrita, ¿no te gustaría eso?
—¿Emma? —la mención de su mejor amiga, la hija de una de las socias de Evan, llamó su atención.
—Así es.
—Mhm —ronroneó— ¿mañana volvemos, abu?
—Claro que sí, cachorro —tanto Louis como Harry concedieron— hornearemos esas galletas que tanto te gustan junto con tus tías.
El menor besó las mejillas de ambos adultos y por fin permitió que su madre lo tomara en brazos. La familia de tres se despidió de los demás y pronto la casa se iba vaciando.
Ares junto con Elena los siguieron poco después, la omega estaba algo cansada y murmuraba un tanto mimosa sobre el cuello de su alfa lo mucho que quería su nido.
Artemisa, Ellie, Atenea, Dakota, Louis y Harry decidieron dar un paseo por el parque que Apolo había mencionado con anterioridad. Debido a que era viernes todavía tenían un par de días antes de que las universitarias se vieran en la obligación de regresar al campus, y era en esos momentos donde Louis más se entristecía, cuando sus cachorros dejaban la casa de su infancia. El rizado era el primero en notarlo, cubriéndolo por consecuente con su aroma varias veces y besando su marca en repetidas ocasiones. Su lobo también aullaba en su pecho, pero siempre vería por el bienestar del amor de su vida primero.
—Espero que la familia se siga agrandando, alfa —murmuró desde donde descansaba, justo sobre el lado derecho de su pecho justo debajo del árbol que portaban sus iniciales talladas desde hace décadas.
—Yo también, cariño.
Y quien diría que sus deseos serían escuchados.
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HOLA!! demasiado tiempo desde que había dado por concluida esta historia pero tenía TANTAS ganas de subirles un extra y que mejor regalo para festejar los 200K de lecturas que este!
espero que lo hayan disfrutado <3 gracias por los que apoyaron esta historia en su tiempo y gracias por seguirle dando todo el amor que tienen. Si les gusto esta fic, lxs invito a leerse alguna de mis otras historias publicadas, les prometo que le hacen justicia.
nos leemos pronto ❤️
A.
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