Extra 4: Apolo y Evan
—¿Cómo les diré a mis padres, alfa? —Apolo se sentó en el borde de la cama y llevó las manos a su rostro.
—Yo creo que tu mamá no sería tanto el problema... me preocuparía más por tu papá o tus hermanos.
Evan se sentó a su lado y rápidamente apreso a su omega contra su pecho. Apolo se dejó embriagar por el potente aroma del chocolate amargo, sintiendo enseguida los ronroneos de su lobito.
—Ay no... ahí viene de nuevo.
Evan ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando Apolo ya había salido disparado hacía el baño de la recamara principal.
El omega se dejó caer de rodillas al frío suelo y vacío todo su estómago en el retrete. A los segundos, sintió las manos de su alfa recorrer su espalda encorvada intentando apaciguar el malestar que su estómago lo estaba obligando a pasar.
—Ya no puedo, alfa... —sollozó antes de que una nueva arcada lo atacara.
—Tranquilo, amor, ya casi acaba —Evan se arrodilló a su lado y quitó los rizos de su frente, a la vez que liberaba feromonas.
Cuando ya no quedaba más que expulsar, Evan lo ayudó a ponerse de pie para enjuagar su boca y beber un par de sorbos de agua. Ya limpio, lo introdujo en la cama y arropó bien.
—Tengo miedo —murmuró entre pucheros Apolo.
—No hay nada que temer. Estamos juntos en esto y te aseguro que es para siempre.
Evan besó un par de veces su frente y lamió la bonita marca de enlace, la cual resplandecía en el lado derecho de su cuello, hasta que escuchó suaves suspiros y ronroneos.
Definitivamente él también tenía miedo, pero era de su omega de quién estábamos hablando. Por el rizadito sería capaz de cruzar océanos enteros y hasta los más calurosos desiertos, y ahora tendrían a un pequeño ser por el cual velar.
Su omega estaba esperando a su cachorro, se repetía una y otra vez en su cabeza. Era algo nuevo pero sin lugar a dudas estaba entusiasmado.
Acarició un par de veces el vientre aún plano y se acostó detrás de Apolo. Lo cubrió con su brazo y sintió como la espalda del omega se acurrucaba más cerca de su pecho.
Al otro día, Apolo estaba decidido a llamar a sus padres y concretar una cena para presentarles la nueva noticia.
Aprovechó que Evan había ido a la empresa, aunque sabía que ante cualquier inconveniente su alfa lo sentiría por el lazo, y marcó el número que para ese punto ya se sabía de memoria. Tres pitidos después, la dulce voz de su madre resonó.
—¿Hola? —murmuró apenas, probablemente ocupado en cosas referentes al bufete.
—Hola, mami.
—¡Apolo! ¡cachorrito! ¿cómo estás? —el tono cambió rotundamente a uno alegre.
—Todo bien... —vaciló con la uña de su dedo pulgar molestando entre sus dientes.
—A mi no puedes engañarme, cachorro, ¿qué sucedió?
Apolo suspiró antes de volver a retomar la conversación. Su madre le había dado pie así que era ahora o nunca.
—¿Están libres el viernes en la noche? con Evan nos gustaría organizar una cena... necesitamos contarles algo importante.
—Claro... pero me estás preocupando. ¿Sucede algo malo? ¿podemos ayudarlos?
—Todo está bien, lo prometo, simplemente hace tiempo no nos vemos y queremos ponernos al día.
—Está bien, ¿vienen a la casa?
—Si ustedes quieren...
—¡Obvio que sí! les avisaré a tus hermanos, ¿de acuerdo?
—Eso sería lindo, sí... bueno, mamá, te dejo porque tengo muchas cosas que hacer. Nos vemos el viernes, dale un beso a Artemisa y a papá de mi parte —se despidió apresuradamente. Malditas náuseas.
—Nos vemos, cuídense. Estamos en contacto, amor.
La llamada se dio por concluida y rápidamente Apolo corrió al baño. Las malditas náuseas no lo habían dejado en paz en semanas y eso lo estaba poniendo de los nervios.
Una vez higienizado, regresó a su habitación y se puso de pie frente al espejo de cuerpo completo que reposaba en una de las esquinas. Elevó su camisa hasta la altura de su pecho y llevó ambas manos a la parte baja de su vientre.
El recuerdo de varios años atrás le llegó de golpe. El como estaba acostado sobre el pecho de su hermano argumentado porque no tendría nunca cachorros, siendo una de las causas los cambios de humor de su madre. Sonrió con nostalgia, no le faltaba demasiado para llegar a esa etapa.
—Mami y papi están emocionados por conocerte —le susurró a su pancita y sintió como su aroma a caramelo un tanto más dulce llenaba la habitación— esperemos que los abuelos y tíos también lo estén, y si no es así pueden joderse. Te amo, cachorrito o cachorrita.
Esa noche cuando Apolo apenas sintió el aroma del chocolate amargo, dejó todo lo que estaba haciendo y corrió a su encuentro. Se aferró al pecho de su alfa y suspiró con goce. El embarazo haciéndolo mucho más dependiente que de costumbre.
—Hola, mi amor —Evan besó su frente mientras liberaba más de su aroma— los extrañé.
—Y nosotros a ti, alfa —buscó pegarse lo más que pudo, pero terminó gruñendo cuando la tela de la camisa se interpuso entre su mejilla y la cálida piel de Evan.
—¿Qué sucede? —pudo sentir la sonrisa en la pregunta de su alfa y gruñó aún más fuerte.
—Quítala —demandó.
—Como se me ordene.
Pronto sintió el calor ajeno recorriendo su rostro y el aroma mucho más denso. Ronroneó fuerte y frotó su rostro en toda la extensión de la piel, marcando inconscientemente a su alfa con su propio aroma.
Tiempo después, Evan los dirigió a la bañera. Se dieron un largo baño entre caricias y besos y pronto los ojitos de Apolo estaban revoloteando por el cansancio.
El alfa de cabellos rubios los secó a ambos y arropó a Apolo en el nido que le había construido semanas atrás, justo después de enterarse del embarazo. Cuando se le fue permitido, ingresó y se acurrucó allí.
Llegado el viernes Apolo estaba mucho más nervioso que antes de hacer la llamada. Estaba pálido por las náuseas que todavía no habían abandonado su sistema, y que no lo harían en por lo menos un par de meses más.
—Si quieres puedo llamarle a tu mamá y decirle que no me siento bien, así no sospecharía nada y podríamos quedarnos acurrucados en el nido —Evan besó su frente proponiendo una solución que lucía mucho más atrayente.
—Estoy bien, solo dame un segundo —suspiró un par de veces— márcame con tu aroma y vayamos antes de que me arrepienta.
Evan asintió para después liberar feromonas protectoras.
Para su suerte, el camino no se les hizo tan largo y pronto llegaron a la casa de la infancia del omega.
Una pequeña manito sudorosa se aferraba a la enorme de Evan, haciendo que sintiera en grande. El alfa besó sus labios y luego tocó el timbre.
—¡Cachorro! ¡yerno! —Harry los recibió con su característico delantal de flores. Abrazó a su hijo y luego le dio la mano a Evan— vamos, pasen.
Gracias al tiempo, Harry había aprendido a aceptar e incluso querer la presencia de Evan. Le parecía un alfa educado y amoroso y estaba muy feliz de que su hijo compartiera parte de su vida con él.
Louis se encontraba en la sala de estar tejiendo un par de medias, ya que había desarrollado esa afición hace relativamente poco. Saltó de alegría cuando los divisó y pronto estaba abrazado a ambos con una mano en cada espalda.
—¡Amores! no saben cuánto los extrañé...
—Mami, nos vimos hace poco en el bufete —Apolo sonrió pero no se apartó del abrazo, dejando que el aroma de su madre lo reconfortara.
Madre y cachorro, ya no tan cachorro en realidad, se mantuvieron de la misma forma un poco más de tiempo. Las feromonas emocionadas que liberó Louis no le permitió sentir el cambio de aroma en Apolo, manteniendo los nervios del omega menor elevados.
Se sentaron en el sofá contiguo al que Louis se encontraba cuando los saludos se dieron por concluidos.
Harry llegó con cuatro copas de vino y repartió una a cada uno. De igual manera, Apolo declinó la oferta intentando sonar lo más natural posible.
Hablaron de todo y nada a la vez, comentando sobre sus trabajos, la vida de adultos y demás.
Sin embargo, unos repentinos gritos llamaron la atención de todos. El lobo de Apolo gimió disgustado mientras se aferraba a las manos de su alfa.
—¿Qué sucede? —Louis frunció el ceño antes de girarse en torno a la puerta de entrada.
Artemisa, de ahora 17 años, ingresó con su aroma de limón y almendras potenciado por el enojo. De cerca la seguía una chica más pequeña, que definitivamente era una omega, bastante enojada.
—¡Te dije que solo era un amigo! —bramó la jóven de baja estatura y mejillas pecosas.
—¡No me grites, omega! —le respondió Artemisa.
—¡Entonces no me grites tú primero!
—Artemisa, controlen su tono. No pueden hablarse así, ¿acaso en algún momento yo le levanté la voz de esa forma a mi omega? —Harry se cruzó de brazos frente a su hija alfa y elevó una ceja.
Enseguida la adolescente calmó su semblante, agachó la cabeza y murmuró:
—Lo siento, Ellie, no debí hablarte de esa forma.
—Está bien, alfa, yo tampoco debí alzar el tono —la omega se acercó hasta abrazarla, haciéndola relajarse enseguida— solo confía en mí la próxima vez.
—Siempre confío en ti, lo siento de nuevo.
Un carraspeo a sus espaldas las hizo separarse. El ceño fruncido de Artemisa desapareció cuando su hermano omega entró en su campo de visión. Lo había extrañado demasiado.
Corrió a su encuentro, pero cuando quiso saltar encima de él, cómo hacían a menudo en forma de saludo, un gruñido la detuvo. Le devolvió la amenaza al otro alfa hasta que el mayor dio por concluida la batalla.
Apolo rio nervioso antes de golpear el pecho de Evan y dirigirle una mirada que lo pondría bajo tierra si eso fuera posible. Se puso de pie con elegancia y cuando estuvo de puntillas se abrazó a su hermana. Nunca pensó que esa bebita que lo molestaba hace años ahora lo hubiese superado en altura, pero la verdad era que nunca había tenido esperanzas de ser el más alto de los hermanos.
—Api, te extrañé tanto —la chica lo estrechó a la vez que olfateaba su aroma, sintiéndolo alterado. Sin embargo, lo atribuyó al tiempo separados.
—Y yo a ti, marcianita— se separó apenas y abrazó en esa ocasión a la omega que observaba todo con una sonrisa— Hola, Ellie.
—Hola...
Ambas chicas se unieron a la conversación. Louis y Harry en un momento se fueron a la cocina para revisar la cena y fue en ese instante que la puerta de entrada sonó. Apolo se puso de pie para ir a abrir en cuanto su mamá se lo pidió.
Del otro lado se encontraba Ares con su omega.
Los ojos de Apolo se llenaron de lágrimas de golpe. Hace meses que no había podido encontrarse con su mellizo dado que el alfa se había ido a una exposición de arte en Asia. Apenas sintió el aroma de la canela, las lágrimas fueron imposible de retener.
—Amor, no llores —Ares le pidió con una risita que camuflaba los mismos sentimientos— ven aquí... te extrañé mucho.
Ambos se fundieron en un abrazo que pareció devolver toda la tranquilidad que alguna vez el pequeño ser del omega había perdido. Elena besó su mejilla antes de ingresar a la casa, sabiendo que su alfa necesitaba unos momentos a solas con su hermano.
—¿Cómo has estado? —inquirió Ares recibiendo solo un encogimiento de hombros— okey, lo entiendo...
Apolo se separó con mejillas sonrojadas y ojitos llorosos. Enseguida sintió unas manos posesivas en su cintura.
—¿Todo bien? te sentí por el lazo... —Evan frunció el ceño.
—Todo bien, alfa, solo me emocioné.
Los tres estaban por volver a la casa cuando una cabellera rizada se hizo paso. Atenea había llegado.
Todos volvieron a abrazarse y esta vez Apolo si lloro con ganas. Después de mucho tiempo, volvía a tener sobre su cuerpo todos los aromas que tanto había extrañado y definitivamente eso le estaba haciendo un revoltijo de hormonas y emociones.
Todos ingresaron cuando Harry los llamó a cenar. Se acomodaron en la mesa y la lasaña de papá Harry se colocó en medio. La boca de Apolo se hizo agua, pero al momento de querer llevarse un bocado la textura lo hizo sentir arcadas y cuando menos se dio cuenta ya estaba en el baño de la planta baja.
Su alfa llegó a su rescate y detrás de él su papá y sus tres hermanos. Todos estaban atrincherados en la puerta con las emociones a flor de piel.
—¿Qué sucede, Apolo? —inquirió Harry.
—¿Necesitas algo? —Ares preguntó preocupado.
—¿Te traigo agua? —esta vez fue Atenea.
—Api... —murmuró Artemisa a punto de llorar.
—Estoy... bien... solo necesito un segundo —dijo como pudo.
Sintió a Evan sacar a todos del baño y solo quedarse ellos dos.
—Mierda... arruiné todo —gimió disgustado cuando logró terminar de vomitar.
—Está bien, omega, es algo natural.
Evan lo ayudó a limpiarse, besó su frente prolongadamente y juntos volvieron a la mesa.
Allí, Louis intentaba calmar a un Harry muy preocupado. Elena susurraba cosas en el oído de Ares, Ellie abrazaba a su alfa y Atenea solo miraba todo expectante.
—Familia, tenemos algo que decirles —Apolo empezó atrayendo la mirada de todos. Evan rodeó su cintura y colocó su mano en el vientre— estamos esperando un cachorro.
Apolo tal vez debió soltar la noticia con un poco más de preparación o tacto, porque definitivamente su papá lucía a punto de desmayarse.
—Jodida mierda... —murmuró Artemisa.
—¿Sorpresa? —Apolo rio nervioso.
El chillido de Louis los sacó a todos del shock y pronto muchos brazos estaban rodeando el delgado cuerpo de Apolo.
El omega menor rio relajado y dejó que todos los mimos fueran depositados sobre su anatomía.
—¡Juro que lo sentí en tu aroma! —Harry bramó mientras besaba su frente— definitivamente voy a tener que pasarle a mi yerno mi contacto para conseguir todos los antojos a las 24hs.
Apolo asintió entre lágrimas. ¿Cómo pudo pensar que la reacción de su familia sería negativa? eran ellos, los que lo apoyaban en todo siempre.
La emoción por la o el nuevo integrante reinó en la casa. Debían prepares para atravesar otro proceso de embarazo y para que la familia continuara agrandándose, pero definitivamente estaban ansiosos.
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varias personas pidieron el extra de Apolo así que acá está. Nuestro bebé más mimado va a tener un bebé 😭
disfrutenlo!! gracias por seguir apoyando esta historia.
el último extra es el próximo y, por si no captaron la línea todavía, va a tratarse de nuestra primera cachorrita, Atenea.
nos leemos pronto! ❤️
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