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Capítulo 38- Nunca digas siempre


Capítulo 38

Nunca digas siempre

"No eres lo que dices sino lo que has demostrado"

Porta, Isusko

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KLAUS

Siento un frío recorrerme el cuerpo entero, la imagen de es mujer es tan clara, no creo que sea una alucinación de las que solía tener luego de la desaparición de Kai, no, esta parece real y por como Krystel me tira del brazo, en definitiva es Lía, aunque no sé qué coño hace aquí y me llama cariño como solía llamarme en nuestra relación, se acerca de a pasos pequeños, mientras asimilo la noticia de su vuelta, entonces al estar cerca me abraza por el cuello, aunque apenas soy consciente, pero Krystel salta y la jala con su fuego ardiente para reclamarle.

—¿Y quién vienes a ser tú? —pregunta Lía molesta—. Porque yo soy el amor de su vida y la madre de su hija, deberías largarte, sobras.

—Es mi mujer, Lía, no se va —tomo a Krystel de la mano de nuevo, ella me agradece con la mirada por darle su lugar—. ¿Qué demonios haces aquí? ¿cómo nos encontraste?

—Es casualidad, de hecho... soy mesera en el restaurante de junto y te vi llegar, estás muy guapo —estira la mano para acariciarme la cara, pero Krystel la manotea igual yo me alejo—. ¿Dónde está mi hija?

—¿Mesera? ¿y todo tu dinero? —pregunto de vuelta extrañado, ella solía reírse de los meseros y faltarles el respeto por ser trabajadores.

—Papá me cortó el chorro cuando me fui, mi propio dinero me alcanzó para algunos años, pero se acabó, sólo esto conseguí —admite con una expresión triste—. Tú estás muy bien según veo ¿ascendiste en la UTCCO?

—Sí, soy Comandante en Jefe ahora... ¿qué quieres? Mi mujer y yo tenemos planes —espeto porque no quiero conversar con ella, su abandono aun quema, sobre todo por Pau, por dejarla como un estorbo sin darle una oportunidad de amarla.

—No tenía nada preparado, pero... quiero verla, Klaus, es mi hija —declara sin vergüenza alguna—. Quiero conocerla.

—¡¿Estás loca, Lía?! —exploto con ira—. ¡No te acercarás a mi hija jamás!, ¿entiendes? Ya le has hecho suficiente daño al dejarla.

—¡Tengo derechos! —exclama ella, mientras se pone colorada—. Yo la llevé en mi vientre, no puedes negármela.

—Sí puedo y lo haré, tengo un papel firmado por ti donde renuncias a la patria potestad ¿lo olvidas? Cuando te largaste ese día dejaste el documento firmado y autenticado, ¡no tienes derechos sobre ella! —grito y entonces Krystel me sostiene del brazo como si temiera que me voy a salir de control—. Piérdete de nuevo, Lía, no te necesitamos.

—No me importa, quiero verla, por favor, aunque no le diga que soy su madre —suplica con cara de tragedia—. Que te haya visto no es casualidad, esto debe pasar.

—Klaus, cálmate, siento tu pulso y está muy acelerado —susurra Krystel en mi oído—. No te arriesgues —su voz hace que me calme de inmediato como una barrera hacia la tranquilidad.

—¿Qué te dice? ¿algo sobre mí? —chilla Lía indignada, se parece demasiado a Ivanna cuando se sentía así—. Cizañera descarada.

—No hablo de ti, hija de puta, sino de él algo que no te importa —espeta Krystel de vuelta y sin miedo a decirle la verdad en la cara—. Vete, ya Klaus lo ha dejado claro, no verás a nuestra niña... no sé cómo tienes cara de aparecer ocho años después a exigir verla cuando la trataste como estorbo, sugeriste venderla o regalarla, menos mal que por lo menos escogiste un padre excepcional quien no ha desamparado ni un minuto a su hija.

«Joder, me encanta como se apropia de la situación, como defiende a Pau»

—¿Qué le dijiste de mí? —pregunta menos pedante como si las palabras de Sánchez surtieran efecto, tal vez ha cambiado algo desde la última vez cuando nos vimos—. ¿Dónde estoy según ella?

—Muerta, enterrada diez metros bajo tierra —escupe Klaus con ira—. Y eso no cambiará, vete y no vuelvas... Vamos, pequeña, tenemos planes —hala de mi mano para meterme en la camioneta, pero ella pide una última cosa, le extiende un pedazo de papel rasgado hacia él.

—Es mi teléfono, llámame si cambias de opinión, porque no me rendiré, la encontraré, así deba meterme a escondidas en la UTCCO de Madrid.

—Podré una alerta de seguridad, Lía, no lo dudes, no te acercarás a mi hija, si cuando cumpla dieciocho quiere verte, no la detendré.

«Por suerte Pau no está en España ahora»

Subo a Krystel quien parece una fiera, si la suelto capaz hace algo, entonces voy a la parte del conductor cuando Lía se abalanza sobre mí y quiere besarme, pero Krystel toca el claxon desesperada, se pega de esa maldita corneta como si su vida dependiera de ello, joder, casi funde su mano con el volante, además me hace señas de entrar ya con mano fuerte, eso en lugar de molestarme me encanta, de verdad esa personalidad fuerte me fascina como un masoquista de primera categoría.

—Cálmate, vas a despertar a medio Culiacán —espeto cuando me subo a la camioneta, para cerrar la puerta, entonces Lía se hace a un lado aún con gritos de que quiere ver a la niña, tal vez sabe que soy capaz de todo...

—Pues que no te ponga las manos encima o se las voy a fracturar, mucho menos en Paulina, ahí si le arranco la cabeza y... ¿qué? ¿qué me miras? —pregunta porque la veo con media sonrisa—. Ya sé, no debería meterme, no soy su madre, lo siento mucho, yo...

—No me malinterpretes, metralla respondona, me gusta, pero es algo extraño para mí, sólo María adoptó una posición como la tuya, ni Ivanna u otra pareja que he tenido —explico y eso la calma un poco, mientras avanzamos hacia abajo por la carretera, al estar en un mirador, debíamos subir—. Siempre estaban lejanas, aunque bueno, yo tampoco las dejaba entrar mucho, al no tener estabilidad no quería involucrarla, era muy delicado.

—Eres un gran padre, Klaus, pocos he visto como tú... ni siquiera el mío, pero no importa —ella misma lo trae al tema y lo saca de inmediato, quiero preguntarle; sin embargo, no arruinaré la noche, se nota que es un tema casi prohibido para ella, lo que me resulta algo extraño, a decir verdad.

No habla para nada de él o de su familia paterna, es como si no existiera y Angélica hubiera quedado embarazada por ciencia infusa, aunque lo justifico con que de seguro, han peleado, algo normal en familias cuando las personalidades chocan o se quieren meter en los problemas que no les incumben y pue yo ya sé como es Krystel, no se deja de nadie, menos de una tía chismosa. Pongo algo de música entonces para evitar los silencios incómodos, pero ella habla de nuevo.

—¿No te molesta? Digo, apropiarme de una figura materna de Pau cuando apenas hoy nos hicimos pareja...

—No importa, desde el primer día marcaste la diferencia, ella lo notó, porque te adora, no hace sino preguntar por ti —me sonrío cuando ella lo hace, todo vale la pena por ver eso en su rostro, la felicidad porque Lía no vale perderla—. Tengo una novia especial con mi hija.

—Ay Klaus, ¿cómo manejaremos esto? Si Maddox se entera te saca a ti o a mí del cuerpo élite —pregunta al a bajar el volumen de la música—. ¿A dónde me llevas?

—Vamos a un club nocturno, pero no estaremos solos... Los brigadieres estarán con nosotros y tus amigos locos —digo y eso la sorprende—. Quería festejar con todos, aceptaste a este malgeniado.

—Lo siento, pero no acepté tu malgenio, cuando estés así, te vas o me voy yo —se defiende para hacerme reír, eso lo he aprendido, es mejor alejarse antes de decir cosas que hieren por la rabia.

—Pues a ver si te retienes, eres un fosforito, ante el menor roce te enciendes —me burlo, mientras conduzco hacia la ubicación del club—. Por cierto, ¿son ideas mías o no tienes sostén?

—No son ideas tuyas... —coquetea acariciándome el brazo tatuado, pero aquí no puede tentarme así.

—¿Y por qué andas por ahí así? Es un castigo para mí —me quejo con una sonrisa—. No te puedo hacer nada ahora mismo.

—Sí puedes... para la camioneta —comenta coqueta, pero no me va a convencer ahora, debemos ir al club y si paro no llegaremos, pero es persistente, acaricia mi muslo con dirección a mi entrepierna directo, pero la detengo, terminaremos contra un puto árbol si sigue por ese camino, estoy a punto de replicar cuando se escucha una ráfaga de disparos, estos impactan en el vidrio posterior y allí quedan porque es blindado.

—¡¿Qué demonios...?! —alcanza a exclamar Krystel cuando una moto se iguala a nosotros donde van dos tipos vestidos de negro como el uniforme de La Hermandad, incluidos los cascos del mismo color, allí levantan una ametralladora, pero las balas corren la misma suerte, son aguantadas por el vidrio, después de todo, tiene blindade nivel 5—. ¿Tienes un arma?

—Claro, abre la guantera, debajo de la silla tuya y mía y en el hueco entre nosotros, levanta la tapa.

—Ahí se lleva la cerveza, los cigarros y los discos... —aun en medio de esto bromea y eso me encanta, hasta sacar una de las pistolas, así como otra para dejarla en mi regazo rápido y así dejarme preparado para cualquier cosa.

—¡Abajo! —gritan desde el exterior, escucho por el sistema de comunicación interno, al no poder abrir las puertas, se tiene un micrófono interno y una forma de escuchar a los de afuera más claro.

—¡Vete a la chingada! —grita Krystel cuando de pronto giro el volante hacia un lado y así logro desestabilizarlos hasta hacerlos caer sobre el asfalto como una torre caída, desparramados en pocas palabras, hasta ruedan, pero al mirar atrás vienen tres más, igualmente armados hasta los dientes, allí veo a uno de la moto más lejana echarse al hombro un lanzacohetes, por eso serpenteo para no dejarnos enfocar.

De pronto veo la estela del humo del cohete, entonces pronto sentimos el impacto y la camioneta se vuelca para dar algunas vueltas, pero llevamos el cinturón, por eso no chocamos como las demás cosas sueltas en el vehículo, entonces cuando por fin para de girar terminamos de costado y allí abrimos la puerta que quedo hacia arriba para escaparnos antes de su llegada pues teníamos algunos segundos de ventaja.

Salimos tan rápido como la estrechez nos permite, por fortuna este lado ha perdido la puerta por las vueltas sobre la carretera, además ha quedado como un papel arrugado. La camioneta está en forma horizontal y nos tapa de los disparos, pero lo que yo necesito está en la parte de atrás, por eso le pido a Krystel cubrirme, mientras voy a la parte de atrás, es plana pues es una Toyota, así que abro como puedo en medio de una lluvia de disparos de su parte, mientras yo saco dos maletines donde hay seis granadas de fragmentación y dos de humo.

Krystel dispara y les da a varios en repetidas ocasiones, allí vuelvo a su lado para mostrarle nuestra salida a esto. Cargo armas y granadas en el auto que use, sea sedán o camioneta, siempre hay fusiles, pistolas y granadas porque soy muy desconfiado. Dejamos de disparar.

—¡Miren, si abandonan sus cargos en el cuerpo élite, esto se puede acabar, están rodeados, tenemos armas más grandes y cargadas! —grita uno al detener la ráfaga de disparos—. Pero también usted, Klaus Roux, deje el asunto de su hermano quieto, no quiere saber la verdad.

—¿Qué tiene que ver el cuerpo élite con mi hermano, hijo de puta? —disparo y eso parece darle a otro de ellos al estar en una pausa—. ¡Ese es mi hermano, cabrón! ¡no estamos disparando! —lo veo agacharse para revisarlo y pide ayuda a gritos, no sé en dónde le ha dado, pero debe salirle sangre por montones a juzgar por cómo se expresa.

—¡Te juro que, si no tuviera que llevarlos vivos al patrón, te arrancaría el corazón! —vuelve a gritar y hasta me da pena por él, aunque nadie los mandó a dispararle al Leviatán y a La Rosa letal—. ¡Avancen, tráiganme a ese parte de cabrones, pero en chinga!

«¿El patrón? ¿hablará de Portillo?» pienso pues a ese le dice el patrón del cielo, pues su ruta favorita son aviones.

Ahí tras ese grito empezamos a sacarle la chaveta a las granadas, primero las de fragmentación con fuerza y como en realidad no están lejos, les caen a poco de ellos, sólo dejamos una para después si es necesario y detonamos las de humo, para poder escapar por un lado de la montaña, ya que estamos en un trozo de carretera hecha sobre esta, por eso nos podemos deslizar, aunque primero corremos hacia atrás cual cohete en el culo y nos lanzamos a deslizarlos.

Ella me preocupa, su vestido parece delicado, así como ella, pero sé que no lo es, puede lucir como una verdadera muñequita de porcelana de poner en el bife; no obstante, parece una camioneta 4x4 blindad y modificada para Trail camp, joder, enserio. Llegamos a otro tramo de carretera para volver a deslizarnos, ellos apenas han empezado a hacerlo, los que quedan al menos, como ya íbamos cerca del suelo, alcanzamos la calle pronto, y allí corremos, pues ella se ha sacado los zapatos y corremos hacia la carretera principal por donde alcanzamos una sección de bodegas donde nos escondemos.

Estamos llenos de tierra y hojas enganchadas, por eso ella se ríe por un momento. Esto está lleno de autos como si quisieran esconderlos porque de poca gama no son, además de ser muchos, de todos los tipos, hay incluso uno igual al que tengo en Madrid, un Aston Martin Valhalla de color gris y barato no es tampoco. Caminamos entre las hileras hasta el otro lado de la bodego de por donde, una vez allí nos ponemos en cuclillas, aunque ella se ríe de nuevo.

—¿Qué es tan gracioso, Krystel?

—No, señor, de ahora en adelante voy a ser amor, bebé, cosita, princesa...

—¡Metralla respondona es que te voy a decir! —le digo serio, no sé de dónde sale ese buen humor si estamos a nada de ser descubiertos, pero es parte de su encanto, esa capacidad de sobreponerse a los problemas—. Busquemos donde escondernos, si a esos les funciona si quiera media neurona, revisarán aquí y no te voy a decir nada de eso, Krystel, no soy de esos diminutivos.

—No seas así —me dice al prenderse de la chaqueta del traje y acercándose a mi boca—. ¿No me lo merezco?

—Ahora no, Krystel, por Dios, debajo de este auto, yo estaré en el de al lado —así mismo lo hacemos, cuando ella queda bien oculta, sólo ahí me escondo yo porque primero verificar su bienestar y eso me sorprende en gran medida, siento una necesidad casi intrínseca de protegerla, aunque no lo necesite, sólo María me provocó esa sensación, ese deseo palpitante, pero la perdí, creo que eso no me deja abrirme del todo a otra.

Cuando ella se desmayó en el evento de Paulina creí que estaba embarazada y me ilusioné ya llevábamos dos años y le había pedido matrimonio, pero cuando la vi pálida sin reaccionar a nada empecé a preocuparme, allí recordé los dolores de cabeza que había padecido durante semanas y sin más llamé a la ambulancia porque presentí que sería algo más grave, además estaba pálida y fría. Algunos minutos después llegaron los paramédicos con la camilla y yo me fui con ella, dejé a Pau con Catalina quien nos acompañaba a todas partes pues la niña para ese entonces tan sólo tenía cuatro añitos, pero lo entendía todo.

Por desgracia, cuando llegamos al hospital María se había ido, posteriormente me dijeron que un aneurisma había sido la causa, estalló y tuvo hemorragia cerebral y no podía creerlo, ese momento es como un borrón, golpeé al médico y al vigilante, sólo la mención de Paulina por parte de Tomás quien me acompañó logró detenerme, dijo que la niña no podía perdernos a los dos porque iría preso si continuaba. Ahora lo veo y siento vergüenza, después de todo, ellos no tenían la culpa, fue Dios quien decidió llevársela aún tan joven.

Me acomodo bajo el auto al regresar a la realidad, aunque aún pienso en eso, su funeral fue hermoso, aunque Pau no tenía consuelo y eso me dolía como nada más antes, ni siquiera un disparo, debí llevarlas con la psicóloga de la base porque no supe manejarlo, ahora con Krystel temo de eso, ¿y si no funciona? Pau sufrirá más y no quiero, pero tampoco soltaré a Sánchez, de alguna manera lo haré funcionar, sí señor. Pronto escuchamos como abren la puesta y vemos los pies de ellos creo, algunos tienen los pantalones rasgados con sangre, además dos de ellos cojean.

—Maldito Roux, como me gustaría acabarlos a todos —masculla uno, aunque no logro verle la cara—. Este y el hermano son como una plaga... sólo se salva la muñeca de Kassandra.

—Cálmate, Lune, concéntrate mejor —espeta otro con fastidio—. No se nos puede escapar o nos matarán, nos arrojarán al foso.

—Pero no están, sigamos, aquí no hay nadie —concuerda otro para alentarlo, aunque quiero salir y exigirle decir dónde está mi hermano porque lo conoce, seguro de cerca, además de nosotros, nos tiene ficha

No tardan mucho en decir que no estamos y salir rápido, pero no podemos salir aún, yo también he usado el truco de hacer que me voy para hacerlos confiarse y así atraparlos cuando salgan, por eso nos quedamos allí al menos cinco minutos más, pero he visto lo que parece papel aluminio tras el chasis de la parte inferior del auto, por eso meto la mano por ahí, aunque me ensucio un poco más para jalarlo aunque lo único que consigo es rasgar el aluminio, a pesar de ello alcanzo a divisar algo verdoso.

«dólares» pienso y una maquinación empieza en mi cabeza, usan los autos como fachada para mover el dinero, esto me suena a Emiliano Portillo porque son sus métodos, aunque puede ser Kaan Karaman, ese par son amigos y cuando se juntan el mundo tiembla, espero no se así porque el peligro se potencializa. Cuando ha pasado un tiempo asomo un poco la cabeza para empezar a salir y poder tantear el terreno, una vez no veo rastros de ellos salgo.

—Vamos Krystel, debemos volver —le digo para ayudarla a ponerse en pie, aún tenemos las hojas y las ramitas, por eso ella se las quita como yo.

—¿Iremos a la base?

—No queda otra, llamaré a evacuación de agentes —murmuro cuando he terminado de arreglarme, pero la tierra embarrada no la saca un sacudón, entonces hago lo dicho para esperar, pero mientras lo hago revisamos los autos—. Hay dólares en el auto, o al menos eso creo, están forrados en aluminio.

—Vi algo similar, pero no le puse demasiada atención... ¿La Hermandad?

—No sé, me suena más a Portillo, es su método, he leído los expedientes, le encanta camuflarlo en objetos incluso difíciles de mover, así no llaman la atención, pero algo no me cuadra, están a la vita, cualquier guardia con un espejo de mano largo podría verlo...

—¿Una distracción? Capturan uno pasan tres —me responde con la verdad, nos narcos pasan mercancía por diferentes puntos, unos demasiados obvios para distraerlos y despejar otros lugares pues dan el pitazo para asegurarse de que la policía vaya.

—Puede ser, igual reportaremos esto.

—¿Y qué diremos cuando nos pregunten qué hacíamos juntos, a esta hora y como llegamos hasta aquí? —indaga de regreso, aunque ya lo tengo pensado.

—Estábamos en el restaurante infiltrados, bajábamos cuando nos asaltaron, igual a mí no me piden mayores explicaciones.

—¿Ah no? —pregunta sorprendida—. ¿Y por qué te la libras?

—Porque soy un Roux, Metralla, eso me da cierta inmunidad —explico al acercarme coqueto para quedar a poco de su boca.

—Eres un presumido —responde con una sonrisa—. El Comandante presumido.

—Bienvenida a mi mundo.

──── •◦ ◦• ────

Una vez en la base es media noche, pero busco a los agentes del turno de noche Praetor, quienes deben estar en la zona administrativa, entonces envío a Krystel a su casa y le encargo llamar a quienes nos esperaban en la disco para avisarles lo sucedido, deben volver pronto porque no sabemos si es un único ataque o hay varios objetivos militares. Avanzo por la base con tiempo para pensar en todo, desde mi nueva relación con Krystel, hasta la aparición de Lía, esa última me deja un mal sabor de boca «¿Qué pasará si alcanza a ver a Pau? Me odiará por haberle ocultado esto».

La noche está fresca y trae olor a tierra, mientras sopla la brisa refrescándome, las estrellas destellan junto a una luna llena preciosa. Camino y camino hasta llegar a los edificios A, B y C junto a otras construcciones, y así se llena lo que es el centro de todo, el corazón de todo, allí saludo a uno de los guardias armados con fusiles para identificarme como Comandante y el dato; de esa manera, uno de ellos sale a correr hacia atrás para decir "Señor, hay noticia de los autos" alcanzo a escuchar al chico.

El agente restante me pregunta si estoy bien porque debo lucir desaliñado y tengo algunos raspones en el rostro, no los veo, pero los siento, escuecen bastante, por ello me ofrece acompañarme al CMIQ, o sea, Comando Médico y de Investigación Química, para hacerme alguna curación, pero dimito, esto es prioridad, luego veré qué puedo hacerme, aunque Krystel ya me pidió pasar por su casa a eso. No tardan más de tres minutos tener respuesta a través de la radio y me hacen pasar al edificio, cuando llego a donde me indican, tercera puerta a la derecha del segundo piso.

El agente se presenta como Brigadier del CEPI; es decir, Comando Estratégico de Policía Infiltrada, al parecer han estado tras cargamentos de autos de lujo llenos de dinero, aunque como sospechaba, algunos son tan obvios que son trampas para desviar la atención, porque los verdaderos van entre las latas, como si fueran una capa interna entre los dos costados; mejor dicho, en cada recoveco disponible, meten el dinero. El Brigadier se llama Giovanni Torres y me explica que son autos de la mafia de Portillo, pero ellos saben de mi hermano, «¿Acaso fue el cartel de ese hombre que se lo llevó?»

Las posibilidades aumentan porque Antoine también tuvo roces con el padre de Portillo, ahora lo recuerdo, aunque jamás estuvieron en el radar porque no hubo más amenazas, aunque ahora todo es posible; sin embargo, no descarto a la mafia rusa, esos estaban más cerca y es el país de destino final en donde llegaron. Giovanni arma un operativo para mañana a las diez de la mañana pues primero se debe tener la orden de allanamiento, tratará de sacarla pronto, allí me pide ir con él al mando y la Capitana también al ser quienes descubrimos los autos.

Le doy la ubicación sobre el mapa extendido en la mesa en el centro, es como la isla de una cocina en donde está eso y varias herramientas, a mi espalda una proyección de las calles de Culiacán también, pero esta vez con gotas rojas donde se ubican los expendios de droga más grandes y en especial, los dioses del olimpo, porque ya ha empezado su distribución, por eso se han enviado agentes para tratar de tener muestras y ver su composición.

No tardo mucho aquí, luego de un rato me voy a casa con la promesa de estar a las nueve en punto en la sala AV—3 de este mismo edificio para la planeación. De esa manera me voy a casa, espero encontrar a Paulina dormida, pero ella es noctámbula, como lo era Lía y eso sólo me recuerda el problema con piernas que me ha aparecido, esa mujer es persistente, vaya si la conozco, eso me gustaba, pero ahora es un obstáculo.

La verdad ese repentino interés en Paulina me suena sospechoso, mucho a decir verdad, ella no ha aparecido por ocho largos años, ¿ahora de repente la quiere? No me lo creo, algo quiere, pero por amor a ella no es.

Cuando llego a casa todo está oscuro y menos mal porque no quiero asustar a Paulina con mi apariencia, parece que hubiera estado perdido en la selva del amazonas por treinta días, listo para comer monos a la plancha. Como sea, entro a mi habitación al final del pasillo, Catalina ha arreglado el desastre que dejaron quienes estuvieron aquí en busca del expediente de Kai, por eso ahora todo luce perfecto, aunque en realidad esa no es su función, en Madrid sólo es la nana, para labores domésticas están tres empleadas.

Pronto me he desvestido para ducharme y sacarme la puta tierra de encima, menos mal no había llovido porque estar hasta la frente de barro no es mi plan favorito, aunque ciertos toca narices se untan en la cara una pasta parecida como si fuera petróleo, buena para el cutis según ellos, para mí es una gran estupidez. Cuando he terminado me pongo el pijama para dormirme por fin alrededor de la una.

Parece que pasan cinco jodidos minutos cuando suena la alarma y debo ponerme en pie para bañarme de nuevo y así cambiarme al uniforme con la placa de identificación, es como una de policía, pero es magnética, en nuestra base abre puertas como una tarjeta de hotel, los Praetor también tienen una, la mía no sirve aquí, pero lleva mi rango y mi apellido. Cuando salgo de la habitación son las seis con treinta, voy a entrenar e iré más luego a la reunión, antes de irme le doy un beso en la frente a Pau para salir, no quiero despertarla porque mientras esté aquí no tiene escuela, le dejan los deberes virtuales, aunque ella misma no debe tardar en despertarse.

En la cocina me encuentro con Cata quien me ofrece café recién hecho, eso me hace quedarme un momento más para acompañarla y beberlo con ella.

—¿Te has adaptado bien, Cata? —le pregunto

—Sí, señor, el clima me encanta, es como verano siempre ¿no?

—Sí, así es, aunque bajo el sol no es tan cómodo, créeme —bromeo sacándole una sonrisa, casi toda su vida ha estado con nosotros, cuando cumplió dieciséis su madre, nuestra primera empleada murió, ella tomó su lugar—. Quiero que saques hoy a Pau al parque de la base ¿vale? Ha estado muy encerrada y no quiero que le afecte.

—Yo intento, pero se ha metido en ese libro que le regaló don Antoine, no quiere ir a ningún lado así —se ríe con gracia.

—¿Y cómo se llama?

—"Desde mi cielo" de una autora llamada Alice Sebold —explica aunque se me hace extraño, yo lo he leído, pero es un poco fuerte por el asesinato de la joven protagonista, aunque no debería leerlo no es para su edad, pero he aprendido de mi hija que su pensamiento no es acorde a su edad y no sé si eso es bueno o malo, no la he llevado a la psicóloga en realidad porque no he visto la necesidad aunque ahora me pregunto si será bueno para hacerla comportarse más como la niña que es y no como una persona más mayor.

—Es bueno, pero no sé si apropiado.

—No se preocupe, señor, no pasará nada malo, sabemos cómo es la niña, lo asimilará bien... señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Sí, claro, pero por Dios, dime Klaus, siempre te lo digo —murmuro dándole la confianza una vez más.

—No podría, usted es mi jefe, no me sentiría cómoda como le he dicho —me sonríe un poco, cata es de tez trigueña de facciones indígenas pues su madre era de esa población en Colombia cuando logró viajar e hizo su vida en España, por ello Cata tiene esas particularidades que la hacen ser muy bella y diferente—. Bueno, quería saber ¿Por qué estaba todo tan desordenado cuando llegamos? ¿le han robado, señor?

Giro la cabeza para asegurarme de que Pau no esté por aquí porque no la quiero cargar con esto.

—Dos días antes de que se metieran, me entregaron un expediente de Kai, fue eso creo, no se llevaron nada, aunque tenía cosas de valor, pero yo me lo había llevado —susurro hacia ella con cuidado—. Esos papeles dicen mucho del caso de mi hermano, sobre todo de los paises por donde pasaron, incluso retratos hablados de dos criminales captados por una cámara espía, Guillermo Franco y Alex Williams, ellos...

—Un momento, ¿está seguro? Guillermo Franco ¿Qué? su segundo apellido.

—No sé, ¿por qué preguntas? —replico curioso.

—¿Es él? —saca su móvil y me muestra una foto que me revuelve el estómago.

—Sí, Cata, ¿por qué tienes fotos de él?

—Me cortejó la semana pasada, salimos a cenar una vez, pero jamás me dio buena espina —me cuenta aterrada—. ¿Qué quería de mí?

Esa es la pregunta del millón.

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