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El último por hoy...
Fueron días de falla tras falla, aquella chica parecía no existir en ningún lado, no tenía redes sociales, no aparecía en las revistas y ni siquiera en los archivos oficiales que revisaron, con ayuda de Christopher su amigo de la comisaria, la habían encontrado.
Por lo que estaba por rendirse, resignarse a tener sólo el recuerdo y la fotografía de aquella chica que por tanto tiempo apareció en sus sueños y a la cual seguía llamando su “escorpión”.
Pues parecía que toda la suerte que había tenido para encontrarla, se le había acabado luego de tomar esa foto, dejándole solo un enorme cansancio físico y mental que no entendía, pero que incluso le había dejado sin coordinación.
Y lo supo cuando debido al cansancio decidió tomar el autobús y este la dejó en un lugar que parecía de otro mundo, pues jamás lo había visitado. — ¿Donde rayos estoy? — Habló mirando a su alrededor con asombro.
Las iluminadas y ostentosas mansiones rodeándola, jardines perfectamente cuidados por todos lados la dejaron en shock, si tan sólo no hubiera estado tan cansada para ver que ruta marcaba aquel bus, o para sacar su cámara y capturar todo el camino.
Si tan solo su teléfono no se hubiera quedado sin batería para llamar a Jihyo y que esta fuera por ella.
Por eso decidió hacer algo que no sabía que cambiaría su vida para siempre, llamar a la puerta de alguna de esas mansiones hasta que alguien se apiadara de su alma.
Solo esperaba que no vieran sospechoso el que una agotada Alfa, vestida como si estuviera a punto de ir al gimnasio llamara a su puerta a aquellas horas que se suponía todos debían estar en casa durmiendo.
— Espero que esto funcione. — Murmuró frotando sus manos en un intento de calentarlas, dirigiéndose a la primera de sus opciones, la mansión de en medio, una bastante parecida a un castillo de Disney, con detalles dorados en todos los espacios, ventanas y puertas, derrochando lujo por doquier. — La gente rica es tan presumida. — Negó como si su propia familia no fuera igual de rica y presumida, llevando sus manos a los bolsillos de su sudadera.
Y cuando llegó a la puerta, y el nudo en su estomago creció, dudo en si presionar el timbre o no, pero lo hizo, dando un pequeño salto en su lugar ante el ruido que este activó.
Mas no fue nada comparado a lo que sintió cuando la puerta se abrió segundos después y tuvo frente a ella, nada más y nada menos que a la pelinegra de mirada dorada que tanto había estado buscando esos días, y que aparte de todo eso, era una Omega con un dulce olor a melocotones que le encantó.
¿Sería el destino? ¿El universo? ¿O la misma luna?
No lo sabia y no le importaba, pues finalmente su búsqueda había terminado, finalmente la cruzada que había marcado su vida llegaba a su fin, sintiéndose como el inicio de algo maravilloso cuando la pelinegra le habló. — Buenas noches ¿Puedo ayudarte en algo? ¿A quien buscas? — Preguntó la pelinegra con una amable y tímida sonrisa en su rostro, se veía nerviosa y Jeong entendió rápidamente el porque.
Pese a que su imagen no era la más intimidante del mundo, seguía siendo una Alfa, aunque estuviera perdida y totalmente embobada por ella, incapaz de tocarle uno de sus cabellos, seguía siendo una Alfa.
Y no deseaba asustarla, en verdad lo menos que deseaba era ahuyentarla y perderla otra vez, pero sonreír le fue inevitable, desear sentirla más cerca le fue inevitable, y decir aquellas palabras que se repetían una y otra vez en su cerebro le fue inevitable. — A ti, mi escorpión. — Vio como la Omega ampliaba sus párpados por la sorpresa, y como su rostro enrojecía debido al sonrojo, pero no pudo ver nada más pues el cansancio de esos días le paso factura, haciéndola perder la fuerza de su cuerpo y caer desmayada sin más a los pies de la pequeña Omega.
— ¡Alfa! — Jadeo la pelinegra al verla tendida en el suelo, con una aflicción que sentía directamente desde su lobo y que no lograba entender.
Arrodillándose a su lado y acunando su rostro dormido con sus pequeñas manos. Detallando cada una de sus facciones y apartando los mechones castaños que habían escapado de su coleta. Era una hermosa chica, y de algún lugar le parecía conocida, pero no lograba recordarlo.
A pesar de que la hacia sentir cosas que no lograba comprender, cosas que solo había leído en los cuentos y escuchado en las historias de sus abuelos, una conexión más allá de la razón, una que más allá de las personas, ocurre sólo entre los lobos predestinados.
Fue entonces cuando la pequeña Omega que acarició la suave piel de sus mejillas y se sintió en paz siendo rodeada por su olor a Limón, lo entendió todo. —Tú realmente eres mi Alfa, mi predestinada. — Susurró sonriendo levemente, sintiendo como su propio lobo aullaba de alegría y celebraba la felicidad con ella y con su acelerado corazón.
Era una situación inesperada, incluso parecía irreal. — Finalmente llegaste a mi. — Susurró.
Pero si de algo estaba convencida la pequeña Omega era que si lo que sentía era real, y si la Alfa en serio había ido por ella, entonces no la dejaría ir nunca más.
Solo esperaba que sus hermanos no se opusieran a esto también.
¿Que hará Jeongyeon cuando despierte?
¿Quienes serán los hermanos de Momo?
¿Les gusto?
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