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Tener como novia a la Omega menor de una de las familias Élite de Japón, no fue nada sencillo para Jeongyeon, aunque no fue estar con Momo lo que complicó su vida, sino las estrictas reglas de sus hermanos.
Cuando Jihyo se enteró de que el escorpión de su amiga era nada más y nada menos que la menor de la familia Hirai, cuyos hermanos eran conocidos como el terror de los economistas japoneses, capaces de hacer llorar hasta al más fuerte de los Alfas, casi sintió pena por ella.
Pero eso no evitó que le brindara todo su apoyo y la ayudara en las locuras que la Omega le inspiraba hacer, y es que la sonrisa que aparecía en el rostro de Jeongyeon cada vez que nombraba a la japonesa, lo valía por completo.
Jeongyeon parecía irradiar felicidad en cada mirada, palabra y gesto, y con el pasar de los días, una Alfa sonriente fue lo único que veía la beta. —Ella es más preciosa que en mis sueños Ji, es tan pequeña y frágil y a la vez tan tenaz y determinada, yo... Me alegro mucho de haber esperado todo este tiempo para encontrarla. — Suspiraba Jeongyeon, con sus ojos brillando cual estrellas.
Mientras Jihyo se encargaba de devolverla a la tierra. —De acuerdo Alfa enamorada, mejor vuelve al trabajo. — Rió lanzándole una de sus bolitas de papel. —Y no me distraigas con tu historia de amor. — Dijo volviendo a su lugar, sin percatarse de la sonrisa que la Alfa tenía en su rostro.
Una de las cosas de las que había hablado Jeongyeon con su coqueta amiga era sobre la prima, igual de atolondrada que ella, de Momo, la Alfa de olor a frambuesas con quien la coreana mayor había tenido la suerte de compartir y que a parte de la Omega era la única que parecía conocer la diversión en aquella familia junto a su mellizo Yoshi.
Y quien sería la responsable de que la vida de la Beta cambiara por completo.
Todo inició cuando Momo encontró una foto suya en el teléfono de la Alfa mientras se tomaba selfies para que según ella, Jeongyeon siempre la llevara consigo, y una idea cruzó por su cabeza. — Ella es muy linda, Alfa, creo que le gustaría a Sanake ¿No crees que harían una linda pareja? — Cuestionó dejando a la castaña sin palabras, ella sabía sobre lo creativa que podía llegar a ser la Omega, pero sinceramente aquello no lo esperó.
— ¿Una linda pareja? — Preguntó con vacilación, parpadeando repetidamente para salir de su desconcierto.
Imaginar a aquella energética Alfa junto a su insaciable amiga, fue una imagen que la dejó en un pequeño shock, del que solo salió cuando la Omega le dio un beso en la mejilla. — Si Jeongie, yo conozco a Sana-chan como una hermana, le gustan las Betas y tu amiga es una Beta ¿No? — Cuestionó ladeando su rostro dejando a la Alfa completamente embobada por su ternura.
A pesar de que el tema fuera todo menos tierno. — No es eso lo que me preocupa exactamente bebé. — Contó dejando suaves caricias en el cabello de la menor.
— ¿Entonces? — Tarareó Momo cerrando sus ojos, disfrutando de aquellas caricias liberando las feromonas de felicidad que siempre embriagaban a Jeong. — ¿No te parece que harían linda pareja? — Cuestionó abriendo sus ojos permitiéndole ver la duda en su mirada ámbar, antes de que la picardía la hiciera sonreír coqueta. — Claro que ninguna más linda que nosotras pero sabes a lo que me refiero. — Dijo dándole un sorpresivo beso.
Aquel tipo de demostraciones afectivas eran bastante frecuentes en la Omega, y aun después de varias semanas, Jeong todavía seguía sorprendiéndose y poniéndose nerviosa, aunque eso provocaba que las disfrutara más. Y ni hablar del poder de convencimiento que tenían sobre ella. — Bueno, bueno. — Aceptó animándose a dejar un par de besos en las comisuras de Momo, que adoptó una expresión pensativa. — ¿En verdad crees que sería buena idea? — Cuestionó acariciando sus mejillas con su nariz.
— Si, y ya tengo un plan para que se enamoren y todo. — Respondió Momo volviendo a centrar su mirada en ella, con una radiante sonrisa en su rostro.
Y al ver sus ojos brillar con emoción, Jeongyeon no tuvo corazón para contradecirla, por lo que sólo la abrazó con cariño, dejando un nuevo beso en su mejilla. — Ay Momori, eres tan dulce. — Suspiró recostando su mentón en el hombro ajeno, disfrutando de su olor a Melocotones, que desde el primer día se había convertido en su favorito en el mundo. — Mi dulce Omega. — Añadió disfrutando de aquel momento, insignificante para muchos, muy importante para ella que era feliz sólo con tener a la pequeña pelinegra a su lado.
Sin embargo no todo podía ser perfecto, y de eso se encargaban los japoneses mayores.
— Momo, es hora de tu clase de piano. — Ni siquiera tuvo que voltearse para darse cuenta de que se trataba de Mina, cuya mirada esmeralda las veía impaciente, y con algo con lo que Jeong empezaba a familiarizarse, suspicacia.
Parecía que Mina y Kento solo esperaban que se equivocara una vez, listos para saltar sobre ella cuando sucediera, dispuestos a destruirla con sus miradas recelosas. Pero a la castaña poco le importaba eso ya, entendía que solo deseaban protegerla y que era su forma de hacerlo, por lo que podía decirse que incluso se había acostumbrado a ello.
Una cosa que Momo no terminaba de entender aún. — Pero Mitang quiero estar un poco más con mi Alfa. — Se quejó aferrándose con más fuerza al abrazo de la castaña, escondiéndose en su cuello sin intensión de salir de allí.
Ambas sabían que Mina era incapaz de emplear la fuerza para separarlas, de que era consciente que no funcionaría por más fuerte que fuera, y de que no era su estilo para ganar una discusión. — Conoces el trato señorita. — Dijo rodando los ojos y cruzándose de brazos, con las feromonas en su olor a Chicle esparciéndose en el aire. Lo que demostró que no estaba de ánimos para soportar los caprichos de su hermanita.
— Aish, esta bien. — Se quejó Momo con resignación, abultando sus labios en un puchero que ignorando la presencia de Mina, luego de ayudarla a levantarse, Jeongyeon besó brevemente. — No olvides nuestra conversación Alfa, te llamaré para contarte todos los detalles ¿Bien? — Dijo la japonesa, jugando una última vez con su cabello castaño. — Piensa mucho en mi. — Susurró antes de darle un último.
Entonces Jeongyeon dirigió sus manos a sus mejillas y juntó sus frentes, prolongando más el inocente contacto. Sin importarle si la Omega mayor las observaba o no. —Siempre mi preciosa Omega. — Musitó al separarse de su boca, abrazándola para finalmente marcharse. —Con permiso señorita Mina. — Se despidió de la de ojos esmeralda al pasar por su lado.
No esperaba que la pelinegra mayor le respondiera, pero se sorprendió cuando esta se inclinó ligeramente. — Propio, Yoo Jeongyeon. — La escuchó decir, jurando que incluso había vislumbrado un atisbo de sonrisa en su rostro, y un rastro de diversión en su mirada al darse cuenta de su sorpresa.
La realidad era que Mina si sentía admiración por la Alfa de hebras castañas, además le agradaba la forma tan cariñosa que tenía la chica de tratar a su hermanita, de cumplir sus caprichos por absurdos que parecieran. Jeongyeon había demostrado querer y respetar a Momo cada oportunidad que podía y eso era lo único que la Omega esperaba y quería para ella, por lo que en poco tiempo se había ganado no solo su aprobación, sino parte de su aprecio.
Pero eso era algo que por el momento ninguna de las dos necesitaba saber.
20 minutos después, Jeongyeon salía del ascensor que la dejo en su piso, adentrándose en el pasillo con una radiante sonrisa dibujada en su rostro, siempre era así desde que pasaba sus tardes con Momo, pese a lo mucho que les costaba separarse, la promesa de verse al día siguiente la ponía feliz.
No tenía trabajo pendiente ese día, por lo que planeaba disfrutar de su tarde libre y relajarse, como pocas veces hacía antes de conocer a Momo, viendo algún programa de fotografía quizá o poniéndose al día con las actualizaciones de la misma
Sin embargo cuando estaba por accionar la tarjeta que le abría la puerta de su departamento, esta se abrió dejando a una alarmada Jihyo a la vista, una preocupada Beta que tenía la mirada empañada por la ansiedad, y que se lanzó sobre ella sacándola del departamento antes de que tuviera oportunidad alguna de entrar.
— ¡Ahg! ¿Que pasa contigo? — Se quejó Jeong haciendo una mueca de dolor, sintiendo como su espalda colisionaba contra la pared del pasillo. No sabía de donde la menor había sacado fuerzas pero debía admitir que estaba preocupándola.
Además la mirada de reproche que le dedicó, no le agrado para nada. — Eso te pregunto yo ¿Le hiciste algo a tu novia o que? — Le preguntó Jihyo con los ojos entrecerrados, Jeongyeon frunció el ceño a punto de reclamarle el porque de su absurda pregunta, pero no fue necesario pues la Beta volvió a hablar. — Un hombre nada agradable te está buscando. — Contó aflojando el agarre que no sabía tenia en su chaqueta, no era que deseara lastimarla, solo se había dejado llevar por su preocupación y había reaccionado como mejor le indicaron sus instintos protectores. — Lo siento. — Dijo tímidamente dando un paso atrás para devolverle además su espacio personal.
— ¿Un hombre? No he hecho nada malo. — Cuestionó Jeong, llevando sus manos a su prenda para quitarle las arrugas, ignorando sus disculpas al entender sus razones.
— Te dije que meterte con la menor de los hermanos terror te traería problemas. — Mencionó señalándola con el índice, llevando sus manos a sus hombros antes de recostarse en ella. — Eres tan joven para morir. — Se lamentó de forma exagerada, aún recostara sobre su cuerpo y Jeong solo hizo una mueca.
— ¡Jihyo! — La regañó safándose de su agarre, lo suficiente como para que la Beta adoptara su postura erguida habitual.
— Lo siento, es que es un Alfa. — Informó entre susurros. La ojiverde frunció el ceño al escucharla, una vez mas había quedado en shock ya que apenas sentía las feromonas que golpearon su olfato cuando Jihyo abrió la puerta, todo por las acciones de la menor. Podía haber pensado que se trataba de alguna de las conquistas de la Beta, pero lo descartó enseguida, — No me dijo su nombre pero se ve demasiado intimidante y no pude negarle el paso, dijo que te conocía. — Agregó la menor sacándola de sus pensamientos, de tal modo que tan pronto como los engranajes de su cerebro hicieron clic, logró identificar aquel olor.
— Ese olor, no puede ser... — Musitó ampliando los párpados antes de dirigirse a toda prisa al interior del inmueble, con la Beta siguiendo sus pasos. — ¿Que posibilidad hay de que... — Ni siquiera terminó de hablar cuando una figura bastante conocida por ella entró en su campo de visión.
— ¡Oh! Jeongyeon, que bueno que llegas. — Dijo el Alfa mostrándole una encantadora sonrisa bastante parecida a la suya, ajustando el botón de su pulcro traje al levantarse.
— ¿Padre? — Cuestionó un incrédula Jeongyeon, posando su mirada asombrada en aquel par de jades que poseía su progenitor, en su cabello perfectamente peinado y sintiéndose abrumada por la intensidad de su olor, uno que no espero volver a percibir jamás.
Un olor que la rodeó cálidamente, recordándole vagamente esa sensación de estar de vuelta en el hogar del que una vez debió irse, una sensación que se originó en su pecho y se extendió por todo su cuerpo, nublando sus sentidos y paralizando su cuerpo, amenazando con convertir su asombro en lágrimas.
— ¿Es tu papá? — Habló Jihyo, sacándola de su estado, algo que agradeció en sobremanera pues lo que menos deseaba era mostrarse débil frente al mayor. — Caramba eso si que no lo esperé. — Murmuró llevando su mano a su cabeza, igual de confundida que Jeongyeon de verlo, teniendo sobre ella la atención de aquel Alfa que le dedicó una curiosa mirada, cuestionándole en silencio cuanto tiempo estaría allí, algo que entendió perfectamente, demostrándolo con los repentinos nervios que la invadieron. — Pero yo ya me iba Jeong, hablamos luego ¿Si? — Dijo dirigiéndose a su amiga que la miró suplicante, al parecer ella no era la única que deseaba huir de allí, pero ya no podía hacer mas, de seguro lo que tenían que hablar era privado y por mas que hubiera deseado apoyar a su amiga, el otro Alfa ya había dejado claro que no la quería presente. — Con permiso señor. — Se inclinó de forma cordial, caminando hasta su amiga para darle un rápido abrazo. — Suerte avestruz. — Alentó dejando un par de palmadas en su espalda a modo de consuelo, recibiendo una resignada sonrisa en respuesta.
Jeongyeon la observo partir y sintió como un nudo crecía en su estómago, no estaba lista para enfrentar a su padre, aún no. — ¿Que haces aquí? — Preguntó sentándose en uno de los sofás individuales, luchando por controlar su descontento, algo que el mayor no estaba experimentando pues en su rostro y sus feromonas solo había tranquilidad, una asquerosa serenidad que la ojiverde no entendió.
No es que odiara a su padre, por el contrario, lo amaba con toda su alma, pero tenía tantas preguntas para él que el sentimiento de tenerlo en frente y no saber por donde empezar la abrumó, sin embargo su línea de pensamientos volvió a verse interrumpida, esta vez por la respuesta a su anterior pregunta.
— Quería verte, te he extrañado mucho cariño. — Confeso el mayor, con tanta sinceridad que Jeongyeon sintió como si un balde de agua fría caía sobre ella, esfumando cualquier rastro de resentimiento de su corazón al encontrarse con su cariñosa mirada.
Quería abrazarlo, refugiarse en esos fuertes brazos y llorar como cuando era niña, que su papá la protegiera de los horrores del mundo y sanara las heridas que había adquirido esos años, porque en el fondo sabía que habían sido ocasionadas por él.
Así que lo hizo. Dejó de lado su orgullo y se levantó lanzándose a los brazos de su padre, los que una vez fueron su lugar seguro y que la recibieron con el mismo amor, recibiendo sus miedos y tristezas para transformarlos solo en amargos recuerdos que ya no dolían.
— Hey, ya no llores mi niña. — Lo escuchó decir cuando se separaron, dándose cuenta de que había empezado a llorar en el momento que sintió sus pulgares limpiar sus mejillas.
— Lo lamento mucho padre es que... También te extrañe. — Sollozó sin poder controlarse, recibiendo un nuevo abrazo y un par de caricias en su cabellera, con las feromonas de su padre mezclándose con las suyas creando el ambiente hogareño que tanto había necesitado.
Fue así como luego de un par de horas que utilizaron para ponerse al día sobre lo que habían vivido esos años, terminó por contarle a su padre sobre el que había sido su empleo, su amistad con Jihyo y su descubrimiento de su habilidad para la fotografía, enterándose además del éxito internacional que había tenido Yoo Enterprises ese tiempo gracias la impecable dirección de su hermana.
Pero cuando estaba por llegar al tema de Momo y su hermosa relación, su padre volvió a sorprenderla. — Me enteré de que te casarás, lo que indica que finalmente ha llegado el momento de que cumpla con mi parte del trato. — Dijo Changjoon extendiéndole un sobre que sacó de su abrigo, un sobre que en el momento que descubrió su contenido, la hizo ampliar sus párpados.
— ¡Oh! — Fue lo único que pudo decir al recordar que como tradición, cuando un Alfa y un Omega deseaban casarse, era el Alfa o la familia de este quienes se encargaban de los gastos, y a pesar de que Jeongyeon no esperaba contar con eso, y que la familia de Momo podía encargarse de todo sin problema alguno, no pudo evitar sonreír.
Eso no solo significaba que su padre le brindaba su apoyo y bendición, sino que recuperaría su familia y como si de una película de héroes se tratase su vida, podría volver a casa con honor.
Pobre Jihyo creyó que el señor Yoo era un matón.
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