Tu frágil alma se quiebra ante mi roce, tus cristalinos ojos desprenden un destello de quietud. ¿Qué pasa por tu mente?, tras tu escueta sonrisa tus pesadas memorias te atacan. Ríes y existes. 

Eres real que te veo tan transparente ante mis ojos, me doy cuenta de tu dolor porque yo también lo siento, lo experimento a tu lado. Tu rasgada sombra de melancolía me alcanza y se fusiona con la mía. Yo también tengo mis fantasmas, ¿sabías?

Eres mi alma gemela, decías; y lo creo porque así me hiciste creer tú que también me lees. Tu delicada figura me incita y yo río. Quién supiera de tu ternura tan inconsciente. Detrás de esos pensamientos perversos diviso tu hermoso sentir, tu corazón; tan podrido y a la vez tan puro. Siempre dando y nunca recibiendo. Es pesado, lo sé, yo me siento igual.

Como corren las líneas, corres por mi mente. Eres mi reflejo, mi versión estilizada, menos desaliñada, y sí, por qué no, más inteligente. Pero hasta tú, posees esa tristeza innata que se arrastra tras tus palabras. A veces pienso que estuvimos destinados a ser, a veces pienso que uno de los dos debería desaparecer.

Me hartas, porque en ti veo mis defectos, mis errores, porque me parece absurdo que te adore tanto sabiendo que soy igual a ti. No es narcisismo, no quiero que parezca narcisismo... Yo no pretendo alabarme, yo quiero amarte a ti, a quien eres. Y sin embargo, porque eres mi otra mitad sé que me harás daño, así como tú sabes que haré lo mismo.

Somos iguales, ¿ya lo dije? Vaya... a pesar de todo no confío en ti, en tu excentricismo y palabrería. Aunque tu alma esté fisurada y tus ojos derrochen calidez, sé que aquella crueldad se esconde debajo de ti, así como yo trato de reprimir la mía. No quiero herirte, pero es inevitable. 

Las almas gemelas existen para nunca encontrarse. Un placer. Me duele que escribo más para mi ser que para el tuyo. 

Desearía que no fueras tan igual a mí.